Entre las humoradas post-veraniegas sobre el «centrismo», llama la atención que uno de sus más prolíficos autores -Carlos Luque Zayas Bazán- se haya equiparado a un lobo solitario. Muy «a lo Jack London». Esa comparación y otros muchos temas forman el contenido del artículo titulado «Sobre los «éxitos» de la `moderación´ en política», un denso […]
Entre las humoradas post-veraniegas sobre el «centrismo», llama la atención que uno de sus más prolíficos autores -Carlos Luque Zayas Bazán- se haya equiparado a un lobo solitario. Muy «a lo Jack London».
Esa comparación y otros muchos temas forman el contenido del artículo titulado «Sobre los «éxitos» de la `moderación´ en política», un denso texto que fue publicado en La Pupila Insomne, el pasado 9 de octubre.
Postergando -por el momento- un posible intercambio acerca de lo que debería entenderse por «economicismo», la causalidad en sistemas sociales complejos, qué es un «órgano» en política, y otros temas abordados en ese texto, parecería más urgente señalar el hipercriticismo que Luque manifiesta respecto al enfoque actual de la dirección del Partido Comunista de Cuba (PCC) sobre el debate público del país.
Luque postula que en «la crítica a la que ha llamado la Revolución» no hay lugar para los cuestionamientos que no se hacen «desde la convicción militante». Para Luque, cualquier otra crítica al socialismo se encuentra en una «ribera» distinta, a la que le atribuye la intención de haberse «querido amparar y mimetizar en el llamado a la crítica partidista».
Esto lo ha dicho Luque a pesar de que el PCC ha aclarado categóricamente que el proceso que dio lugar a la primera versión consensuada de los «Lineamientos» -documento guía inicial para la reforma del modelo económico y social de Cuba, aprobado por el PCC en 2011- se basó en el reconocimiento de la legitimidad política de la diversidad de opiniones expresadas en las discusiones públicas.
El Informe Central al VI Congreso del PCC (abril de 2011) no dejó margen a la interpretación cuando expresó que «aunque como tendencia existió en general comprensión y apoyo al contenido de los lineamientos, no hubo unanimidad ni mucho menos y eso era precisamente lo que necesitábamos, si de verdad pretendíamos una consulta democrática y seria con el pueblo».
Es un enfoque de método que, hasta donde se conoce, el PCC ha continuado utilizando en los debates públicos que ha convocado desde entonces hasta el presente, como ha sido el caso de la actualización de los «Lineamientos» para el período 2016-2021, el documento de la «Conceptualización», y el «Plan de Desarrollo Nacional hasta 2030». No se aborda aquí la manera concreta en que esa «metodología» se aplicó. Lo que se destaca aquí es el hecho de que oficialmente tal método existe, está reflejado en varios documentos del PCC, y se encuentra vigente en el discurso oficial sobre la naturaleza del debate público nacional.
Conviene entonces destacar dos cosas: el PCC ha dejado claro que no necesita que exista unanimidad durante el debate y, de hecho, considera que esa falta de unanimidad es positiva para la democracia y para que el pueblo perciba que la consulta a la que se le ha convocado es un proceso serio. Se refiere a todo el pueblo, no solamente los que poseen una «convicción militante».
Luque puede opinar lo que desee y tiene derecho a expresar su «entender» sobre la manera en que piensa que conecta la calidad del debate público con lo que Raúl ha definido -con toda legitimidad y autoridad- como su tarea de luchar por más socialismo.
Lo que resulta aconsejable es que Luque tome en cuenta que existen planteamientos del propio Raúl -como el antes citado del VI Congreso del PCC- en los que el primer Secretario del PCC dice claramente que el debate no debe ser unánime, ni «mucho menos».
La perspectiva adoptada por Luque lo conduce a desconocer, no sé si intencionalmente, la diferencia que existe entre el debate público y las decisiones políticas. Son dos cosas distintas.
El debate -como una de las dimensiones de la participación política- puede incidir e influir, pero las decisiones que pudieran resultar de un debate son el resultado del ejercicio del poder político y no del mérito lógico de los argumentos intercambiados. Ocurre en Cuba y en todas partes.
Lo que hace posible el debate público es incorporar al actor político legítimo por excelencia, el ciudadano, al proceso político. Permite rescatar la política como un ejercicio cívico accesible a cualquier ciudadano y no como una actividad restringida a los profesionales de la política, ni privativa de los militantes de partidos y de movimientos políticos.
La posición hipercrítica de Luque se refleja en un rechazo al enfoque vigente del PCC y en contraponer una propuesta «metodológica» alternativa en la que divide a los ciudadanos participantes en el debate en «dos riberas sustancialmente diferentes», de las cuales solamente una es «parte natural del proyecto» mientras que existe una segunda «ribera», deslegitimada a causa de su «otredad».
Con todo, Luque se pregunta retóricamente: ¿quién nos separa?
Se me ocurre responder que seguramente nos separan los lobos solitarios del debate.
Fuente: http://cubaposible.com/lobo-solitario-debate-publico-cubano/