…del valor atribuido dependerá la realización o no de los costos, entiéndase estos en la unidad de medida que sea ¿o es que acaso la sociedad acepta precios simplemente porque a quien(es) produce(n) le(s) costó muchísimo hacerlo?… Planteando la cuestión El sistema teórico que desarrolla Adam Smith parece tener algunas incongruencias dentro de sí mismo. […]
Planteando la cuestión
El sistema teórico que desarrolla Adam Smith parece tener algunas incongruencias dentro de sí mismo. Destaca de estas, lo relacionado con lo que puede llamarse su teoría del valor y su teoría de la renta. Entre ambas existe una desconexión metodológica, resultado del carácter ambiguo de sus métodos de investigación económicos.
La tradición marxista de economía política ha mostrado como resultado positivo, la supuesta tenencia de una teoría que puede ser un nexo entre el valor y lo más superficial: el precio; logrando así superar los errores de Smith en La Riqueza de las Naciones.
Este enfoque marxista tradicional,-como saben muchos-, plantea una teoría de costos medios sociales, donde la unidad de medida no es el dinero sino el tiempo de trabajo. Aclaro, que digo que son costos, porque esta corriente habla de gastos de trabajo,- como media social, claro-, y aunque la contabilidad distinga entre costos y gastos por su destino, a los efectos usados aquí son lo mismo.
Después estos costos (media del tiempo de trabajo abstracto materializado necesario) se redistribuyen, y mediados por el dinero, se forman los precios, que ocultan la verdadera sustancia: las horas de trabajo abstracto…, afirman.
Sin embargo, hasta ahora he defendido que todo lo dicho por este enfoque tradicional no es más que una mala interpretación, producto básicamente del desconocimiento del método dialéctico y de equivocaciones al comprender el contenido de determinas categorías, tales como sustancia.
Al rectificar la categoría valor, y plantearla solo como relación de reconocimiento, eso hace que deba reconceptualizar algunos elementos, -o al menos-, entenderlos desde esa lógica. Es por eso, que aparte de enfrentar esta interpretación que defiendo la crítica de «subjetivista», debe afrontar interrogantes que se le presentan para demostrar o no su veracidad. Dentro de esas cuestiones, está la relación que puede existir entre las categorías valor y costos. Adelanto que ambos han sido confundidos, perdiendo de vista su verdadera relación.
El valor, como tal reconocimiento, al determinarse en un proceso de lucha de clases, va a estar sujeto a un pleito, negociación, forcejeo entre comprador-vendedor, -o sin economicismos-, forcejeo entre los que intercambian algo. Es por eso que cada parte va a querer que se le reconozca los gastos en los que ha incurrido. Así, los costos serán uno de los elementos centrales en la lucha por el reconocimiento de determinado valor de cambio, y esa es su relación.
Caso depreciación. Un acercamiento
Durante mucho tiempo pensé en la fuerte correspondencia entre la contabilidad empresarial y la teoría del valor. Veía por ejemplo, como la famosa amortización se relacionaba con la idea de que una parte de los elementos del capital constante transfieren su valor poco a poco, tal y como los activos fijos tangibles. El hecho de que conociera la contabilidad primero, y luego la economía política condicionaron que me sirviera de la primera para pensar la segunda, y vinculara cosas como la que acabo de mencionar en este párrafo, -que si bien no son un error en apariencia-, si en la esencia teórica que esconden.
Vi que eso no era algo mío, que ya estaba escrito, y luego aprecié que había que rectificar a esa lógica de los costos de depreciación (la idea de asociarla a la teoría del valor socialmente aceptada) que esta es hasta cierto punto un mecanicismo materialista, que termina-como todo materialismo vulgar- en disolver el problema realidad e identidad, donde el valor es un referente material (horas materializadas), valor per se, en el que el mundo debe mirarse.
En realidad está bien separada la noción social de depreciación (la de los registros contables) y la depreciación real. Eso es correcto en el sentido que hay cosas que contablemente deprecian y que aún sirven, pero se le asocia a que la sustancia (el trabajo materializado) se gasta. Esto es, como si hubiese una separación entre la depreciación en dinero aceptada socialmente y la real en cantidad de trabajo abstracto materializado.
Otra distorsión en esa lógica, resultante de pensar el valor como trabajo materializado, es el hecho de concebir que si algo no se ha roto, aún posee valor per se, porque su trabajo creador no se ha gastado; y es esa distorsión, sobre la que se basa lo que cuestiono para relacionar las dos formas de depreciación. Pareciera como si se separarán los costos en dinero y en horas de algún activo fijo.
Eso vuelve a conducir pensar que el marxismo tradicional ha caído en otro normativismo, donde se separa la sustancia (horas materializadas) que a su vez tiene que ver con la duración del producto, y su forma social última (en dinero). ¿Qué propone esa teoría, emparejar el costo monetario con el real (en horas)?
Todo es mucho más sencillo que este falso dilema de la depreciación. Esta no es más que un mecanismo que permite a las empresas quitarse ciertos impuestos y hacer otros artilugios en pro de sus ingresos, por eso declaran una depreciación de menor brevedad de lo que realmente durará un activo fijo tangible. En su racionalidad económica, estas solo están creando una noción de valor respecto a su producto, que se separa de sus costos monetarios y su duración real. Es decir, las empresas relacionan no los costos-horas con los monetarios, sino estos últimos con el valor (el reconocimiento social figurado en dinero).
¿No tendrá esto que hacen las empresas más sentido? ¿No es muy normal intentar sacar siempre una brecha esto los costos reales (monetarios) y lo que ofrece la sociedad? Fue la reflexión sobre la depreciación contable y real entendida desde la tradicional economía política marxista, la que me condujo a tener el primer elemento para vincular la teoría del valor (la que defiendo) con los costos de la producción. Si bien hay separación entre lo que realmente dura un activo y como se deprecia, eso no quiere decir que se distorsione su valor, ya que la propia sociedad creó esa noción de valor sobre estos, independientemente de que aún sirvan. Este exceso de existencias, es un problema muy importante, pero no precisamente una desviación capitalista de la llamada ley del valor. Con esto comenzaba a ver, como el marxismo que cuestiono establece dos teorías de los costos (horas y dinero) y cómo en realidad el costo es un elemento que los productores tienen en cuenta para el reconocimiento social de los productos del trabajo.
El valor y los costos en el marxismo. La confusión
La tradición marxista se ha encargado de defenderse y atacar de/a las corrientes burguesas, y como he mencionado, partiendo de interpretaciones equivocadas. Como los burgueses explican todo desde costos y ganancia (en términos monetarios) y el dinero es una categoría fetichista, había que darle una respuesta a esto. El valor no podía darse en términos monetarios. De ahí, acompañados de la estructura de valor, se comenzó a desmontar a los burgueses.
En la búsqueda de la explicación que sustituyera al dinero de la ecuación, se encontró otra de esas tantas categorías con significado hegeliano que los economistas han distorsionado: el trabajo. Así, en vez de ese dinero, se le daba la idea de que la estructura del valor no era el reconocimiento los gastos de capital, sino de los gastos de trabajo promedio sociales para producir una mercancía.
Se pensó -y se piensa-que con esto se vencía el fetichismo y el error de los burgueses, cuando en realidad se arrastraba. Solo cogían la lógica de los primeros, para decir, que no es el dinero, sino el trabajo abstracto materializado.
Si se tiene duda sobre este paso atrás con esa interpretación, piénsese ¿tiene sentido sustituir una teoría que cuantifica el valor (erradamente claro) por otra que le pone una medida no cuantificable? Es decir, se pasaba de pensar el valor sustancialmente en términos monetarios a términos de algo que no es medible (horas). Así, si bien debe establecerse una alta diferencia entre valor y costos -y una relación-, solo se continuó el enredo.
El valor y los costos. Lo confusión y la aclaración
En uno de esos magistrales escritos de Antonio Machado, este destaca que solo un tonto confunde precio con valor. La primera vez que lo leí pensé que algo tenía claro: una cosa es la sustancia reconocida (precio) y otra la que tiene realmente (horas materializadas). ¿Cómo pude llegar a semejante idea? Estaba creyendo que un poeta de la magnífica generación del 98 comprendía la diferencia entre lo reconocido y lo dado, pero, ¿acaso puede haber más idealismo que pensar que un poeta puede ser un materialista extremo? No podía, sin duda alguna, un poeta crear la metafísica de una sustancia al más puro estilo de Demócrito: la sustancia es física (horas materializadas en este caso).
Es por eso que rectifiqué, y acerqué más el mensaje de este poeta a su estilo. Como la mayoría de los de su gremio, para el genio español, el valor, como es de esperarse, era más algo sentimental, romántico. ¿No es eso acaso un reconocimiento a determinado objeto? Si bien no trata el verso de un reconocimiento social, está reforzando (consciente o no) la idea de que el hombre, es la medida del mundo, por tanto, la sustancia del mundo es el propio hombre (el hombre consciente). En pocas palabras, es el hombre en un acto consciente quien le pone sustancia, sentido, y por tanto valor, al mundo. Como todo poeta, eso comunicó Machado.
Con el esclarecimiento de sus palabras, y trayéndolo al tema central, creo que habría que añadirle algo más preciso: solo un tonto confunde costo con valor. Esa es principal confusión que manifiesta -inconscientemente a veces- la relación valor y costo difundida en el seno de algunos enfoques marxistas.
No sería apropiado-por razones de espacio-en estas líneas mostrar la explicación de por qué se piensa así, pero se puede recordar par de razones. Los economistas ingleses comprendieron que como teoría social debían estudiar el cambio, como forma de reproducción de la sociedad. Esto es a tal punto, que el estudio de la obra de alguno de estos economistas, fue crucial para la formación de un pensamiento dialéctico en Hegel.
Sin embargo, el rechazo a ultranza del racionalismo por parte de los ingleses, que devino en su afición a la empírea, hizo que también rechazaran la lógica racionalista de la sustancia de las categorías y le dieran un cuerpo físico: horas. De ahí que todas esas corrientes de entender el valor (inglesas) armaran teorías basadas en horas, en cantidad (sustancia física) de trabajo. Su objetivismo extremo los condujo ahí, tenía que tener el valor una sustancia, la que ellos decían.
Ha sido hasta ahora esa concepción de valor la que ha distorsionado su relación con los costos. Ahora, ¿cómo insertar los costos en el valor?
Si se piensa en la sección primera de El Capital, o en cualquier ejemplo de intercambio, se apreciará que está detrás. En un caso hipotético de épocas primitivas, -por ejemplo-, donde dos tribus intercambian dos productos determinados, ¿qué busca cada una? Ese intercambio se hará de forma tal que cada cual intente obtener lo necesario para reponer sus necesidades. Estas necesidades, como explica Marx pueden ir desde lo más tradicional (alimentos, etc.) hasta algunos de índole estética. La satisfacción de esas necesidades no es más que la reproducción de la capacidad creadora del hombre, es decir, los elementos que permitan repetir cualquiera de sus funciones (físicas o mentales).
Claro está que nadie cambia para perder, de ahí que se busque siempre eso que permita reponer. Por eso, digamos, quien estuvo días enteros para hacer cierto producto, tratará de venderlo de forma tal que lo que obtenga le permita reponerse de ese trabajo realizado y reproducirse como hombre consciente. Siempre en el reconocimiento de los resultados de la actividad humana (el valor), el que cambia busca como mínimo recuperar lo empleado.
Lo mismo ocurre en tiempos actuales de capitalismo moderno. Una empresa usa las capacidades productivas del hombre, de máquinas, dinero, y del capital de manera general, y cuando va a vender, lucha por el reconocimiento que permita la reproducción de ese capital, es decir, reponer la capacidad del hombre, de las máquinas, y el aumento del capital.
Así, en el valor, se contemplan los costos. Pero hay que dejar claro, que una cosa es que al darle ese valor a algo, de forma indirecta se reconoce (bien o mal) los elementos que participaron en su creación y otro, es pensar que estos elementos le dan valor per se.
Si bien, quien afirme que el valor es el precio y los costos de capital, comete un error, también lo hacen todos aquellos que afirmen que el valor son los gastos de trabajo (costos medidos en horas de trabajo), porque ambos confunden valor con costo (sin importar los términos que expresen los costos).
Cada cual en el intercambio puede ser representante de lo que le costó adquirir o crear lo que compra, pero el valor es el reconocimiento social dado-no a esos gastos expresados en cualquier unidad- sino a los resultados de ese trabajo.
Del reconocimiento ese, -de ese valor atribuido-, dependerá la realización o no de los costos, entiéndase estos en la unidad de medida que sea ¿o es que acaso la sociedad acepta precios simplemente porque quien(es) produce(n) le(s) costó muchísimo hacerlo? Esto solo ocurriría de ser el producto imprescindible en la reproducción de esa sociedad. El productor intentará que se reconozcan sus gastos, pero del resultado de su interacción con los que comprarán, de esa interacción, que depende de cuánto necesite la sociedad el producto, dirá el valor, y no precisamente el contenido de sus costos.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.