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En Violencia y ley en la poscolonia: una reflexión sobre las complicidades Norte-Sur, los antropólogos sudafricanos analizan las causas de la dura realidad política de los países que fueron colonias

Terrorífica epopeya de anarquía

Fuentes: LaNacion.com

Durante los últimos años, las descripciones de las naciones poscoloniales se han convertido en una terrorífica epopeya de anarquía y violencia, añadiendo un tono brutal a los arquetipos europeos de subdesarrollo, abyección y conflictos étnicos. Niños bandoleros en África, señores de la droga en los países andinos, piratería intelectual en China y fraude electrónico en […]

Durante los últimos años, las descripciones de las naciones poscoloniales se han convertido en una terrorífica epopeya de anarquía y violencia, añadiendo un tono brutal a los arquetipos europeos de subdesarrollo, abyección y conflictos étnicos. Niños bandoleros en África, señores de la droga en los países andinos, piratería intelectual en China y fraude electrónico en la India se suman a un panorama de la política y la economía grotescamente desolador: una pesadilla de gobiernos disolutos, de profanación de la ley, del recurso rutinario a la violencia como medio de producción; una pesadilla, también, en la que la línea que separa al político del delincuente se difumina hasta desaparecer por completo. En África, todo esto se refleja en trilladas metáforas sobre la maleficencia: «cleptocrático» es ahora un adjetivo aceptado del Estado. Tanto es así que en un informe oficial francés se aseguraba que comenzaba a ser difícil distinguir entre los regímenes en el poder y el crimen organizado. […]

Kenia, Guatemala y Rusia, escenarios de distintas formas de violencia política
Kenia, Guatemala y Rusia, escenarios de distintas formas de violencia política

¿Están realmente las poscolonias de África, Asia, Europa o América Latina más sumidas en la violencia desordenada, los tejemanejes inciviles y el terror incontrolado que los demás estados nación del siglo XXI? ¿Se están hundiendo aun más en el caos? […] ¿Acaso las poscolonias están viviendo ejemplos de la célebre máxima de Marx según la cual la violencia «es la comadrona de toda sociedad vieja que lleva en sus entrañas otra nueva», más aún, de «todo cambio en la historia y en la política»? ¿O bien la suya es una condición permanente […]? La respuesta instintiva a todas estas preguntas […] es que sí. Sí, en las poscolonias reina un desorden excesivo y particular. Sí, se están hundiendo aun más en el caos. Sí, esto parece ser un estado crónico. […] No se presta suficiente atención a la posibilidad de que se trate de algo más profundo, algo inherente a la coyuntura de violencia, soberanía e i-legalidad que existe en todas partes […].

En la poscolonia

Al hablar de las poscolonias africanas, Achille Mbembe sostiene que en todo el alboroto sobre la criminalización del Estado se pasa por alto algo más importante: el surgimiento de un «gobierno indirecto privado», una caricatura de la liberalización en la que las normas antiguas de patrocinio y un fragmento de redistribución clientelista como la soberanía se difuminan en formas privatizadas de poder y acumulación; un poder arraigado en el control bruto sobre la vida y la muerte. Esta alteración ha sido acompañada de un cambio en la vinculación de África al orden global: no se ha marginado el continente, sostiene Mbembe, sino que se lo ha enredado en una economía paralela y paria de escala internacional. Muchos han visto analogías en otras partes: en la antigua Unión Soviética, donde la corrupción concentrada en el Estado ha dado paso a una «batalla campal», convirtiendo el delito en «una industria importante»; también en América Latina, donde se dice que la anarquía epidémica ha acompañado la «ola democrática», uniendo las redes criminales locales con las transnacionales y convirtiendo barrios urbanos pobres en campos de batalla. […] Al parecer, la criminalidad con violencia se ha convertido en un rasgo endémico de la condición poscolonial.

La descripción que hace Mbembe de un «gobierno indirecto privado» se corresponde con el pesimismo popular acerca del malestar y el caos que plagan las ex colonias. Aquí, África conserva la pole position […]. Esto ha suscitado el contraargumento según el cual las condiciones en el continente no son tan apocalípticas como se presentan ni tan excepcionales desde el punto de vista planetario, y en cambio, suponen un «mayor negocio». [….] Un informe reciente del Banco Mundial muestra que la inversión extranjera directa en el sur del Sahara «arrojó los mayores ingresos del mundo en 2002». […] A menudo el desorden resulta ser una compleja colaboración entre el Norte y el Sur. […]

Resulta evidente que la liberalización y la democratización no han eliminado las oligarquías a la antigua usanza. Simplemente han modificado los recursos y la retórica a su disposición. Es posible que los cleptócratas ya no obtengan provecho de las preocupaciones geoestratégicas de la Guerra Fría. Pero les vienen bien las ayudas de los donantes y el comercio global que no cuestiona nada […]. Las mismas cualidades que perjudican a las poscolonias en el mundo empresarial -el hecho de que sus pasados coloniales les garantizaban unos sectores burgueses muy pequeños, bajos niveles de habilidad formal y economías basadas en la extracción- los preparan bien para los mercados decadentes fomentados por la liberalización. […] Las empresas efervescentes y agresivas florecen, por ejemplo, allí donde crecen las amapolas y la coca […]. Y allí donde se encuentran gustos refinados por lo exótico y lo ilegal surgen nichos de mercado especializados en especies en peligro de extinción y personas y cosas protegidas: antigüedades y órganos vitales, bebés, trabajadores sexuales y novias por encargo vía correo electrónico.

Las economías decadentes también están ampliando sus sectores de servicios. Aquí también los habitantes poscoloniales encuentran trabajo cuando los empleos convencionales son pocos. El trabajo más obvio en este ámbito es el transporte de mercancías de contrabando […]. Pero la revolución digital también ha abierto nuevas oportunidades en la intersección entre lo lícito y lo criminal. […] Se está extendiendo el negocio de los ciberdelitos y el robo de datos que se alimenta de la dispersión y la liberalización de la información privada, y los instrumentos virtuales que sirven para verificar la propiedad y hacer circular la riqueza. De ahí las fábricas que han surgido en Asia, junto a las empresas de explotación en masa, que se dedican a suministrar documentos de identidad falsos y tarjetas de crédito expertamente clonadas a quienes perpetran por todo el planeta lo que se denomina con gran acierto «fraude plástico». […]

¿Qué conclusión puede extraerse de todo esto? Pues que se ha acabado asociando las poscolonias con una modernización falsa, sui géneris, con la creación de documentos ficticios, objetos falsos y el robo de la propiedad intelectual. La mímesis, legítima y de otra índole, siempre se ha proyectado hacia Europa, naturalmente, marcando la distancia entre la civilización y sus imitadores. Pero los tiempos cambian. En la era poscolonial, las copias proclaman su independencia y circulan por su cuenta. […] La revolución electrónica ha dispersado los medios de reproducción mecánica y de acceso a los productos patentados en Occidente. […] Las marcas, una afirmación del monopolio sobre la circulación de determinados tipos de valor, incitan a la clonación; ello se debe a que en la copia se materializa parte de la esencia del «artículo auténtico». Con permiso de Benjamin, el aura de la producción masiva no extingue simplemente su singularidad y su valor.

[Traducción: Discobole]