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Cronopiando

Memoria

Fuentes: Rebelión

Si en un golpe de olvido uno pudiera recoger su memoria para siempre y guardarla donde no se advierta ni lastime. Si uno pudiera ir limándole los bordes, hasta empequeñecerla, hasta reducirla a apenas un murmullo y evitar que importune y nos cuestione. Si uno pudiera recortarle todas sus aristas, volverla inofensiva, sin temor a […]

Si en un golpe de olvido uno pudiera recoger su memoria para siempre y guardarla donde no se advierta ni lastime.

Si uno pudiera ir limándole los bordes, hasta empequeñecerla, hasta reducirla a apenas un murmullo y evitar que importune y nos cuestione.

Si uno pudiera recortarle todas sus aristas, volverla inofensiva,

sin temor a que preste testimonio y nos condene a saberla y repetirla.

Si uno pudiera montarla en una amnesia, disiparla, perderla en un atasco, permitir que se caiga y que se rompa, volverla filigrana, subastarla, donársela a la iglesia.

Si uno pudiera evitar su insistencia, enfermarla de olvido, descuidarla o callarle bondades y certezas, hasta que nada la aliente o la permita.

Si uno pudiera al menos mitigarla, sepultarla en apaños y remiendos, donde nunca responda ni convenza.

Qué felicidad poder entonces regresar a la calle, armado de la misma y cotidiana expresión que ahora nos habla y nos sonríe, para abrazar, ya sin memoria, al desalmado que nos quiso cómplices de sus miserias, al hipócrita que nos mintiera afectos o al verdugo que ejecutó sentencia.

Qué felicidad recomponer el rostro en un cordial asombro, en un fraterno pasmo, y así estrechar las manos que mañana seguirán empuñando los rencores.