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Trotzdem…

Fuentes: Rebelión

Wilko Johnson, guitarrista y compositor inglés de 69 años, siente pánico por las alturas, pero desde años sueña a menudo que se halla encaramado en la punta de un poste de telégrafos, martirizado por una idea: ¡cielos, esto no es un sueño, es bruta realidad! De pronto se cae y con el porrazo se despierta. […]

Wilko Johnson, guitarrista y compositor inglés de 69 años, siente pánico por las alturas, pero desde años sueña a menudo que se halla encaramado en la punta de un poste de telégrafos, martirizado por una idea: ¡cielos, esto no es un sueño, es bruta realidad! De pronto se cae y con el porrazo se despierta.

Cuenta que sus sueños son, en su mayoría, muy turbulentos, cosa que le agrada y disfruta mucho. Recientemente soñó que se despertaba, se levantaba y encontraba en la sala de estar, en el suelo, su cuerpo muerto. Se espantó. Se acercó sigilosamente a su cuerpo, cómicamente torcido sobre su espalda, y contempló su rostro pálido, como el de un cadáver. Contrariado salió del cuarto, pero regresó al momento de puntillas creyendo que aquello no podía ser verdad. Se acercó de nuevo a su cuerpo, le golpeó suavemente con la punta del pie y no se movió. Convencido de su muerte cogió bloc y lápiz y comenzó a dibujar su cadáver. Y al dibujarlo oyó una voz interna que alababa su bizarría por dibujar su cuerpo. Y otra voz le dijo que acababa de airear un misterio. Fue entonces cuando alguien llamó a la puerta, y al abrirla entró un viejo amigo al que le contó el problema con su cuerpo. Su consejo fue deshacerse rápidamente de él para así recobrar la tranquilidad. Cargamos, dice, mi cuerpo en su coche, me colocaron en el maletero y fuimos a Canvey Island, donde nací y crecí. Cruzamos un puente y sumergimos mi cuerpo en un río. Me sentí contentísimo al verme desaparecer lentamente en el agua, me invadió una gran paz. Y me desperté.

Me imagino que mis sueños nada tienen que ver con mi realidad, pero la realidad es que en los últimos años me he confrontado varias veces con la muerte. Hace cuatro me pronosticaron vida para pocos meses, me descubrieron un cáncer galopante y nulas posibilidades de vida. Pero lo cierto es que contra todo pronóstico sobrevivo. Hace 12 años murió mi mujer, también por cáncer, y sueño mucho con ella, a veces en sueños revivimos algo conjuntamente, a veces tan sólo noto su presencia.

Mis mejores sueños son aquellos en los que siento que estoy soñando. A veces veo a mi mujer en el sueño y sé que no es real. Pero me produce gran contento. En los sueños ambos somos muy reales. Y en lo posible trato de prolongar los sueños. Probablemente porque duran poco son tan excitantes.

Recientemente ha aparecido su biografía y, claro, se titula: «Das Leben geht weiter«, la vida sigue.

Marc Brost y Stefan Schirmer, dos redactores de Die Zeit, narran en su larga entrevista de cuatro horas con Walter Kohl, el hijo mayor del que fuera canciller de Alemania durante 16 años (1982-1998), Helmut Kohl, su crisis vital que padeció a los 30 años, en la que confluyeron el suicidio de su madre Hannelore Kohl, las donaciones secretas ilegales a la CDU de su padre Helmut y el fracaso de su primer matrimonio. Hannelore venía sufriendo de grave fotofobia y terminó quitándose la vida.

Walter, que escribió hace años el libro titulado «Leben oder gelebt werden«, que muy bien podía traducirse por vivir la vida de modo personal o dejarla en manos de otros, tiene en la entrevista palabras duras contra la actual canciller Angela Merkel. A finales del 2000 se trunca aquel reconocimiento generalizado de los alemanes hacia Kohl, el canciller de la unidad de Alemania, cuando estalla el escándalo de donaciones secretas que Kohl había estado administrando al margen de la contabilidad oficial del partido, sumas millonarias que habían sido destinadas a engrasar la reunificación y los obstáculos que iban surgiendo en el este y el oeste. Kohl fue apartado de la CDU tras negarse a delatar a los donantes. «Su identidad es el mayor secreto de la historia de la República. Han pasado ya 17 años y permanecen anónimos, ni uno ha salido a decir yo fui, liberen ya a Kohl de esa responsabilidad… El hombre que hacía las leyes para todos los ciudadanos de la República él mismo se las estaba saltando. No hay nada peor en una democracia».

Y hay algo que Walter no perdona a Merkel, entonces secretaria general del CDU, y que acababa de escribir (22.12.1999) una «Brandbrief«, una solicitud, un escrito apremiante, a Kohl acusándole de haber «dañado gravemente al partido» («Die von Kohl eingeräumten Vorgänge haben der Partei Schaden zugefügt) con las donaciones secretas ilegales de 1´5 a 2 millones de marcos, y es su comportamiento respecto a su madre en un tiempo en la que Hannelore Kohl estaba gravemente enferma, el no haber dicho públicamente : «señoras y señores, a poder ser en este affair no metáis a la familia de Kohl, ni a su mujer ni a sus hijos, que nada tienen que ver». La realidad es que Angela Merkel ni antes ni después dijo una palabra de apoyo en favor de Hannelore.

El escrito de Merkel tuvo que ver con la lucha por el poder dentro del partido, por defender el partido frente a Kohl…, «tampoco mi padre fue un melindroso en este campo. Como profesional de la política Merkel sabía la avalancha desatada en Alemania y los daños que ello iba a acarrear a mi madre y a nuestra familia. Mi madre fue ultrajada, convertida en guiñapo, mudó su rostro, y lo que le resultó especialmente doloroso fue el sentirse traicionada por Angela Merkel, ¡tan amigas durante años, a la que tanta ayuda le prestó en los primeros pasos de trabajo político e inexperiencia personal en Bonn como ministra, que tantas confidencias se contaron, que tanto se ayudaron! Y esta traición mi madre no la superó jamás y contribuyó a su fatal desenlace».

Walter afirma que su padre y Merkel se asemejan «en su talento maquiavélico». El periodista Joachim Noack, que ha seguido los pasos de Kohl desde sus inicios, escribe a este respecto que otro de los misterios de la defenestración de Helmut Kohl es el papel que jugó la entonces presidenta de la CDU, Angela Merkel. «Merkel quiso salvar a la CDU. También quería salvar al canciller Kohl, un gran activo político, e intentó la pirueta, pero cuando tuvo que decidir, porque mantener el caso abierto habría terminado con todos, salvó a la CDU».

Los hijos de Helmut Kohl nunca han militado en partido alguno, tampoco en el de su padre. Con la afiliación a un partido dice Walter «ocurre que entras siendo joven y el partido te va configurando y matando, terminas siendo totalmente dependiente de él y a través de su aparato surge una sociedad paralela. Somos gobernados por soldados de los partidos, partidos que son los ataúdes de nuestra democracia… «solche Parteien sind die Sargträger unserer Demokratie«.

Lo cierto es que a Walter Kohl el mundo se le vino abajo con treinta ya cumplidos, y no vio otra salida que el suicidio: «Ich sah irgendwann keinen anderen Ausweg, als mich umzubringen». Pero se concedió 100 días de reflexión y futuro y se salvó de un acabose anunciado. Cayó en sus manos el libro del psicólogo Viktor Frankl, superviviente de Auschwitz «…trotzdem Ja zum Leben sagen«, a pesar de los pesares hay que decir sí a la vida, y experimentó algo que hoy sigue siendo para él tuétano y nervio en su vida y trabajo, en circunstancias de agobio y pozo negro poder tener la fuerza de abrirse de nuevo al futuro en la vida, el poder decir en esas circunstancias «a pesar de todo» vale la pena un último esfuerzo de sí a la vida.

Y esto vale tanto en Alemania como aquí.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.