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Insumos para un balance político del 2014

Sobre las formas de organización popular: una mirada crítica

Fuentes: Rebelión

I   Las experiencias de lucha y organización de los últimos años en Chile, expresiones e impulsos de y para la paulatina (re)configuración del movimiento popular, relevan múltiples preguntas a quienes orientamos esas luchas en un sentido crítico y buscamos además caminos para una alternativa al orden civilizatorio capitalista, que hoy, no obstante, se encuentra […]

I

 

Las experiencias de lucha y organización de los últimos años en Chile, expresiones e impulsos de y para la paulatina (re)configuración del movimiento popular, relevan múltiples preguntas a quienes orientamos esas luchas en un sentido crítico y buscamos además caminos para una alternativa al orden civilizatorio capitalista, que hoy, no obstante, se encuentra en crisis.

 

Una de las formas de organización que expresan este fenómeno es lo que comúnmente se denomina como «colectivo», objeto del presente análisis.

 

Surgido en la década del noventa, en muchos casos como «sobrevida» de la dispersión de los grandes troncos organizativos de izquierda de las décadas pasadas (PS, PC, MIR, FPMR, MAPU-Lautaro, etc.), representaron una alternativa de reagrupación y contención del proceso de cooptación-represión que acompañó el relato de transición democrática impulsada por la Concertación, referente que, dicho sea de paso, en gran medida debió su posición al pactar la continuidad económica-institucional fijada en la Dictadura cívico-militar y de dar, por su puesto, su espalda al movimiento popular.

 

A partir de allí el colectivo surge como una respuesta, una posibilidad organizativa fundamental para los sectores populares de cara a constituir una alternativa de repliegue. No es el momento de dar cuenta de las características centrales al momento de su surgimiento ni tampoco delinear su(s) trayectoria(s) hasta el presente. En cambio, partimos del supuesto que en el actual escenario de paulatina recomposición del movimiento popular al alero de un incremento e intensidad de luchas sindicales, estudiantiles, medioambientales, etc., el colectivo es una forma de organización que, sin embargo, debe someterse a análisis crítico.

 

Este proceso de recomposición del movimiento popular, inserto dentro de las dinámicas de crisis del capitalismo mundial y las respuestas que desde Chile se ensayan, es factible de rastrearse a inicios del 2006 y constatarse además su profundización en años posteriores, teniendo como expresión más plausible las movilizaciones del 2011, las cuales tuvieron como características centrales el cuestionamiento a algunos pilares del patrón de acumulación capitalista vigente en Chile. Por lo mismo, puede decirse que la emergencia de movilizaciones sociales desde entonces ha preocupado a las clases dominantes, fracciones del capital y todos aquellos actores que facilitan y gestionan la reproducción del capitalismo y que componen, en definitiva, el bloque en el poder.

 

Por esta razón, la apuesta de la Nueva Mayoría, en lo esencial, apunta a contener, anular y cerrar el ciclo ascendente de movilización y organización social y política por medio de modificaciones parciales al sistema social y económico, cooptando para ello al movimiento social/popular e incluso reprimiéndolo. A su vez, el movimiento popular en recomposición debe fijarse itinerarios que enfrenten aquellas pretensiones.

 

Es en este escenario que un análisis del colectivo como forma de organización, en tanto que conforma y expresa movimiento popular, toma sentido y urgencia.

 

 

II

 

 

El argumento central de este balance, es que la crítica debe realizarse a las lógicas de construcción y no al nombre con que se autodenominen las organizaciones populares. En este sentido, la crítica que se realiza a las dinámicas que comúnmente se asocian a los colectivos, es que se caracterizan por representar un estereotipo de dispersión e ineficacia, sin enfocarse, en cambio, en sus lógicas de construcción y prácticas concretas.

 

Dicho de otro modo, lo que aquí proponemos no es que el llamarse «colectivo», «movimiento», «partido» o cualquier otro nombre que adquieran las organizaciones populares, lo que defina su lugar en el desarrollo actual de la lucha de clases, sino que aquello que determina su carácter es, en última instancia, lo que efectivamente realizan.

 

De esta manera, para simplificar el análisis, establecemos un criterio para demarcar prácticas concretas que permitan señalar lógicas de construcción que aporten a dotar de organización, contenidos y proyección al movimiento popular:

a. Presencia de prácticas con vocación de poder,

b. visión estratégica arraigada en una voluntad política que se desarrolle orgánicamente en el movimiento popular y las dinámicas propias de los antagonismos de clase .

Teniendo en cuenta estos criterios, a continuación señalamos algunas características a superar que entorpecen el despliegue de los mismos:

1) Divergencia entre lo que se dice (retórica) y lo que efectivamente se hace.

2) Desvinculación del movimiento social/popular.

3) Sectarismo: oponerse al trabajo con otras organizaciones y/o individuos.

4) Caudillismo: la actividad de un miembro de la organización sustituye a la del resto; imposición de argumentos autoritariamente: «el más antiguo», «el que más sabe», «el que vivió la Dictadura», etc.

5) «Burocratismo horizontal»: se privilegia a toda costa ser horizontales suponiendo, dogmáticamente, que esa es la forma idónea para toda situación, confundiéndose lo no horizontal con lo autoritario y antidemocrático.

6) Idealismo exacerbado y falta de realismo político, «puritanismo»: no se trabaja con quien no piensa como tú o no se aprueban ni codifican situaciones que no coincidan con escenarios idealmente planteados.

7) Voluntarismo: el hacer por hacer sin una hoja de ruta bien definida que dé sentido y coherencia al acto.

8) Limitación únicamente a un campo social restricto: sólo estudiantil, poblacional, ambientalista, animalista, etc.

9) Visión localista sin perspectiva nacional: no atender a la realidad nacional sin esforzarse a pensar en cómo se puede, por poco que se haga, incidir en ella.

10) Autocomplacencia y auto-referencia: centrarse en actividades «de la organización» sin proponerse aportar a la clase.

11) Confusión usual entre lo que es un objetivo y un medio para llegar a él.

12) Ausencia de indicadores que sirvan para evaluar actividad social y política.

13) «Amiguismo»: se trabaja sólo con gente cercana, amigos, familiares, etc., lo cual en ocasiones imposibilita la capacidad de crecer como organización y dificulta, además, la crítica y auto-crítica.

14) Se busca y propicia entre organizaciones la «unidad por la unidad», el «porque sí«, como argumento que sustituye o aplaza una convergencia política basada en diseños, apuestas, proyectos, etc.

15) Sobrerrepresentación: organizaciones de una persona o dos hablan como si fuesen muchos más, generando expectativas que se alejan de la realidad.

16) Improvisación y métodos artesanales de trabajo: se confunde el realizar un trabajo de base con proyección política con tareas sin rigor metodológico.

17) Desdén por la teoría: escribir, según esto, no es «hacer».

 

Sin ser éstas todas las deficiencias, al menos logra apreciarse un cuadro de rasgos que definen una tendencia organizacional al interior del movimiento popular ¿Cómo pueden colectivos, movimientos u otras orgánicas trabajar por superar sus deficiencias en las lógicas de construcción? Ciertamente, no compete a este análisis responderlo, pero sí, al menos cabe enunciar dos cosas al respecto.

 

La primera es que el sólo hecho de coincidir en el diagnóstico de las falencias es un avance, pues representa un parámetro desde el cual avanzar. Así mismo, acoger la pregunta permite (re)abrir discusiones sobre formas de organización al interior del movimiento popular. Cuestión no trivial, toda vez que la pregunta por las formas de organización (¿Con qué instrumento(s) debe dotarse el movimiento popular para la lucha?) debe acompañar dialécticamente la construcción de estrategias de poder y la tarea de construcción programática.

 

La segunda cuestión, es que la pregunta instala una preocupación que se vincula a los mecanismos de acumulación de fuerza social que requiere el movimiento popular para potenciarse. Si una organización tiene todas o gran parte de las características mencionadas, es porque realmente su vocación no es la disputa y construcción de poder, ni tampoco está acompañando su práctica de una visión estratégica que contribuya al movimiento popular.

 

No nos compete ser árbitrosas, menos aún apuntar con el dedo a las organizaciones que se nominan como «colectivos», ya que éstas han sido muchas veces el «chivo expiatorio» de la izquierda, culpándosele en muchos casos de los atrasos y dispersiones, sin considerar que organizaciones que se hacen llamar o se autodenominan «movimientos», «partidos», «coordinadoras» o «bloques», también reúnen varias de las características aquí expuestas. Por esta razón, se sugiere enfatizar en las lógicas de construcción y prácticas concretas, antes de resaltar la forma en que se denominen, ya que en la realidad lo que predomina son éstas.

 

 

 

 

 

III

 

Para superar los límites expuestos se sugieren algunas prácticas que apuntan a revertirlos respectivamente:

 

1) Concordancia entre lo que se predica y lo que se practica: es decir, «hablar menos, hacer más».

2) Buscar mecanismos para vincularse y ser parte activa del movimiento social/popular.

3) Articular por medio y para trabajo concreto con otras organizaciones.

4) Participación y protagonismo: encontrar mecanismos para descentralizar labores y decisiones.

5) Pertinencia organizacional: cada organización debe hallar las formas adecuadas de organización según se requiere y según sea el estado real de la lucha de clases. Combinar formas de lucha y organización.

6) Los ideales orientan, pero no pueden obstaculizar la acumulación de fuerza y la realización de la visión estratégica.

7) Las ganas de hacer deben no deben confundir a la organización. El voluntarismo es positivo, pero debe canalizarse en metodología concreta de trabajo.

8) Trascender los límites sectoriales, apostar, por lo mismo, a la multisectorialidad.

9) Se deben hacer esfuerzos por ubicar las problemáticas locales en función de perspectivas mayores, ya sea regional, nacional, etc.

10) Lo que pueda hacer la organización es insuficiente si no se realiza como un aporte a la clase y a la reconfiguración del movimiento popular.

11) Poseer planes de trabajo que orienten. No es bueno hacer por hacer, se necesita minuciosidad y justificación en cada actividad.

12) Los medios no pueden ser considerado fines. Hay que distinguir entre la meta y los pasos para llegar a ella. Las acciones deben medirse según indicadores relacionados con una estrategia de acumulación de fuerza.

13) 13) Tender a la profesionalización y la seriedad. No es incompatible el trabajar con cercanosas, pero no debe implicar un límite en las relaciones orgánicas.

14) La unidad entre organizaciones debe ser proyectual, con diseños, apuestas e itinerarios claros sobre qué hacer.

15) No es correcto ni útil jactarse con aquello que no se es ni menos engañar al resto aparentando con lo que no se tiene.

16) Trabajar con métodos que garanticen resultados óptimos.

17) Servirse de la teoría para nutrir la práctica.

 

 

 

 

 

IV

 

En síntesis, la crítica debe estar orientada a las prácticas que llevan a cabo las organizaciones y las lógicas de construcción que hacen suyas en la realidad, para así constituirse como un aporte en el movimiento popular.

 

En este sentido, en el actual ciclo político, es de suma importancia la vocación de poder, la visión estratégica y la caracterización rigurosa de la conflictividad social surgida de los antagonismos de clase.

 

Por otro lado, discutir sobre formas de organización no es estéril en tanto que se dé cuenta de los procesos políticos generales (tensión entre la apuesta de la Nueva Mayoría por la contención, anulación y cierre del ciclo ascendente de movilización social y política) que, desde el 2006 en adelante, inciden en el proceso de reconfiguración del movimiento popular. Es allí donde hay un punto de inflexión a disputar y, por lo tanto, un aporte que las diferentes formas de organización pueden hacer.

 

Finalmente, no podrán encararse los procesos de unidad y construcción de programa, si no se encarna simultáneamente la tarea de fortalecimiento de las organizaciones que pretenden llevar a cabo este desafío.

Nota: Este documento forma parte de una serie de análisis políticos del año 2014.

 

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.