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Últimas pedaladas inexplicables

Fuentes: Diagonal

  Fuera de las grandes carreras, el ciclismo carece de la tensión y las noticias que aportan otros deportes. Sin embargo, en las últimas semanas, las bicicletas se han hecho un extraño hueco entre los obituarios. Una de las reglas inconfesables del periodismo dice que un dato es una anécdota; dos, un vínculo con posibilidades; […]

 

Fuera de las grandes carreras, el ciclismo carece de la tensión y las noticias que aportan otros deportes. Sin embargo, en las últimas semanas, las bicicletas se han hecho un extraño hueco entre los obituarios.

Una de las reglas inconfesables del periodismo dice que un dato es una anécdota; dos, un vínculo con posibilidades; y tres, la tentación de un artículo. Frank Vandenbroucke, ciclista belga de 34 años, fue encontrado muerto el pasado 12 de octubre en la habitación de un hotel de Senegal. La autopsia estableció como causa de la muerte una doble embolia pulmonar, y los periódicos recordaron sus frecuentes depresiones y que dos años antes había intentado suicidarse. No había pasado ni un mes desde la muerte de Vandenbroucke cuando su compatriota Dimitri de Fauw, el corredor de pista que en noviembre de 2006 se vio involucrado en el accidente que causó la muerte del ciclista Isaac Gálvez, apareció muerto en su casa de Gante. Ocurrió el 6 de noviembre y diversos medios señalaron que se trataba de un suicidio a consecuencia de la desesperación producida por un drama no superado: un sentimiento de culpa que no logró mitigar. De Fauw tenía 28 años y había dicho de sí mismo: «Emocionalmente soy una ruina». Tres días después del fallecimiento de De Fauw, el ciclista vasco Agustín Sagasti fue hallado sin vida en su domicilio de la localidad vizcaína de Mungia. Sagasti, de 39 años, sufrió un grave accidente en 1995 en la Vuelta a los Valles Mineros. El choque contra un vehículo que había invadido un cruce mal señalizado lo llevó al hospital en estado de coma con el brazo izquierdo y la pierna derecha destrozados. Tardó más de un año en recuperarse y tuvo que abandonar el ciclismo. Los obituarios de Sagasti contaban que se quitó la vida.

Bicicletas colgadas

Otra de las reglas del periodismo, ésta confesada sin rubor, dice que los hechos merecen una explicación. Pero para construir esa explicación conviene incorporar, al menos, tres elementos. Primero puede explicarse el asunto en clave personal: individuos con vidas marcadas por la tragedia fallecen en trágicas circunstancias. Vandenbroucke es entonces un juguete roto del ciclismo; su íntima relación con el dopaje le había convertido en un toxicómano depresivo. De Fauw es un hombre ahogado por la culpa que no tuvo, incapaz de salir de sus silencios prolongados. Y Sagasti es una promesa del ciclismo que ve su vida deportiva truncada a los 24 años. Para el siguiente paso explicativo es aconsejable elevar el tiro y acudir a la historia. Aparece entonces Luis Ocaña y su muerte con un disparo en la cabeza en el pajar de su casa, una muerte de la que nadie quiere hablar. Y surgen los fantasmas de Thierry Claveyrolat, el Chava Jiménez y Marco Pantani, relatos de existencias al límite. Va quedando así un poso de ídolos caídos en un deporte ingrato plagado de hoteles y soledad. Pero no es suficiente. Conviene ir más allá. Es el momento de recurrir a los expertos y encontrar una etiqueta. Para el caso que nos ocupa se llama «síndrome de la bicicleta colgada». Así que todo queda reducido a una suerte de enfermedad que puede sobrevenirles a los ciclistas una vez que sus vidas deportivas han terminado y carecen de la ansiedad de la competición. Una enfermedad que puede tener un fatal desenlace, si no se trata a tiempo. Asunto concluido.

Buscar sentido

Una regla menor del periodismo dice que sólo podrán publicarse noticias sobre suicidios cuando afecten a personas de relevancia o supongan un hecho de interés general. El principal motivo de esta autocensura es el temor a las conductas imitativas; un temor que, sin embargo, no se extiende al resto de las truculencias que publican los periódicos. Las noticias de las muertes de Vandenbroucke, De Fauw y Sagasti, si se toman de forma aislada, son sólo el relato de tres dramas personales. Unidas, se convierten en la historia de un drama colectivo, con antecedentes y diagnóstico incluidos. Pero esa tentación de hilvanar y explicar parece aquí, más que nunca, un ejercicio baldío. Sabido es que la prensa cumple el papel tranquilizador de buscar sentido. Lo decía con estas palabras Enric González: «Abramos el periódico. Podremos leer sobre eso terrible (o maravilloso, que eso a veces también sucede) acontecido la víspera. (….) Ese relato da sentido a algo que generalmente no lo tiene: el devenir del mundo». Sucede a veces que la falta de sentido es demasiado evidente y ocurre entonces que el andamiaje de los textos queda al descubierto y éstos parecen, en el mejor de los casos, un ejercicio de carpintería. Conviene entonces poner un punto, a no ser que alguien sea capaz de explicar y dar sentido a lo que sintió la madre de Agustín Sagasti cuando abrió la puerta de la casa de su hijo el 9 de noviembre de 2009.

Dibujo: Los expertos han creado el «síndrome de la bicicleta colgada» para referirse a los síntomas de algunos ciclistas al dejar la competición. DIBUJO JOAN SANZ

Fuente:https://www.diagonalperiodico.net/Ultimas-pedaladas-inexplicables,9532.html