Del México carnal, urbano, brutal, contradictorio…a Locarno, tranquila ciudad de la Suiza italiana sede del festival cinematográfico más internacional del país. Un viaje de miles de kilómetros en busca de cruces de caminos y de identidades fílmicas que acerquen distancias. Te prometo anarquía llega a la 68 edición del Festival de Cine de Locarno – […]
Del México carnal, urbano, brutal, contradictorio…a Locarno, tranquila ciudad de la Suiza italiana sede del festival cinematográfico más internacional del país. Un viaje de miles de kilómetros en busca de cruces de caminos y de identidades fílmicas que acerquen distancias. Te prometo anarquía llega a la 68 edición del Festival de Cine de Locarno – entre el 5 y el 15 de agosto- para competir con otras 18 películas, la gran mayoría estrenos mundiales, por el Leopardo de Oro. Es el único film latinoamericano en la competición internacional, lo que le confiere a su presencia una trascendencia particular.
Es una gran responsabilidad», señala Julio Hernández Cordón, Acompañado en Locarno por parte de su equipo. Todos desbordan juventud. Descubriendo los laberintos de una ciudad-festival que espera en estos diez días superar las 165 mil entradas del 2014. «Estoy como flotando y no termino de aterrizar», susurra Diego Calva (actor principal en el rol de Miguel), que con apenas 22 años y a pesar de son amateurismo realiza una notable actuación junto con Eduardo Martínez Peña (Johnny o Peluca), el otro gran protagonista del film producido en México.
¿Mexicano?, ¿Guatemalteco?… «¡Mesoamericano!»
Cordón, que acaba de cumplir sus 40 años, no es un desconocido en Suiza. Dos de sus anteriores filmes recogieron aplausos de parte de la crítica especializada y el público, tanto en el Festival Internacional de Films de Friburgo en 2011 (Marimbas del Infierno) como en Locarno un año después, (Polvo). Con Gasolina, su primer largometraje, había ya triunfado en la sección Horizontes Latinos en el Festival de San Sebastián 2008. Y desde entonces sus películas se alzaron con numerosos premios o menciones especiales en decenas de festivales, entre ellos Miami, Buenos Aires, Ícaro, Tarapacá y Valdivia (Chile), Torino, Lima, Toulouse, Morelia etc.
Nacido por casualidad en Carolina del Norte, con padres enraizados en Guatemala y México (y portador de las tres nacionalidades) con gran parte de su infancia vivida en Guatemala, pero también con estudios en Costa Rica y México, Julio Hernández Cordón no tiene problemas de identidad. Me defino y me siento como «mesoamericano», enfatiza con particular tranquilidad.
La «desaparición forzada»…de la realidad a la ficción
Amigos incondicionales y amantes, Miguel y Johnny se conocen desde la infancia. A pesar de sus orígenes sociales diferentes, la práctica de la patineta los une entrañablemente.
Se trata de una pasión que les ocupa una buena parte de su existencia, compartida apenas con la compra y venta de sangre. Una actividad fácil que les asegura la sobrevivencia cotidiana en un México económicamente complejo y con abundante mano de obra desocupada. La última transacción, un negocio con narcotraficantes que involucra a cincuenta donantes y en la cual Miguel es el principal intermediario, terminará trágicamente con la desaparición de los mismos.
Lo que obliga a los dos amigos a separarse y recorrer caminos diferentes para poder seguir existiendo a pesar de culpabilidades, remordimientos y la tristeza de un amor quebrado.
«Mi guión retoma, de una u otra manera, hechos recientes verídicos. Sea la desaparición de un grupo de adolescentes originarios del barrio Tepito en la Zona Roja del Distrito Federal. Sea la desaparición en septiembre pasado de los 43 estudiantes normalistas de Ayotzinapa» explica Julio Hernández Cordón.
Algunas de las escenas de violencia del film, son radiografías de una situación muy típica que se conoce tanto de México como Guatemala, explica el realizador. «Con la policía involucrada con redes delictivas. Y donde en muchos casos, no hay distinción entre mundo criminal y político, entre empresarios y bandas». Lo que produce el «descreimiento de la gente, especialmente de los jóvenes, hacia las autoridades y la policía en particular. Y conduce, por simple frustración ante la impunidad, a reproducir respuestas tan violentas como irracionales».
Historias de vida, el mejor guión
A la película «la vengo concibiendo desde el 2007. La tenía en la cabeza desde entonces. Pero como la idea se cerraba con la fuga y el auto-exilio de uno de los protagonistas en Estados Unidos, esto me exigía un costo de producción al que no podía hacer frente».
Finalmente, con recursos asegurados por fondos de productores mexicanos y alemanes, la película se realizó aceleradamente. «Siete semanas de filmación hacia finales del 2014. Y unos dos meses de trabajo intenso de post-producción en el primer semestre del año en curso», explica Hernández Cordón. Quien recuerda ciertos viajes que realizó ya a partir del 2012 de Guatemala a México para ir identificando y seleccionando en la vida real a los jóvenes que lo acompañarían en el film.
Proceso de selección que desató una intensa participación y aseguró, luego, la libertad y espontaneidad de los protagonistas, hasta entonces amateurs, en la actuación, tal como lo enfatiza Eduardo Martínez Peña, quien en la vida real es uno de los grandes íconos mexicanos de la patineta urbana.
«Le presentamos a nuestros amigos. Recogimos historias. Y Julio (Hernández Cordón) pudo así ir incorporando canciones, expresiones, dichos, diálogos, formas de nuestro hablar cotidiano. Nuestras biografías se fueron convirtiendo en libreto. Y nunca tuvimos un guión hermético o pre-definido. Fuimos libres. Enriquecimos la película con nuestra realidad y vivencias», señala.
Autenticidad que desborda en muchas escenas de esta ficción que tiene mucho de documental. «Sin duda, lo que más me alegra de haber participado en este proyecto es que dentro de 10 años cuando miremos el film, siempre vamos a encontrar y reconocer nuestra ciudad, nuestros amigos, nuestros rincones, nuestros sentimientos, todas las imágenes que son tan nuestras», enfatiza Diego Calva.
Cruces de caminos
Estar en Locarno con Te prometo anarquía, «constituye un gran honor en mi proceso de consolidación como realizador cinematográfico», concluye Julio Hernández Cordón.
Coincide con una etapa, muy ligada a su presente profesional y de vida en México, donde «siento que estoy dejando de ser un adolescente cinematográfico para convertirme en un adulto con desafíos propios». Y en este cruce de caminos, entre Hernández Cordón y el Festival de Locarno, que se repite tres años después de su primera participación, parece no haber nada de fortuito. «Coincido con Locarno y su línea editora. Entre los festivales grandes sigue apostando al cine como lo entiendo y lo siento yo mismo: como arte en su más profundo sentido», concluye.
Una deuda pendiente en todo el continente: «la falta de una correcta política de protección a la exhibición». Es importante que «nuestros filmes puedan ser conocidos, cuenten con publicidad, pasen un cierto tiempo en las salas». En la actualidad esa nueva generación de talentos se enfrenta a «desiguales condiciones con las producciones extranjeras, especialmente norteamericanas, que invaden el mercado» e imponen sus reglas, concluye. *Sergio Ferrari, en colaboración con swissinfo.ch