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Sobre nuestras tareas de comunistas

Fuentes: Rebelión

«Los comunistas no juegan a ser revolucionarios, no tienen que aparentar serlo. Llevan su identidad con humildad, con sencillez y valentía; y lo hacen a diario. Esta es mi militancia, me siento parte de la historia del PC» Raúl Zurita Un partido marxista, tiene como fundamento, obviamente una concepción del mundo marxista, es decir una […]

«Los comunistas no juegan a ser revolucionarios, no tienen que aparentar serlo. Llevan su identidad con humildad, con sencillez y valentía; y lo hacen a diario. Esta es mi militancia, me siento parte de la historia del PC» Raúl Zurita

Un partido marxista, tiene como fundamento, obviamente una concepción del mundo marxista, es decir una filosofía: el materialismo dialéctico. Esta filosofía, concibe como única constantes históricas el movimiento y la transformación. De allí, es posible deducir que la resolución práctica de cada uno de los procesos de transformación de la realidad no afloran en forma similar en todos y cada uno de los momentos de la historia. La concepción del mundo de Lenin, o de Fidel eran marxistas, pero la resolución práctica de ambos, vista las cosas a la distancia, diferían, como difirió a la realizada por el Partido Comunista de Chile con el revolucionario triunfo de la Unidad Popular; sin embargo , existe una constante en todos los procesos involucrados: revolucionaron y transformaron la realidad a favor de la clase obrera.

El PC aplicó el marxismo a las condiciones peculiares de la situación chilena previas a 1973, sustentadas en un largo desarrollo y acumulación de fuerzas desde las luchas y masacres de la pampa magallánica, las luchas campesinas contra el latifundio, las grandes movilizaciones y organización de los obreros del salitre y el cobre hasta la siempre presente solidaridad internacional, todo resuelto brillante y dialécticamente en el triunfo del Gobierno Popular. Este triunfo, de características históricas excepcionales sin duda, tuvo una primera etapa que logró parte del poder político a través de una contundente política de masas que fue adquiriendo mayor fuerza, y que como era de esperar provocó una reacción de una virulencia proporcional, que fue enfrentada con la gran consigna de : «Todo con las masas, nada sin ellas».

En el escarpado ascenso hacia una nueva realidad socialista el PC perdió la partida. No era la primera vez ya habían sido traicionados y perseguidos bajo el gobierno de Gonzales Videla. Su práctica política no logró contrarrestar la embestida imperial clásica en América Latina del golpe de Estado «manu militari». Los militantes comunistas estaban convencidos «que hasta las piedras se iba a convertir en armas». No fue así.

La dialéctica social creó respuestas: Hubo un rearme real, práctico: la «Política de Rebelión Popular de Masas». Esta decisión política, revolucionaria, de enorme trascendencia fue acorralando a la dictadura, despertando cada vez con más fuerza la decisión de lucha de grandes sectores. En síntesis, a diferencia, de los argumentos de algunos, el término de la dictadura, no fue producto de «una rayita en un voto», sin quitarle la importancia que esto tuvo, sino porque esta vez las piedras si se comenzaron a convertir en armas. Primero el Frente Cero y luego El Frente Patriótico Manuel Rodríguez determinaron una inédita realidad. Se hizo «arder Santiago» con las consiguientes réplicas a lo largo y ancho de Chile. El Departamento de Estado de Estados Unidos decidió que la permanencia de la dictadura era inviable en términos militares y políticos. Con la connivencia de los socialdemócratas nacionales y los partidos de la burguesía, el PC volvió a perder la partida por una salida más avanzada, lo que le llevó a desmantelar su política militar de masas.

Las consecuencias políticas de ello para el PC se dieron esta vez en términos mayores: el quiebre y la salida de contingentes importante de militantes, sangría que se fue prolongando en el tiempo, sin que hubiera, por parte de los dirigentes del momento, la capacidad política de detenerla.

Con este partido disminuido y después de infructuosos intentos electorales, surgió la decisión de incorporarse a la alianza política llamada «Nueva Mayoría» que estaba sustentada en la convicción de que era posible llevar a un programa «progresista» de cambios que tendría una interpretación común y por lo tanto el compromiso de todos los componentes de la colisión de llevarlo a cabo; Y, como corolario romper la apabullante sequía electoral que se manifestó inexpugnable para la izquierda chilena.

En esta decisión perdió toda la izquierda de la cual el Partido había sido un claro referente histórico. El seguir moviéndose dentro de de la Constitución dictatorial y el impacto de estar asociado a quienes habían propiciado el golpe causó el previsible desborde militante. Más aún la desafección popular ante los casos de corrupción en la Nueva Mayoría avanzó como un alud, sin importar que el PC no estuviese involucrado en ellos, cuando quedaron en descubierto el comportamiento fraudulento de muchos de quienes debían representar los intereses populares : el oportunismo, el aprovechamiento del maná empresarial, dispuesto a financiar a quienes pudieran incidir en convertir en leyes de la república los intereses privados: Penta, Soquimich, la ley del cobre, la Ley de Pesca, eran las cornupias del » buen vivir», la abundancia y la corrupción que desnudó incluso a aquellos que se otorgaban el pomposo título de «la reserva moral del país»; consiguieron que en Chile lo mezquino y sin horizontes sea lo dominante. Esta mezquindad social, este caos, este dominio irrestricto de la libre concurrencia disolvieron las ligazones sociales y los chilenos no encontraron en términos generales, ningún valor que los represente y que proporcione sentido a sus vidas. Es el dominio de la «sociedad civil» de los ciudadanos privados y de sus propiedades en vez de la «sociedad política» donde debiera prevalecer el interés colectivo.

Todo está reducido a nivel de emprendedores astutos, «vivos», a la comunidad humana desintegrada donde los intentos de rebeldía popular parecen desvanecerse en una especie de esterilidad política. Miles de jóvenes son inmolados en el porvenir sin horizonte del capitalismo que a través del consumismo ejerce una violencia sin límites. El «gran negocio de vastos sectores populares» es la delincuencia , la distribución de drogas y el comercio sumergido. Todo está cosificado, alienado.

En esta realidad la izquierda, marxista y la otra, sin unidad, no tienen la suficiente fuerza para poder imponer la voluntad general en una solución de masas para resolver, por ahora, dos tareas claves: quebrar la dependencia económica financiera transnacional y organizar una resistencia nacional democrática a los intereses imperiales políticos y militares.

En el trabajo práctico no tener claro que la sociedad burguesa establece su vínculo real por su tipo de vida y no por la vida política es un gran error. Marx dio cuenta en forma clara de esto…»La superstición política es la única que hoy se imagina que el Estado sostiene la vida burguesa, mientras que, por el contrario, es la vida burguesa quien sostiene al Estado… (Marx: La sagrada familia).

Los costos y los beneficios de la incorporación del PC a la nueva mayoría han sido y son absolutamente controversiales en dos aspectos; los costos en su estructura orgánica y otra en su condición real como guía y vanguardia de la clase. Ya se sabe que las posiciones oportunistas tienen que ver con la afirmación de que el proletariado no puede tomar el poder si no constituye la mayoría dentro del país. Asentado esto la larga marcha electoral se constituye en el proceso central de toda la actividad política. Lo «parlamentario» se convierte en lo icónico. Se asordina que de lo que se trata es de que millones comprendan la inevitabilidad de las transformaciones necesarias y estén dispuestas a apoyarlas. Las reformas sólo sirven en función del uso que se hace de ellas, por eso la táctica reformista camina por el filo de la navaja, pues en las condiciones citadas las reformas se convierten inevitablemente en instrumente de consolidación de la propia burguesía y en instrumento de descomposición de la lucha revolucionaria: «…Olvidar el deber constante que tiene el destacamento de vanguardia de elevar a capas cada vez más amplias a su propio nivel avanzado, no significa más que engañarse a si mismo, cerrar los ojos ante la inmensidad de nuestras tareas y empequeñecer estas.» (Lenin: Un paso adelante, dos pasos atrás)

La corrupción, permanente y que parece no tener fin salpicando y enlodado todo lo «político» enmarcó y puso en vigencia aquella vieja premisa reaccionaria de la derecha de que lo político era lo indeseable, lo sucio, lo que no debiera ser vivido por los sectores populares. Esto nos hace volver a la sabiduría de Lenin que sin margen a la duda declaraba:» La actitud de un partido político ante sus errores es una de la pruebas más importantes y más fieles de la seriedad de ese partido y del cumplimento efectivo de sus deberes, hacia su clase y hacia las masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto sus causas, analizar las situaciones que los han engendrado y examinar atentamente los medios de corregirlos: esto es lo que caracteriza a un partido serio, esto es en lo que consiste el cumplimiento de sus deberes, esto es educar e instruir a la clase primero, y después a las masas» (Lenin, t XXV, pag 200). Los comunistas estamos bastante fogueados para superar sin problema el dar a conocer en forma irrestricta los propios defectos y errores que serán tarde o tempranos superados.

En esta realidad de hoy el Partido debe ser absolutamente el Partido de la clase o no es nada.

Qué pesará más en términos tácticos y estratégicos es una cuestión que está por verse.

Indudablemente los acuerdos con la Nueva Mayoría han sido beneficiosos desde un punto de vista electoral y el de ir sesgando la cooptación de las volubles capas medias de la succión de la derecha, sobre todo la pluriclasista Democracia Cristiana que ha resistido, como partido, las presiones de sus elementos más reaccionarios.

Quizá, un tanto más de intransigencia para aceptar una realidad construida y sustentada por la ínfima pero dominante clase burguesa, debiera ser recuperada en la dirección del movimiento popular. Quizá sea necesaria una mayor intransigencia en el combate contra los complejos laberintos del capital financiero cuyas expresiones reales no son menos brutales que las otras formas de dominio del capital.

La pregunta pertinente ante el actual estado de cosas es si se transita por el camino correcto, es decir, el camino que debe transitar un Partido revolucionario que debe conducir al proletariado, para decirlo, en términos correctos, a ejercer su dictadura. ¿ O no? Hemos llegado a un estado de cosas en que al estilo del poder dominante, las cosas y los conceptos han dejado de llamarse por su nombre para no espantar al burgués ni a sus acólitos.

¿Dejamos de ser internacionalista en aras de cierto tipo de unidad? No salimos con todo en defensa de Venezuela, por ejemplo que es corazón hoy por hoy de la lucha antiimperialista con su presidente obrero. No acompañamos con todo a Presidente indígena Evo Morales y sus pueblos. No levantamos la voz, como se debe, ante la agresión permanente a Corea del Norte, porque nos domina la imagen que proyecta el imperialismo al respecto y su conducción no se atiene a la forma canónica del socialismo.

No podemos hacer como si no supiéramos que el imperialismo está destruyendo físicamente al mundo a través de guerras y la agresión permanente al medio ambiente. Para no ir tan lejos basta mirar y conocer lo que están haciendo las pesqueras en el sur del país o las forestales o el cobre en el norte. La burguesía nos sigue haciendo transitar en la pura necesidad animal frente a nuestros recursos y no frente a la necesidad propiamente humana, es decir no la transformación del objeto, sino su destrucción.

Pareciera que la crisis política general en vez de constituirse en una potente base para avanzar e impedir que la burguesía siga prevaleciendo corre el peligro de ser convertida en una especie de sainete electoral. Mal estaríamos si nos aprontamos, a un acompañamiento donde afloren los viejos trucos y fanfarrias de dudoso gusto a los que nos tienen acostumbrados la burguesía chilena y los partidos que la sostienen. Mal estaríamos si no recuperamos aquella olvidada consigna: todo con las masas, nada sin ellas. Miles de militantes han reafirmado su voluntad de defensa del histórico Partido Comunista de Chile: no entendamos mal la señal.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.