Anoche, mientras buscábamos con mi esposa un programa en nuestra TV conectada a internet, ella se quejó de que los dos perros que nuestra hija había dejado en nuestro jardín la estaban molestando con sus ladridos incesantes. Pocos minutos después apareció en el ángulo superior derecho de la pantalla de la TV un anuncio que decía: “Sepa cómo hacer callar a un perro que ladra sin parar”. Pensamos que la coincidencia era demasiado extraordinaria para que se tratase de una mera coincidencia. Pulsé sobre el anuncio y el mismo refería a una propaganda de un aparato de ultrasonido que, cuando apuntado hacia el perro que ladra, al emitir una señal inaudible para el ser humano, hace parar de ladrar instantáneamente al can. Volvimos a pensar que la extraordinaria coincidencia no podía ser una coincidencia. Como no creemos que alguna agencia de inteligencia haya instalado micrófonos en nuestro dormitorio, sólo dos vías de comunicación podían explicar el extraño fenómeno que acababa de ocurrir; una era la propia TV, y la otra la daban nuestros sendos celulares con acceso a internet que yacían sobre nuestras respectivas mesas de luz, uno de ellos encendido, y el otro apagado. Entonces pusimos el hecho en su contexto y luego esbozamos una alternativa a lo que le está ocurriendo a la parte de la humanidad que tiene acceso a los recursos tecnológicos citados.
En 1998 Jim Carrey protagonizó el film El show de Truman. En el mismo, un ciudadano común y corriente, casado con una mujer aparentemente común y corriente, va descubriendo a través de pequeños indicios un hecho increíble; a saber, que todo lo que desde su niñez y hasta el momento él había considerado como su vida privada y ciudadana, había sido sistemáticamente filmado y grabado (incluso con la complicidad de la mujer que supuestamente se había casado con él por amor), para consumo de millones de espectadores anónimos.
Hace unos diez años llegó hasta mí la información de que los directivos (CEO) de grandes empresas, se reunían a puertas cerradas sin portar nunca sus celulares; y la sospecha era de que lo hacían no sólo para evitar que alguno de los participantes, respondiendo o simplemente mirando su celular, pudiera perturbar la reunión, sino también porque esos aparatos, aunque estuvieran apagados, podrían ser instrumentos de espionaje industrial-comercial, incluso a espaldas de la voluntad y conocimiento de su propietario.
En los días actuales tal sospecha se vio reforzada por pequeños videos colgados en youtube que explican que algunas aplicaciones y la propia cámara y micrófono del celular son vía de transmisión de imágenes y/o sonidos del portador del aparato y de su entorno inmediato hacia destinatarios desconocidos.
El 3 de enero de 2019 Le Monde Diplomatique en portugués publicó un artículo intitulado “Um capitalismo de vigilância”, de Shoshana Zuboff, profesora emérita de la Harvard Business School y autora del libro The Age of Surveillance Capitalism: The Figth for a Human Future at the New Frontier of Power. Zuboff, describiendo sucesivos desarrollos de Google y Facebook y citando a algunos de sus personeros, muestra que el capitalismo encontró una mercancía capaz de generar lucros de miles de millones de dólares; se trata de la colecta y venta masiva de informaciones sobre gustos y preferencias de los usuarios de los aparatos de comunicación conectados a internet; las compradoras de esa información son las agencias de propaganda y las empresas que pasan a bombardear al usuario con mensajes publicitarios que se transforman en ganancias millonarias cuando el usuario guía sus compras a partir de esas influencias; ahora bien, esa recolección permanente de información se hace sin que el usuario se dé cuenta del juego en el que participa cada vez en la que a través de internet oye, mira o busca algún producto o tema (o, quizá, simplemente cuando usa un horno o cafetera “inteligente”, y que, como tal, agrego yo, también podría ser vehículo transmisor de conversaciones); así el usuario es literalmente espiado las 24 horas del día y la sociedad capitalista en la que vive se transforma en un Big Brother que hace realidad, con fines de lucro muy precisos, los avatares del pobre Jim Carrey.
Entre otros, el filósofo francés Gilles Deleuze ya había expuesto la idea de que si Michel Foucault había descrito una sociedad de la vigilancia y del castigo en espacios cerrados (en especial en fábricas, prisiones, escuelas y hospitales), la sociedad actual ha pasado de la vigilancia al control de los individuos en espacios abiertos.
Por nuestra parte agregamos que los celulares conectados a internet son hoy los instrumentos de ese control y direccionamiento manipulador del individuo, aunque éste se pasee aparentemente libre por la calle o por un lugar de vacaciones que aparentemente haya elegido libremente.
El 23 de septiembre de 2020, en un artículo publicado en Resilience.org, la física y ecofeminista india Vandana Shiva dice que el 26 de marzo de 2020 Microsoft ha registrado una patente (WO 060606) que permite usar como información monetizable todo lo producido voluntaria o involuntariamente por el cuerpo humano (lo que incluye, entre otros, desde la radiación expelida por el mismo, hasta ondas cerebrales y movimientos oculares o musculares).
La pandemia del COVID19 que está marcando a buena parte del mundo en este 2020 agregó un elemento inesperado al escenario aquí descrito, pues a través de los medios de comunicación que empiezan en el celular que el individuo lleva en el bolsillo o la cartera, se instruyen o prohíben ciertas conductas muy concretas que marcan cada minuto de la vida personal; ejemplo de ello son el confinamiento, el distanciamiento social, el uso de la mascarilla y la permanente higiene de las manos. En algunos países se adoptó un aplicativo de celular que, supuestamente sin identificación individual, avisa al usuario si en el entorno en el que se está moviendo en aquel instante hay alguien que haya sido registrado como contaminado por el mencionado virus. Tal control de conductas y privacidades ha generado multitudinarias manifestaciones en supuesta defensa de las libertades individuales, que, en algunos casos, han reunido a gente de supuesta extrema izquierda con activistas de extrema derecha.
Por nuestra parte ante este último hecho defendemos la idea de que las personas deben protegerse lo necesario y suficiente para no exponerse al riesgo de muerte adelantada en la actual pandemia, para que el seguir viviendo les permita seguir luchando para superar el capitalismo de vigilancia y control antes aquí resumido; porque soldado muerto no lucha. Y en segundo lugar, en óptica ecomunitarista proponemos que los inmensos recursos tecnológicos y de comunicación que hoy son propiedad y/o están al servicio del lucro de un puñado de megaempresas e individuos, pasen bajo control de la humanidad organizada desde la comunidad local hasta el nivel planetario. Así la actual comunicación vertical, asimétrica y crematística, se convertirá en una comunicación ecomunitarista, horizontal, simétrica y al servicio del desarrollo pleno y multifacético (según las diversas vocaciones individuales y combinando las actividades manuales y físicas) de cada persona. En la práctica de la democracia directa, facilitada precisamente por internet para la discusión y toma de decisiones consensuadas o por votación, cada comunidad (desde la local hasta la planetaria) habrá de resolver cuáles recursos creados por los especialistas serán retenidos o no, y sobre el cómo usar y los límites de uso de los que sean adoptados. Esa democracia directa es la marca de la Política de Todos, propia del ecomunitarismo, que completa su perfil, junto a la comunicación horizontal, simétrica y humanista ya citada, con las otras dimensiones interrelacionadas que le son indisociables: una economía ecológica y sin patrones, una educación ambiental socialmente generalizada (que incluye una educación sexual para el libre placer consensualmente compartido, que supera el machismo y la homofobia, así como una educación física promotora del deporte no individualista-competitivo ni crematístico) y una estética de la liberación, que incentiva la producción y el goce de la belleza por cada persona. En ese contexto, la ciencia en general y sus aplicaciones son sometidas al control democrático ciudadano, y la propia comunidad científica estanque se va disolviendo en la comunidad en general gracias a la educación gratuita y universal que abarca a toda la humanidad, hasta los niveles superiores de instrucción.