La noticia nos golpea a todos. Partió Daniel Viglietti. Dice Lourdes Villafañe su esposa y compañera que fue de súbito, el corazón no aguantó la operación, que lo recordemos con fuerza, que lo recordemos vivo y apasionado, con sus canciones y el compromiso que mantuvo hasta el final con los derechos humanos. «Esperemos que siga […]
La noticia nos golpea a todos. Partió Daniel Viglietti. Dice Lourdes Villafañe su esposa y compañera que fue de súbito, el corazón no aguantó la operación, que lo recordemos con fuerza, que lo recordemos vivo y apasionado, con sus canciones y el compromiso que mantuvo hasta el final con los derechos humanos. «Esperemos que siga viviendo en el corazón de todos ustedes»
Apenas hace días estaba en Bolivia junto a Evo para rendir homenaje al Che y recordar al mundo que el hombre nuevo sigue naciendo desde hace 50 años.
Daniel también lo era, tan coherente con lo que sentía y lo que hacía, tan honesto como los verdaderos militantes de la vida, como decía su amigo Benedetti.
En mayo del 93 un pequeño grupo de latinoamericanos convocamos a Daniel a dar un concierto en Madrid. No teníamos sala, ni teatro pero nos sobraban razones para hacerlo. Tampoco contábamos con otros recursos que el modesto boleto en clase económica desde París, donde residió tras largo tiempo de exilio.
Tres años antes se derrumbaba el campo socialista, el gobierno de EE.UU arreciaba el bloqueo, imponía nuevas leyes extraterritoriales con el vano intento de hacer rendir por hambre y enfermedad al pueblo cubano. Por Cuba había pasado lo que se conoció como «la tormenta del siglo», un fenómeno atmosférico que provocó grandes daños a la población.
El objetivo del concierto era claro: todo lo que se recaudara sería entregado al gobierno cubano para ayudar a la reparación de casas y escuelas y denunciar la crueldad del bloqueo.
Necesitamos que vengas a Madrid a cantar por la Revolución cubana, fue nuestro modesto mensaje vía fax. Daniel sólo preguntó quién lo organizaba y cómo se llamaría el evento. Un pequeño grupo de latinoamericanos, donde hay uruguayos, chilenos y argentinos y se llamará «Por Cuba Sí, por Solidaridad» respondimos nosotros.
De inmediato dijo que sí, sin preguntar más. Sólo Fernando, un compañero uruguayo, lo conocía. El resto solo por sus canciones.
No teníamos un centavo para pagar su gastos y tampoco para alojarlo en un hotel. Volvimos a llamarlo para decírselo. Entre risas dijo «algo me imaginaba…» y agregó más serio «no se preocupen, por Cuba y por Fidel lo que sea».
El concierto se realizó el 28 de mayo por la noche, en la sala del teatro de Comisiones Obreras de Madrid. Días antes se habían agotado solidariamente las entradas.
Junto a Daniel convocamos a artistas reconocidos en España y queridos como los cantaores flamencos Enrique Morente y Pepe Habichuela, Julia y Rosa León y la actriz Ofelia Angélica.
Un par de famosos cuando supieron el objetivo finalmente no asistieron. Al comentárselo Daniel nos dijo sonriendo: «..me lo imaginaba, todo tiene que salir bien.»
Se alojó en mi pequeño apartamento, una bohardilla cuyo único lujo era una chimenea. Yo estaba apenada porque era Daniel Viglietti y no podíamos ofrecerle algo mejor. Era similar a un estudio, con una puerta corrediza que separaba el único dormitorio de la sala. Le dije que me iría a casa de otros compañeros esos días, Daniel ofreció dormir en el sofá. Por supuesto me negué, le di las llaves de mi casa y continué con los preparativos.
Al día siguiente era el concierto. Daniel ensayó varias horas, probó el audio y los equipos, orientó como debían ir las luces para que enfocaran principalmente la enorme bandera cubana que presidía el escenario, cuando vio la cantidad de butacas dijo preocupado Ahora hay que llenarlo…de veras se agotaron las entradas…?
A las 6 de la tarde, dos horas antes del comienzo, la gente comenzó a llegar, no había lugar donde estacionar en los alrededores de la calle Lope de Vega, tuvieron que abrirse las puertas de la sala para que el público, sentado en el suelo de la entrada principal y de pie en la calle, pudiera escucharlo. Fue una noche memorable, músicos, actores y cineastas al saber que estaba Viglietti allí se acercaron a saludarlo. Su presencia animó a que expresaran su solidaridad con Cuba y demandaran el fin del bloqueo.
Ese fin de semana Daniel aprovecharía a visitar amigos fuera de Madrid. Al regresar encontré una notita donde decía: «…dejo dos bolsos y mi guitarra, que necesita sólo no estar cerca de calores o humedades«. Era todo su equipaje.
He guardado esa nota 24 años, hoy la comparto como modestísimo homenaje para honrar su grandeza, la enorme modestia y humildad, de quien no sólo fue un extraordinario músico, cantante y compositor que trascendió las fronteras de su pequeño Uruguay, sino que logró desde el compromiso y la ética revolucionaria a través de su canto, desalambrar la conciencia de muchas generaciones.
Hasta siempre Daniel, Querido Compañero!
Sólo digo compañeros (Daniel Viglietti)
Escucha, yo vengo a cantar
por aquellos que cayeron.
No digo nombre ni seña,
sólo digo compañeros.
Y canto a los otros,
a los que están vivos
y ponen la mira
sobre el enemigo.
Ya no hay más secreto,
mi canto es del viento,
yo elijo que sea
todo movimiento.
No digo nombre ni seña,
sólo digo compañeros.
Nada nos queda y hay sólo
una cosa que perder.
Perder la paciencia
y sólo encontrarla
en la puntería,
camarada.
Papel contra balas
no puede servir,
canción desarmada
no enfrenta a un fusil.
Mira la patria que nace
entre todos repartida,
la sangre libre se acerca,
ya nos trae la nueva vida.
La sangre de Túpac,
la sangre de Amaru,
la sangre que grita
libérate, hermano.
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