Indudablemente que los tiempos han cambiado en América Latina. Décadas de aplicaciones de medidas neoliberales, de libre comercio y privatizaciones han llevado a los pueblos a comprender que se necesitan cambios radicales que les permitan contrarrestar la pobreza y miseria en que han estado viviendo. Esa ha sido la razón fundamental por la que el […]
Indudablemente que los tiempos han cambiado en América Latina. Décadas de aplicaciones de medidas neoliberales, de libre comercio y privatizaciones han llevado a los pueblos a comprender que se necesitan cambios radicales que les permitan contrarrestar la pobreza y miseria en que han estado viviendo. Esa ha sido la razón fundamental por la que el presidente ecuatoriano Rafael Correa triunfó con amplia mayoría en las elecciones generales del 26 de abril.
Desde que por primera vez ganó la presidencia en noviembre de 2006, Correa desplegó un programa sin igual en la historia de esa nación andina para comenzar a sacar a sus habitantes de los males acaecidos por gobiernos neoliberales y pronorteamericanos anteriores.
En los recién finalizados comicios obtuvo más del 51 % de los votos que le valieron para reelegirse (en primera vuelta) por otro período de cuatro años, hasta el 2013, que le permitirá continuar adelante con su Revolución Ciudadana. En sus casi dos años y medio en la presidencia ha obtenido cinco victorias en las urnas, entre las cuales aparece la aprobación de la nueva Constitución.
En un acto público Correa enfatizo que si querían resumir la Revolución ciudadana en una solo palabra, «esa es justicia» pues primera vez la salud y la educación públicas son gratuitas y la inversión social supera con creces el servicio para el pago de la deuda externa.
En el poco tiempo transcurrido de su mandato, Correa expropió bienes mal habidos a los banqueros, forzó a las petroleras transnacionales a cambiar sus contratos en beneficio del pueblo, suspendió el pago de la deuda externa que considerarla ilegítima y les propuso a los acreedores la recompra con un descuento de 70 % que en estos momentos anda por buenos caminos.
Para nadie era un secreto que antes de asumir Correa la presidencia en enero de 2007, Ecuador se había convertido en otro de los monumentos al fracaso de las políticas económicas neoliberales impuestas durante tres décadas en Latinoamérica por los organismos financieros internacionales con la aprobación de las diferentes administraciones estadounidenses.
Estos dieron lugar a enormes manifestaciones de protestas populares que derrocaron a los entonces presidentes Jamil Mahaud, Abdala Bucaram y Lucio Gutiérrez, abanderados de esas políticas.
En 2007, según informe del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) indicaba que Ecuador era un país con desarrollo humano bajo y ocupaba el lugar 94 entre 173 naciones, y denunciaba que la pobreza se encontraba íntimamente relacionado con el aumento de la desigualdad en la distribución del ingreso pues el 20 % de la población más pudiente absorbía el 60 %, mientras el 25 % de las personas más desposeídas solo recibía alrededor del 4 % del Producto Interno Bruto (PIB).
La situación no era nada halagüeña para la mayoría de sus 13,4 millones de habitantes que en una extensión territorial de 283 500 kilómetros cuadrados y abundantes recursos naturales entre los que se encuentran el petróleo, banano, cacao, café, se hallaban en la pobreza más del 70 % de las personas.
La tasa de desempleo y subempleo rozaba al 50 % de la población económicamente activa y el gasto de salud al igual que el de la educación, era de 20 dólares por habitante, catalogados entre los más bajos del hemisferio sur americano.
Aunque la situación ha mejorado en los dos últimos años, en 2007 el 60 % de las viviendas carecían de drenaje y el 45 % no disponía de agua potable.
En detrimento de los recursos para los sectores sociales, presupuesto estatal se elaboraba para abonar los pagos de la deuda externa. El deterioro era consustancial en todas las áreas públicas.
En el período 2004-2005 durante el mandato de Lucio Gutiérrez, el 40 % del presupuesto se dirigió a sufragar la deuda externa, mientras gasto para la educación cayo de 638 a 464 millones y el de la salud de 323 a 464 millones de dólares. Miles de niños no pudieron acceder a las escuelas y la atención médica se convirtió en un lujo solo para los ricos.
Contrariamente, en 2008 ya con Correa en la presidencia, se asignaron 1 561 millones para Educación y Cultura; 729 millones para salud y cerca de 500 millones al bienestar social.
Tras la nueva Carta el Estado obtuvo mayor control y participación sobre sectores estratégicos como petróleo, minas, telecomunicaciones, agropecuario y agua.
También el hasta entonces poderoso Banco Central perdió su autonomía y la política monetaria pasó a ser atribución del presidente, lo cual permite limitar y regular monopolios y oligopolios en el sector privado.
Pese a la caída en el precio de las materias primas y del petróleo, principal rubro exportable de país; a la disminución de la entrada de remesas y de inversiones extranjeras, Ecuador ha podido enfrentar la actual crisis capitalista global.
Esas realidades y resultados fueron las principales bases para que el pueblo ecuatoriano acudiera masivamente a las urnas para preservar los beneficios recibidos durante los 27 meses del gobierno de Rafael Correa que apostó desde un inicio por un orden más justo para su pueblo y por la integración latinoamericana para enfrentar los embates del neoliberalismo y la privatización.