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Patricio Guzmán, cineasta

Triunfo de la memoria

Fuentes: Revista Punto Final

«Un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotografías. Una memoria vacía». La frase parece retumbar como si fuera una sonora declaración de principios. Pero no es así: en boca de Patricio Guzmán, uno de los cineastas más prolíficos y destacados de nuestro país, esas palabras reflejan una convicción íntima. Se […]

«Un país sin cine documental es como una familia sin álbum de fotografías. Una memoria vacía». La frase parece retumbar como si fuera una sonora declaración de principios. Pero no es así: en boca de Patricio Guzmán, uno de los cineastas más prolíficos y destacados de nuestro país, esas palabras reflejan una convicción íntima. Se transforman en guía práctica para un trabajo en que ha puesto sus mejores esfuerzos, siempre con un estilo muy personal que incluye acompañar con su propia voz, en off, las imágenes que recoge, aumentando la subjetividad, cercanía y dramatismo. «Así queda planteado que es mi opinión y mi vivencia la que voy a expresar», comentó Guzmán al aplicar este criterio a Salvador Allende, la cinta que recibió el mes pasado una ovación en la sala Buñuel, asignada por los organizadores del Festival de Cannes 2004 para la proyección oficial de este documental. La película se presentó fuera de la competencia, en el segmento Selección Oficial, reservado para las producciones destacadas, ya sean documentales o de ficción. Un honor que el cineasta chileno reconoció a los cuatro vientos y que enorgullece a todo el país, aunque la película no haya contado con ningún apoyo interno pese a que, como lo denunció en una declaración pública apenas consignada en la prensa nacional (texto completo en PF 568), «el sonidista, el montador, la directora de producción, la camarógrafa, el compositor y el director somos chilenos».

UN SUEÑO RADIANTE

Por todo esto, resulta elocuente el texto que Patricio Guzmán lee en parte del documental. Dice el cineasta: «Salvador Allende marcó mi vida. No sería el que soy si él no hubiera encarnado aquella utopía de un mundo más justo y más libre que recorría mi país, en esos tiempos. Yo estaba allí, actor y cineasta. Recuerdo la frescura del aire, la profunda inspiración que nos unía los unos a los otros y más allá, al mundo entero. Filmábamos ese sueño radiante, con lucidez y fervor. Era una sociedad entera en estado amoroso». Los artistas del mundo que este año asistieron a Cannes también supieron que a Guzmán le resultaba inevitable acordarse del 11 septiembre de 1973, un día que calificó como «sombrío» porque Estados Unidos «fomentó un golpe de Estado para derribar una revolución pacífica y democrática que se estaba construyendo en mi lejano país, en Chile, eliminando a su presidente de la República: Salvador Allende, ese ‘hijo de puta’ como le gustaba decir a Richard Nixon». Luego agregó: «Tampoco puedo evitar pensar en la brutalidad de la dictadura, puesta en marcha por los mismos norteamericanos, por más de 17 años». A través de la cinta definió esos años como «de sufrimiento, de muerte, de exilio y de aplastamiento de la memoria», para asegurar que los «culpables lo son tan claramente que terminan por echarle la culpa a las víctimas, como si todo esto hubiera sido solamente una larga pesadilla inventada por un soñador que se llama Salvador Allende». Guzmán concluye que «las ganas de volver a este hombre atípico, revolucionario y fanático de la democracia hasta el suicidio, me llegan por razones históricas, desde luego, pero también por su terrible actualidad».

BUENA MEMORIA

No es primera vez que Guzmán utiliza la historia reciente de Chile como materia prima de sus documentales. Antes ya había incursionado en el tema con los filmes La memoria obstinada, El caso Pinochet, En nombre de Dios y La batalla de Chile. Pero reconoce que, por primera vez, Allende -a su juicio «el chileno más universal»-, es la figura central de un filme suyo. En esta ocasión buscó delinear al presidente Allende desde su perfil político hasta su ángulo más humano e íntimo, sin eludir las situaciones conflictivas que rodearon su gobierno. En todo caso, cree que los episodios previos y posteriores al golpe militar dan para hacer otras «cien películas» y producciones de todos los géneros. El cineasta cree que el documental, al trabajar con la realidad, es un soporte más eficiente para abordar la memoria. Y lo afirma pensando que en el país la memoria colectiva sigue dormida, dominada por los sectores que impulsaron el golpe contra Allende con el apoyo de Estados Unidos. También Guzmán piensa que el pasado que se quiere recordar no es sólo de dolor, sino que contempla otras facetas de la vida democrática del país. Por todo esto, considera que Salvador Allende es más que una mirada a la biografía del presidente lanzada desde el presente.

Apoyo internacional

Siete semanas demoró el rodaje de Salvador Allende, largometraje documental de 100 minutos que se filmó principalmente en Santiago entre el 21 de abril y el 6 de junio del 2003. El soporte utilizado fue una DVCam formato 16/9, aunque el formato definitivo fue Betacam Digital / 35mm 1,85/ color y blanco-negro / DTS Digital.

Existen dos versiones de la película: una en español, con subtítulos en francés e inglés, y una en francés subtitulada. Con guión y dirección de Patricio Guzmán, la película es una producción de JBA Production (Francia), en coproducción con Les Films de la Passerelle (Bélgica), CV Films (Alemania), Mediapro (España), Universidad de Guadalajara (México) y P. Guzmán Producciones Cinematograficas S.L.

Se contó, además, con la contribución del Centre National de la Cinématographie (Francia), Centre du Cinéma et de l’Audiovisuel de la Communauté Française de Belgique (Bélgica), de los Télédistributeurs Wallons, el Eurimages Conseil de l’Europe, Canal+, WDR Arte, Yle TV1 Co-productions, y del Programa Média, de la Unión Europea.

El productor delegado fue Jacques Bidou, mientras que los asociados son Christine Pireaux, Ilona Ziok, Manuel Göttsching, Jaume Roures y Patricio Guzmán. La música original pertenece a Jorge Arriagada, mientras que las melodías adicionales son de Inti Illimani, Violeta Parra y Quilapayún. Consejera artística: Renate Sachse. Colaboración (escritura, comentario): Carmen Castillo. Montaje: Claudio Martínez. Imagen: Julia Muñoz, Patricio Guzmán. Sonido: Alvaro Silva, Yves Warnant. Montaje sonido y mezcla: Jean-Jacques Quinet. Producción de terreno en Chile: Andrea Guzmán. Productora ejecutiva: Marianne Dumoulin.