¿Cómo abrazarse a esta realidad del siglo XXI tan descarnada y emocional a la vez? La globalización tiene sin duda que ver con esta consideración del mundo expuesto a redobladas e impensables tragedias. Lo irregular se transforma en norma y de esta forma el trabajo de producción no remunerado es la base de todas las demás labores productivas.
Pero, el tiempo dedicado a estas actividades suele descuidarse e ignorarse en los análisis del mercado laboral. Por ejemplo, en cinco países de Asia y el Pacífico, desde la producción de alimentos de subsistencia hasta el cuidado de niños y ancianos, se dedican 187 millones de horas diarias al trabajo de producción no remunerado, 60% de los cuales son realizados por mujeres.
Dado que la gran mayoría de las personas en edad de trabajar se dedican al trabajo de producción no remunerado -24 de los 28 millones en los cinco países analizados- la escala y el peso de las horas colectivas empleadas justifican mayores esfuerzos para incorporar el trabajo de producción no remunerado en cualquier evaluación estándar de los resultados del trabajo, la productividad y el crecimiento económico.
Mientras tanto, las diferencias entre los jóvenes de las zonas rurales y urbanas eran más modestas, con diferencias típicamente inferiores a 10 puntos porcentuales.
En todo el mundo, el 30% de las mujeres jóvenes no están en ocupación, en la educación o la formación (NEET). Y en muchos países del mundo, las tasas entre las mujeres jóvenes de las zonas rurales son mucho más altas que las de sus pares masculinos y sus homólogos urbanos.
Por ejemplo en el Afganistán, la tasa de jóvenes NEET entre las mujeres de las zonas rurales es de casi el 70%, en comparación con una tasa del 18% para los hombres jóvenes. Esa es una diferencia de más de 50 puntos porcentuales, la más amplia de los 58 países para los que existen datos con este nivel de detalle.
Paquistán, Guatemala y Honduras también se encuentran entre los países con las mayores diferencias entre los géneros, «con tasas de TNE de las mujeres jóvenes por lo menos 30 puntos porcentuales por encima de las de los hombres jóvenes».
Cada vez más, los instrumentos de encuesta permiten medir el alcance y la escala del trabajo de producción no remunerado y, por lo tanto, podrían utilizarse para hacer visible ese trabajo invisible.
La resolución de la 19 Conferencia Internacional de Estadísticos del Trabajo (CIET ) introdujo el término técnico trabajo de producción para definir todos los insumos de mano de obra que participan en la producción de bienes y servicios para uso final propio. Este concepto capta el tipo que comúnmente se acepta como trabajo de producción no remunerado, dentro del cual la prestación de servicios también se conoce como trabajo de cuidado no remunerado.
Los trabajadores de producción no remunerados se definen como personas en edad de trabajar que realizaron al menos una hora de trabajo en la producción de bienes o la prestación de servicios para uso final propio.
Si bien la participación en la fuerza de trabajo de las mujeres en Asia y el Pacífico es ligeramente superior a la de otras regiones, las tasas de inactividad siguen siendo altas en comparación con las de los hombres. Las mujeres jóvenes tienen muchas menos oportunidades de estar en ocupación, educación o en la enseñanza que los hombres jóvenes, especialmente en el Asia meridional.
La contrapartida es que las mujeres realizan más trabajo no remunerado que los hombres. Más de dos tercios de las mujeres en edad de trabajar (10 millones) de esos cinco países asiáticos realizaban trabajo no remunerado como única actividad. Esa proporción en el caso de los hombres es sólo del 41% (o sea, cinco millones).
Las normas de género hacen que las mujeres pasen desproporcionadamente más tiempo que los hombres en estas actividades. En Nepal y Mongolia, dos tercios de todo el trabajo de producción no remunerado fue realizado por mujeres. La distribución desigual de la carga de trabajo es particularmente notable entre la subcategoría de trabajo de cuidado no remunerado.
En promedio, las mujeres realizaron el 80% del trabajo de cuidado no remunerado en estos cinco países. En Nepal, las mujeres realizaron el 85% del trabajo de cuidado no remunerado diario, dedicando un total de 29 millones de horas al día (acumulativamente) en comparación con los cinco millones de horas que dedican los hombres.
Consecuencias de la distribución desequilibrada del trabajo
Para muchos jóvenes (personas de 15 a 24 años), el tiempo dedicado a las tareas domésticas significa tiempo fuera de la educación. En Nepal, el 94% de las mujeres jóvenes que cursan estudios de educación no académica participan en trabajos de cuidado en el hogar. Esta proporción es dos veces mayor que la de los hombres.
Durante las épocas de crisis, las jóvenes suelen ser las primeras en abandonar la escuela, por lo que es probable que uno de los efectos de la actual crisis de Covid-19 en Nepal y en otros lugares sea el aumento de la proporción de mujeres jóvenes que realizan TNE y de mujeres jóvenes que realizan trabajos de producción no remunerados. No son sólo las mujeres jóvenes las que están asumiendo una mayor carga de trabajo no remunerado durante el actual período de crisis.
Con los niños sin escolarizar, las necesidades de atención de los ancianos y otros miembros de la familia son mayores, y las mujeres se han visto obligadas a hacer malabarismos con su propio trabajo y con las responsabilidades domésticas añadidas. Bajo esta presión, algunas mujeres han renunciado al trabajo remunerado para llevar a cabo las obligaciones familiares adicionales, lo que probablemente exacerbe la desigualdad entre los géneros.
Más tiempo dedicado al trabajo doméstico no remunerado también significa menos oportunidades para el trabajo remunerado-ocupación, problema que tiene dos aristas. Por el lado de la oferta, con menos tiempo disponible para el trabajo remunerado, hay menos mujeres buscando trabajo, lo que causa mayores tasas de inactividad femenina.
En Nepal, por ejemplo, más de un millón de mujeres en edad de trabajar (9%) estaban dispuestas a trabajar en un empleo remunerado pero no buscaban o no estaban disponibles para trabajar debido a las responsabilidades familiares o a que los miembros de la familia consideraban que debían permanecer en el hogar.
En cuanto a la demanda, la discriminación por motivos de género sigue siendo común en los países de esa región, ya que las empresas se muestran reacias a contratar mujeres, especialmente en edad de procrear. Sin trabajo remunerado, las mujeres se enfrentan a una mayor inseguridad financiera, especialmente en las edades más avanzadas.
¿Que es lo siguiente?
La cuestión de género es un tema de gran relevancia en la actualidad. El capitalismo, en su actual contexto de globalización neoliberal, ha exacerbado, fetichizado y profundizado aún más las formas de opresión de género y de explotación de clase; por lo cual ante una complicación cada vez mayor de este fenómeno, es también necesaria una mirada cada vez más integradora y crítica.
Es obvio que la temática de género es una problemática no resuelta por el llamado desarrollo capitalista, ni aun por las experiencias de transición al socialismo, al menos en toda su expresión. Se debe analizar , y al mismo tiempo cuestionarse, las formas concretas que hoy en día asumen aspectos como el patriarcado, la división sexual y social del trabajo, los procesos de producción- reproducción social, la ideología, la política, la ley, la religión, la moral, la sexualidad, la dominación/opresión, las clases sociales, la explotación, etc.
No es minimizar ni rechazar las luchas feministas diciendo “el verdadero núcleo del problema es el capitalismo”, persistiendo en la ignorancia sobre cómo se articulan capitalismo y patriarcado y sobre la influencia reaccionaria que tiene el machismo sobre la clase trabajadora.
Pero el análisis marxista dialectico de las cuestiones de género, a partir de una crítica desde sus fundamentos, permite – en la medida que las relaciones de género son también entendidas como manifestaciones de las relaciones sociales de producción – poner al descubierto su vinculación con los procesos de acumulación capitalista y su funcionalidad a la lógica del capital.
En la medida en que esta idea se comparte, también se avanza en la compresión de que no basta con transformar las formas y las instituciones en que se concreta la opresión, la desigualdad y la discriminación de género; sino que es preciso ir a las determinaciones de última instancia, a la esencia, y mudar el metabolismo social del capital; y por ende, las premisas que las sustentan.
La producción-reproducción social en el capitalismo, genera necesariamente como condición y resultado relaciones sociales de explotación de clase y de opresión de género, estrechamente articuladas entre sí; que debe ser también entendida como expresión de relaciones sociales de producción.
*Periodista uruguayo acreditado en ONU-Ginebra, analista asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la)