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¿Un giro de civilización?

Fuentes: Cartelera Turia

¿Estamos en un giro de la civilización? Los amos del poder y la gloria quieren que la globalización sea sólo económica, quizá con algún cosmético tipo ropero de navidad. No entienden que cualquier globalización conlleva aspiraciones crecientes de ley y justicia internacional, recuerda el profesor londinense David Held, que un desafío violento a justicia y […]

¿Estamos en un giro de la civilización? Los amos del poder y la gloria quieren que la globalización sea sólo económica, quizá con algún cosmético tipo ropero de navidad. No entienden que cualquier globalización conlleva aspiraciones crecientes de ley y justicia internacional, recuerda el profesor londinense David Held, que un desafío violento a justicia y ley en un lugar atrae consecuencias en muchos otros, que la total interconexión planetaria implica vulnerabilidad universal. El mundo también está globalizado para Al Qaeda. Y, al cabo, los padres del terrorismo más moderno son quienes usaron armas atómicas sobre población civil en 1.945; o, si no les gusta, pongan los feroces dictadores de la «Operación Cóndor», con apoyo de la CIA. Si lo prefieren, Stalin, el genocidio turco con los armenios, el de Saddam Husein con los kurdos, o Hassan II de Marruecos bombardeando a sus súbditos del Rif con napalm. Como sea, terrorismo de Estado. Ésa es la terrible cuestión, el Estado siguiendo pautas de delincuencia, imitando a los execrables terroristas. Dando comida putrefacta a los presos de Abu Ghraib, torturándolos de cien otras maneras en las nuevas checas de Guantánanmo, Afganistán y demás países satélites especializados en tormentos, usando genocidas bombas de fragmentación y uranio «empobrecido»; por no hablar de la política de tierra quemada y robo de la misma y asesinato selectivo de los gobiernos de Sharon, imitadores de los nazis en crear grandes campos de concentración (y pequeños, ver Mukata). Hasta los Jueces Lores british han considerado de lesa humanidad la «ley antiterrorista» del hombre de la gran sonrisa falsa, Blair. Y no me acusen de diluir el concepto de terrorismo incluyendo bajo su rúbrica mil cosas. Quienes diluyen y deslíen son los relativistas que equiparan democracia y fascismo, la División Leclerc y la División Azul. O quienes piensan que, porque Franco no fue derrotado como Hitler, hay que mantener perenne la apología del franquismo del «Valle de los Caídos» (de un franquismo declarado por la ONU régimen criminal). Si uno llamase terrorismo a todito, ya lo habría hecho con los juicios militares «sumarísimos» de dicho régimen de miedo y venganza. ¿Y no habría que poner tilde de terrorismo moral, verbal, jurídico, al sarcasmo inmenso de condenar, a quienes fueron leales a un gobierno legal y legítimo, como reos de «rebelión», condena impuesta por los cínicos víctor rebeldes?

 

Vivimos, puede, un giro de civilización. Norman Mailer se cuestiona a cuánta distancia están Bush y su banda de Washington, en su fuero íntimo, de un neofascismo sui géneris, para el caso de atentados más graves o una gran depresión. ¿Y hasta dónde puede llevar la plutocracia ultramoderna, la «unión hipostática» del cargo político y los negocios, que diría J. Goytisolo? De la institución que menos se fía el pueblo, parece, es de «los políticos». ¿Y se han fijado en el latiguillo (ay, Freud, Freud) del Sr. Zaplana, a manera de pinganillo lingual o bucal, con que suele terminar sus frases?: «…bla, bla, bla, ¿verdad?».