Recomiendo:
1

Stalin-Heidegger-Marx

Fuentes: Rebelión

A modo de introducción: «Yo esperaba del Nacionalsocialismo una renovación espiritual de la vida entera, una conciliación de la lucha de clases y la salvación de la existencia occidental ante el peligro del Comunismo…», así le confesaba en una carta privada escrita en 1948 el filósofo más importante del siglo XX, Martin Heidegger, a otro […]


A modo de introducción: «Yo esperaba del Nacionalsocialismo una renovación espiritual de la vida entera, una conciliación de la lucha de clases y la salvación de la existencia occidental ante el peligro del Comunismo…», así le confesaba en una carta privada escrita en 1948 el filósofo más importante del siglo XX, Martin Heidegger, a otro filósofo, discípulo y ex ayudante suyo, Herbert Marcuse. Toda su analítica de la existencia desembocó en esperar una renovación del Espíritu alemán de las manos de Adolf Hitler. ¿Puede un vulgar acto de adhesión política transformarse en un gesto filosófico? Sin dudas. Se ha debatido en extensión e intensidad el compromiso personal del filósofo o si éste no es más que una deriva natural de su propia filosofía. El Fall-Heidegger, el archiremanido debate sobre su relación con Hitler y el nacionalsocialismo, se ha transformado en un interminable debate desde 1945.

Se puede sostener la peregrina idea, como lo hacen los heideggerianos franceses (como Aubenque) y los hagiógrafos alemanes (como Pöggeler), que la obra de Heidegger no produjo, ni siquiera mediatamente, ningún germen de filosofía práctica o filosofía política pura y que, sin embargo, dentro de los diferentes estadios evolutivos, su magno Denkweg oficial, fue siempre un filósofo profesional políticamente comprometido con la coyuntura de su tiempo según los parámetros de los universitarios en la época de Weimar. La relación de Heidegger con el mundo histórico se reduciría a intereses puramente corporativos universitarios locales de Freiburg y poco más. La torpeza en la política pedestre, «no sirvo para la política» como le confesaba con candor a su ex amante Hanna Arendt, magnificaría por contraste al maestro de Messkirch enzarzado con pensar el Ser milenario. Con esta operación hermenéutica, muy sofisticada por cierto, sus trabajos filosóficos más abstractos estarían impregnados de manifestaciones y posiciones con respecto a lo político (los heideggeriannes no pueden eliminar sus textos y proclamas) pero esta espuria del mundo lógico sobre su obra sería esencialmente periférica al Kern, al núcleo más puro de su pensar.

La proximidad, incluso léxica, al universo ideológico Völkische o al Nationalbolschewismus del movimiento alemán tendría referencia no tanto a las orientaciones fundamentales que Heidegger le imprimió a su intento de «abrir brecha» en la historia acontecida desde la aparición de Sein und Zeit, sino a una suerte de enredos. Heidegger, como Tales, por observar con claridad la luz del Ser se habría caído en el terrestre pozo de la política de Weimar. Simplemente se habría metido en compromisos en los cuales el filósofo «carne-y-hueso» arrastró al filósofo «guardián-del-ser».

La obra filosófica de Heidegger sería así apolítica por definición, y es justamente este apoliticismo visceral lo que la hace negativamente responsable de la serie de traspiés políticos del Heidegger humano, demasiado humano, cuyas ideas y visión del mundo en 1933 se deben a la psicología de la frustración, a la geografía o al resentimiento provinciano o a cualquier cosa (sigo la hermenéutica de la inocencia de Aubenque, Derrida, Lacoue-Labarthé y Palmier,). La síntesis de todos los argumentos sería más o menos la siguiente: en su confusión por re-encontrar el verdadero destino de Occidente, en una época de crisis personal profunda, donde se estaba extinguiendo el Heidegger christlicher Theologe y coincidiendo con el derrumbe de la república de Weimar, al profesor pequeño burgués pobre de provincias el ascenso del nacionalsocialismo «se le vino encima» como hipercontextualiza sin ruborizarse el hagiógrafo Otto Pöggeler. Pese a toda su miopía política, la ontología de Heidegger, en sus preguntas esenciales, habría cruzado incólume el «Mar de los Sargazos» de la experiencia nacionalsocialista, incluso habría tenido energía oculta para realizar una feroz crítica desde 1934, lo que demostraría, en negativo, que existía in nuce en la filosofía de Heidegger una posibilidad real de «uso» político (que contradice todas las propias premisas de los heideggerianos).

Pero las ideas centrales de su filosofía no habrían sufrido mella post o ex-ante de 1933, no habrían sido la causa esencial o eficiente, de las debilidades psicológicas, de la «ataraxia» del hombre Martin Heidegger, uno más de los miles de alemanes confundidos y arrastrados en el torbellino político del ascenso meteórico del NSDAP, como piadosamente Pierre Aubenque nos recuerda. Al finalizar esta manipulación interpretativa se reconoce que la ontología heideggeriana efectivamente se estacionó en la vecindad de la política, o sea: Heidegger mismo «urbanizó» su provincia del ser al trasladar categorías de Sein und Zeit al campo político, pero todo ello se realizó sin sufrir «afinidades electivas», sin ser su «soporte» al NS-Staat motivo de sospecha ni recoger en su seno «prejuicios» de la empiria política. En suma: no sería posible encontrar ningún punto de partida firme para la solución de problemas de una agenda de filosofía práctica en 1933, ni siquiera algún criterio utilizable para guiar en la práctica o ponderar la toma de decisión de un compromiso político resuelto, según Aubenque.

Sólo se concede la posibilidad de preguntar, en la dimensión de lo político, utilizando la cuestión de la Technik, por lo que el pensamiento heideggeriano podría converger elípticamente con las cuestiones candentes de la historia universal, pero su relación es inesencial a ella y al reino de la política. La obvia conclusión es que es imposible que la ontología heideggeriana pudiera «orientar» o colaborar en la toma de decisión política al Martin Heidegger mortal entre las tendencias políticas oscuras y confusas de la Alemania de los años ’20, y menos de manera «ideológico-crítica».

Al no existir posibilidad de encontrar un esbozo de filosofía práctica en la filosofía de Heidegger, ni siquiera en estado latente, es improbable que el año 1933, el Jahre der Entscheidung, el año de la decisión según lo bautizó Spengler, se haya podido relacionar esencialmente al Kern, al núcleo central de su Denkweg. Esta rigurosa y autoritaria concepción de la no unidad entre obra y autor, donde el contenido de verdad de una corpus filosófico no tiene que reflejarse necesariamente en la mentalidad y en la ética de la vida del filósofo, entre pensamiento y mundo histórico (escisión que negaba ¡el propio Heidegger!) exacerba y agudiza de tal forma la autonomía «débil» de la filosofía, que cualquier comportamiento o acción en el ámbito de lo político, de por sí despreciable y relegada a mera nota biográfica, no puede arrojar ningún cono de sombra sobre su opus magnum o ser utilizado como via regia para nuevas lecturas interpretativas. Dicho secamente: no puede desacreditarse, al realizar la conexión entre política y filosofía, la ontología heideggeriana, ni ninguna otra, poniéndola a trasluz con asuntos que resultan, por definición, «externos», como lo es una decisión resuelta en política. A lo sumo se reconoce que Heidegger tuvo que «distorsionar», la famosa inflamación e inflación repentina de la palabra Geist en el estudio de Derrida, su filosofía pre-1933 para poder aggiornarse con el universo léxico del NSDAP. Esta distorsión fue producida por elementos absorbidos de la cosmovisión de su época, y tanto la caución con respecto al nacionalsocialismo como el gesto metafísico se remitirían a medios retóricos de expresión o la Weltanschauung nihilista o la ideología de mandarines «apolíticos» del universitario alemán.

Todo este fantástico proceso, que finalmente conlleva a una incoherencia terminológica, un «ajuste de cuentas verbal» (Derrida) que finalizará en 1935 con la lección Introducción a la Metafísica, concluirá en una retirada de su corto compromiso político y punto de inicio de la fantástica geistige Widerstand, la «resistencia espiritual» contra el NS-Staat, como la bautizó su hijo Hermann.

A estas alturas de la historia de la crítica y la exégesis estas brillantes piezas de sofística quedan obsoletas y ridículas. Y se debe al trabajo en el desierto y contra corriente del filósofo chileno Víctor Farías y al historiador friburgués Hugo Ott. Hay que reconocer que fue gracias al pathbreaking del desigual libro de Farías, Heidegger y el Nazismo, que incorporó e hizo masivas las revelaciones terminantes del historiador local Hugo Ott que hasta ese momento solo habían aparecido publicadas en revistas institucionales y boletines locales de Freiburg, y por lo tanto inaccesibles para el lector profano. Sería por medio de su trabajo archivista incansable que, por primera vez desde 1945, en el Fall-Heidegger, la cantidad de hechos, datos e informaciones se trastocarían en calidad. Este hecho dio como resultado que el carácter de la dedicación y el compromiso político total de Heidegger con el NSDAP primero (antes de enero de 1933), y con el NS-Staat después, se transformará en un hecho incontrastable, indiscutible y premisa de cualquier debate serio.

La incompleta fuente de datos sobre el período 1930-1945 en la vida de Heidegger, muchas veces planificada, había permitido, antes del corte epistemológico de Ott en 1983, tanto a la hagiografía heideggeriana como al mismo Heidegger, salvar decorosamente la ropa sucia de su reputación profesional y clausurar todo intento de interconectar su filosofía con la política nacionalsocialista durante casi 30 años. La defensa del Meister von Meßkirch sólo repetía, con variaciones personales, muletillas, deformaciones y pequeñas omisiones del canon establecido por Heidegger en el interview de la revista Der Spiegel en 1976. Es a partir de Ott, y gracias su divulgación masiva vía Farías, que en el debate sobre el compromiso y la profundidad de la relación entre Heidegger y el NSDAP, se ha abierto paso la más importante cuestión filosófica: de cómo y de cuánto está implicada la ontología heideggeriana en la decisión política resuelta por el nacionalsocialismo. En realidad, esta tesis es toda una serie de cuestiones encadenadas: ¿se puede extender este apoyo incondicional al NS-Staat, como acto filosófico, hasta el pensamiento primigenio de Heidegger, incluyendo su magnum opus trunca Ser y Tiempo?; ¿fue efectivamente Heidegger, el de la filosofía tardía de la Kehre, un crítico al nacionalsocialismo o simplemente se distanció del NSDAP por una idealización filosófica de la visión del mundo Blut und Boden?; ¿se puede hablar de una geistige Widerstand, de una resistencia espiritual al nacionalismo desde sus posiciones filosóficas después de 1935 como intentan afirmar sus hagiógrafos?; ¿existe un «hilo de Ariadna», coherente y lógico, entre Ser y Tiempo, el NSDAP y una versión heideggeriana de la visión völkische del nacionalsocialismo?

Superación de Marx: una fallida empresa heideggeriana: Un gran filósofo como Lukács, además testigo de época de primer orden, decía en los años ’60 que «creemos firmemente no engañarnos en el plano de la objetividad (cualquiera que sea el aspecto de la cuestión desde el lado subjetivo y filológico) al decir que Ser y Tiempo de Heidegger no es más que un escrito polémico de dimensiones imponentes contra la concepción marxista del fetichismo y las consecuencias filosóficas y sociales que se desprenden de ello.» Una tesis que no gozaría de mucho respaldo entre los heideggeriannes. ¿Realmente Heidegger tenía como objeto polémico a Marx?

Que la filosofía práctica de Heidegger se desarrolló sobre un suelo nutricio antimodernista y de Reaktion contra el marxismo, es algo que a esta altura nadie pone en cuestión. En una entrevista con A. Lampe, en el contexto del comité de èpuration que Francia acometió contra todos aquellos funcionarios importantes del nacionalsocialismo en Freiburg, el 25 de julio de 1945, Heidegger sostuvo, bajo juramento, que «apoyar al nacionalsocialismo era la única y suprema posibilidad de evitar el avance del comunismo en Alemania…».

Ya citamos su confesión a Marcuse, que ya muy tempranamente en 1934 había escrito sobre el antiliberalismo radical de Heidegger y el sustrato de «realismo heroico» de su filosofía existencial. Para cualquier lector atento es clara su concepción en Sein und Zeit (1927) del americanismo y el bolchevismo como Ich-Zeit, tiempo del yo, en contraposición con el tiempo comunitario del nosotros, el Wir-Zeit, que habría inaugurado el nacionalsocialismo en su Volksgemeinschaft, la comunidad racial-popular enfrentada a la Gesellschaft liberal o al estado total bolchevique; es también el claro significado de la dictadura del «se», en el parágrafo #27 de la misma obra. Hay además dos misteriosas menciones, sin especificar el autor, que se refieren a la teoría marxista de la alienación y la reificación de las conciencias. La primera cuando diferencia la analítica del Dasein (el ser-ahí) de otras formas de abordar la facticidad. Es en la primera sección, capítulo primero titulado «La exposición de la tarea de un análisis preparatorio del Dasein». Distingue su filosofía del existencialismo de Max Scheler, de Dilthey y su filosofía de la vida, de la filosofía de tradición escolástica y en último lugar de aquella que reflexiona sobre «la cosificación de la conciencia» (Veredinglichung des Bewusstseins). Heidegger no menciona autor, pero la referencia es clara para cualquier lector atento: se trata del fetichismo de la mercancía que Marx desarrolla en sus escritos de juventud y en el capítulo de Das Kapital dedicado a la mercancía y que concluye con el Warenfetischismus.

La segunda señal con referencia a Marx se encuentra en un lugar más importante de Ser y Tiempo: en la última página, en su conclusión que anuncia la segunda parte del libro jamás escrita. La más importante obra heideggeriana concluye discutiendo nuevamente con una teoría en la que no se menciona al autor y vuelve a repetirse la mención entrecomillada (de cita) de «la cosificación de la conciencia». Los lugares en que aparece la teoría del fetichismo y la cosificación indican que para Heidegger «esa» teoría, la marxista, es un problema central en su debate. Por cierto Heidegger lo intentará proponiendo una concepción de la praxis alternativa a la de Marx, la famosa Sorge (Cura), curiosamente de raíz ¡agustiniana! Pero este tema nos aleja de esta introducción.

Tenemos otro contacto Heidegger-Marx, esta vez en 1932. En el curso de ese año sobre el diálogo Teeteto de Platón, reconstruyendo su filosofía de la historia del «olvido del Ser», Heidegger traza la vasta cronología de esta decadencia (al mejor estilo nietzscheano) que pasa por el Cristianismo, el racionalismo de Descartes, la Ilustración, Hegel y su dialéctica y concluye en Marx mismo. Explícitamente se propone una Überwindung des Marxismus, una superación del marxismo como sistema de pensamiento y su doctrina ideológica, citando por primera vez textualmente párrafos de La Miseria de la Filosofía (1845) de la edición de Landshut/Meyer. Más allá de su reflexión sobre la platonische Ideenlehere, Heidegger subraya: «Teoría de las Ideas, presupuesto para el Marxismo y la teoría de las ideologías. ‘Visión del Mundo’ como ideología, abstracción, superestructura o de relaciones sociales de producción. ¿Superar al Marxismo?» (GA, 34, p. 325). Marx aparece veladamente en los discursos políticos de Heidegger entre 1933 y 1938: el trabajo, destacará Heidegger, bajo el nacionalsocialismo, no es más producción de plusvalor (Mehrwert) sino el nombre de toda acción bien ordenada, nacida y originada por la responsabilidad de los ciudadanos, los estamentos y el estado alemán, y que, de esta forma, está al servicio de la Volksgemeinschaft, de la comunidad racial-popular. El Arbeiter, el trabajador, no es más, como pensaba Marx, un mero objeto de explotación, ni una especie de clase de desheredados que son reunidos por la lucha de clases, sino la figura, la Gestalt jüngeriana de dominio, que crea continuamente lazos y une a todos los camaradas de raza, los Volksgenossen, en la grandiosa voluntad del estado (discurso del 30 de junio de 1933, La Universidad en el nuevo Reich).

Los ejemplos se multiplican. Entre esos años además Heidegger trabaja en el Archiv Nietzsche, la tarea era una edición crítica de los manuscritos sobre la Voluntad de Poder, recepcionando la Kritik a la Modernidad, a la Aufklärung, al liberalismo y al socialismo. Marx (y Hegel) continuarán apareciendo a lo largo de los años ’30: en un seminario sobre la filosofía hegeliana del estado, Hegel, über den Staat, donde señala que «la filosofía de Hegel sobre el estado… es decisiva de manera ya bien indirecta que directa, a saber en un sentido ya positivo ya negativo. Así Karl Marx le retorna su sentido negativo. En otras palabras: no podemos comprender el Liberalismo del siglo XIX sin no entendemos el pensamiento hegeliano del estado.» (GA 36/37, p. 15)

En el mismo seminario Heidegger analiza la crítica de Marx a los Fundamentos de la Filosofía del Derecho de Hegel, un texto juvenil casi desconocido para la época. Lo cierto es que Marx (y por supuesto Hegel y la dialéctica), aunque es un autor ausente, sin mencionar, está como polemos esencial en el desarrollo y su peso específico aumenta a medida que nos aproximamos al año 1933. Se puede notar, a esta altura, que el conocimiento de Marx que tiene el Heidegger de los años ’30 es defectuoso y de segunda o tercera mano, por lo que sus críticas ni siquiera rozan la problemática de la categoría «valor-trabajo». Este Marx descafeinado y poco interpretado era una muletilla común entre los intelectuales de la nueva derecha y los ideólogos del NSDAP, llegando incluso a filósofos de la talla de Dilthey, Scheler, Rickert, Sombart o Simmel.

Ya Jünger había definido que el nuevo concepto de Arbeit en su libro de El Trabajador. Dominio y Figura (1932) tan leído por Heidegger (y al que le dedicaría un seminario completo) no tenía nada que ver ni con Marx ni con las teorías económicas «manchesterianas». Heidegger utilizaba la irregular edición de los manuscritos juveniles, editada en dos tomos ese mismo año por dos diputados socialdemócratas, Siegfried Landshut y J. P. Mayer, titulada Karl Marx, Der Historische Materialismus. Die Fruhschriften. La edición era contemporánea a la que se publicaba en ruso y en alemán por el IME (Instituto Marx&Engels) de Moscú dirigido por Riazanov, y aunque incompleta y sin aparato crítico, sirvió de difusión de un Marx desconocido. Curiosamente esta edición fue incinerada completamente durante la quema de libros «con espíritu no-alemán», la Bücherverbrennung en mayo de 1933, una de ellas en el Stadion de la Universidad de Freiburg, frente al rectorado de Heidegger. Las paradojas de la historia hizo que Marx volviera a aparecer en la vida de Heidegger, esta vez como espectáculo mediático. La misma edición de los textos juveniles aparece en una entrevista a la segunda cadena de TV estatal alemana ZDF en 1969, donde Heidegger, todavía obsesionado por su Überwindung inconclusa de Marx le lee a su entrevistador la Tesis XI sobre Feuerbach para intentar, postreramente, concretar una tarea abortada.

Koinon: el texto: el inédito que presentamos es un texto muy diferente, el único conocido en el que Heidegger se enfrenta inmediatamente con el Comunismo (encarnado tout court por la URSS de Stalin) y mediatamente a Marx. El texto aparece en el volumen 69 de la así llamada edición completa, donde por primera vez se han hecho públicos textos inéditos sobre la «Historia del Ser», Die Geschichte des Seyns. 1) Die Geschichte des Seyns (1938-1940); 2) KOINON. Aus der Geschichte des Seyns (1939-1940), algunos manuscritos para clases o reflexiones privadas. Tienen la jerga críptica y los neologismos creados ex profeso por el mismo Heidegger. Los años son críticos, el volumen ocupa desde 1938 hasta 1940. Heidegger, como en todos sus clases y textos, intercala o toma como ejemplo de su pensar sucesos directamente político-históricos relacionados con la evolución del IIIº Reich o figuras admiradas, como el propio Hitler o Mussolini. Muchos de ellos se relacionan y sólo pueden entenderse con trabajos anteriores, por supuesto Ser y Tiempo (1927), la Introducción a la Metafísica (1935), los filonazis Beiträge zur Philosophie (Vom Ereignis) (1936-38) y sus diversos textos sobre Nietzsche.

En su texto de 1937, Nietzsche: Der Wille zur Macht als Kunst, Heidegger comenta que «se necesita un conocimiento profundo y una seriedad que llegue al fondo de las cosas con el fin de entender lo que Nietzsche ha designado como ‘Nihilismo’ (Nihilismus). Para Nietzsche, el Cristianismo es tan nihilista como el Bolchevismo y, por lo tanto, que el más simple Socialismo» (GA 43, p. 30-31) Ya Heidegger coloca como causas del olvido del Ser al platonismo, cristianismo, liberalismo, socialismo, marxismo y comunismo. En su texto el comunismo es sólo un desarrollo más con el cual prosigue y se completa el «despliegue del Poder».

El bolchevismo en su variante stalinista es un artículo injertado, una mercadería exportada de Occidente al Ost eslavo-asiático, y con ella lleva de contrabando a Asia su Machenschaft, el «Maquinismo», central en su filosofía tardía. En un primer nivel de significado designa la capacidad de posesión de lo real en orden de dominarlo y hacerlo parte de nuestros fines subjetivos, el reino liberal del cálculo y la utilidad burguesa. Con Koinon (literalmente del griego: «lo que es común») Heidegger no entiende en sentido neutral la comunidad humana, sino el colectivo del comunismo, la totalidad de una «masa humana» (GA 69, p.206). Así el comunismo viene en la hermenéutica heideggeriana entendido como el verdadero y propio ápice de la maquinación y del abandono del Ser. Además existe «una identidad metafísica entre el estado autoritario y el estado parlamentario, porque entre ambos existen en la misma escena del despliegamiento del poder» (Ibidem, p. 189)

Aunque parezca increíble para Heidegger ¡la forma estado del liberalismo clásico británico es igual, en su esencia, a la república basada en soviets! Lo más insólito es el aggiornamiento filosófico de Heidegger a la política exterior de Hitler: es en estos años que el IIIº Reich prepara su ataque a Polonia y busca un tratado de amistad con la URSS. Para asombro del mundo los dos enemigos ideológicos mortales firmarán un pacto de no-agresión. Será el ignominioso acuerdo Molotov-Ribbentrop se firmó el 23 de agosto de 1939, poco antes de iniciarse la Segunda Guerra Mundial.

El entendimiento, como señala el historiador Kershaw, supuso «que se había eliminado el peligro de cerco de una guerra en dos frentes para Alemania.» Sólo así puede entenderse que Heidegger «legitime» en su filosofía de la historia del Ser al stalinismo al señalar una «diferencia» a favor de la URSS: «el bolchevismo inglés (sic) es el más peligroso» debido a que su máscara política parlamentaria mantiene oculta la esencia misma del poder. El stalinismo sería más honesto y claro desde al lógica de la Geschichte des Seyns. E incluso Heidegger retoma una pareja de conceptos que ya utilizó en su ensayo Sobre el origen de la obra de arte (1935/36): Welt (Mundo) y Erde (Tierra). Ahora les atribuye contenidos geopolíticos que sintonizan a la perfección con los nuevos amigos del este: «La historia de la Tierra (Erde) del futuro está conservada en la esencia de la ‘rusidad’. La historia del Mundo (Welt) es confiada a la meditación de los alemanes.» (Ibidem, p. 108). Una perfecta y filosófica contrafigura del apretón de manos entre Hitler y Stalin en vísperas del desencadenamiento de la Segunda Guerra Mundial. Como dijo Hitler en 1939 «la cuestión del Bolchevismo es por el momento de importancia secundaria. Estamos apurados y comeremos ahora como las moscas del Diablo.» Y «rusidad» de la esencia será una prognosis que se cumplirá en junio de 1941.

Estos textos escritos al filo de la mayor matanza de la humanidad son particularmente instructivos de los puntos débiles y reaccionarios del pensamiento heideggeriano: la dificultad teórica de afrontar el problema de la sociabilidad humana, la tendencia a la apología del catastrofismo y la muerte, la interpretación de la Modernidad como un juego decadente de poderes, la justificación del elitismo y el autoritarismo. Todos faros filosóficos-políticos y paradigmas epistemológicos que se encuentran ya en Ser y Tiempo, en los textos sobre el arte y la técnica y en su re interpretación de Nietzsche. (NGV)

Koinon» (1939/1940) El Comunismo y el Destino del Ser

La contraseña metafísica de la completitud de la edad moderna es históricamente la obtención esencial de la potencia de parte del ‘Comunismo’ (Kommunismus) en la constitución del Ser en la época de la total falta de sentido. El carácter de ‘sin sentido’ viene aquí entendido según el concepto de sentido pensado en mi libro Sein und Zeit (1927). Según esta concepción, el sentido (Sinn) es el ámbito proyectual de la proyección del Ser sobre su verdad (Warheit); y a su vez verdad puede entenderse como la liberación (Freigabe) desveladora del Ser en la claridad (Lichtung) del despliegue de su esencia, en el claro de su desvelarse. En esto consiste esencialmente el rechazo: que aclarándose es la señal del Ser (Wink des Seyns). Haciendo esta señal se recoge en el don de ser sí mismo como único. Ninguna correspondencia con el Ente (Seiendem) puede transportarlo al lenguaje.

El término ‘sin-sentido’ (Sinn-lose) significa estar sin verdad: el permanecer ausente de la claridad (Lichtung) del Ser. La carencia de sentido se completa con el hecho que este permanecer ausente persiste en la incognoscibilidad y con ella el Ser desaparece en el olvido olvidado. ‘Ser’ (Sein) vale ahora no sólo como la palabra más universal no problemática de lo más vacío y de lo más universal, sino de la preeminencia sin perplejidad del Ente (Seiende). Esto se manifiesta y se afirma en la pretensión de ser sin necesidad de otro factible y en consecuencia planificable y calculable. Ofreciéndose de tal modo el ente (Seiende) obtiene con la fuerza en el Hombre el privilegio exclusivo del hacer. Lo imparable de su apertura ilimitada produce un encantamiento en la Humanidad, en virtud de la cual el Ente es todo cuando es factible. ‘Ser’ (Sein) -abandono del Ser (Seinsverlassenheit)- completitud de la falta de sentido. Cuando la falta de sentido se cumple, los ‘Valores’ (Werte) (los valores vitales y culturales) vienen proclamados como el fin más elevado y la forma del fin del Hombre.

Los ‘Valores’ (Werte) son siempre sólo la traducción oculta del Ser sin la verdad a mero título, de lo que es considerado como estimable y calculable en el único ámbito de lo que es factible de hacer. Y el hacer valorable la transvaloración de todos los valores (Umwertung aller Werte), y no importa en qué dirección se pueda actuar, es el definitivo repudio en la completa falta de Sentido. El venir desde fuera de la múltiple forma del pensamiento del valor (Wertgedankens) confirma la actual entrega del Ente en el abandono del Ser. A los Valores sin potencia (machtlossen Werte) le corresponde la impotencia en la representación de los Valores. Esto favorece el irrumpir de la Potencia (Macht) del Ente que despliega su Esencia de la factibilidad. La esencialidad del Ente es disuelta en el puro maquinismo (Machenschaft), y es así a través de él que el Ente alcanza una potencia ilimitada y con el abandono del Ente de parte del Ser comienza su ‘Dominio’ (Herrschaft) oculto. Esto no deriva de aquella potencia del maquinismo, que sin embargo se deriva de la historia oculta del Ser (Seyns).

El «Maquinismo» (Machenschaft) puede surgir por sí solo exclusivamente bajo el comando de sí mismo y encontrar algo definitivo. Donde la carencia de Sentido (Sinnlosigkeit) alcanza al Poder (Macht), y precisamente a través del Hombre como Subjektum calculador y arrebatador de su calculabilidad y la de todas las cosas, la eliminación de todo Sentido -vale decir: la cuestión de la verdad del Ser (Seyns), o bien de su resonancia en la Enticidad (Seiendheit) y en su proyección- debe ser sustituida por aquello que permanece todavía aceptable como sustitución adecuada: de un contar (Rechnen) y precisamente de tener en cuenta los ‘valores’. El ‘Valor’ (Wert) es la traducción (Übersetzung) de la Verdad de la Esencia (Wahrheit des Wesens) en lo cuantitativo y gigantesco; el predominio del ‘Pensamiento del Valor’ (Wertgedankens) confirma la aplicada renuncia del Ente en el cálculo. El ‘Comunismo’ (Kommunismus) no consiste, concebido desde el punto de vista del pensamiento, en el hecho de que todos tenemos que trabajar, ganar, consumir y divertirnos en una igual medida, sino más bien en el hecho que todos los modos de comportamiento (Verhaltungsweise) y todos las formas de actitud (Haltungsformen) de todos están en el mismo vínculo bajo el Poder incondicionado (unbedingte Macht) de unos pocos innominados (ungenannter Weniger). La carencia de Decisión (Entscheidunglosigkeit) -la interrupción de toda posibilidad creciente de tomar una decisión y de toda asunción de una decisión deviene el aire que todos medianamente respiramos. Este hacerse común, este hacerse uno como todos es como si no fuese; que la industria venga estabilizada, que la banca otro tanto, que venga disuelto el latifundio, eliminados los monasterios, que todo saber se falsifique transformándose en ‘Intelligentsia’ (Intelligenz) y ésta a su vez sirva para encontrar empleo y a su vez sea ‘Realidad’ en la especialización de ‘amigos’ (Spezi), que la producción de una ‘opinión pública’ (öffentliche Meinung) del así llamado ‘Pueblo’ (Volkes) a través de los periódicos y la radio apunte al mantenimiento de una forma aparente, que en el fondo nadie toma en serio excepto los poderosos y éstos incluso sólo como un instrumento de Poder (Machtmittel) entre otros, todo esto puede aparecer, desde el punto de vista del horizonte de la propiedad y de la actitud burguesa hasta ahora, aparece como la verdadera y propia pérdida y como destrucción. Solo que esta estatalización de la ‘Sociedad’ (Gesellschaft) en el Estado significa poco, en la medida en que el Estado es devenido sólo un instrumento subordinado al partido único; el partido mismo, a su vez, el instrumento de los soviets y este el ámbito de la acción de unos pocos.

Es lógico que sigan siendo pocos innominados y muchos nominados (Stalin y su entorno públicamente activo) que son tolerados de vuelta en vuelta solo como testaferros. (N.B.: sobre Rusia (se sabe poco), aun cuando se sabe más, pero no más sapere). Con ‘solamente unos pocos’ (nur Weningen) no sólo se entiende absolutamente un número exiguo a diferencia de los innumerables muchos que son excluidos del proceso del Poder (Machtbesitz). Los ‘solamente unos pocos’ practican un modo propio de recolección de cualquier forma de obtener poder en la pura falta de respeto del proceder incondicionado. Sólo los ‘pocos’ conocen la propiedad de ser ilimitada y la seguridad de la forma más poco vistosa del despliegue del Poder (Machtentfaltung). Este proceder está determinado metafísicamente, estimulado e instigado exclusivamente por el abandono de todo Ente de parte del Ser, como tal incognoscible. Sólo a través de estos ‘pocos’ se encuentra asegurada de manera incondicionada y completa el entendimiento que el ‘Bienestar’ (Wohlfahrt) -participación en el progreso de la Cultura (Fortschritten der Kultur), eliminación de clases y profesiones, equiparación entre gobernantes y ‘gobernados’ (Regierer) son solo una fachada para el ‘Pueblo’ (Volk)- delante del cual se está encantado y sobre el que no pretende mirar sobre lo que justamente es, el Poder de los ‘pocos’ (die Macht der Wenigen).

Ahora una vez más: no es que estos ‘pocos’ son los detentadores del Poder, sino que es su Decisionalidad (Entschlossenheit) la que mantiene en todas partes la intangible preeminencia del Poder Total (vollständige Macht) de la institución respecto a toda tentativa de Visión (Ensicht) autónoma y de actividad de la Voluntad (Willensvollzüge) de los singulares y de los grupos. El Despotismo de los ‘pocos’ (Despotismus der Wenigen) ha perdido su fundamento (Grund) en la personal codicia de poder de ‘Sujetos’ (Subjekte) individuales; pero éstos a su vez, sin saberlo, vienen utilizados como meros Portadores (Träger) y ‘Lugartenientes’ (Statthalter) del incondicionado dominio del Poder Puro (reinen Macht) con el único objetivo de hacer que el Poder se establezca en sus propias instituciones y así asegurarse la apariencia de lo verdaderamente real. Quien habla aquí de ‘Materialismo’ (Materialismus) demuestra que en realidad sólo continúan fieles a los fragmentos de cualquiera doctrina para el ‘Pueblo’ lanzada sobre él. Éste «Materialismo» es «espiritual» (geistig) en el sentido más alto del término, en un modo decisivo en el que se puede reconocer la conclusión de la Essenza, la esencia espiritual metafísica de Occidente (des abendländisch metaphysischen Geistwesens). Vladimir Lenin lo sabe con claridad. Y es por eso que el así llamado «peligro» (Gefahr) del Comunismo no consiste exclusivamente en las consecuencias económicas y sociales, sino en cuanto al hecho que su esencia espiritual, su esencia en cuanto Espíritu no viene reconocida y la confrontación recíproca viene colocada en un nivel que asegura completamente su predominio y su irresistible fascinación. (N.B.: suena como si aún el Comunismo pudiera ser detenido e invertido).

El poder histórico del Comunismo y de su auténtica esencia (N.B.: su esencia espiritual impide la decisión) como poder oligárquico de los Soviets (oligarchischer Sowjetmacht) es la más simple e imperativa contraprueba contra la presunta teoría nietzscheana de la «impotencia» del «espíritu» de los usufructadores de Nietzsche. La «Lucha» (N.B.: la lucha como: 1) a un nivel que no es el propio (¿); 2) No es absolutamente lo que es decisivo -qué significa lucha, en la cual la «justificación» como Poder es tal que hace superflua tal cosa.) de la Iglesia cristiana, por ejemplo, contra el Bolchevismo (Bolschewismus) no obtendrá nada, porque no son capaces de reconocer la esencia espiritual bolchevique, porque ellos mismos están al servicio de un «espiritual» que impide esencialmente y definitivamente al Cristianismo realizar algún día algun cuestionamiento contra este «Bolchevismo enemigo del Mundo» (Weltfeid Bolschewismus) y tener un lugar de solicitud decisiva que sea esencialmente diverso y que lo erradique de su fundamento (Grund). En especial en una Lucha» (Kampf) que degenera siempre exclusivamente en combates simulados y cualquier acuerdo final debe despertar el conocimiento de aquel puro poder en su incondicional dominio (Ermächtigung), que se remite desde su interior a otro tal como su origen y sostén de su esencia. Esto es el «Maquinismo» (Machenschaft), la palabra con la cual se debe pensar una decisión esencial en la historia occidental del Ser (abendländischen Geschichte des Seyns). Este pensar (Denken) alcanza una posición infinitamente más cercana a la «Realidad» (Wirklchkeit) de los acontecimientos de nuestra época que cualquier tipo de «Tareas» pequeño burguesas (kleinbürgerliche Art des ‘Einsatzes’). Es una premisa errónea, sin lugar a dudas, de que en algún momento este pensamiento (Denken) se transforme en una representación y en una opinión (Vorstellen und Meinen) que pueda ser practicado por cualquiera. Por el contrario una sola cosa es necesaria: el saber (Wissen) de la inevitable multiplicidad de formas esencialmente diversas en las cuales se debe actuar para la superación histórica del Comunismo (geschitliche Überwindung des Kommunismus).

El impedimento más tenaz y obstinado para generar este tipo de saber es la mal pensada e innominada expectativa de un próximo retorno a condiciones pre-comunistas, burguesas. Esta expectativa seductora se nutre continuamente del punto de vista erróneo de que lo «público» (Öffentliche) aparece como lo únicamente real, mientras eso es sólo la sombra (Schatten), que es necesaria y má allá de la cual no se puede saltar, pero vuelta a la historia que sólo despliega su esencia como Historia del Ser (Geschichte des Seyns). No se trata de una fuga de la sustancia misma de la realidad política en lo «espiritual» (Geistige), sino más bien que el pensar lo político en el fundamento (Grund) de su ilimitada esencia de poder alcanza las regiones en las cuales el «espíritu» como forma de dominio de la metafísica (Herrschaftform der Metaphysik) y deviene superable por ella misma. Y sólo donde impera el «espíritu» tiene efecto como imagen que está de frente y delante de la opinión (Meinung) de las raíces de lo espiritual en lo «corpóreo» (Leiblichen) y adquiere su propia consideración, comprensibilidad y la posible validez de una profesión de fe ideológica (Glaubensbekenntnisses). No obstante, el «Comunismo» (Kommunismus) no es una mera forma estatal (blosse Staatsform), ni tampoco solo un tipo de visión del mundo política (politischen Weltanschauung), sino la constitución metafísica (metaphysische Verfassung) en la cual la humanidad moderna (Neuzeit Menschentum) no solo culmina y cumple lo Moderno (Neuzeit) sino que inicia su última fase. Acostumbrados a transcurrir esta «Vida» (Leben) en la búsqueda de actividades reconocidas (del bienestar -y de la promoción de la Cultura) y cubiertos por el manto de protección de una salvación en la cual se cree («Felicidad Eterna»), el hombre, hoy en la que esa seguridad llega lentamente y aparece como un tiempo quebrado y devenido sin fundamento, cae en un desconcierto oscilante que permite que cualquiera de las partes intente buscar con la mirada puesta en los «Fines» (Zielen) que se deben superar en este momento y que deben precipitarse en la identidad propia; cuando se cultivan las habilidades y el placer de la vida corporal en realidad no se mantiene sino la incondicionada extensión de estos «Fines» (Zieles) a la totalidad de la masa humana (Menschenmasse) complacida y sana, culturizada, industrializada y tecnificada, que continuamente anuncia de nuevo el incremento de estos intereses vitales, cuando sin embargo los pueblos europeo en sus voluntades no son capaces de evitar la guerra, ya sea por la afirmación de «intereses» (Interesen) poseídos hace tiempo o exclusivamente por asegurar el logro de la satisfacción de estos «intereses», o ahora por la consecución forzosa, necesariamente apremiante en la esencia de los intereses, con la correspondiente Guerra de Masas (Massenkrieges), dispuesta en lo incondicionado, y todo ello confirma que en todas partes los hombres modernos está adentro del ahora, o sea del Ente determinado metafísicamente (metaphysisich bestimmten Seienden). El agravamiento confuso en el Ente (Seiende) no puede aprehender lo que está próximo, el hecho que la fuga del Ser (Seyn) determina la Historia (Geschichte) en su Esencia (Wesen). Ésta abre el camino a un estado que, asegurando por completo la vida entera y su círculo de intereses, la hace crecer pero en el inconcebible estado de incertidumbre de una decisión (Entscheidung).

La amenaza del ser humano proveniente de esto que constituye el propio incondicionado dominio de un seguro manejo de todas las medidas de protección y defensa, la amenaza que viene inexorablemente presagiada y al mismo tiempo que se desestima su apariencia (Schein), contiene el anuncio de lo que el hombre moderno, que calcula y gobierna hasta el fin de la Metafísica, no puede jamás tener la capacidad de aprender. Éste nunca está en disposición, no porque se encuentre demasiado lejano, más allá de sus ámbitos habituales, sino porque el anuncio está tan cerca (nahe) que el hombre que piensa en la seguridad (Sicherung) debe ya haber continuamente saltado esta proximidad a su esencia oculta (verborgenen Wessen)… El «Comunismo» (Kommunismus) es la constitución metafísica del Pueblo (metaphysische Verfassung der Völker) en la fase última del completamiento de la Modernidad (Neuzeit), que se da ya en el hecho que en el comienzo mismo de la Modernidad debe poner su Esencia, pese a que lo hace de manera oculta, en el Poder (Macht). Desde una perspectiva política esto sucede en la historia de la Modernidad en el Estado inglés (englischen Staates).

Éste estado, pensado en torno a su Esencia prescindiendo de las formas actuales de gobierno, sociales o de credo religioso, es la misma cosa (dasselbe) que el Estado (Staat) de la Unión de las Repúblicas Soviéticas (Sowjetrepubliken), con la sola diferencia que existe una gigantesca falsificación en la apariencia de la moralidad y educación del pueblo que hace inocuo e innecesario todo despliegue de fuerza, mientras que la Conciencia «moderna» (neuzeitliche Bewusstsein) con más necesidades de seguridad, aunque no se reclame la Felicidad del Pueblo (Völkerbeglückung), se enmascara a sí misma en la propia Esencia del Poder. La forma cristiano-burguesa del «Bolchevismo» inglés (bürgerlich-christliche Form des englischen «Bolschewismus») es la más peligrosa. Sin su aniquilación (Vernichtung) la Modernidad continuará manteniéndose. (N.B.: o por lo menos se retrasa su finalización).» (Traducción: Nicolás González Varela)

(El texto traducido comprende las páginas 199-211 de la edición alemana de 1998, 69 Die Geschichte des Seyns. 1. Die Geschichte des Seyns (1938/40) / 2. Koinon. Aus der Geschichte des Seyns (1939), editado por P. Trawny, 1998, XII, 230p, Vittorio Klostermann, Frankfurt am Main.)