La muerte de Lenin provocó la lucha política entre los partidarios de Stalin y los de Trotsky por captar el poder político de la Unión Soviética. Según Stalin, el socialismo podría ser alcanzado por Rusia por tratarse de un país gigantesco y con mucho recurso, en cambio Trotsky postuló la tesis de la revolución permanente, […]
La muerte de Lenin provocó la lucha política entre los partidarios de Stalin y los de Trotsky por captar el poder político de la Unión Soviética. Según Stalin, el socialismo podría ser alcanzado por Rusia por tratarse de un país gigantesco y con mucho recurso, en cambio Trotsky postuló la tesis de la revolución permanente, según la cual la revolución en un país atrasado como Rusia no podía sobrevivir a menos que la revolución triunfara en los países más avanzados del mundo. Trotsky creía que la historia le había jugado una broma pesada a la humanidad al crear condiciones revolucionarias en un lugar donde las bases materiales para dar cuerpo a las ideas socialistas no se habían alcanzado y que lo pasado en Rusia era el preámbulo de lo que debería suceder en Alemania o los Estados Unidos, le pareció imposible pretender la edificación del comunismo en la Unión Sovíetica por carecer ésta de una clase obrera desarrollada. Tambien sostuvo que Stalin había sustituido la frase /el Estado soy yo,/del rey Sol, por /la sociedad soy yo,/y lo acusó de abandonar la revolución mundial por algo imposible, por la construcción del socialismo en un solo país, para lo cual, según Stalin, era necesaria la dictadura del proletariado. No pensaba así el marxista Plejanov, quien escribió que la dictadura de un partido termina siempre en la dictadura de una persona; por eso, para Trotsky, la de Stalin debía degenerar hasta constituirse en la negación misma del comunismo.
Trotsky era un impaciente que se dejaba arrastrar por su inmodestia y no lograba ocultar sus ambiciones personales, lo que le granjeaba el rechazo de algunos de sus camaradas. Proclamaba que el capitalismo jamás permitiría edificar una nueva sociedad y que sus ataques derrumbarían lo poco que se lograra erigir; asimismo, manifestaba que los rusos eran tan atrasados que, en el mejor de los casos, lo único que podrían establecer sería una caricatura del comunismo. Pero, a pesar de que era un conocedor erudito de la cultura europea y de su enorme preparación intelectual, fue derrotado fácilmente por Stalin no sólo porque éste supo extraer pingüe provecho del ancestral antisemitismo del pueblo ruso, y Trotsky era judío, sino porque controlaba el Partido Comunista.
Stalin no era eslavo sino georgeano, y según un decir ruso, por donde pasa un georgeano un judío no tiene nada que hacer. También fue un típico capricorneano: testarudo y tan diamantino de voluntad que sus mandatos eran inamovibles; le sobraba astucia para urdir todo tipo de intrigas; tenía la paciencia de una araña que espera a su víctima en un rincón, una ambición sin frontera y no se conocía ni lo que pensaba ni lo que deseaba. Dominaba el don de la ubicación, siempre maniobraba para estar en mayoría y en los lugares y momentos precisos. Mientras que sus camaradas dirigían el ejército, la seguridad y los sindicatos, creyendo estar más próximos al poder, él tomó un puesto que todos despreciaron, la Secretaria General del Partido Comunita de la Unión Soviética y, a través de sus organismos, controló todos los resortes del Estado. Supo sacar ventaja de las debilidades y aspiraciones de sus adversarios: se unió con Zinoviev y Kamenev para vencer a Trotsky; y con Bujarin para derrotar a Zinoviev y Kameniev. Después no le costó trabajo terminar con Bujarin, que quedó totalmente aislado.
La verdad es que tras las bizantinas discusiones sobre la revolución permanente y la fiel interpretación del legado de Lenin estaban ocultos los intereses de las distintas fracciones revolucionarias que luchaban por la toma del poder. Finalmente triunfó Stalin, y Trotsky, luego de ser expulsado del partido comunista, se exilió y organizó la «Oposición de Izquierda Internacional» a través de una facción de la Tercera Internacional. Luego de la llegada de Hitler al poder en la Alemania Nazi y de la persecución de los comunistas en Europa, Trotsky formó la Cuarta Internacional, se exilió en México, donde fue asesinado por Ramón Mercader, un personaje oscuro de la historia del que se sospecha que era agente de los servicios secretos soviéticos.
El stalinismo fue la época de la más dura represión en la Unión Soviética, pero no comenzó así, en un inicio se reprimía a la gente con la intención de reeducarla. Las construcciones de los canales Mar Blanco-Báltico y Moscú-Volga fueron, según el decir de esa época, eran escuelas de transformación de las clases parasitarias en clases útiles. Todo eso fue visto con buenos ojos por el pueblo ruso, que lo conjeturó una posibilidad de superar el ayer y obtener del hombre sus mejores cualidades. ¿Acaso no debe ser el trabajo la mejor manera de perdonar los pecados del pasado? La inmensa mayoría de los condenados a veinte años prisión por sus actividades cotrarrevolucionarias fue liberada por buena conducta después de tres años de trabajo forzado. Este «magnanimidad» duró hasta el treinta y cuatro, cuando Stalin inició su sanguinaria orgía incluso contra los comunistas.
En ese entonces se aceptaba que todos los ajusticiados debían estar involucrados en algún monstruoso complot, nadie podía suponer que se los hubiera detenido y juzgado de ser inocentes. ¿Cómo no creer en la culpabilidad de los condenados si muchos de ellos se presentaban en público, confesaban a voz en cuello sus horribles crímenes y clamaban por ser castigados con la pena máxima? ¿Cómo imaginar que todo eso fuera una farsa? Por otra parte, la gente se percataba de las exageradas e inexplicables detenciones, más que nada por el carácter masivo del fenómeno, pero querían ignorarlo pensando: /¡Ah! ¡con que fulanito ha sido un enemigo del pueblo! ¿quién lo hubiera dicho?,/ y se alegraban de no haber sido ellos mismos las víctimas y continuaban con su intranquilo sueño durante las madrugadas.
Para entender lo que pasó en aquella época basta con ver un sólo caso. Bujarin, en su libro /La Economía en el Período de Transición/, dio una detallada clasificación de los grupos sociales que debían ser liquidados con la finalidad de construir el socialismo, la lista parece interminable: los directores de la producción, el mando militar y espiritual, los banqueros, los altos burócratas del Estado, la grande y pequeña burguesía, los profesionales, científicos y, en general, toda la inteligencia técnica.
Lo llamaban El amado de Lenin y fue fusilado en 1938 luego de ser condenado en los famosos juicios públicos de 1936 cuando se declaró culpable del grave delito de traición. Con lágrimas convincentes en los ojos pidió la pena máxima para sí por deslealtad con su pueblo al haberse vendido a sus enemigos de clase y por ser un agente del nazi-fascismo. Hoy se sabe que aquellos juicios fueron una farsa y que al actuar así salvaba, según previo acuerdo con la tiranía, la vida de su joven y amada esposa. Su patética declaración persuadió incluso a Joseph Davis, autor del libro /Misión en Moscú/, quien sostuvo que la Unión Soviética no sería derrotada por la Alemania Nazi porque había eliminado a tiempo su quinta columna. Se refería a la orgía de sangre desarrollada en los trágicos años cuando él fue el primer Embajador de los Estados Unidos en ese país.
En 1988, durante la/Perestroika/, se destapó parte de la horrible tragedia. Uno de los testimonios que más hondo caló en el corazón de la sociedad mundial fue el de la viuda de Bujarin. ¡Quién lo creyera! ¡Cincuenta años después del asesinato de su esposo, vivía todavía la viuda que apenas tenía setenta y tantos años!
Bujarin, viendo eliminar uno a uno a sus antiguos camaradas y al presentir su futuro arresto, escribió un hermoso ditirambo titulado /A Las Futuras Generaciones/. En él, a más de execrar la tiranía, revelar su ideal político y proclamar su inocencia, pregonaba su firme lealtad al comunismo, en cuyo nombre ofrendaba la vida, confiando en que la historia tarde o temprano le daría la razón. Este largo documento histórico, imitando a los antiguos rapsodas, lo aprendió de memoria su cónyuge repitiéndolo todos los días algunas veces ante él. Por eso, cuando los pesquisas lo arrestaron y confiscaron cuanto papel encontraron luego de espulgar hasta el último escondrijo de su vivienda, no pudieron hacer lo mismo con su testamento político por estar oculto en los intrincados laberintos del cerebro de esta valiente mujer.
¡Pasado medio siglo, la viuda recitaba ante una asombrada prensa el testimonio escamoteado en los juicios del año 1936!, como si fuera un médium trasmitía el mensaje de ultratumba de un optimista Bujarin, que ella había guardado en su férrea memoria a través de largos años de desolación, y a pesar de todo su infortunio nunca perdió la esperanza de que viniesen días mejores. Sin embargo, la tragedia de su marido fue completa, su ideario político se conoció demasiado tarde, cuando ya el pueblo ruso había perdido la confianza en todo lo que sonaba a comunismo.
En Stalin se concentró toda la tragedia de los pueblos de la Unión Sovética, porque en la URSS nacían, crecían y morían bajo su férula protectora; sólo a él se lo oían opinar sobre política, literatura y arte, veían las películas que le gustaban, cantaban sus canciones predilectas, escuchaban los chistes que lo hacían reír y, en general, vivían un estilo de vida que él aprobaba con meticuloso detalle. La intolerancia y delirios de grandeza de los rusos son y fueron asimismo frutos de su psiquis.
Con la muerte de Stalin, en 1953, se produjo por parte de Kruschev la crítica a sus métodos y al denominado culto de a la personalidad del camarada Stalin. Pero ¡cómo podía Kruschev intentar desestalinizar la Unión Soviética si en el fondo él mismo era un stalinista!, por haber formado parte de las troikas, grupos formados por tres dirigentes del partido que condenaban a muerte a cualquier inocente sin apelación alguna.
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