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La nueva lectura de Marx de Michael Heinrich (XXIX)

Subsunción formal y real, fordismo, trabajo productivo e improductivo

Fuentes: Rebelión

Puede usted creerme, querido señor Kugelmann, que pocas veces un libro se habrá escrito bajo unas circunstancias más adversas; y realmente podría escribir unas historia secreta en torno a él, que ofrecería muchas, infinitas preocupaciones calladas, miedo y tormentos. Si los obreros tuvieran sólo una ligera idea del sacrificio necesario para realizar esta obra, que […]

Puede usted creerme, querido señor Kugelmann, que pocas veces un libro se habrá escrito bajo unas circunstancias más adversas; y realmente podría escribir unas historia secreta en torno a él, que ofrecería muchas, infinitas preocupaciones calladas, miedo y tormentos. Si los obreros tuvieran sólo una ligera idea del sacrificio necesario para realizar esta obra, que ha sido escrito única y exclusivamente en su beneficio, quizás demostrarían algo más de interés. Parece ser que los partidarios de Lassalle son los que con mayor rapidez han acaparado el libro, con el fin de estropearlo. Pero ni importa. (Jenny Marx, 24/12/1867) 

He servido durante treinta años y cuatro meses en las unidades más combativas de las fuerza armadas norteamericanas, de la infantería de la marina… Tengo el sentimiento de haber actuado en calidad de bandido altamente calificado al servicio de los big business de Wall Street y sus banqueros… He sido un rackeeter al servicio del capitalismo […] Cuando de tal modo arrojo una mirada hacia atrás, me percato de que podría incluso representar a Al Capone, pues él no pudo ejercer sus actividades de gángster más que en tres barrios de una ciudad, mientras que yo, en tanto marino, las he ejercido en tres continentes. (General Smedley Butler, el militar más condecorado en la historia de los USA, 1936)

 

Estamos en elquinto capítulo del libro: «El proceso de producción capitalista», pp. 139-173. Seis apartados, el quinto de ellos: «Subsunción formal y real, fordismo, trabajo productivo e improductivo», pp. 156-160.

La cita de Jenny Marx es un paso de una carta enviada el 24 de diciembre de 1867, el año de la edición alemana del primer libro de El Capital, a un gran amigo de la familia, el doctor Ludwig Kugelmann. La segunda la la he tomada prestada de Rodolfo Bueno: «Ditirambo a la candidez» http://www.rebelion.org/noticia.php?id=256097 .

El comentario del apartado del profesor Manuel Martínez Llaneza al final de todo. Con claridad y distinción aseguradas.

Marx habla de subsunción formal del trabajo bajo el capital cuando un proceso de trabajo, tal y como existe, se subordina al capital. La única diferencia con la situación precapitalista, en opinión de MH, consiste en que el trabajador o la trabajadora en lugar de trabajar para sí mismo lo hace para el capitalista. Las condiciones de coerción capitalistas «se expresan únicamente en el hecho de que el trabajador trabaja más tiempo del que es necesario para su conservación y el capitalista se apropia del plusproducto que surge de ello». Sobre la base de la subsunción formal, añade nuestro autor, solo es posible la producción de plusvalor absoluto.

Marx habla de la subsunción real cuando el proceso de trabajo se modifica para aumentar la fuerza productiva. El proceso de trabajo se distingue ahora no solo formal sino realmente, es decir, en toda su organización y estructura, del proceso de trabajo precapitalista: el modo de producción capitalista crea la forma material de la producción que le corresponde. La subsunción real solo es posible sobre la base de la formal. Con la subsunción real del trabajo bajo el capital se hace posible la producción de plusvalor objetivo.

Hasta ahora, nos advierte MH, hemos supuesto en la consideración del plusvalor relativo que la extensión cuantitativa de los medios de vida necesarios para la reproducción de la fuerza de trabajo (los medios de vida necesarios para el trabajador y su familia) permanece inalterada, que el nivel de vida de la clase trabajadora no se modifica.

Pero esto, señala el filósofo alemán, no es necesariamente así. Su ilustración:

1. Partamos de una jornada laboral de 8 horas y de una tasa de explotación del 100%.

2. En este caso, la jornada laboral se descompone así: cuatro horas de tiempo de trabajo necesario (necesario para la reproducción del valor de la fuerza de trabajo) y cuatro horas de tiempo de plustrabajo (en el que se produce plusvalor).

3. Supongamos que la expresión en dinero del valor creado en las 8 horas es, en condiciones normales, de 160 euros.

4. El valor diario de la fuerza de trabajo será de 80 euros; el plusvalor diario será también de 80 euros.

5. Un nuevo supuesto: supongamos ahora que la fuerza productiva del trabajo se duplica en todos los sectores.

[En nota a pie de página escribe MH: «Se supone este enorme incremento solo para simplificar los cálculos siguientes». No obstante, añade, si se comparan épocas que estén muy alejadas, «es muy posible que se haya podido duplicar la fuerza productiva»].

6. Con ese incremento generalizado de la fuerza productiva, los bienes se pueden producir por tanto en mitad del tiempo. Su valor, por consiguiente, queda reducido a la mitad.

7. El valor diario de la fuerza de trabajo se produce entonces en dos horas (no en cuatro). Su valor desciende de 80 a 40.

8. El plustrabajo aumentará entonces de cuatro a seis horas, de 80 a 120 euros.

9. Pero si bien se ha reducido el valor de la fuerza de trabajo (de 80 hemos pasado a 40), ahora de pueden comprar con 40 euros los mismos medios de vida que antes costaban 80. Luego, por tanto, el nivel de vida de los trabajadores permanecerá igual.

10. Supongamos también que, por luchas sindicales o por escasez de la fuerza de trabajo, los trabajadores logran recibir como salario no el valor creado en dos horas sin en tres. 60, en lugar de 40.

11. También en este caso habría caído el valor de la fuerza de trabajo (de 80 a 60) y el plusvalor habría aumentado una hora (de cuatro a cinco horas, el plusvalor será entonces de 100 euros, antes era de 80). Sin embargo, ahora habrá aumentado también el nivel de vida de los trabajadores.

12. Por consiguiente, señala MH, si el trabajador puede comprar hoy con 40 euros lo que antes compraba con 80, como tiene una disposición de 60 euros, puede aumentar entonces en un 50% (20 de aumentorespecto a 40) sus medios de vida.

13. Con terminología actual: los salarios nominales, es decir, expresables en dinero, habrán caído en un 25% (de 80 a 60 euros), los reales (lo expresados en poder adquisitivo) habrán aumentado en un 50%.

14. En resumen: el aumento de la fuerza productiva ha permitido que una elevación del nivel de vida de la clase trabajadora vaya acompañado de un incremento del plusvalor del que se apropian los trabajadores. La disminución del valor de la fuerza de trabajo y el incremento del plusvalor producido por la fuerza del trabajo significa que se ha incrementado la tasa de explotación: p/v y con ello la explotación de la fuerza de trabajo.

Por lo tanto, concluye MH, no son excluyentes al mismo tiempo una mayor explotación (mayor parte de la jornada laboral dedicada al plustrabajo) y una elevación del nivel de vida de la clase trabajadora q.e.d.

MH sigue con su ilustración abriendo otros escenarios:

15. Puede tener lugar una reducción de la jornada laboral: de 8 a 7:30 horas (por luchas sindicales por ejemplo, media hora de reducción).

16. Si la fuerza de trabajo sigue recibiendo 60 euros, el valor de tres horas de trabajo, quedan 4,5 horas de tiempo de plustrabajo en la nueva situación.

El plusvalor sería entonces de 90 euros (10 euros más que antes del aumento de la fuerza productiva).

[En nota a pie escribe MH: «Cuando disminuye el tiempo de trabajo, tiene lugar generalmente una intensificación del trabajo (se produce un mayor producto de valor en el mismo tiempo), lo que favorecería un aumento de plusvalor. Pero esto no se tiene en cuenta en el cálculo de nuestro ejemplo»].  

Este último caso, corresponde (por lo que respecta a su tendencia) al desarrollo de los países capitalistas desarrollados. El hecho de que la clase trabajadora de estos países tenga un mayor nivel de vida y jornadas laborales más reducidas que hace, pongamos, 100 años, no significa en absoluto que la explotación haya disminuido o que haya desaparecido. Recuérdese que el concepto usado de explotación hace referencia a un estado de cosas en en cual los trabajadores crean un valor mayor del que reciben por salario. El grado de explotación, recuérdese también, no tiene que ver con el nivel de vida, malo, bueno o regular, sino con la tasa de plusvalor. Por consiguiente, infiere MH, «es perfectamente posible que la elevación del nivel de vida y la reducción del tiempo de trabajo vayan acompañadas de un aumento del plusvalor y de la tasa de plusvalor».

La dinámica que se acaba de esbozar, matiza MH, basada en la producción de plusvalor relativo tiene un supuesto no explicitado hasta el momento: la gran mayoría de los medios de vida que entran en el consumo del trabajador han de ser producidos de manera capitalista. Mientras las familias de trabajadores produzcan ellas mismas una gran parte de sus medios de vida o se los compren a pequeños campesinos y artesanos, el aumento de la fuerza productiva en las empresas capitalistas da lugar a un plusvalor a corto plazo que solo provoca una pequeña disminución del valor de la fuerza de trabajo.

A lo largo del siglo XX se alcanzó un punto en el que la mayoría de los bienes consumidos por una familia de trabajadores se producían de manera capitalista. MH nos describe brevemente a continuación el fordismo y el taylorismo. No lo hacemos aquí. Luego añade: a pesar del aumento de los salarios reales, disminuyó el valor de la fuerza de trabajo y, las ganancias pudieron crecer. «La producción estandarizada a gran escala, el aumento del consumo de masa y las ganancias crecientes fueron de la mano durante casi dos décadas, y constituyeron una de las bases (no la única) del «milagro económico» de la época de posguerra.»

Nuestro autor define a continuación trabajo productivo en estos términos:

El fin del proceso de trabajo, considerado con independencia de su determinación económica formal, consiste en la producción de una determinado valor de uso. Desde el punto de vista del proceso de trabajo, el trabajo que crea valor de uso o participa de ello es trabajo productivo. Dado que el fin del proceso de producción capitalista consiste en la producción de plusvalor, desde el punto de vista del proceso de producción capitalista solamente el trabajo que produce plusvalor es trabajo productivo (sería trabajo productivo en sentido capitalista).

MH comenta que si un determinado tipo de gasto de trabajo se trata o no del trabajo productivo en sentido capitalista, no depende del carácter concreto de este trabajo sino de las condiciones económicas en que se realiza. Su ilustración: si hacemos una pizza y se la damos de comer a nuestros amigos o la comemos nosotros mismos, hemos creado un valor de uso, pero como no se vende, no es una mercancía propiamente; tampoco se ha creado valor o plusvalor. Mi trabajo ha sido improductivo desde un punto de vista capitalista.

Si vendo la pizza en la calle, en una fiesta, he producido una mercancía y valor pero no plusvalor. El trabajo sigue siendo improductivo desde el punto de vista del capitalismo.

Pero si se me contrata en un restaurante gestionado de manera capitalista y hago allí la pizza por la que pagan los clientes, he creador valor y plusvalor y, por tanto, mi trabajo ha sido productivo. Así pues, «el que mi trabajo sea productivo no depende del carácter del valor de uso producido, sino de que produzca mercancías que al mismo tiempo contengan plusvalor».

Un ejemplo de servicios: en un teatro gestionado al modo capitalista, los actores son trabajadores productivos (como lo son los trabajadores de acero que trabajan en una empresa capitalista). Para el carácter de mercancía de una cosa tampoco desempeña ningún papel el hecho de que sea realmente útil y necesaria para la reproducción de la sociedad: un yate, un tanque o una película son mercancías si encuentran comprador. Y si se producen en condiciones capitalistas, todas esas mercancías serían trabajo productivo.

Para realizar trabajo productivo, tengo que ser trabajador asalariado; la inversa no es cierta: no todo trabajador asalariado es, sin más, trabajador productivo señala MH. Si soy cocinero en un restaurante a la manera capitalista, mi trabajo es productivo; si soy cocinero del capitalista en su esfera privada, en su casa pongamos por caso, siendo siendo trabajador asalariado pero no produzco mercancías sino valores de uso: la pizza no se vende en este caso, se la comen el capitalista y sus amigos. Luego, por tanto, no he producido valor ni plusvalor. Soy un trabajador asalariado improductivo.

Aquí se pone de manifiesto, con esto concluye MH este apartado, el sentido de la distinción productivo-improductivo:

1. Si estoy trabajando como cocinero en un restaurante, el dueño tiene que emplear tanto dinero para mi salario como si trabajara apara él de cocinero privado.

2. Pero el dinero que emplea para el funcionamiento del restaurante solo ha sido adelantado, y regresa a su dueño, si el restaurante marcha bien, acrecentando el plusvalor.

3. En cambio, el dinero que paga por mí como cocinero privado ha sido gastado. El dueño recibe por ello un valor de uso (mis pizzas) pero no dinero.

4. Para poder gastar dinero en un cocinero privado, el capitalista necesita el plusvalor generado por un cocinero bajo sus órdenes en el restaurante.

5. La cantidad de trabajo improductivo, no generador de plusvalía, que se puede permitir el capitalista, el dueño del restaurante, está limitado por la cantidad de plusvalor que producen los trabajadores productivos en el restaurante.  

Hasta aquí el apartado 5º. El siguiente, el 6º y último del capítulo, lleva por título: «Acumulación, ejército industrial de reserva, depauperación», pp. 166-173.

 

PS. El comentario que les anuncié del profesor Manuel Martínez Llaneza:

Es útil clarificar la diferencia entre grado de explotación y nivel de vida. Hay países del llamado tercer mundo en los que ser explotado se considera un privilegio porque la alternativa a un empleo precario es el hambre al haberse destruido casi cualquier forma de supervivencia precapitalista. También es necesario explicar por qué un aumento salarial o una disminución de la jornada de trabajo no provoca necesariamente la ruina de los capitalistas, siquiera sea para responder a esta insufrible campaña antisalarial que nos invade con las mismas simplezas que se empleaban en el siglo XIX contra la jornada de diez horas y en el XX contra la de ocho.

Es, pues, loable el intento explicativo de MH. Sin embargo, la presentación que hace se basa en unas cuentas no fundamentadas, lo que la convierte en un juego de números sin contenido. Por una parte, debido a su ya criticada concepción del valor, MH confunde el valor de la fuerza de trabajo (en horas) con su precio (en euros) y, en consecuencia, las expresiones de la tasa de explotación o de plusvalía en ambas unidades. Esto no es aquí muy importante. Marx también lo hace para simplificar su exposición; basta con adoptar la contabilidad en un sistema, dinero por ejemplo, porque, como he indicado, esto puede explicarse con la propia contabilidad burguesa ya que se trata del reparto de lo producido.

Lo que no se explica, y es lo que tiene interés no numérico, es cómo se realiza el punto «5. Supongamos ahora que la fuerza productiva del trabajo se duplica en todos los sectores». Esa suposición tendrá que fundarse en algo. Si no se hiciese, como es el caso, se estaría haciendo referencia a la multiplicación de los panes y los peces, y no se necesitarían muchas cuentas para hacer comprender que, si hay más panes y más peces, el exceso puede repartirse de muchas formas, incluso mejorando algo la situación de los obreros. Es la fundamentación del sindicalismo.

En vez de poner un ejemplo forzado, que ilustra poco, sería mejor considerar, siquiera sea someramente, cómo se puede mejorar la productividad del trabajo, entre otras formas: adquiriendo o inventando máquinas, mejorando la formación de los obreros o usando el látigo contra ellos, robando materias primas a otros países manu militari, etc. Esto ilustra más la evolución del capitalismo imperialista que los juegos de números.

Por último, el concepto de «trabajo productivo» que expresa entiendo que no es el de Marx.; digo ‘entiendo’ precisamente porque no estoy seguro de entender lo que considera ‘plusvalor’, ya que siempre lo identifica con ‘beneficio’. Según Marx, el trabajo productivo se refiere a la fabricación de mercancías que se venden por el capitalista en un mercado; no sería trabajo productivo el de los trabajadores de un banco aunque produjera beneficios a los banqueros que los emplean y adelantan el sueldo. Es un tema delicado, creo que puede matizarse la concepción de Marx a la luz de la evolución posterior del capitalismo, pero también opino que lo correcto es trasladar con precisión lo que Marx expresó y manifestar en su caso la crítica fundada y las oportunas propuestas alternativas o completivas.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.