Cuando mi hija Irene tenía poco más de 2 años sorprendió un día en el suelo de la cocina a una solitaria hormiga. Fascinada la fue acompañando, a cuatro patas, a lo largo de algunas baldosas hasta que me preguntó: -Papá mira…una hormiguita… ¿La mato? Ya ni recuerdo la razón por la que, solidario con […]
Cuando mi hija Irene tenía poco más de 2 años sorprendió un día en el suelo de la cocina a una solitaria hormiga. Fascinada la fue acompañando, a cuatro patas, a lo largo de algunas baldosas hasta que me preguntó:
-Papá mira…una hormiguita… ¿La mato?
Ya ni recuerdo la razón por la que, solidario con la hormiga, decidí interceder por ella.
Irene, que no parecía dispuesta a aceptar mis alegaciones en favor de la hormiga, me propuso entonces:
-Sólo un «chin-chin».
Un «chin-chin» en buen dominicano viene a ser un poco… Irene sólo pretendía matarla un pedacito, un algo, un diez por ciento.
Irene estaba, a esa edad, muy lejos de saber que las decisiones, las medidas que se toman, generalmente, no admiten paliativos.
Y lo cuento porque, aunque los portavoces del Pentágono y del Ejército estadounidense, el secretario general de Naciones Unidas, el portavoz de la comisión europea o el propio Solana, ahora como jefe de la diplomacia europea, tienen algunos años más que aquella bebé, a tenor de sus comunicados, se manejan con la misma candorosa ingenuidad que mi hija.
Ante la invasión del norte de Iraq por miles de soldados turcos apoyados por su fuerza aérea, so pretexto de atacar las bases del PKK kurdo, el Pentágono pide que «Turquía concluya lo más rápido posible las operaciones militares en Iraq»; el almirante Gregory Smith, portavoz militar de los Estados Unidos en Bagdad, agrega que estaban informados y que tienen garantías de que se trata de «una operación de duración limitada»; Ban Ki-Moon pide a Ankara «moderación»; la Comisión Europea solicita a Turquía que su «acción militar no sea desproporcionada»; el Reino Unido sugiere que los soldados turcos salgan de Iraq «lo antes posible»; y Javier Solana lamenta que no haya sido esta «la mejor respuesta» de los turcos porque «la integridad territorial de Iraq es muy importante».
Es decir, que Irene todavía está a tiempo de matar a aquella hormiguita, siempre y cuando termine cuanto antes, la aplaste con la natural moderación, sin extralimitarse y lo haga a sabiendas de que, tal vez, no es la mejor respuesta porque la hormiguita puede acabar ensuciando la cocina.
O lo que es lo mismo, que todo principio jurídico, constitucional, ético, derecho humano o pura razón, pasa por un «chin-chin».
Cierto que mi hija era una niña y estos son unos canallas.