Partiremos de lo simple a lo complejo; aunque, yendo de lo complejo a lo simple creo que no alteraría en nada el tema sujeto de este razonamiento; de tal manera que, da igual si al final se alcanza el objetivo trazado. Pero antes, forzosamente tenemos que echar un vistazo hacia el pasado para retomar la […]
Partiremos de lo simple a lo complejo; aunque, yendo de lo complejo a lo simple creo que no alteraría en nada el tema sujeto de este razonamiento; de tal manera que, da igual si al final se alcanza el objetivo trazado. Pero antes, forzosamente tenemos que echar un vistazo hacia el pasado para retomar la idea kantiana acerca de la significación en sí de los imperativos categóricos.
Emmanuel Kant, hizo una prodigiosa elucubración sobre los juicios enunciativos y prescriptivos que conducen necesariamente a la construcción de un Imperativo. Los Imperativos se pueden ejemplificar de la manera siguiente: «si A es, debe ser B», pero en cuanto a un imperativo al que nos vamos a referir, sería de la siguiente manera: «si A es, tiene que ser B». De ahí que, cuando se retoma la categoría «Imperativo» para encajarla en el tema que pretendemos adentrarnos, es porque los «teólogos» del neoliberalismo han elevado la terminología «confianza», en lo tocante al sistema capitalista, a un nivel que linda con una especie de imperativo categórico.
Francis Fukuyama, el profeta fallido a causa del quimérico apocalíptico fin de la ideología, plasmado en su delirante panfleto de nombre «¿El Fin de la Historia?», define la confianza como «la expectativa que surge en una comunidad con un comportamiento ordenado, honrado y de cooperación, basándose en normas compartidas por todos los miembros que la integran». En palabras bien simples, dentro del sistema capitalista debe imperar la confianza entre todos los seres humanos para enfrentar los desafíos sociales y políticos, pero sobre todo, los de carácter económico; sólo de esa forma podremos caminar juntos de la mano y ver hacia adelante en la era de la poshistoria. Bien celestial el argumento de Fukuyama. Por ello es que probablemente afirme que «el liberalismo ha triunfado fundamentalmente en la esfera de las ideas y de la conciencia, y su victoria todavía es incompleta en el mundo real o material». En otras palabras, ese argumento solamente existe en su constructo idealista, lo cual ha conllevado a la castración del pensamiento de muchos de sus seguidores.
István Mészáros -uno de los asesores del Presidente Hugo Chávez-, respecto a la confianza señala que actualmente es una tríada pseudo hegeliana fukuyamizada: confianza, pérdida de confianza y exceso de confianza, al sostener que es una habladuría acerca de las virtudes absolutas de la ‘confianza’ en la administración económica. La crisis económica del sistema capitalista, la cual para los neoliberales es pasajera, como algo imprevisto pero al final normal dentro del ciclo económico; también ha gestado una crisis de confianza. Robert K. Merton -un estructural funcionalista- define la crisis de confianza como «un sentimiento colectivo de inseguridad con relación al futuro, generando creencias o expectativas de un acontecimiento de naturaleza política o económica». En la actual crisis mundial del capitalismo no sólo reina una crisis de confianza, sino que, es a todas luces, el declive de dicho sistema y el advenimiento de una era poscapitalista.
La Prensa Gráfica , un prestigiosísimo diario de El Salvador, que juega muy bien a la «objetividad» periodística; dice en su página editorial del día 18 de junio del año en curso que, «Para ver en serio las primeras luces al final del túnel tendría que haber un movimiento positivo identificable con el aparato productivo, generado por un incremento real de la confianza, que es lo que está faltando». Esto en relación a las señales de «recuperación económica» que muestra el país; y que «El sector público y los sectores privados deben, en conjunto, hacer lo que les toca para relanzar nuestra economía, en vez de enfrascarse en discusiones de coyuntura, como ha sido lo usual hasta la fecha». Y finaliza diciendo ese editorial, «De una vez por todas tendríamos que emprender un esfuerzo de nación que desarrolle una agenda de nación».
Este periódico juega a un malabarismo conceptual que, si somos meticulosos en la lectura, pero sobre todo el análisis, indudablemente comprenderemos lo que quieren alcanzar y hacia donde pretenden transbordarnos. Por lo tanto, según ellos, debemos de cohibirnos en cuanto a hacer discusiones de coyuntura. Por supuesto, esto quiere decir, no indagar y señalar a los verdaderos culpables de esta crisis que está golpeando a las grandes mayorías populares. Lo que hay que hacer según ellos es generar un escenario donde impere la confianza.
El método de este honorable periódico es jugar al embaucamiento de la «objetividad». En sus editoriales utilizan más o menos el siguiente palabrerío: fulano dice tal cosa, pero zutano dice esto y aquello, por eso nosotros creemos que…, concluyen en su verborrea inductora. Es decir, al final se inclinan por los intereses de los poderosos con una clara intención de inducir al público lector hacia una postura ideologizada. Lo que nos quieren decir en la segunda cita es simplemente que el sector público debe someterse a las pretensiones del sector privado para hacerle frente a la crisis mediante una dosis de confianza.
Y es que la clase dominante, como lo sigue señalando Mészáros, necesita de un órgano de propaganda con circulación de masas, con el propósito de la mistificación general. En vida de Marx la clase dominante tenía suficiente ‘confianza’. En verdad, Marx frecuentemente decía -señalo esto para que los señores del aludido periódico no se sientan solos- que en las páginas de The Economist «la clase dominante está hablando para ella misma». De igual forma, el editorialista salvadoreño está hablando para su clase, tomando una postura clasista en el entorno del análisis económico.
Lo que en verdad debería de interesarnos es la crisis del sistema capitalista en sí y las causas que la ocasionaron, en el entendido de saber aprovechar la coyuntura nacional y mundial, en una clara y programática estrategia de desenganche por parte de los países periféricos de esas políticas económicas tan nocivas que imponen los países del centro. ¿Para qué continuar avivando las dosis de confianza hacia esos organismos multilaterales como el Banco Mundial o el FMI? ¿Es viable insistir en prorrogar la confianza hacia los poderosos? ¿Qué pensarían los padres del liberalismo económico de los actuales recetarios neoliberales?
Noam Chomsky, el intelectual vivo más citado en el mundo, nos dice que «Con el tiempo, tras una evolución que sin duda hubiera horrorizado a los fundadores del liberalismo clásico, un radical activismo judicial logró que las empresas adquiriesen los derechos de personas inmortales, y en recientes acuerdos económicos internacionales han adquirido derechos mucho más amplios que los de las personas. Por ejemplo, General Motors puede exigir un ‘tratamiento nacional’ en México, pero un mexicano de carne y hueso no saldría muy bien parado si exigiera un tratamiento similar tras cruzar la frontera de Texas, suponiendo que lograra entrar vivo (muchos no lo logran)».
Ese imperativo llamado confianza debemos transformarlo es una férrea desconfianza hacia el sistema capitalista que está a punto de colapsar. Esto puede parecer una postura pesimista más que izquierdista; pero la verdad es que alguien dijo que un pesimista es un optimista con experiencia. Los gobernantes de los países llamados Tercermundistas deberían buscar el Sur, porque esa cercanía y dependencia con el Norte, potencia y legitima el arrastre de los costes de las crisis que estos últimos países transfieren a los primeros. Ya hay demasiadas malas experiencias cuando nos dejamos guiar por la confianza. A los bancos les inyectaron millones de dólares -provenientes del bolsillo de millones de pobres- con el objetivo de rescatarlos o sofocar el incendio de los mismos a consecuencia de la especulación; pero estos bancos llevaron nuevamente esos incentivos económicos al gran casino de la especulación financiera. Y a pesar de todo eso, ¿deberíamos de aportar otra pequeña dosis de confianza hacia los poderosos? Pienso que es el momento oportuno para hablar con claridad. Mientras sigan promoviendo la confianza, las mayorías seguiremos viviendo en las precarias condiciones de existencia a la cual nos ha condenado el imperialismo y el gran capital nacional y trasnacional.
*El autor es de El Salvador, América Central. Escritor, analista político y militante del FMLN. http://alimontoyaopinion.