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Después de la democracia

Sobre las consecuencias políticas de la crisis económica

Fuentes: Rebelión

Con la pomposa retórica que le caracteriza, el presidente francés Nicolás Sarkozy propuso, en el arranque de la presente catástrofe económica mundial, una «refundación» moral y material del capitalismo. Tres años después de aquellas palabras tan melodiosas como vacías, la crisis se ha revelado como un eficaz ariete del gran capitalismo para impulsar una refundación, […]


Con la pomposa retórica que le caracteriza, el presidente francés Nicolás Sarkozy propuso, en el arranque de la presente catástrofe económica mundial, una «refundación» moral y material del capitalismo. Tres años después de aquellas palabras tan melodiosas como vacías, la crisis se ha revelado como un eficaz ariete del gran capitalismo para impulsar una refundación, visiblemente a la baja en términos de legitimidad y derechos, de la práctica totalidad de las democracias occidentales.

Hace ya casi cuarenta años, a partir de la gran crisis petrolera de 1973, que el neoliberalismo viene promoviendo formas radicales de competición y enriquecimiento económico, prácticas empresariales y financieras cada vez más agresivas contra los derechos sociales de las clases trabajadoras y contra el sustento democrático de las instituciones políticas. La historia del neoliberalismo es la historia de una larga revolución del gran dinero contra la democracia. Y esta crisis amenaza con convertirse en su Toma de la Bastilla, siniestra alborada de un nuevo régimen político post-democrático, en el que, bajo los fuegos de artificio mediáticos y mercadotécnicos de una «democracia de superficie» (en expresión del pensador Alan Badiou), se reencarna, globalizado e hiperbólico, el arquetipo clásico de la Plutocracia: el irrestricto gobierno del gran dinero.

Reclamaba Jean-Jacques Rousseau en su Contrato Social que, para un correcto desenvolvimiento de la democracia, «ningún ciudadano sea tan opulento que pueda comprar a otro, y ninguno tan pobre que se vea forzado a venderse». ¿Cómo podría juzgarse, a la luz de este prudentísimo precepto, una (post)democracia como la española? El sueldo medio de un alto directivo de una gran empresa en nuestro país es de 390.000 euros, y el de un consejero ejecutivo de 1’2 millones. En la cúspide de nuestra «clase corporativa», los 502 altos directivos de las empresas del IBEX-35 ganaron una media de 700.000 euros, y los consejeros ejecutivos de 2’7 millones. En el sector financiero (bancos y aseguradoras) esta cifra promedio se eleva a los 4’3 millones, tras un aumento medio del 53% en 2008. También en 2008 Alfredo Sáenz, consejero delegado del BSCH, recibió 9’3 millones de sueldo y 12 millones para su fondo de pensiones. Francisco González, presidente del BBVA, ganó 5’7 millones de sueldo, 11’2 millones para su pensión y 3’3 millones en acciones (su fondo de pensiones acumulado ronda los 80 millones). Ignacio Sánchez Galán, de Iberdrola, ganó 16’7 millones. Antonio Brufau, presidente de Repsol YPF, 6’7 millones. En el capítulo de retiros y pensiones, Manuel Pizarro recibió 14 millones al dejar la presidencia de Endesa; los presidentes cesantes de Enagás y Acerinox recibieron 4’7 y 5’9 millones; José Ignacio Goirigolzarri, ex consejero delegado de BBVA, 3 millones anuales con carácter vitalicio; el fondo de pensiones acumulado por Alfredo Sáez, consejero delegado del BSCH, ronda los 85 millones…

Mientras tanto, el paro afecta a más de cuatro millones de personas (la mitad de ellos, desempleados de larga duración); casi un 60% de la masa laboral española (más de diez millones de trabajadores y trabajadoras) cobra menos de 1.000 euros al mes; la pensión media en España no llega a 900 euros (menos de 700 en comunidades como Extremadura o Galicia)… Y es sobre ellos que recae el peso de medidas como el abaratamiento del despido, la subida del IVA o la privatización y encarecimiento de los servicios públicos… Con su trabajo, cada vez más precario y peor pagado, nutren las cuentas millonarias de ejecutivos y consejeros, y con sus impuestos rellenan los agujeros de las sucesivas aventuras especulativas del gran capitalismo… ¿Tiene algún sentido, en estas condiciones, hablar de democracia política, de soberanía popular, de instituciones representativas, de igualdad de oportunidades, de igualdad ante la ley?

Perfectamente inadvertida bajo el oportuno estruendo de las vuvuzelas surafricanas, la revolución neoliberal del gran dinero prosigue su larga y victoriosa marcha contra la democracia. Arrasada por la implacable codicia plutocrática, del ágora democrática no quedarán, al cabo de esta crisis, ni unas tristes ruinas que contemplar con añoranza.

Jónatham F. Moriche, Vegas Altas del Guadiana, Extremadura Sur, junio de 2010

http://jfmoriche.blogspot.com [email protected]

[NOTA: una versión resumida de este texto se publicará en el número 5 (julio de 2010) de Ambroz. Versión digital disponible en http://www.radiohervas.es ]

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.