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Sobre Julian Assange

Un luchador ejemplar

Fuentes: Rebelión

No solemos honrar a personajes anglosajones. Existen ciertos prejuicios, la verdad, aunque independientemente de estas aprensiones es legítimo reconocer y admirar a John Lennon, por ejemplo; o a Orson Welles, Margaret Atwood, Henry Reeve, Ken Loach, John Pilger, Ray Bradbury o Amy Goodman; o a angloparlantes como Miriam Makeba, Martin Luther King o Nelson Mandela. Hay muchísimos más, por suerte.

Despreciar y descalificar a las personas por el azaroso hecho de ser originarias de tierras donde se perpetran los peores crímenes y se agrede a la justicia, la democracia, los derechos humanos y la libertad —todo lo que los agresores, en fin, violan a diario— es una verdadera injusticia. Y una tontería, porque en Cuba, hecho destacable, no se queman banderas del imperio, no se ofende ni se agrede a sus ciudadanos. A pesar del terrorismo contra la Isla o de las políticas genocidas, el pueblo cubano sabe filtrar[1] perfectamente.

Hay mucho más que agregar sobre los prejuicios ya aludidos y sobre ciertas sensaciones que oscilan entre el cipayismo colonial y la estimación sincera. Pero ahora no.

Ahora, este 4 de enero leemos con incredulidad que ese anglosajón tan admirable que denunció crímenes brutales, Julian Assange, no será extraditado allá como pretenden aquellos, y que hasta recuperaría su libertad.[2] ¿Justicia al fin? Ni hablar. Santiago O’Donnell ha explicado con claridad los motivos políticos que determinan la decisión de Vanessa Baraitser, la jueza inglesa que falló contra la extradición.[3]

Es el triunfo de la determinación, de un principio justo que, como afirmó José Martí «…desde el fondo de una cueva, puede más que un ejército». Principios que gente muy cabezadura mantiene ejemplarmente despreciando los inconvenientes y las derrotas.

Julian Assange, hombre cultivado y talentoso, suma a estos méritos un trabajo de denuncia de gran nivel profesional, el coraje de no bajar ni una bandera, la determinación de enfrentar a enemigos crueles, vengativos e inescrupulosos y de soportar las inevitables consecuencias que hasta pueden costarle la vida. Un funcionario de las Naciones Unidas ha declarado que «…en las dos décadas que lleva investigando crímenes de guerra nunca había visto una confabulación de tantas naciones poderosas contra un único individuo».[4]

Hace unos meses, su novia, la abogada Stella Moris también ha denunciado el trato inhumano al que lo someten en una prisión del Reino Unido.[5]

Luego de un año plagado de noticias devastadoras, una peor que la otra, otro año de dudar si esta desgraciada especie sobrevivirá sobre la Tierra, el anuncio que llega de Londres nos dibuja por fin una merecida sonrisa.

Esto no significa cantar victoria, pues no se enfrenta a un interlocutor de buena fe, sino a seres sin moral ni ética que se han visto obligados a calibrar los costos políticos del zarpazo que no pudieron dar gracias a tanta determinación. Pero la segura apelación puede traer sorpresas, por lo que no se debe bajar la guardia. A esa firmeza demostrada por Julian Assange debe sumarse la siempre imprescindible presión de la ciudadanía.

Por esto último me permito contrabandear como ejemplo, entre otras luchas, la de la Table de concertation de solidarité Québec-Cuba, de la que tuve el orgullo de pertenecer. Sin el impacto mediático merecido, estos compañeros se empeñaron igualmente en expresar su solidaridad desde sus modestas posibilidades durante la campaña por la libertad de Ramón Labañino, René González, Antonio Guerrero, Gerardo Hernández y Fernando González, los cinco cubanos que infiltraron organizaciones terroristas de Miami para prevenir sus acciones en Cuba, y presos ilegalmente durante quince años. Hay que ser muy cabezadura para manifestarse cada jueves en una invernal Montreal frente al consulado del imperio con 30 o 40 grados bajo cero. A veces se reunía apenas un puñado entonando consignas, repartiendo panfletos y temblando. No importa, alguien tenía que denunciarlo. Alguien tenía que poner el cuerpo sin cálculos, sin aspirar a ninguna recompensa, hasta que en 2014 los Cinco fueron liberados. Voilà la recompensa.

Con acciones decididas como la precedente se puede influir. Pero eso sí: desconfianza absoluta. No concederles el menor crédito. Nada, «ni tantico así», aseguró un tal Ernesto Guevara, ese Che que en 1964 desnudó al imperio y sus aliados en la Asamblea General de las Naciones Unidas.[6]

Sin dogmatismo, reconozcamos igualmente el coraje de otro anglosajón imprescindible que se la jugó mucho más que tantos comedores de niños crudos. El brillante Edward Snowden pudo haber elegido otro destino en lugar de jugarse la vida como lo hizo. Él prefirió denunciar la conspiración delictiva de sus empleadores contra todo el planeta. Hoy es lo que podemos denominar como uno-de-los-nuestros. Welcome.


[1] «Abierta, hospitalaria, amable y solidaria para los amigos. Cerrada, infranqueable, invencible para quienes intenten someterla». Miguel-Díaz Canel Bermudez, presidente de Cuba, el 16/11/2019, en la bienvenida oficial a extranjeros a las celebraciones por los 500 años de La Habana.

2 https://www.jornada.com.mx/notas/2021/01/04/mundo/rechaza-justicia-britanica-extraditar-a-assange/

[3] https://www.pagina12.com.ar/315224-libre-el-fallo-a-favor-de-julian-assange

[4] https://rebelion.org/assange-bajo-tortura-una-entrevista-a-andrew-fowler/

[5] https://www.hispantv.com/noticias/ee-uu-/477318/assange-wikileaks-abuso