Siempre por entre las penumbras de la noche hay atisbos de luz, casi por descuido o acaso por ramalazos fosforescentes que encienden el cielo. Entonces, se encandece el alma de los pueblos que montados en vientos de futuro surcan las pampas con la mirada del ñandú y la altivez de la vicuña. Así, desde tiempos […]
Siempre por entre las penumbras de la noche hay atisbos de luz, casi por descuido o acaso por ramalazos fosforescentes que encienden el cielo. Entonces, se encandece el alma de los pueblos que montados en vientos de futuro surcan las pampas con la mirada del ñandú y la altivez de la vicuña. Así, desde tiempos inmemoriales, los hombres han hurgado entre las grietas de la opresión para horadarlas de a poco o de un certero golpe de machete o de fusil. Y, cuando pasa el tiempo y las nubes son más azules, a veces también se torna en miles de gargantas, banderas y votos. Aquellas elecciones que tantas veces la izquierda menospreció, que otras tantas subvaloraron, se han transformado en instrumento de victoria en Venezuela, Ecuador, Bolivia y Nicaragua. Tal vez sea solo un paso, un breve rastro en el derrotero del cambio social, pero un paso al fin y al cabo. De esos que necesita América Latina, tantas veces golpeada y vilipendiada, violada y denostada; esa América que se ha levantado una y otra vez con la atávica porfía de los pueblos originarios que se visten de dignidad para irisar los quetzales. Nuestra América, negra, india y mestiza a pesar de muchos que, desde la independencia, añoran la Europa perdida, los galeones oceánicos y las tierras eternas. Los mismos que de latifundistas pasaron a mineros y banqueros, comerciantes, industriales y empresarios de distinto signo. Los dueños del país antiguo y del moderno, los ricos de ayer y los ricos de hoy que no trepidaron en destruir la democracia cuando la democracia se tornó en contra suyo; entonces instalaron dictaduras terroristas y masacraron al pueblo inerme. Pero no fue tan simple, pues el pueblo tiene memoria y un corazón henchido de dignidad. Aunque cuesten muertos y heridos, desaparecidos y torturados, aunque nos duela hasta el alma el horror de los matadores, seguimos de pie buscando las formas de dibujar el futuro.
Una nueva esperanza
Como lo dibuja Venezuela que ha contribuido de manera decisiva al surgimiento de una nueva esperanza, porque es indudable que América Latina se estremece con proyectos alternativos al predominio de las economías y democracias de mercado que surgieron con posterioridad a la época dictatorial que vivió el continente. Así, además de Cuba, por cierto, surgen el proyecto bolivariano de Venezuela y la propuesta social e indígena del MAS en Bolivia; asimismo, se perfilan cambios en Ecuador con la victoria de Rafael Correa quien ha optado por un camino, no solo distanciado de Estados Unidos, sino que de clara cercanía con las posturas de aquellos países latinoamericanos que buscan la integración continental y la independencia económica y política. Se configura así un interesante cambio en la correlación de fuerzas – si a ello agregamos una Argentina con ciertos rasgos de independencia en el ámbito internacional y de mayor consecuencia en su política de derechos humanos y, quizás, a un Brasil que, nuevamente con Lula a la cabeza, deberá – suponemos – iniciar algunos cambios importantes si es que considera las críticas de importantes sectores sociales y de izquierda. Y, por cierto, si considera la significativa votación alcanzada en la primera vuelta presidencial por la candidata de la izquierda, Heloisa Helena.
Por otro lado, con clara injerencia, presión y beneplácito estadounidense, se configura un polo derechista agenciado por, principalmente, Perú, Colombia y Chile. Son los estertores del imperio que busca contrarrestar el poder y la influencia de Venezuela que ha llevado a cabo una política internacional consecuente y coherente con su ideario latinoamericanista, estableciendo acuerdos concretos de diversa índole con varios países de la región. Es la integración en los hechos y no solo en palabras, es la priorización de los intereses regionales por sobre los intereses de Estados Unidos. Es América Latina haciendo soberanía sobre un continente secuestrado hace siglos por el imperialismo. Y Chile no se da cuenta, o no quiere darse cuenta, o se da cuenta perfectamente, pero actúa obsecuentemente ante los requerimientos de Estados Unidos, que el mundo ha cambiado, que Latinoamérica ha cambiado, que ya nada volverá a ser igual que antes. Que Hugo Chávez fue nuevamente elegido presidente de ese país; que Bolivia ungió presidente al primer indígena en la historia del continente y que, incluso en el Chile neoliberal, algo se está moviendo. Lentamente, tropezando acaso con su propia historia, su memoria y sus fantasmas, pero algo se está moviendo y de ello dan testimonio los estudiantes secundarios, los profesores, los trabajadores de la salud, los mapuche. Aunque, sin duda, cada una de las movilizaciones que se han dado últimamente poseen sus propias especificidades y peculiaridades. Son movimientos sectoriales de carácter economicista, algunos, de índole más social y político otros, pero movimientos a fin de cuentas.
Un gran movimiento sísmico
Y de eso se trata, de movimiento, de temblores, de vibraciones, de espasmos sociales que, en algún momento devendrán en un gran movimiento sísmico que estremecerán los cimientos de la sociedad. Pero nada de ello será posible sin la participación de grandes sectores sociales y políticos, nada será posible sin la unidad más amplia, sin la más grande generosidad. El sectarismo a nada conduce, los vanguardismos a nada conducen, los mesianismos a nada conducen, el fundamentalismo a nada conduce. Por ello debemos ser capaces de entender la unidad en torno a un repertorio de demandas básicas que congreguen a la mayoría del pueblo: Por una democracia real, por la justicia social, por el respeto a los derechos humanos, la autodeterminación de los pueblos, una América Latina unida e integrada, la protección del medio ambiente. Por la construcción de poder social ahora, porque todos deben tener igualdad de oportunidades y tener acceso a derechos básicos como la salud, la educación, la vivienda y un trabajo digno. Queremos un Chile plurinacional y pluricultural donde se respete a los pueblos originarios y todas las manifestaciones culturales. Donde simplemente la felicidad no se compre ni se venda
Antes, dicen, uno podía caminar por los bosques antiguos y, allí, entre choroyes y hualles, imaginarse el futuro mirando el cristal de la lluvia milenaria. Nunca fue fácil, y menos ahora, pero hoy se percibe en el aire y se siente en el viento la ingente necesidad de mirarnos y pensarnos de manera distinta. Claro, porque son necesarios procesos de reflexión y organización de nuestras inquietudes, anhelos, visiones, sensibilidades e ideas para aportar a la construcción de una propuesta que, a su vez, contribuya a la arquitectura de los sueños de un Chile diferente. Porque Chile también existe.