Traducción simultánea de Renaud Regnier.
En contra de la percepción de que son los mercados quienes han conquistado los Estados y les dictan las políticas a seguir, los pensadores franceses Christian Laval y Pierre Dardot defiende en su libro ‘La nueva razón del mundo’, que son los Estados quienes han introducido en la economía, en la sociedad y hasta en su propio seno, la lógica de la competencia que rige el modelo neoliberal.
La exigencia de la universalización de esta lógica excede las fronteras del Estado, alcanzando directamente a la vida personal de cada individuo que dentro de este sistema se ve obligado a establecer relaciones de tipo capitalista consigo mismo y con los demás.
Hablamos con Christian Laval a su paso por España con motivo de la presentación de su libro en nuestro país.
«No hemos terminado con el neoliberalismo», primera frase con la que nos encontramos nada más comenzar a leer su libro. ¿Cuál es el error, según su opinión, de que tal afirmación se haya escuchado tan a menudo en los últimos años a consecuencia de la crisis por la que atravesamos?
Desde 2008, algunos autores muy famosos como Joseph Stiglitz han anunciado el final del neoliberalismo. Su diagnóstico defendía que el neoliberalismo iba a desvanecerse cuando descubriésemos las consecuencias desastrosas a las que nos conducía. En nuestro libro tratamos de demostrar que eso no es así a partir de un análisis histórico del neoliberalismo, en el que se concluye que más allá de ser el neoliberalismo una doctrina, es un sistema de normativas en las cuales está inmersa toda la sociedad, también quienes nos dirigen. Se trata de un sistema que se impone tanto a los dirigentes, como a quienes dirigen. Lo observamos hoy día en Europa con todos los gobiernos, sean de derecha o de izquierda, que se están viendo obligados a seguir las normas que ellos mismos se han dictado: la regla de oro del equilibrio presupuestario, la estabilidad monetaria, la lucha contra la inflación… todo ello nos está llevando a consecuencias sociales desastrosas.
En este sentido, afirman en su libro que lejos de acarrear un debilitamiento de las políticas neoliberales, la crisis ha llevado a un refuerzo brutal de las mismas, es más, y leo textual: «La creencia de que la crisis financiera es el clarín del final del capitalismo neoliberal es la peor de las creencias», ¿explique por qué?
La crisis del neoliberalismo atrae aún más neoliberalismo. Ya estamos muy lejos de las predicciones de 2008 que nos anunciaban el fin de este sistema. Actualmente vemos que las normas del neoliberalismo están más asentadas que nunca en la sociedad en la que vivimos.
«La economía es el método. El objetivo es cambiar el alma». Margareth Thatcher 1988. ¿Este era el espíritu del paradigma socioe-conómico que iba a hegemonizar el final del siglo XX hasta nuestros días? ¿En qué situación nos encontramos en la actualidad?
Desde entonces hasta ahora han empeorado bastante las cosas. Como hemos profundizado más en las normas neoliberales que gobiernan la sociedad, cada persona en sí misma ha quedado prisionera de esta lógica, y cada vez más, estamos atados a las normas que nos rigen en la actualidad.
¿Esa es la nueva razón-mundo de la que hablan en su libro, que se impone a todos los ámbitos sociales llegando afectar incluso a la gestión de la vida privada de cada uno de nosotros?
Afecta a la vida, a la gestión del planeta, a la del equilibrio de las relaciones sociales… y nos lleva a una situación catastrófica. Por eso el concepto ‘razón-mundo’, es un concepto que se puede entender hasta con un sentido irónico ya que más bien sería la ‘desrazón-mundo’, porque con esta lógica llegamos a situaciones absurdas.
Cuando utilizamos el término ‘razón’ es en el sentido de una lógica normativa, una lógica de normas generales dentro de la construcción del sistema hegemónico en el que nos encontramos y que ha conseguido extender a todos los ámbitos sociales, la normativa de las reglas del mercado que se rigen por la competencia. Esto conlleva que cada uno de nosotros gestionemos nuestra vida privada, del mismo modo que se gestiona una empresa, es decir, tratando de sacar el máximo rendimiento posible, incluso, en las relaciones personales. Eso implica cierta subjetividad que afecta a nuestra propia intimidad.
Un ejemplo de ello es cómo se está transformando la relación entre estudiantes y los estudios. Suben las tasas universitarias, considerando así la educación como una inversión, lo que implica que posteriormente habrá un retorno financiero de la misma. Se establece de este modo una subjetividad financiera, que conlleva que cada uno de nosotros establezca consigo mismo una relación de tipo capitalista. Lo mismo ocurre con la vivienda y con la salud, ahora que tanto se habla del capital salud. Lo que significa que el neoliberalismo se ha introducido en todos los ámbitos sociales, hasta llegar a convertirse en una forma de vida.
Afirman en su libro que sólo entendiendo esta compleja racionalidad se le podrá oponer una verdadera resistencia y encontrar nuevos caminos hacia otro porvenir, ¿en qué punto nos encontramos en este sentido en Europa actualmente?
Este tipo de sistema no apela a la consciencia ni menos a la adhesión. Todos estamos dentro de la sociedad, con lo cual, nadie escapa del sistema dominante que es el regido por las reglas neoliberales. Ahora bien, a todo sistema dominante le corresponde su resistencia.
El sistema neoliberal es un sistema que funciona de manera oblicua, insidiosa, que no pasa por mandamientos objetivos enunciados, y puesto que tiene como efecto el hecho de que nos obliga actuar de manera individual y no colectiva, a la resistencia le es muy difícil organizarse. En este sentido, vivimos continuamente enfrentándonos a situaciones esquizofrénicas y pongo un ejemplo: cuando tenemos la necesidad de elegir un hospital si nos encontramos enfermos, ¿cómo lo hacemos? A pesar de estar a favor de la defensa de la sanidad pública, individualmente nos vemos obligados a elegir un buen hospital, más allá de que sea público o privado. Lo mismo sucede a la hora de elegir un colegio para nuestros hijos, independientemente de que estemos a favor de la enseñanza pública, si no hay un colegio público que nos parezca bueno, al final, acabaremos acudiendo a la enseñanza privada tal y como nos marcan las reglas del mercado.
Esto es consecuencia de las normas que los propios gobiernos han dado a nuestras sociedades, basadas en la competencia del mercado, abaladas por el poder ejecutivo y judicial, y cuyo fin es sacar el máximo rendimiento posible de todo. Ante una situación en concreto de elegir un hospital o una universidad, nos vemos en la obligación de actuar como hombres o mujeres económicos y decidimos en función de nuestro nivel de renta, incluso si estamos a favor de la igualdad y este tipo de conceptos muy bonitos en la teoría, pero que en la práctica muchas veces no llevamos a cabo porque el sistema nos obliga a actuar como hombres o mujeres económicos individuales.
En contra de lo que se ve como una percepción inmediata de que son los mercados quienes, desde el exterior, han conquistado los Estados y les dictan las políticas a seguir, son ciertamente los Estados -empezando por los más poderosos- los que han introducido y universalizado en la economía, en la sociedad y hasta en su propio seno, la lógica de la competencia y el modelo de la empresa. ¿Ponga ejemplos concretos que nos ayuden a entenderlo mejor?
Las fronteras entre lo público y lo privado desaparecen. El Estado ha sido quien ha proporcionado las reglas del mercado que luego se han extendido a otros ámbitos sociales.
Nos equivocamos al hablar del poder del capital, porque son los propios Estados los que han dotado a los mercados de la lógica que hoy impera.
No es una causa, sino un efecto. Por ejemplo, ¿quién permite a las agencias de dotación ser la instancia de disciplina que son? Son los Estados quienes se apoyan sobre esas agencias de dotación para legitimar las políticas que han puesto en marcha.
El ordoliberalismo [es la forma alemana del neoliberalismo surgida entre la década de 1930 y 1940, que se impondrá tras la guerra el la República Federal Alemana] alemán mostraba que el Estado tenía que actuar para mantener el orden del mercado y eso es precisamente hoy el fundamento de la Unión Europea.
El ordoliberalismo se diferencia del neoliberalismo en que en éste último, los Estados son los que otorgan una normativa jurídica y política al orden del mercado, legitimándolo y quedando así sometidos a él.
Se llega a la implementación de un principio inscrito en la Constitución Europea: la competencia entre las economías europeas, combinado con la existencia de una moneda única gestionada por un banco central garante de la estabilidad de los precios.
Marx, Weber y Polanyi ya decían que el mercado no actúa sólo, sino que siempre es apoyado por los Estados. Las teoría de estos autores, ¿lejos de ser anacrónicas son necesarias tenerlas en cuenta para tratar de comprender lo que sucede actualmente?
Todos estos autores clásicos dijeron que los Estados fueron claves para la creación del capitalismo. Existe una trampa cuando criticamos el neoliberalismo como el fanatismo del mercado y es considerar que las reglas del mercado surgen de forma espontánea, sin tener en cuenta que detrás de ello existe toda una normativa jurídica y política que lo dota de sentido y lo mantiene vivo. No hay que subestimar al adversario (sonríe). Aquellos que siguen diciendo que el mercado se regula por sí mismo nos tratan de mostrar una fachada, pero hay que saber mirar detrás. La Comisión Europea, la Corte Europea… son quienes han dotado de una normativa jurídica-política al tipo de sociedad que hoy rige en Europa. Son los Estados quienes han construido el sistema neoliberal en el que vivimos.
Muchas personas en Francia con este libro han descubierto que el sistema neoliberal en el que vivimos se ha construido y no lo que nos quieren hacer creer: que surge de forma espontánea Esto demuestra hasta qué punto desconocíamos nuestra historia.
Por eso la necesidad de refundar Europa, según su libro, no puede ser implementado por una instancia gubernamental, ni siquiera puede ser monopolio de un Parlamento. Sólo puede ser el acto de los propios ciudadanos Europeos. ¿Cómo hacerlo?
No vivimos actualmente sólo en una crisis económica y social, vivimos en una crisis de refundación de Europa. De forjar los propios cimientos de una nueva Europa.
Toda la rigidez, la disciplina, las normas nos han llevado a un tremendo fracaso. La ‘democracia’ europea se ha creado y sustentado a costa de la mutilación de una parte de la sociedad. La construcción de Europa se ha llevado a cabo mediante una normativa rígida basada en la competencia del mercado y nos han hecho creer además, que lo construido es inamovible e intocable para la ciudadanía, convirtiendo la democracia en innaccesible para la mayor parte de la sociedad.
Actualmente estamos en pleno proceso de revolución democrática. Prueba de ello es lo que los españoles han llamado ‘Democracia Real’ y que viene a poner en tela de juio el marco normativo neoliberal. Esta ‘Democracia Real’ implica que los ciudadanos tienen el derecho de cambiar el marco normativo legal si es lo contrariamente opuesto de lo que significa la democracia. Existen dos maneras posibles de hacerlo: que los responsables europeos sean capaces de reconducir las reglas para favorecer el crecimiento económico y mantener el empleo, o si eso no sucede, habrá una posible explosión social y política, y por tanto histórica. Podría significar la ruptura del marco normativo en el que nos encontramos.
Se necesitará una coordinación nacional e internacional de un movimiento social, lo que supondrá que la población deberá superar el momento de resignación en el que vive en su día a día.
Lo más difícil será institucionalizar la autonomía frente al sistema. Porque no podemos apoyarnos más sobre los partidos políticos, lo que supone que tenemos que ser capaces de inventar una alternativa creíble y viable. Estamos ante una situación difícil porque las antiguas formas de socialismo están agotadas, lo que hace que estemos ante una situación curiosa: por un lado hay una grave crisis del neoliberalismo, pero también de la alternativa. De ahí la gran tarea que tienen los intelectuales europeos: por un lado debemos hacer lo que estamos haciendo, realizar un análisis de la situación y por otro lado, estar coordinados con los movimientos sociales para trabajar juntos en la redefición de los criterios de un mundo postcapitalista, que no signifique una regresión en las libertades individuales y que favorezca el desarrollo de las capacidades de cada uno, para poder vivir en armonía. Hay un inmenso trabajo intelectual que hacer, al mismo tiempo que se desarrolla el movimiento democrático y social en la calle.
¿Lo difícil es que estamos fragmentados y no tenemos objetivos comunes sobre los que luchar? ¿Está de acuerdo en que la desobediencia civil no violenta organizada debe ser el camino?
La línea directriz debe ser coherencia en objetivos y supone proponer una alternativa válida a la vigente. Las antiguas formas políticas de izquierda, el comunismo y el socialismo, están agotadas. Necesitamos encontrar nuevas formas.
Debe haber una coordinación de luchas, pero también de experiencias que sean distintas e incluso opuestas totalmente a la lógica dominante. Hay que trabajar sobre el tema de lo ‘común’, la comunidad. Si el neoliberalismo ha llegado a través de un constructivismo, tenemos que crear nuevas normas, nuevas instituciones, que se basen sobre principios distintos. Según nuestro punto de vista [el suyo y el de Pierre Dardot, el otro autor del libro ‘La nueva razón del mundo’], lo que faltaría por hacer es volver a definir este principio del ‘común’, que en la teoría histórico-social ha aparecido en distintos momentos en los que podía representarse como vida humana, libre y dinámica. Pienso por ejemplo en el socialista francés Proudon, que hacía de la fuerza colectiva propia, la esencia de la sociedad.
¿Dónde ha estado la izquierda europea todo este tiempo?
Se reinventa, de vez en cuando hay nuevos partidos que aparecen, como el ‘Frente de Izquierda’. Pero lo que es más impactante es la descomposición de la socialdemocracia. No tiene espacio propio ya, debido a que ha participado en la construcción de la reglas neoliberales. Francia es un claro ejemplo de ello. En 10 meses el nuevo presidente Hollane, ha cumplido perfectamente todos los objetivos marcados desde Europa: austeridad, competitividad, inflación… y en esos 10 meses se ha olvidado por completo de las promesas electorales hechas en su día, que decían lo contrario a lo que está haciendo.
Según su libro, no nos enfrentamos a un simple «desencanto democrático» pasajero, sino a una mutación mucho más radical cuya gran aptitud se pone de manifiesto en la desimbolización que afecta a la política, ¿quizás en una situación como nunca antes había vivido Europa desde que alcanzó la democracia?
Estamos actualmente hablando de una salida de la democracia. Estamos entrando en una era postdemocrática a nivel institucional.
Hoy en día la democracia se ha descompuesto, ya no provoca satisfacción a la gran mayoría de la ciudadanía. Las políticas democráticas se han desarmado, han perdido por completo su iniciativa propia, sólo siguen órdenes que vienen del exterior. Pero no creo que los pueblos se puedan deshacer de este modelo de estructura política y social de forma tan sencilla. A pesar de eso y de que las manifestaciones son intermitentes y desorganizadas, existe una cierta revolución social que está en marcha, incluso no estando coordinada.
En su libro no las encuentro pero ¿cree que existen razones para el optimismo?
Todo sistema hegemónico genera resistencia, esa resistencia tiene que reinventar nuevas maneras de actuar, de ser… de manera objetiva. La gente sin trabajo, que está en la precariedad más absoluta, se está viendo obligada a tejer nuevos lazos solidarios lo que puede desembocar en una nueva explosión social.
Salvando las distancias, como ejemplo está la invención del socialismo entre 1820-1850, aunque son momentos históricos muy diferentes que hay que saber diferenciar.
Esperemos que del ‘común’, que de la nueva racionalidad del ‘común’, se constituya, se elabore este sistema político nuevo. A lo largo de la historia se ha pensado muchas veces en la insistencia humana basada en el criterio de lo colectivo y el bien común. Es en eso en lo que tenemos que pensar en el futuro. El común debe ser algo instituido por reglas y basarse en la cooperación entre individuos, no en la competencia.
Existe un eje histórico muy importante desde finales del siglo XVIII con el cual tenemos que reconectar, para pensar en la nueva sociedad como una cooproducción de reglas, que serán las mismas que reorganicen las relaciones entre individuos. Se trata de volver a pensar nuevas formas sociales a partir de experiencias muy concretas, como internautas, jóvenes artistas… que pongan en común sistemas de normas no en pequeño comité, sino a nivel social, y así, poder elegir juntos las nuevas reglas democráticas de conducta que regirán la nueva sociedad.
La nueva racionalización del común está elaborándose por todas partes actualmente en el mundo, a pesar de que todavía es imprecisa. Por ejemplo, el movimiento altermundialista que nos permite repensar el uso del planeta para el bien común. Hay una necesidad histórica de reinventar una gestión nueva, porque estamos ante un sistema productivista que no es viable, empezando porque los recursos del planeta son limitados. Hay una obligación absoluta de inventar algo nuevo, lo que nos da un impulso de esperanza para que la humanidad no se aboque al suicidio colectivo en las próximas décadas y actúe de manera revolucionaria, no necesariamente violenta.
Se deberán inventar nuevas formas de compartir el planeta. Esto hará que se desemboque en otra razón-mundo.
Sobre los autores:
Christian Laval es profesor de Sociología en la Universidad de París X Nanterre y director del programa en el Collège international de philosophie. También es miembro del Centro Bentham e investigador asociado del Instituto de la Fédération Syndicale Unitaire. Está especializado en la filosofía utilitarista de Jeremy Bentham, sobre el cual ha publicado varias obras, como La escuela no es una empresa (2004), y en el análisis de las políticas educativas de inspiración neoliberal. Actualmente participa en las revistas Revue du MAUSS y Cités et La Pensée. Entre sus trabajos recientes destacan: L’Homme économique, Essai sur les racines du néolibéralisme (2007), La nouvelle école capitaliste (2011) y Marx au combat (2012).
Pierre Dardot es docente y filósofo especializado en la obra de Marx y Hegel. Junto a Christian Laval, fundó en 2004 el grupo Question Marx. En colaboración con este autor ha publicado varios libros sobre Marx y su obra, como Sauver Marx? (2007) y Marx, Prénom: Karl (2012), que han despertado el interés de los grupos de izquierdas en diversos países.