Figuras de guerra -cuyo título original es Qu’ils reposent en révolte (Des figures de guerre), algo así como Que descansen en revuelta (o rebelión)- condensa, en dos horas y media, los tres años que pasó su autor, Sylvain George (dirección, guión, fotografía, montaje y sonido), junto a los inmigrantes «sin papeles» provenientes de África y […]
Figuras de guerra -cuyo título original es Qu’ils reposent en révolte (Des figures de guerre), algo así como Que descansen en revuelta (o rebelión)- condensa, en dos horas y media, los tres años que pasó su autor, Sylvain George (dirección, guión, fotografía, montaje y sonido), junto a los inmigrantes «sin papeles» provenientes de África y Medio Oriente, varados en Calais.
Al ser Calais la ciudad que, ubicada en el norte de Francia, conecta con Inglaterra por medio del Eurotúnel (que permite cruzar el Canal de la Mancha en poco más de media hora), es el sitio por excelencia donde se concentran nigerianos, libios, turcos, afganos, kurdistanos y muchos más. Todos ven forzados a una vida clandestina, carente de todo derecho humano: una «no-vida» que consiste en resistir cada día, con la ambición de conseguir un trabajo en Inglaterra. Pero primero hay que llegar: los inmigrantes sufren las razias y el hostigamiento permanente del Estado, con su policía CRS, para ser deportados a su lugar de origen.
George documenta con sumo detalle cada momento de estos «sin papeles» (sombras furtivas que se ven las 24 horas del día amenazadas): el descanso (en una plaza, la calle, debajo de un puente, con frío, con lluvia, etc.), las comidas (sopas, guisos), la higiene (el baño en la calle, con una jarra y una pequeña bomba de agua), la indiferencia de los «ciudadanos blancos» (cuando los detienen), y las dolorosas técnicas para borrar las huellas digitales, para que no queden en los archivos de la «justicia» europea. «Ni del todo vivos ni del todo muertos, ni del todo humanos, ni del todo animales. Entre los dos», dirá uno, describiendo su situación.
Hay algunos testimonios directos a cámara, donde queda clara la denuncia tanto a las democracias (imperialistas) europeas, racistas, xenófobas y explotadoras de esta «mano de obra barata», como al cipayismo de los gobiernos «propios», títeres de los poderes económicos y extranjeros, que engañan al pueblo y no permiten acceder a una vida digna. Y también el brutal desalojo de 2009 a La Jungla, donde 500 policías antimotines destruyeron el campo de refugiados afganos e iraquíes, quedando casi 300 de ellos presos.
Todo este contenido George lo articula por medio de un montaje profunda e impactantemente poético: los contrastes del blanco y negro lo permiten, así como la búsqueda de «imágenes-detalle» (una ropa abandonada, alguna leyenda comercial prometiendo «felicidad») y alegorías (qué otra cosa que libertad pueden significar las gaviotas que aparecen muchas veces; incluso en contraste directo, en una misma escena, con los propios protagonistas).
Película definida por el propio autor como una «bomba de tiempo», Figuras… integra las primeras producciones de este filósofo y activista social. Su otra película, hecha en paralelo es Les Eclats (Ma gueule, ma révolte, mon nom), y ha dicho que está trabajando en una tercera, centrada «en la situación de los inmigrantes africanos antes de llegar a Europa».
George, adoptando la filosofía política de Agamben y Espósito, quienes describen la situación actual como de «estado de excepción permanente», así como la perspectiva de Toni Negri sobre «el nomadismo» para luchar contra el capitalismo, propone (tal como escribió en esta carta dirigida al Bafici 2011, donde obtuvo el premio a la mejor película y el de la crítica): «A estas zonas de excepción conviene responderles creando el verdadero estado de excepción: situaciones y espacio-tiempo singulares en los cuales la integridad física y psicológica de los seres y de las cosas son restituidas a sí mismas. Un individuo, sea quien sea, es profundamente irreductible; no puede reducirse a las representaciones sociales y raciales que una sociedad puede tener sobre él. El cine es un medio cuyos recursos profundos (juego sobre el tiempo y el espacio) permiten desnudar los mecanismos que actúan en las representaciones dominantes y mediante ellos mismos, iniciar un proceso de emancipación, un procesos revolucionario en el sentido profundo del término: la capacidad, en cada momento, de poder cambiar el curso de las cosas».
Está claro que «el poder de la imagen» que tiene el cine permite cambiar (o al menos abrir, iniciar un proceso de cambio en) las mentalidades. Pero este «alternativismo», como perspectiva política, deja incólumes los pilares del sistema imperialista, causante no sólo de la degradación y miseria de los inmigrantes «sin papeles», sino de la explotación de los trabajadores y trabajadoras «en blanco» (hoy sufriendo ataques en prácticamente toda Europa). Teniendo en cuenta que esta división de las mayorías es una ventaja para la «moderna» esclavitud (está el caso de los latinos en Estados Unidos, o en nuestro país la gente de Bolivia y Paraguay superexplotada en talleres textiles clandestinos), qué otra (mejor) salida hay que la de unificar al conjunto de los trabajadores para expropiar a las clases dominantes, dueñas de las fábricas y empresas, tierras y bancos, para ponerlos al servicio de las mayorías. En este sentido la «micropolítica» que postula el director es ingenua, ya que propone como «proceso revolucionario» los «espacios reducidos» y la «inmediatez» del sujeto, la familia o un grupo de amigos contra la gran organización internacional de los Estados, su economía, su vigilancia y su policía.
Pese a ello, pese a los límites de perspectivas políticas que pueda tener el director, Figuras de guerra es un gran documental, que debe ser visto y difundido, ya que retrata los brutales abusos del capitalismo contra los sectores más explotados y oprimidos.