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José Carlos Bermejo publica La política como impostura y las tinieblas de la información (Akal)

“Tal vez la humanidad esté entrando en una era de fascismo cognitivo”

Fuentes: Rebelión

Compara la información con un flujo, un río donde a medida que aumenta el caudal se incrementan las dificultades para el bombeo del agua.

“La información no es nada si no se asimila y para eso hace falta tiempo y un método, que sólo se puede tener si se posee una preparación previa (…); pero ese molde estará vacío si no llega la información. Cuando la información es masiva y circula a velocidad de vértigo deja ciego y desorientado al espectador. Esto es lo que está pasando”, explica José Carlos Bermejo Barrera en una entrevista realizada el 11 de marzo en El Correo Gallego por la periodista María Almodóvar.

El catedrático de Historia Antigua en la Universidad de Santiago de Compostela ha publicado en Akal La política de la impostura y las tinieblas de la información. José Carlos Bermejo es autor, asimismo, de libros como Introducción a la sociología del mito griego; Historia y melancolía; La fábrica de la ignorancia; Rectores y privilegiados; o El gran virus. Ensayo para una pandemia.

En otro apartado de la entrevista, el escritor aborda los efectos negativos que el modelo informativo actual tiene para la memoria; “La novedad sólo puede ser instantánea, porque si dura, ya deja de ser novedad”, apunta el profesor y ensayista, de modo que el sistema prima la inmediatez y la sucesión de novedades.

Hay además un punto en que se complementan información y conocimiento, explica Bermejo a Marìa Almodóvar: “La información sin conocimiento es ciega, pero el conocimiento sin información está vacío. Conocer es asimilar información, sistematizarla, darle sentido, de tal modo que a partir de ella se pueda hallar otra en una búsqueda incesante”.

Nuestros universos particulares es el título de uno de los últimos textos publicados por el articulista –el 26 de diciembre- en El Correo Gallego. El autor adopta, como punto de partida, la perspectiva de los cazadores australianos – y otros como los pueblos bosquimanos del desierto de Kalahari-, quienes poseían los conocimientos que necesitaban para la supervivencia; su universo particular se basaba en la siembra, la crianza de los animales, cazar o producir herramientas.

Cuestión distinta es el homo insipiens actual, que desaparecería si se saliera de sus redes sociales. Tiene conocimientos muy limitados y vive en un mundo en el que quedan pocos territorios ignotos. Asimismo, escribe José Carlos Bermejo, el homo insipiens “tiene que admitir que es verdad o mentira lo que dicen los especialistas” y “cree en la nueva fe de lo que le dice Internet o su móvil, que son casi su única fuente de acceso al universo”.

El volumen de Akal incluye un artículo –La economía de la imaginación académica– en que el docente reflexiona sobre lo que el filósofo Ortega y Gasset consideraba “barbarie del especialismo”. Esto significa que aumenta el número de especialistas con mayores conocimientos sobre contenidos cada vez más reducidos. “El bárbaro especializado pierde el interés por todo aquello que no sea su mini-disciplina, y así el nivel cultural, e incluso científico, de las élites económicas y profesionales sufre un notable descenso”, valora Bermejo Barrera.

Tal vez una prolongación de este artículo se halle en Ciencia, comercio y sociedad. Arthur Schopenhauer integró, al igual que Hegel, el conocimiento científico en su sistema filosófico; y Kant enseñaba Mecánica Racional, Geografía Física y Astronomía. “A comienzos del siglo XIX las ciencias se enseñaban en la facultad de filosofía”, recuerda Bermejo en el libro de Akal.

“Se llamaba genio al que creaba un nuevo método que luego sería seguido por miles de investigadores durante decenas de años, o siglos. Einstein, Gödel o Turing aun fueron modelos en este sentido”, añade el historiador. Actualmente millones de investigadores realizan su labor de hormiga por todo el mundo, “la mayoría nunca serán famosos ni ricos, no tendrán poder académico ni político”.

En un segundo bloque de ensayos (El desorden y el silencio del mundo), José Carlos Bermejo subraya que en los procesos de Núremberg, tras la Segunda Guerra Mundial, se sometió a juicio a unas decenas de personas, pero en caso de que se hubiera buscado a los ejecutores del Holocausto y sus cómplices “su número pasaría de un millón sólo en Alemania”, incluidos policías, militares, jueces, religiosos, médicos o profesores universitarios.

No se produjo, por tanto, una depuración después de 1945. “BMW, Volkswagen, BASF, Hoescht, Bayer…, que tuvieron esclavos a su servicio, siguieron en activo, muchas veces con sus mismos directivos, lo mismo que los bancos”, destaca en el ensayo titulado La culpa y el pasado.

En el artículo Democracia digital y mundo real José Carlos Bermejo cita el libro de Matthew Hindman The Myth of digital democracy (2008); Hindman constata que la mayoría de los líderes de opinión digitales en Estados Unidos (y los blogs más influyentes) son profesionales que proceden de la Economía, las Ciencias Políticas o las empresas de la comunicación (no forman parte de las clases populares). A esto se agrega que la brecha entre ricos y pobres es similar a las desigualdades en la capacidad de generar información y opinión.

“El medio digital es el mensaje repetido muchas veces y la proliferación masiva de información (…); por eso sigue siendo esencial la educación y el desarrollo de la capacidad de pensar y de dudar, con la que el sistema está acabando”, concluye Bermejo Barrera.

Otra reflexión incluida en el libro de Akal –Efectos terciarios– parte del libro Pharmageddon (2013), del psiquiatra y psicofarmacólogo David Healy; el mercado farmacéutico mundial movilizó en 2010 un volumen de 900.000 millones de dólares (la mitad del gasto se produjo en Estados Unidos). Durante la crisis iniciada en 2008, el ritmo de crecimiento en el sector –a escala global- osciló entre el 10% y el 20% anual.

El autor de La política de la como impostura y las tinieblas de la información hace -sobre los gastos de las multinacionales farmacéuticas- la siguiente aclaración: “Una buena parte de sus gastos son los de propaganda, pues cada compañía compite con todas las demás por los mismos espacios de mercado (antidepresivos, estatinas…)”. Y subraya la sofisticación de la mercadotécnica médica, ya que se trata de convencer a médicos, administraciones públicas y Seguros de las propiedades de un fármaco.

En el prólogo al volumen de 466 páginas y 117 artículos, el historiador y ensayista introduce la noción de fascismo cognitivo –era histórica en la que tal vez esté entrando la humanidad-, y que contrapone al ideal de la Ilustración (el conocimiento vinculado a la libertad y la emancipación humana). Hoy, subraya José Carlos Bermejo, “quien controla la información en la economía, las redes del poder militar y el conocimiento científico-técnico es quien puede controlar el mundo manipulando las leyes”.

En la noosfera donde habita la especie digital, el gran desarrollo de las Tecnologías de la Información hace posible que las relaciones humanas –físicas, económicas y sociales- puedan procesarse y manipularse como información “cuantificable”.

Más aún, remarca el catedrático de Historia Antigua en el epílogo, “el procesamiento de la información con los big data, que sólo pueden hacer los gobiernos y grandes corporaciones, permite el control de la población, sus movimientos, consumo y opiniones”. Con un grado de concentración muy notable, actualmente es muy difícil de percibir los límites entre los grandes conglomerados empresariales (gas, energía o tecnológicas), la gran banca y el Estado. A ello se agrega el entrelazamiento en la propiedad, de modo que unos pocos lo poseen todo.

Algunas de las conclusiones del libro invitan al pesimismo (en el título del ensayo se emplea el término impostura, aplicado a la política española). Así, según el autor del volumen de Akal, “ya no hay textos ni pensamientos, sino sólo mensajes, intercambiados sin cesar entre los líderes políticos, del mismo modo que lo hacen las pandillas de adolescentes (…)”.

O bien, en el contexto de una política tóxica, “se condena al infierno o se manda al cielo a algunos por parte de quienes pueden hacerlo, que son quienes controlan la información, ya sea desde el poder del Estado o de las empresas”.    

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.