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«Tesis electoral 2017», segunda vuelta

Fuentes: Portal Rodriguista

«Las clases medias -el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino-, todos ellos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, son reaccionarios, ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia. Son revolucionarios únicamente por cuanto […]

«Las clases medias -el pequeño industrial, el pequeño comerciante, el artesano, el campesino-, todos ellos luchan contra la burguesía para salvar de la ruina su existencia como tales estamentos medios. No son, pues, revolucionarios, sino conservadores. Más todavía, son reaccionarios, ya que pretenden volver atrás la rueda de la Historia. Son revolucionarios únicamente por cuanto tienen ante sí la perspectiva de su tránsito inminente al proletariado, defendiendo así no sus intereses presentes, sino sus intereses futuros, por cuanto abandonan sus propios puntos de vista para adoptar los del proletariado.»

Carlos Marx y Federico Engels, Manifiesto Comunista

Los resultados de las elecciones reflejan que las voluntades, deseos o cualquier otro fenómeno de la subjetividad humana (recalco esto por si existiera otro ser vivo con subjetividad), no es lo que determina en última instancia las confrontaciones políticas. Son las económicas y de clase.

Hemos señalado con anterioridad en el artículo «Tesis electoral 2017» publicado en mayo de este año que:* «Los más golpeados desde que empezó la crisis de 2008, han sido los sectores medios de la sociedad. Con ello, se ha agudizado el nivel antagónico de las contradicciones entre la pequeña burguesía, la mediana burguesía y las capas medias de la sociedad versus la gran burguesía. Hecho históricamente nuevo o al menos nunca tan grave como ahora.»*

La clase obrera, los asalariados, a pesar de representar históricamente la contradicción fundamental frente a la burguesía, hoy tiene carácter secundario. Esto tiene que ver con el poco desarrollo industrial del país, por lo que la gran empresa es fundamentalmente extractivista y exportadora de materias primas. En la medida que estas áreas de la economía no entren en deterioro, la clase obrera no entrará frontalmente en la lucha política. Por eso su participación en el proceso electoral ha sido prácticamente nula.

Por su parte, la gran burguesía ha asumido un rol claro y activo, apoyando a Sebastián Piñera con grandes sumas de dinero e infraestructura. Ante la crisis del capitalismo solo el proteccionismo, representado por su candidato, les permitirá mantener y hasta elevar sus tasas de ganancias, en claro detrimento de los trabajadores y de los avances en los beneficios sociales alcanzados hasta ahora. Una vez más, la gran perjudicada seguirá siendo la «clase media».

En grandes rasgos se puede decir que la sociedad chilena se divide en tres grupos determinantes: la gran burguesía que representa menos del 1%; la clase obrera, que abarca alrededor de un 20%; y la «clase media» alrededor de un 80%. Estos datos no son un referente del poder que tiene cada uno de estos grupos sociales en las decisiones políticas del país. Aunque suene paradójico, es la ínfima minoría de la población – la gran burguesía- la que decide el destino de nuestra nación.

Así es la democracia de poco representativa de nuestra realidad social y política.

La socialización mundial de la producción hace que las ganancias de las grandes empresas sean muy superiores en comparación a las que solo tienen como destino el mercado interno. En ello radica la desproporción de los ingresos de los diferentes grupos sociales. Un minero u obrero de una gran empresa transnacional percibe más que un empresario pequeño e incluso mediano y que los profesionales.

La globalización y el libre mercado en nuestro país, transformó la economía en exportadora de materias primas, representando el 80% del PIB, y utilizando apenas un 20 % de la fuerza laboral. Contrariamente, las micro, pequeñas y mediana industria y de servicios aportan el 20% al PIB y el 80% de la fuerza laboral del país. Todo ello, profundiza enormemente la brecha de los ingresos entre los ricos y el resto de la población. Ésta injusticia, es la fuente principal del malestar generalizado, que genera la ruptura política entre la pequeña y gran burguesía.

Por lo tanto, es bastante obvio que la disputa electoral por el poder político es entre la «clase media» y la «clase alta». Esta realidad, es la que ha determinado las alianzas, los partidos políticos, los programas de los candidatos, y en definitiva, los resultados de la primera vuelta.

Para algunos, el resultado ha sido sorpresivo, sin embargo, al analizar la realidad objetiva, no hay de qué extrañarse.

En la historia estos fenómenos de lucha de clases y electorales se repiten, y es necesario sacar las lecciones correspondientes. En los años 30, ante la crisis del capitalismo, emergió una «clase media» «empoderada» representada por el Partido Radical. A medida que esa pequeña burguesía creció económicamente y se transformó en gran burguesía, el partido se debilitó abandonando la defensa de los intereses de las mayorías, del progresismo y del pueblo. Si Pedro Aguirre Cerda fue un presidente para el pueblo, los radicales que le siguieron, gobernaron para los empresarios. Posteriormente, vino la Democracia Cristiana, con Eduardo Frei Montalva pregonando la reforma agraria, la chilenización del cobre y la revolución en libertad. No obstante, en los sucesivos gobiernos de ese partido, han sido administradores de los intereses de los grandes empresarios y del imperialismo norteamericano. Por lo anterior, no se puede considerar hoy una rareza la debacle del Partido Demócrata Cristiano.

Lo mismo ocurre, con el Partido Socialista. El partido de Marmaduque Grove, de Clotario Blest y Salvador Allende, el partido de los trabajadores, hoy es un referente de empresarios para empresarios.

La alta abstención electoral no es resultado de la baja politización o de la apatía de la población por la política, sino por la conciencia de que el sistema democrático y electoral no resuelve los problemas reales y de fondo. Así lo han demostrado los 27 años de democracia. Existe cansancio ante la corrupción, por el papel vergonzante de los diputados y senadores que legislan para los empresarios. Lo mismo sucede con la inoperancia del poder judicial para castigar los delitos del empresariado y los crímenes de la derecha política, de las fuerzas armadas y carabineros. Hay hastío del gobierno y sus ministros que a través de discursos vacíos, justifican lo injustificable. A pesar de autodenominarse de centro izquierda, sus políticas siguen las directrices del imperio estadounidense en contra de los intereses de la región. Ricardo Lagos, en su mandato apoyó el golpe de estado contra Hugo Chávez y hoy Michelle Bachelet es cómplice de las políticas intervencionistas del imperialismo. Con la colaboración abierta de la marioneta Almagro en la OEA, estimulan las acciones de la oposición contra el presidente de Venezuela Nicolás Maduro.

Por todo esto, también decíamos que: «*El Frente Amplio representa el deseo de poder independiente de la gran burguesía. Es el llamado empoderamiento de la pequeña burguesía cansada de los abusos de su hermano mayor. Es una guerra fratricida.»*

El candidato del Partido Progresista, Marco Enríquez-Ominami, es más de lo mismo. En elecciones anteriores sacó los mismo votos que el FA en éstas, y ahora obtuvo un poco más del 5% producto de sus «poco claros» vínculos con el empresariado.

Los otros candidatos, solo han manifestado posturas de hacer reformas dentro de un sistema que ya no resiste más parches.

*Cálculos Electorales*

Para la segunda vuelta, si los sectores progresistas e izquierdistas votan por el candidato de la Nueva Mayoría, Alejandro Guillier, no debería tener problemas para vencer al representante de la derecha empresarial.

El dilema lo tiene el FA, en la postura que debiera asumir ante un eventual apoyo a Guillier. Por un lado su conformación como conglomerado electoral fue por la necesidad de asumir una actitud independiente. Apoyar a la NM significaría entrar en la coalición, perdiendo su pretendida independencia, con el consiguiente descrédito para su futuro político. No hacerlo significaría el triunfo de la derecha y por ende una mayor inestabilidad y opresión económica para las clases que ellos representan.

La paradoja en que se encuentra sumido el Frente Amplio está en los mismos principios de su origen. El deseo de independencia es solo retórica, es una fantasía teórica, pues su existencia como clase productiva, como ente económico, es totalmente dependiente de la gran empresa. Dirigir y controlar a la gran empresa solo sería posible, asumiendo la propiedad de éstas. En otras palabras, transformándose en la clase contra la que luchan ahora.

Aventurándonos en el perfil psicológico de la pequeña burguesía, ésta siempre privilegia los intereses económicos por sobre los principios políticos. Por ello, en el transcurso de las luchas, a veces asume posturas revolucionarias, y en otras, hasta las más reaccionarias. De ahí proviene su carácter vacilante. Por un lado, como grupo social, para no empeorar su situación económica con un probable gobierno de Piñera, necesitan votar por la NM, y, por otro lado, ello conlleva al derrumbe de su postura de poder como clase independiente de la gran burguesía. Cualquier decisión que tomen en la segunda vuelta solo les acarreará caos y depresión en su futuro político.

En aquellos países donde han asumido los intereses del proletariado y de todo el pueblo líderes de la pequeña burguesía han conducido revoluciones a la victoria como lo ha sido en Cuba. En aquellos donde han llegado al poder y no han asumido actitud revolucionaria, a final de cuentas, se han rendido a los intereses y dominio de la gran burguesía.

Por las características de la producción y el comercio moderno, el progreso, el desarrollo del país y el bienestar de nuestro pueblo está en la socialización de la gran empresa. En el socialismo. No se puede esperar nada de las reformas. Chile necesita una revolución.

Por lo tanto, la pequeña burguesía si realmente anhelara un futuro mejor para todos, optaría por el socialismo y no por una postura independiente como clase y partido político. No obstante, su naturaleza capitalista le impide asumir como propio el sistema del futuro.

En esta segunda vuelta veremos lo más mezquino de la lucha política de nuestra historia. El pueblo está consciente de ello, por lo que no nos extrañemos de la baja participación en los centros de votación.

Hoy en el planeta la producción de bienes materiales y alimentos supera largamente las necesidades de la humanidad. No obstante, casi 1.000 millones de seres humanos padecen hambre, porque los capitalistas prefieren botar el alimento, si no lucran con él. Es de claridad meridiana la necesidad de un sistema de distribución y propiedad de nuevo tipo. Ése sistema, es el comunismo.

www.portalrodriguista.org