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Tiempo entre eclipses y florecimiento de la quila: revuelta popular y pandemia global

Fuentes: Rebelión

La crisis de la vida moderna estaba anunciada. Augurios provenientes de vivencias de pueblos indígenas y campesinos nos anunciaban las tempestades venideras. No las vimos venir. No las escuchamos, no las comprendimos, las menospreciamos y ahora se hace necesario sentipensarlas.

Al parecer, la crisis sanitaria nos está haciendo volver a la sencillez de aquella cotidianeidad perdida. La revuelta iniciada el 18 de octubre era un presagio de ello.

El pueblo mapuche se ha fijado en el florecimiento de la quila (Chusquea quila) de los últimos años en sectores del valle y cordillera. Se percibe como un mal augurio. Según el territorio en que se encuentre, el florecimiento de la quila es indicador de los tiempos venideros. Además, en Wallmapu se vive un ciclo entre dos eclipses solares cercanos: del 2 de julio de 2019 al 14 de diciembre de 2020. En el territorio se habla de tiempo de guardarse. Malinterpretado como miedo a la oscuridad provocada por la superposición de la luna sobre el sol o viceversa. En palabras de Margarita Canio y Gabriel Pozo en su libro “Wenumapu: Astronomía y cosmología mapuche”, los eclipses anuncian tempestades que se aproximan. En el libro citan el relato de Juan Canio, quien señala que con “un eclipse ‘algo va a pasar’, algo malo, no se sabe qué puede ser, puede ser un terremoto, erupción o guerra, en fin, pero ‘anuncia algo’, dicen”. La oscuridad se espera y vive en resguardo, en la ruka conversando sobre lo que está viviendo. Entre julio de 2019 y diciembre de 2020 es tiempo de guardarse. Cuarentena en lenguaje global.

Arturo Escobar nos propone que el sentipensar con el territorio implica “pensar desde el corazón y desde la mente, o co-razonar”. Es en las prácticas cotidianas en el Wallmapu donde se manifiesta el sentipensar mapuche, constituyéndose en una ecología política orientada hacia las transiciones de sustentabilidad social y ecológica. Las epistemologías del sur que nos habla Boaventura de Sousa Santos buscan visibilizar, reconocer y valorar aquellos saberes del sur global, aquellos que han sido omitidos por el régimen hegemónico eurocéntrico. La visión amplificada e integral de la crisis ambiental planetaria se relaciona directamente con los extractivismos de cuerpos y territorios. Voces indígenas como también voces feministas (desde los ecofeminismos, feminismos decoloniales, territoriales, comunitarios, entre otros) hacen un llamado de atención y nos aproximan a una ecología política que reconoce los diversos factores que inciden en la construcción del sistema patriarcal, capitalista, colonialista y depredador de la naturaleza. Para hacerle frente, la revolución en Chile nos ha dado ejemplos por montones: la presencia del pueblo mapuche a través de la wenufoye, la unión y fuerza del movimiento feminista plurinacional, las mujeres pobladoras que cada viernes se instalaban en la plaza de la Dignidad para dar de comer a les manifestantes, las prácticas de cuidado mutuo, la organización y resistencia de la primera línea, las brigadas de salud y cuántas otras en las que nos demostramos que “somos el pueblo que ayuda al pueblo”. Nos dimos cuenta que nadie más que nosotres nos salvaremos mientras mantengamos esa consciencia, esa certeza. Estamos en un momento histórico en que sabemos que la organización política nos define, la economía solidaria nos sustenta, así como la autogestión y producción de la vida en desmedro de la política de muerte que promueve el mal gobierno y los agentes empresariales que conforman los poderes fácticos. Lo que ha ocurrido en Chile desde la gestación del estallido social es hacernos recordar y recuperar aquella solidaridad que nos pertenecía y que parecían habernos robado en dictadura.

Sin embargo, todo esto ahora nos dicen de guardarlo en nuestros espacios domésticos para protegernos y salvarnos de esta crisis. Todo esto mientras el gobierno, con el apoyo de los medios de comunicación, refuerzan las lógicas del mercado que nos intentan convencer de seguir las añejas formas individualistas de salvarse al fin del mundo. Hace solo una semana escuchábamos y cantábamos en las marchas feministas “El Estado no me cuida, me cuidan mis amigas”. Y por tanto, ante la incesante sobrecarga de información, debemos apelar a los conocimientos que ya poseemos para reafirmarnos que no es necesario acudir a lo que nos impone el sistema. Las infusiones de limón, miel y jengibre, lavarse las manos, las pócimas para crear anticuerpos; el hacernos cariño virtualmente, aprender a comunicarnos con nuestros seres querides y expresarnos, bailar, ejercitarnos, saber reconocer cuánto papel higiénico necesitamos para ir al baño porque conocemos nuestro cuerpo y sabemos que no necesitamos la cantidad exorbitante de rollos que el individualismo consumista no incita a comprar.

Aunque borren los mensajes en la estatua de Baquedano y todos aquellos colores que le impregnó el pueblo en medio del corazón santiaguino, aunque hayan arrancado la Domamamüll, la gesta revolucionaria seguirá sólida. Estamos memorizando todo aquello que vamos observando en los medios; el cómo las autoridades gubernamentales han actuado ante esta crisis sanitaria que hoy se vive a nivel global. Nunca se borrará de nuestros recuerdos que la primera medida que tomó el gobierno fue la de ponerle precio al examen del Coronavirus, que la Cámara de Comercio ha priorizado continuar sus negocios antes que la seguridad de les trabajadores. Que Mañalich se ha dedicado al espectáculo mediático del alcohol gel y las mascarillas; que Piñera sacó a los militares a las calles antes de establecer la cuarentena y salva a sus amigos dueños de empresas privadas para que arrienden sus propiedades para sacar dividendos de esta crisis sanitaria en vez de recurrir a recintos públicos. Sus prácticas han confirmado que todo aquello por lo que hemos estado reclamando los últimos meses en Chile no puede descansar ni desvanecerse. Que este sistema ya no da abasto, que ya estamos cansades de sus prácticas abusivas y ganadoras. Que busquen oportunidad de negocio en medio de la tempestad. Porque el peor virus es el capitalismo arrasador que conlleva este sistema extractivista y patriarcal, y frente a ese virus ya configuramos la vacuna que nos protege.

La era está pariendo un corazón, un corazón que hoy está llamado a resguardarse, pero que sigue palpitando en esta tierra, en cada rincón de nuestros cuerpos, casas y territorios vividos. En el recuerdo de Clementina Neculfilu (relatado por Margarita y Gabriel en el libro Wenumapu), entre 1960 y 1963 se estuvo en un periodo entre eclipses de luna y sol. Para este último, el kümpem (canto a los astros) para el antü (sol) decía “¿Puedes volver a vivir?, ha llegado el momento de revivir, ha llegado el momento de revivir, vuelve a vivir, vuelve a vivir, para que ilumines, para que ilumines el mundo, no nos dejes tirados, no nos dejes tirados, ilumina nuevamente, ilumina nuevamente en el mundo. Antükushe, Antükushe, Antükusha, Antükusha”.