El capitalismo se legitima mediante principios antropológicos, económicos, sicológicos, históricos y filosóficos que teorizan las practicas que la violencia y la coerción garantizan. 1 Trabajo y actividad La Actividad que hace humano al ser humano es el resultado de diversas actividades que se interrelacionan e interactúan: Trabajos, política, lenguajes y pasiones. Estas actividades no se […]
El capitalismo se legitima mediante principios antropológicos, económicos, sicológicos, históricos y filosóficos que teorizan las practicas que la violencia y la coerción garantizan.
1 Trabajo y actividad
La Actividad que hace humano al ser humano es el resultado de diversas actividades que se interrelacionan e interactúan: Trabajos, política, lenguajes y pasiones. Estas actividades no se producen aisladas unas de otras, sino sintetizadas e integradas en la vida humana, que es participación social. A efectos analíticos podemos separarlas e intentar definirlas en su especificidad, pero sin olvidar que no hay afectos sin trabajos, ni trabajos sin afectos; no hay trabajos sin lenguaje, pasiones y política, pero tampoco política sin trabajos, pasiones y lenguaje.
1.1 El trabajo es la actividad encaminada a la producción de los medios materiales de vida de las personas, a través de una división social y del metabolismo con la naturaleza. Es una de las dinámicas constitutivas de la condición humana. El trabajo asalariado es la forma que adquiere el trabajo, en los últimos doscientos años, bajo la dominación social del capitalismo. El trabajo asalariado oculta otras formas de trabajo, como el trabajo de cuidados.
1.2 La intersubjetividad – cultura – lenguaje es el desarrollo de los símbolos, la expresión artística y sobre todo el habla, que fundamentan el imaginario colectivo. El lenguaje como estructura de mediación entre lo real y nuestra conciencia de lo real, es el lugar donde confluyen lo objetivo (lo que existe fuera de cada uno de nosotr@s), lo subjetivo (lo que existe dentro de cada uno de nosotr@s) y lo intersubjetivo (el significante que tiene un significado análogo para tod@s nosotr@s). Esta estructura es específica de lo humano. Somos lenguaje. A través del lenguaje, una persona es un lugar para la participación social. Al ser el lenguaje una actividad genuinamente social, constituye la actividad fundante de la naturaleza humana, vale decir, de la naturaleza racional, como una naturaleza mas compleja que la naturaleza sensitiva de los animales irracionales y la naturaleza nutritiva de las plantas. Sobre este hecho diferencial se puede hablar de un conjunto de actividades cuya combinatoria genera la naturaleza humana.
1.3 La política consiste en la actividad de tejer el tejido social, supuesto que ninguna actividad contiene en sí la solución al problema de la deliberación sobre las formas y fines de la producción, el consumo, la distribución, la asignación de recursos, la manera de cuidar y ser cuidados, las formas políticas de coordinación, mediación y representación social. Todo ello, hecho desde lugares sociales y no desde aparatos separados de la sociedad (estado). La división sexual del trabajo y la separación de la vida social en una esfera pública de hombres (el mercado) y una esfera privada de mujeres (la familia), constituye un hecho político de primera magnitud que condiciona intensamente el conjunto de las relaciones sociales.
1.4 Las pasiones. Además de seres humanos racionales, vale decir, sociales, somos un pedazo de naturaleza cuyos movimientos no solo están determinados por la razón, sino también por leyes físicas y químicas. En este sentido, las pasiones, expresión de la materialidad de la naturaleza humana, son, en parte, un territorio opaco a la luz de la razón. La síntesis de las naturalezas nutritiva, sensitiva e intelectiva en el ser humano, implica la interactuación de las tres sin que ninguna puede explicarse en su movimiento al margen de las demás. Pero también, implica que ninguna prevalece totalmente sobre las demás.
2 Subsunción del trabajo en el capital
Subsunción puede definirse como fuerza que constituye algo abstracto en real en base al apoderamiento de algo real y ajeno, que no reconoce. Decir que el trabajo, tanto asalariado como de cuidados, están subsumidos, cada uno a su modo, en el movimiento del capital, quiere decir que las dimensiones humanas y sociales de las personas trabajadoras quedan subordinadas a las necesidades de la reproducción ampliada del capital. Esto supone que las relaciones laborales, económicas, políticas, afectivas y culturales, deben comportarse acordes a la producción de plusvalor. Dicho de otra manera, la dimensión social de la persona debe ser degradada y comprimida para que se exprese como la de un individuo «libre», individualista, trabajador, consumidor y competitivo. La complejidad del ser humano queda reducida, en esta representación a su dimensión económica. El resto de atributos y dimensiones humanas, incluida la material, social o subjetiva de las personas, deben expresarse a través de las formas abstractas que requiere la economía: salarios, patrimonio, rentas, precios. La relación social predominante entre las personas, reducidas a individuos, no puede ser amistosa, deliberativa, sentimental, recíproca y de cooperación, sino que debe ser contable, económica, calculadora, competitiva y rentable.
3 Naturaleza del capital y naturaleza humana
Decir que en el capitalismo global se produce una tendencial incorporación (subsunción) del trabajo, (que es vida), al ciclo del capital, (que es la eterna repetición del ciclo abstracto y autorreferente del valor), no significa hacer apología de este dominio ni renunciar a la constitución política de los sujetos sociales que se le oponen (género, clase, pueblo, etc). Menos aún, significa perder de vista el desorden y la inseguridad que produce dicho ciclo. Por el contrario, captar la tensión entre las determinaciones humanas y sociales que son potenciadas por el capitalismo y las que son aplastadas, permite clarificar el mecanismo de abstracción que se alimenta, precisamente, de la vida humana. Es decir, de los trabajos, la actividad, la cooperación social, los símbolos, emociones, deseos y pasiones de los sujetos, a los que niega en su naturaleza compleja, obligándoles a expresarse como lo que no son, es decir, como seres únicamente laborantes y consumidores, unidimensionales, escindidos y reprimidos.
La expresión inequívoca de la mayoría de las personas como individuos deseantes, solitarios y calculadores, cuya relación social principal se produce a través del intercambio rentable, es real. Pero no es menos real el daño que acarrea dicha forma de expresión, el ocultamiento de las relaciones sociales de cuidados y la violencia histórica y social que exige su despliegue. La actividad de los individuos que compiten entre sí, supone una forma de sociabilidad antisocial, vale decir antihumana. La forma de trabajo llamada empleo, o trabajo asalariado incorporado al capital, es inhumana porque arranca a la persona, material y simbólicamente, de la trama de relaciones sociales que le constituyen como un ser racional y por lo tanto, humano. Convierte el dinero en mediador de las relaciones humanas y unificador radical de todos los fines. Consigue que, tanto el imaginario como la materialidad de la vida social, se subordinen al movimiento abstracto del dinero que pasa de ser un instrumento creado por la sociedad, a convertirse en el verdadero sujeto de la vida social, transformando la economía, las personas y las relaciones sociales, en recursos para sus fines exclusivos y excluyentes. La imagen fetichizada que muestra esta forma de funcionamiento social, es la de un capital que, como sinónimo de civilización y progreso, aparece como la fuente de la riqueza y el dinamismo social.
El capitalismo se legitima mediante principios antropológicos, económicos, sicológicos, históricos y filosóficos que teorizan las practicas que la violencia y la coerción garantizan. Al describir la «naturaleza humana» a través de estos principios, las ciencias sociales capitalistas no solo definen, sino que también dictaminan el modelo a seguir y al hacerlo, justifican y amparan el disciplinamiento de las personas para que se ajusten a dicho modelo. La crítica al capitalismo desde el lado de sus víctimas, necesita describir sus daños, sus argumentos, su lógica interna y su génesis histórica. Esto implica oponer a la dimensión inhumana del capitalismo, una dimensión humana, no a recuperar, sino a construir. Esta definición de naturaleza humana, constituye un modelo, un deber ser. Solo puede ser una construcción teórica, un horizonte a perseguir, ya que no ha existido en ningún momento de la historia. Mas bien, es la destilación de milenios de especulación de pensador@s, filósof@s morales, grupos sociales y pueblos que, desde la lucha para una vida mejor para tod@s, se han interrogado acerca de las formas humanas de trabajo, cuidados, producción, consumo y participación social mas adecuadas para una vida buena y segura para tod@s.
Sin una teoría que contraponga un deber ser de la naturaleza humana contra el ser realmente existente y las teorías que lo legitiman, solo cabe seguir el curso de la historia, producto de la voluntad de los poderosos, que se incorporan las voluntades de sus víctimas y aniquilan las voluntades antagonistas. La violencia sobre las personas consigue la expresión unilateral de las determinaciones de los trabajos que son funcionales a la revalorización del capital: flexibilidad, intensidad, competitividad, productividad y bajo precio para el trabajo asalariado; Invisibilidad, sumisión y excelencia de las mujeres, para el trabajo de cuidados. Todas las dimensiones humanas y sociales, ajenas a la producción de plusvalor y adheridas indisolublemente a la fuerza de trabajo como mercancía propiedad del capital, deben reprimirse. Pero, el límite de esa violencia es un límite natural: la vida, la salud, la infancia, la enfermedad, la vejez, la educación, el deseo, el juego, el gozo, el amor, la amistad, la alegría y la tristeza, la resistencia y la organización para defenderse. Todo esto pertenece a la naturaleza humana violentada por el capital que, con la fuerza de la vida, pugna por expresarse, a menudo de forma pervertida.
Debemos hablar de esa naturaleza para calificar los crímenes del capitalismo, con nosotr@s dentro y no fuera de él. Pero también, para tener un objetivo a la hora de proponer otras formas de trabajo, alimentación, cultura, actividad política y lucha. Esta naturaleza humana, que nos marca el horizonte teórico de un determinado tipo de trabajo humano, lejos de ser una naturalización ahistórica y teológica abre, por el contrario, la posibilidad de concebir la política como la formación de las personas sociables, la democracia como participación social y la historia como devenir de la libertad, de la intersubjetividad, que propone metas y objetivos para salir de las leyes del capital que, ellas si, aparecen y funcionan como leyes naturales.