Cuando el lector/a les estas líneas ya sabrá el resultado del 26J. El artículo que comentó a continuación -«Populismo: comunismo 2.0″ [1]- es anterior. Se publicó el pasado jueves 24 de junio en El País. Pero es altamente significativo, en mi opinión, de la forma de intervenir -el casi todo vale- de alguno intelectuales orgánicos […]
Cuando el lector/a les estas líneas ya sabrá el resultado del 26J. El artículo que comentó a continuación -«Populismo: comunismo 2.0″ [1]- es anterior. Se publicó el pasado jueves 24 de junio en El País. Pero es altamente significativo, en mi opinión, de la forma de intervenir -el casi todo vale- de alguno intelectuales orgánicos de la supuesta socialdemocracia realmente existente que se les suelen dar de muy, pero que muy rigurosos.
En «La desfachatez intelectual»[2], Ignacio Sánchez-Cuesta [ISC] critica el estilo y la argumentación contundente, indocumentada y falsaria de algunos (remarco: algunos nombres, que yo ahora no cito) intelectuales, escritores o ensayistas cuando hablan de determinadas cuestiones alejadas de su ámbito de estudio, trabajo y reflexión. Sientan cátedra cada cuatro por tres en asuntos en los que andan, según ISC, bastante desinformados. Pero en el caso que queremos comentar estamos ante un experto, no ante «un literato», un economista próximo al PSOE, José Carlos Díez [JCD], que interviene en un asunto muy cercano o incluso interno a su ámbito de investigación y lo hace, en mi opinión, del modo criticado por ISC, con toda la desfachatez del mundo, con toda la impostura político-intelectual concebible que dirían Sokal y Bricmont. Sin poder entrar, por no aburrir, en todos los detalles vale la pena detenerse sucintamente en su artículo.
Empieza con el Manifiesto. El Manifiesto Comunista de Marx y Engels, afirma, «describe los problemas del sistema capitalista, el principal su incapacidad para conseguir una distribución de la renta justa compatible con la democracia y la estabilidad social». Como es obvio, JCD no tiene muy fresco el MC: para los dos jóvenes revolucionarios el principal problema del sistema capitalista no se ubica en el ámbito de la distribución de la riqueza. Pelillos a la mar. Pero el comunismo, prosigue JCD, «como alternativa generó más problemas a los ciudadanos de los que pretendía resolver». ¿Cuáles fueron esos problemas? Ni un solo ejemplo. Se afirma y a otra cosa. Marx, afirma JCD, «pronóstico que el capitalismo moriría de éxito. Las empresas eficientes se convertirían en monopolios, se apropiarían de toda la renta y alienarían a los empleados». Es obvio que Marx nunca dijo que las empresas -eficientes no es término de su vocabulario- se apropiarían de toda la renta. Si fuera así, el sistema no hubiera funcionado desde el primer momento y la sobreproducción generalizada hubiera sido el enterrador del sistema. Lo de la «alienación de los empleados» no es forma de hablar marxiana (ni siquiera en las llamadas ciencias políticas). Los trabajadores alienados, sostiene también JCD, harían la revolución (tampoco la formulación es buena) y, con ello, «llegaría el comunismo que se aprovecharía de la tecnología y la eficiencia del capitalismo para redistribuirla». Con ello, en los clásicos, no llegaría el comunismo sino el socialismo y Marx no sugirió como divisa de las sociedades socialista y comunista usar, sin más, la tecnología y la eficiencia del capitalismo para redistribuir la riqueza. No se trataba de anonar un alocado desarrollismo socialista. El comunismo, en los clásicos, también el socialismo, son sociedad alternativas, no una mera reforma puntual del capitalismo. Se trataba de vivir de otra manera.
El comunismo llegó en Rusia, recuerda JCD, «país agrícola que no había desarrollado la burguesía ni tenía empresas exitosas con tecnología». El comunismo no llegó a Rusia ni incluso tampoco a la Unión Soviética. Sí, en cambio, una revolución con esas finalidades. En todo caso, Rusia ya era un país con desarrollo capitalista en algunas zonas. Lenin escribió sobre ese desarrollo en uno de sus libros más citados. Marx había muerto, nos recuerda JCD, «pero Engels sentenció que los caminos de la revolución eran inescrutables». Engels, fallecido en 1895, ¿sentenció lo apuntado tras la revolución de 1917? Que fueran inescrutable, que no se pudieran saber ni averiguar con detalle, ¿no es indicio de que esto del determinismo asociado al materialismo histórico tiene más cera que la usualmente reconocida?
El mayor experimento comunista, continúa JCD, fue el muro de Berlín en 1945. ¿El mayor «experimento» comunista? ¿Los comunistas hicieron experimentos? ¿Y ese fue el mayor? ¿Y ya en 1945 cuando el muro se construyó 16 años después forzada la RDA por la sangría de expertos y científicos que cogían sus maletas y su formación pública gratuita y exigente y emprendían viaje a la RFA, cuidada y mimada por el capitalismo internacional y por el Imperio usamericano? ¿Cómo se las debían apañar ya entonces las patrullas cuatripartitas (un usamericano, un soviético, un inglés, un francés) para recorrer tranquilamente todo un Berlín sin muro?
Ambas Alemanias estaban asoladas por el nazismo y la guerra en 1945, nos recuerda JCD. Pero «en 1990 Alemania del Oeste con un modelo socialdemócrata era una de las economías más prósperas del mundo». No sólo eso: «No había empresas monopolísticas que dominaran el sistema y el peso de los salarios de los trabajadores había aumentado significativamente en detrimento del capital». En cambio, «Alemania del Este, con un modelo comunista, tenía una renta por habitante la mitad que la de un alemán del Oeste». Pero, ¿por qué el peso de los salarios había aumentado significativamente en la RFA? ¿No existían grandes monopolios financieros tipo Deutsche Bank? ¿La mitad de la renta en la RDA, si fue así, era una renta insignificante? ¿Qué se quiere «demostrar» con ello? ¿Que la socialdemocracia de… Kohl era más justa y productiva que el sistema comunista de la RDA? ¿No habría que tener en cuenta mil factores más para esta comparación histórica? ¿Se puede hablar honestamente en estos términos?
El fracaso del comunismo, sostiene JCD, «fue tan estrepitoso que los comunistas negaron serlo, salvo algunos nostálgicos como Julio Anguita o Alberto Garzón». ¿Todos los comunistas menos los nostálgicos negaron serlo? ¿El PCE o el PCP por ejemplo? ¿Garzón, a los 14 o 15 años, ya era un comunista nostálgico? No es que los comunistas abandonaran el comunismo, sentencia JCD, «es que el comunismo les abandonó a ellos». ¿Y eso qué significa exactamente? ¿Que muchos comunistas democráticos, que lucharon jugándosela contra sistemsa políticos fascistas y/o dictatoriales, ya habían criticado muchos nudos de lo que se llamó «socialismo realmente existente»? ¿Recordamos lo que dijo el perseguido PCE cuando la invasión de Praga por las tropas del Pacto de Varsovia?
Sigue JCD: «lejos de reconocer el fracaso de sus ideas se reconvirtieron en populistas, especialmente en América Latina». ¿Populistas? «Ya no eran comunistas, ahora eran antiglobalización y antiliberales». Pero como es obvio no fueron antiliberales sino contrarios al neoliberalismo y opuestos a este topo de globalización. Se llamaron alterglobalizadores. Para ellos, sigue JCD, «hasta los socialdemócratas que vencieron a Thatcher y a Reagan, pasaron a ser neoliberales». ¿Qué socialdemócratas vencieron a Reagan? ¿Bush I, Clinton? ¿Cuáles fueron los que vencieron a Thatcher? ¿John Mayor? ¿Blair, el faldero de Bush II, para algunos, junto a su amo y Aznar, tres criminales de guerra, un paradigma de la socialdemocracia que JCD defiende?
Pero los latinoamericanos, sigue afirmando JCD, «tras 15 años de populismo, también han descubierto que genera más problemas de los que intenta resolver». ¿Un elogio de Macri? No sólo eso: «Venezuela es el caso extremo, donde la hiperinflación ha empobrecido a los de abajo, a los funcionarios y los pensionistas hasta niveles de los años ochenta». Y luego otro golpetazo: «En Argentina, donde Kirchner ha perdido las elecciones tras una grave crisis económica donde la pobreza y la desigualdad han vuelto a aumentar». Y otro más a Ecuador, «donde la economía destruye empleo y Correa aplica duros recortes en sanidad y educación». Sin datos, sin tener en cuenta nada. Todo es uno y lo mismo. Grandes experiencias latinoamericanas de emancipación liquidadas en cuatro líneas. «En Europa el populismo es inviable dentro del marco democrático y jurídico de la UE». ¡Marco democrático de la UE! ¿De qué está hablando JCD? Syriza, sostiene, «lo intentó y acabó rescatando a los bancos y aplicando duros recortes como Rajoy en 2012». ¿Hay alguna duda de que una pistola, con armamento atómico no bloqueado, fue accionada contra el gobierno de Syriza? ¿Se puede hablar en estos términos de lo sucedido por contrario que un sea a Syriza?
Llega la hora de España. «En España Podemos y sus confluencias ni lo podrán intentar, al tener unos 80 escaños de 350». ¿80 de 350? ¿Tiene una bola mágica de cristal don JCD? En sus alcaldías, sostiene sin concretar, «ya pagan la deuda que prometían no pagar, continúa la austeridad, los jóvenes siguen cabreados y sigue habiendo los mismos pobres». ¡Siguen habiendo los mismos pobres! ¿Es posible tanta falsedad y tanta mala intención, tanta infamia política, en tan pocas líneas? ¿Este es el balance equilibrado de las alcaldías de Barcelona, Madrid, Cádiz o La Coruña tras un año de gobierno con alianzas?
La otra opción, señala finalmente, «es salir del euro. Anguita la defiende con pasión». Para JCD «provocaría más pobreza e infelicidad». ¿Por qué? Ni una sola razón. Lo afirma don JCD y ya es suficiente. Si Europa reacciona, afirma, «y hacemos políticas socialdemócratas el populismo volverá a ser marginal». Por el contrario, «si sigue gobernando la derecha en España y en Europa, el populismo continuará». ¿Políticas socialdemócratas? ¿Qué políticas con esas? ¿Las que intentan imponer Valls y Hollande en Francia? ¿Lo de Renzi en Italia? ¿No será más bien al revés? ¿Que las políticas socialdemócratas, realmente practicadas, han conducido a muchos sectores obreros a apoyar, desesperados, alguien que dice, mintiendo, que les asegura protección y derechos, y no la marcha indiscutible, del quinto jinete de la Apocalipsis, el neoliberalismo? Por lo demás, ¿no tenemos en Portugal una experiencia que es necesario tener en cuenta?
En síntesis: un ejemplo de rigor, de buena información, de equilibrio argumentativo, de modestia intelectual, de grandeza de miras, de perspectiva histórica. Para enmarcar.
Notas:
[1] http://economia.elpais.com/economia/2016/06/23/actualidad/1466711391_937233.html
[2] Ignacio Sánchez-Cuesta, La desfachatez intelectual, Madrid, Los Libros de la Catarata, 2016.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.