Tiene un aspecto de fragilidad inaudita, y me explica esta historia. En los 70 sus padres tuvieron una gran idea. Montaron una tienda y se pusieron las botas. Vendían muebles a medida. Baratos, pero a medida y de calidad. Se los quitaban de las manos. Por muy poco dinero podías tener un piso con muebles […]
Tiene un aspecto de fragilidad inaudita, y me explica esta historia. En los 70 sus padres tuvieron una gran idea. Montaron una tienda y se pusieron las botas. Vendían muebles a medida. Baratos, pero a medida y de calidad. Se los quitaban de las manos. Por muy poco dinero podías tener un piso con muebles para toda la vida. El negocio prosperó. Pero hace poco tuvieron que cerrar. ¿Por Ikea?, le digo. No. Eran competitivos. Aguantaron el golpe sin problemas. Les afectó otro cambio. Inconcreto, pero más radical. Se dejó de pensar en muebles de duración indefinida cuando dejaron de ser indefinidos los contratos, los alquileres, los proyectos, las personas. De pronto, todo el mundo supo que vivía en un piso poco importante, con alguien poco importante, con un trabajo poco importante. Los pisos poco importantes no se llenan con muebles importantes. Se llenan con muebles fáciles de desmontar y de transportar a otro sitio. Irte de un piso con alguno de esos muebles endebles era, así, menos triste. Mitigaba el hecho de tener que abandonar un piso en el que había habido la sensación de que, por un tiempo, algo había sido indefinido e importante. En cierta manera, se pasaron a comprar muebles endebles por pura defensa. Para evitar pensar en apuestas. Para simular que no habías apostado, o que no había sido una gran apuesta.
Cuando acaba su historia se produce un silencio, en el que cabe nuestra biografía. Su rostro, ahora que sabemos que jamás hemos hablado de muebles, es aún más frágil. Es anguloso, bello y difícil de calcular. Parece esculpido con un filo sobre la madera. Como un mueble importante. Quizás nuestro rostro ya es nuestro único mueble importante. Lo único que nos llevamos cuando finaliza la apuesta. Huir del paraíso es más sencillo cuando nunca has estado en él, cuando, en fin, has construido minuciosamente las pruebas de que el paraíso no existe.
Fuente original: https://ctxt.es/es/20181121/Firmas/23047/un-domingo-con-martinez-sobre-los-muebles-precariedad-vida-estabilidad.htm