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Presentación de Siete historias lógicas y un cuento breve (Edicions Bellatera, 2017)

Un marxista y germanista, represaliado por el fascismo, al que nunca avergonzó su incorregible adicción a la lógica

Fuentes: Rebelión

En una nota autobiográfica no fechada, probablemente escrita a finales de los años sesenta [1] tras la invasión de Praga por las tropas del Pacto de Varsovia encuadradas en la operación «Danubio», poco después de su dimisión del comité ejecutivo del Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC), Manuel Sacristán (1925-1985) reflexionaba sobre aspectos de su […]

En una nota autobiográfica no fechada, probablemente escrita a finales de los años sesenta [1] tras la invasión de Praga por las tropas del Pacto de Varsovia encuadradas en la operación «Danubio», poco después de su dimisión del comité ejecutivo del Partido Socialista Unificado de Catalunya (PSUC), Manuel Sacristán (1925-1985) reflexionaba sobre aspectos de su trayectoria vital y se autosugería nuevos ámbitos de estudio, análisis y trabajo filosóficos, y, al mismo tiempo, formas alternativas y complementarias de intervención política. El arco temporal de la nota ubicaba su compás inicial en 1956:

1. 1. La causa es que está sin resolver la cuestión del ¿quién soy yo?

2. La pregunta fue suscitada con gran virulencia esta última vez por la crisis política.

2.1. Pero no era la primera vez que aparecía. Se me presentó en marzo de 1956, nada más volver a España. Y varias otras veces.

3. Por lo tanto, el repaso ha de arrancar de la vuelta a España, pero, al llegar a la crisis de 1968, ha de detenerse con atención.

La decisión de volver a España en 1956 significaba «la imposibilidad de seguir haciendo lógica y teoría del conocimiento en serio, profesionalmente».

1.1. Las circunstancias me llevaron luego a la inconsecuencia de no evitar equívocos (oposición, etc). Este es un primer error, no cronológicamente hablando.

1.1.1. En la misma primavera del 56 llegué a esa conclusión. Lo que agrava el error posterior.

2. La vida que empezó a continuación tiene varios elementos que obstaculizaban no ya el estudio de la lógica, sino el intento general de mantenerme al menos al corriente en filosofía.

Los elementos predominantes de aquella vida eran las clases en la Facultad de Filosofía y lo que Sacristán llama «gestiones» [2]. Poco estudio, añadía.

Una excepción había sido su tesis doctoral, producto -como la posterior memoria pedagógica para su oposición a la cátedra de lógica de 1962- «de unas vacaciones en sentido estricto: pocas gestiones, pero con el proyecto de volver».

4. A esta situación de poco estudio por razón de obstáculos objetivos se sumó una abulia parcial que tal vez sea lo mas importante de todo: en vez de aprovechar todo el tiempo libre para estudio científico-filosófico, gasté mucho tiempo en cosas como el artículo sobre Heine [3]. Esto merece análisis.

4.1. Por una parte, intervienen factores externos: esos prólogos son compromisos editoriales, concertados con la esperanza de que resultaran rentables: en aquellos tiempos, las 15.000 ptas. que me pagaron me parecerían una suma enorme. En realidad, desde este punto de vista aquellos escritos fueron una mina, puesto que estudié a Heine, p.e., más de dos años.

Por otra parte, añadía significativamente, el hacer esas «excursiones filosófico-culturales» era muy coherente con su noción del filosofar y con su forma de entender el mundo.

Pero es posible que fueran también un indicio de huida del trabajo científico [4], por imponérseme los obstáculos materiales o externos (clases, gestiones, pobreza). [NC1]

«Pobreza» no es término exagerado. Su noción del filosofar, su propia cosmovisión general (una categoría que él mismo criticaría e intentaría superar en un artículo-reseña de El asalto a la razón de Lukács de finales de los sesenta), le habían empujado a tomar una difícil decisión años antes.

Efectivamente. El traductor de Quine y Hasenjaeger había regresado a España en 1956, tras renunciar por motivos políticos -decidió implicarse muy activamente en la lucha antifascista- a una plaza de profesor ayudante en el Instituto de Lógica Matemática y Fundamentos de la Ciencia de la Universidad de Münster [5], donde había cursado estudios de lógica, filosofía de la lógica [6] y epistemología a lo largo de cuatro semestres. Poco después se incorporó a la militancia comunista -en la organización, por supuesto clandestina, del PSUC-PCE [7]- en la primavera de ese mismo año y asumió las arriesgadas, difíciles, tensas e ininterrumpidas «gestiones» que este compromiso conllevaba.

El nuevo miembro de un partido, el de los comunistas catalanes, con muy pocos militantes en aquellos años, se puso inmediatamente en acción. Nunca fue de manera excluyente un original, riguroso, documentado, heterodoxo y más que singular «marxista teórico». A los pocos días de su llegada a Barcelona, Sacristán fue a distribuir a Poble Nou, en aquel entonces un barrio obrero e industrial barcelonés, en arriesgada minoría de a uno, octavillas antifascistas y Mundos Obreros que él mismo había introducido «desde el exterior». Lo hizo para que «no perdieran actualidad», como explicaría poco después a un sorprendido y alarmado (y más que enfadado por el evidente riesgo contraído) Miguel Núñez, su responsable político en sus primeros momentos de vida política organizada.

El traductor del Banquete platónico había visitado por segunda vez la entonces llamada República Federal de Alemania, tres años después de la Conferencia de Londres sobre la cancelación parcial -en torno al 60%- de la deuda alemana. En 1950, junto a Carlos Barral, Joan Reventós, Hilari Raguer y otros amigos, el que sería traductor de Korsch, Marx, Benjamin, Engels y Adorno había estado por primera vez en Heidelberg, donde conoció a Luis Martín Santos, el malogrado autor de Tiempo de silencio. Él mismo escribió una nota sobre este viaje para Laye [8], «la inolvidable».

En una carta dirigida a Josep Mª Castellet con fecha el 7 de agosto de 1950, un día después de pisar tierra germana en este primer viaje, le explicaba a su amigo de juventud que seguía «sin poder ponerse de nuevo el sombrero». Las razones de ello [9]:

Hace treinta horas largas que estoy en Heidelberg. Treinta horas con el sombrero quitado. Cuando das un paso en Heidelberg tus pies sienten la necesidad de disculparse por tocar tierra pisada por Fichte, Schiller, Schubert, Wagner, Heidegger,… Hace cuatro días estuvo aquí Jaspers [10].

Había visto la fotografía de Karl Jaspers en la prensa. Era un hombre de aspecto impresionante.

Pero no entremos en detalles. Heidelberg es una ciudad exclusivamente universitaria. Y esa estupenda cualidad se apoya sobre una gran belleza física, la cual es tan grande que te mandaré algunas postales sin texto (el texto de la postal es siempre odioso, como el de los telegramas) para que las juzgues como fotografías.

Las observaciones y noticias agradables que quería contar a su amigo se agolpaban ante él produciéndole «una oligofrénica dificultad de expresión».

Esquematizaré… Habría podido elegir una habitación alquilada en casa particular. Pero he preferido -con Barral, Reventós y otros- el Collegium Academicum.

Era más barato, pero eso era lo menos interesante.

En el escaparate de una librería próxima a la Universidad he visto Über die Liebe y Der Aufstand der Massen [Estudios sobre el amor, La rebelión de las masas], de José Ortega y Gasset [11].

Pero el deslumbramiento no se detuvo en esos primeros días. Le acompañó hasta el final del viaje. Su joven y deslumbrado corazón de 25 años seguía vibrando en la ciudad alemana tras su regreso a España. El 12 de septiembre de 1950 [12], una semana después de su llegada a Barcelona, la ciudad antifascista e internacionalista en la que viviría, pensaría, amaría y lucharía hasta el final de sus días, escribía de nuevo al autor de La hora del lector explicándole que estaba inmerso en el shock del contraste y admitiendo que tenía que ser uno «aislante puro» para no sentir nostalgia de aquella experiencia inolvidable.

Estoy en Sant Feliu [de Codines] desde el sábado -y en Barcelona desde el jueves- sin decidirme a escribirte por el propósito que tenía de subir a Puig d’Olena [13]. Pero como la hipotética visita se retrasa considerablemente -mañana salgo para Córdoba con la familia- decido darte parte de mi supervivencia. Supervivencia -¡y con qué ímpetu me lanzo!- problemática y descorazonadora: estoy bajo el shock del contraste. De aquello a esto.

Sus cinco días en España habían estado íntegramente dedicados a luchar contra una nostalgia que llegaba a ser sentimental, cosa insólita en él que, según sus propias palabras, era en ese terreno «completamente apátrida».

Una vieja canción estudiantil alemana empieza con el cursi verso. «He perdido mi corazón en Heidelberg…» Y hay que ser ferozmente no-conductor, aislante puro, para no adoptar como lema la frase lacrimosa. No se trata, desde luego, en mi caso de la misma pérdida a la que alude el «poeta» -aunque no ha sido mala la experiencia de la mujer alemana.

Es «aquello» lo que le provocaba Heimweh, nostalgia, la mensa académica «de Heideberg o Tübingen y Heimsoeth» enseñando filosofía en Colonia.

Pero no me da la gana charlar por carta acerca de esto. Por ti y por mí prefiero cambiar impresiones oralmente, para eludir toda posible literatura. Calculo que dentro de diez días estaré de vuelta de Córdoba. Aprovecho este viaje como lenitivo, ¡hasta tal punto está deprimido el antes indestructible Manuel Sacristán Luzón!…

No se deprimió «el antes indestructible», desde muy joven un germanista convencido [NC2], al regresar a Barcelona seis años más tarde tras su segundo viaje, a pesar de lo que para él pudo suponer la decisión tomada en la primavera de 1956 [14]: la imposibilidad, como él mismo señaló en su nota autobiográfica, tras su renuncia a ser profesor en el Instituto de Münster y su decisión de formar parte activa de las organizaciones, discusiones, luchas y movilizaciones del principal partido de la oposición antifranquista, de seguir haciendo lógica y epistemología «en serio», profesionalmente, con la «inconsecuencia», según su propia reflexión posterior, de no evitar algunos equívocos (no comentados en esa ocasión con detalle) como el presentarse a la oposición a la cátedra de lógica de Valencia celebrada en Madrid en 1962, bajo la hegemonía política del Opus Dei [15].

A la atmósfera «filosófica» de esta oposición se refería él mismo en una carta a Carmina Virgili i Rodón [16] escrita algunos años después, en julio de 1980, a propósito de un nuevo golpe, de una nueva exclusión. En este caso, su no nombramiento, en primera instancia, como catedrático extraordinario por el Consejo de Rectores en tiempos de la UCD, el partido vertebrador de la reforma política encabezada por Adolfo Suárez.

Estimada amiga,

Reciba mi agradecimiento por su carta del 27 de junio [NC3]… y también por todas las molestias que se toma en este fastidioso asunto del consejo de rectores. Probablemente le estoy más agradecido de lo que usted pueda pensar, porque he de confesar que a mí no me ha indignado ni sorprendido la decisión del consejo. Primero, porque uno mismo conoce sus insuficiencias mejor que los demás, y, segundo, porque sé quiénes son la mayoría de esos rectores, y cómo piensan.

El ejemplo recordado: el rector Candau [NC4] fue secretario del tribunal de sus únicas oposiciones -en 1963 o 1964 escribe Sacristán, 1962 en realidad- «y no tuvo reparo en denunciarme públicamente (por motivos políticos) desde la mesa ya en el primer ejercicio». Eran, además, «dicho sea de paso, oposiciones a una cátedra de lógica [17], y no había pizarra en el aula». Tuvo que pedirla, con regocijo del tribunal. Pero le trajeron una tan pequeña «que, para una demostración de poca importancia, la tuve que borrar tres veces…» [18]. El tribunal, obviamente, no tenía mucha experiencia demostrativa en ámbitos formales. Lo suyo era otra cosa.

Sacristán admitía que, a pesar de tantas cosas, algo se había progresado y que, sobre todo, lo más importante para él: no le había contado esas cosas para entristecerla, en absoluto, «sino para divertirla, en modesto pago de sus bondades».

Por la misma senda de apoyo transitó el malogrado Carlos París Amador. Catedrático de filosofía de la Universidad Autónoma de Madrid en aquellos años, el que fuera compañero de Lidia Falcón le escribió el 20 de abril de 1980 comentándole que consideraba que su nombramiento «como catedrático sería un acto de justicia» y un factor muy positivo para la renovación y perfeccionamiento de la Universidad. Había denunciado, hacía largo tiempo, «tanto por escrito como a través de declaraciones públicas, las ausencias de que adolece nuestra Universidad…»

Agradecido por las palabras de su compañero, Sacristán le respondió en los siguientes términos:

Querido amigo,

no te tienes que preocupar ni poco ni mucho por el asunto de la propuesta de catedrático a mi favor. Te agradezco lo que dices al respecto, pero la verdad es que no hay motivo para tomarse la cosa en serio. Tiene todo el aspecto de ser (en Barcelona) una de tantas escaramuzas que se libran entre banderías académicas en torno a tesoros para mí enigmáticos [NC5]. Es verdad que las personas de otras Universidades que se han interesado por la cosa no tienen nada que ver con esas intrigas. Pero ellas hacen que yo mismo no tenga interés por el desarrollo de la gestión. De modo que, repito, no te hagas mala sangre y olvida el asunto. Con amistad,

Durante aquella oposición a la cátedra de Valencia, Candau Parias intervino en la sesión del 5 de julio de 1962. Se interesó por el artículo de Sacristán «La filosofía desde la terminación de la II Guerra Mundial hasta 1958» [19], afeándole porque una gran parte del escrito se ocupara del marxismo y la filosofía analítica (45 y 24 páginas, respectivamente, del libro donde se editó posteriormente, 31 páginas dedicadas a las corrientes filosóficas enmarcadas en «Existencialismo y corrientes afines»), y preguntándole finalmente si era eso lo que «el señor opositor» entendía por filosofía. Podemos imaginarnos fácilmente la singular y más que opresiva «atmósfera filosófica» en la que se enmarcó la pregunta y la oposición.

En las deliberaciones últimas del tribunal y a propósito de este texto para la enciclopedia Espasa Calpe, se señalaba: «De carácter expositivo, indica una buena preparación instrumental de su autor, aunque sea muy discutible la proporción que, desde el punto de vista de la extensión, establece entre las distintas corrientes filosóficas» Con la mayor ceguera concebible, con el menor conocimiento filosófico imaginable. El nacional-catolicismo filosófico seguía haciendo estragos.

Empero, a pesar de esa supuesta inconsistencia a la que Sacristán, como hemos visto, se refería en su nota de finales de los 60, a pesar de su renuncia a la plaza de profesor en el Instituto de Lógica de Münster (también en años posteriores a otras propuestas similares), a pesar de su continuada, arriesgada y perseguida militancia en el PSUC-PCE, especialmente a lo largo de la década de los sesenta, a pesar de su (sobrehumano) trabajo editorial (¡informes, consejos, iniciativas, materiales de ayuda al editor Juan Grijalbo y unas 30 mil páginas traducidas, muchas de ellas pane lucrando!) no es ni mucho menos insustancial el balance de sus aportaciones lógicas y epistemológicas. La difícil decisión de volver a España en 1956 y su sólido compromiso político en las filas del PSUC-PCE (y en sus comité central y ejecutivo) probablemente significaron «la imposibilidad de seguir haciendo lógica y teoría del conocimiento en serio, profesionalmente», pero la aportación cultural, filosófica y formativa de sus artículos, clases, seminarios, intervenciones didácticas, conferencias y libros no fueron de orden menor, en absoluto. Conviene justificar esta afirmación.

Poco después de su vuelta a Barcelona, Sacristán escribió una reseña sobre el libro de lógica de Ferrater Mora y Leblanc para Índice y una necrológica sobre su maestro Heinrich Scholz [NC6] que publicó en la revista Convivium:. «Lógica formal y filosofía en la obra de Heinrich Scholz» es su título.

Durante 1956-1957, al igual que en el curso siguiente, la Cooperativa Universitaria de la UB editó su primer libro no juvenil [20]: Apuntes de filosofía, cuyas capítulos centrales estaban centrados en diversas temáticas lógicas.

Son de 1961 y 1962 su memoria de oposiciones y su investigación «Sobre el Calculus Univeralis de Leibniz en los Manuscritos números 1-3 de 1679» [21].

Además de los apuntes de la asignatura «Fundamentos de Filosofía», antes de su expulsión universitaria, en 1967 escribió una entrada sobre «Lógica formal» para la Enciclopedia Larousse y dos años más tarde fueron varias las voces por él incorporadas (o completadas) a la edición del Diccionario de filosofía, de fuerte contenido lógico, editado por Dagobert D. Runes, cuya traducción castellana coordinó. Church, Lesniewski, Quine, Scholz,… son algunos ejemplos.

En 1978 o 1979 escribió un esquema desarrollado, una ayuda para las oposiciones a una plaza académica de filosofía de un amigo y compañero suyo, firme e importante apoyo en momentos de persecución policial, que lleva por título «El principio de la identidad de los indiscernibles en Leibniz» [22]. En esos años escribió también un detallado informe editorial sobre Abstracción, relación e inducción. Tres ensayos sobre la historia del pensamiento de J. R. Weinberg, «un historiador de la filosofía que trabaja teniendo en cuenta los métodos y los resultados de determinadas actividades científicas y filosóficas contemporáneas, señaladamente la lógica formal y la filosofía analítica de origen russelliano». Era ya conocido en castellano un estudio sobre el positivismo lógico que Sacristán destacaba especialmente [23].

Fueron muchos también los ensayos de lógica traducidos, al igual que sus prólogos y presentaciones. Las cinco traducciones de su admirado Quine, las de Granger, Hasenjaeger, la del manual de lógica combinatoria de Curry-Feys, algunos escritos de Newman,… son ilustraciones de todo ello.

No hay que olvidar tampoco, amén de su intervención sobre el Ars Magna de Llull en el Instituto de Münster recuperada por Xavier Juncosa durante la preparación de «Integral Sacristán» [NC8], sus conferencias sobre temáticas lógicas y epistemológicas, sus reseñas de ensayos de K.E. Boulding además de sus materiales de trabajo sobre algunas de las obras del pensador norteamericano, su comunicación al congreso mexicano de filosofía celebrado en Guanajuato de 1981, sus clases de «Metodología de las ciencias sociales» y sus seminarios sobre clásicos de la epistemología e historia de la ciencia de los años sesenta y setenta -Carnap, Popper, Bunge, Kuhn, Feyerabend, Lakatos, Stegmüller, Sneed, Ulises Moulines, entre otros- tras su reincorporación a la Universidad barcelonesa después del fallecimiento del general golpista, además de un tratado de lógica de 1965 para una enciclopedia temática que iba a publicar la editorial Labor -editado póstumamente por Vera Sacristán con el título Lógica elemental [24] con presentación de Jesús Mosterín, un libro interrumpido sobre teoría del conocimiento (que aquí se comentará con detalle) y, por supuesto, su Introducción a la lógica y al análisis formal, un ensayo que, como han señalado Luis Vega Reñón y Paula Olmos, dos grandes estudiosos de la obra, ha sido esencial para la consolidación de los estudios de lógica en nuestro país.

En Introducción a la lógica y al análisis formal, y en traducciones y artículos complementarios, se focaliza una gran parte de los materiales recogidos en este trabajo, un libro que, entre otros asuntos, intenta dar cuenta de las observaciones críticas, reflexiones y propuestas que sobre esta obra escribieron grandes lógicos e intelectuales de nuestro país… y del país de uno de los grandes referentes político-filosóficos de Sacristán, Antonio Gramsci. Miguel Sánchez Mazas, Josep Ferrater Mora, Ludovico Geymonat, Víctor Sánchez de Zavala, Juan David García Bacca y Salvador Espriu son protagonistas de estas historias y del cuento de cierre. Los otros dos capítulos tienen a su amigo y discípulo Francisco Fernández Buey, a Javier Pradera, a la tesis sobre la gnoseología de Heidegger y a los talleres y trabajadores de imprenta como protagonistas destacados.

En 1983, en una carta escrita desde México, donde estaba impartiendo dos cursos de posgrado en la UNAM [25], el lector del teatro de José Bergamín reconocía abiertamente a su amigo y discípulo Antoni Domènech su «dependencia» lógico-formal:

El segundo comentario es subjetivo: desde que estoy aquí, como quizá te dije, estoy enterrado en temas de lógica; durante el semestre pasado hice inducción, y este semestre, que ahora empieza, estoy haciendo dialéctica. En un rincón de la estantería tengo libros que tratan de cosas, y no de palabras -desde lengua náhuatl hasta entropía-, pero la verdad es que no tengo tiempo de mirarlos.

Las cuestiones lógicas eran, al menos para los aficionados a ellas matizaba, mucho más peligrosas que la morfina

Cuando me dieron morfina en cantidad, a los veintitantos años, no me crearon hábito; en cambio, la lógica crea inmediatamente adicción. Pero, de todos modos, durante todo el año he estado sabiendo que trabajar es lo otro. Tu ponencia me ha devuelto a las cosas reales, y aunque no creo que en lo que queda de semestre pueda dedicarme a ellas, me ha agudizado mucho la esquizofrenia lógico-material.

La morfina, que no le creó hábito, fue necesaria cuando sufrió una tuberculosis renal y en 1949 tuvo que practicársele una nefrectomía [26]. Su adicción a la lógica, y los «peligros» subsiguientes, se iniciaron felizmente cinco años más tarde, durante su estancia, como se ha señalado, en el Instituto de lógica de Münster, donde conoció al gramsciano y gran lógico pisano Ettore Casari [27], padrino de su boda con Giulia Adinolfi celebrada en Nápoles en 1957 [28].

Desde entonces, y a pesar de no ser un «profesional de la lógica», siempre tuvo Sacristán en muchos rincones de sus estanterías libros que trataban de palabras y no de cosas directamente, y encontró tiempo para leerlos y estudiarlos. Lógica elemental, Introducción a la lógica y al análisis formal, nudo central como hemos indicado de las historias que aquí se recogen, sus aproximaciones a Leibniz («Leibniz, como Marx, tiene el encanto de la oscuridad de lo que nace, de las promesas que nunca se podrán cumplir porque cuando la inspiración tenga que hacerse método, se verá que no da para tanta realización como parecía en la confusión del nacimiento»), sus cursos iniciales de «Fundamentos de la filosofía», sus reseñas, sus artículos para enciclopedias, su sentida, profunda y documentada aproximación a la obra lógica y filosófica de Scholz, sus traducciones de, entre otros, Quine y Hasenjaeger, sus materiales de la más que políticamente marcada oposición de 1962, sus magistrales y no olvidadas clases y seminarios de metodología de las ciencias sociales,… son prueba fehaciente de todo ello. La adicción lógica tuvo en él un filósofo (lógico y epistemólogo) más que competente cuyas duras y difíciles circunstancias políticas e históricas, a cuya altura supo estar como muy pocos, impidieron una mayor e ininterrumpida dedicación a ella, a la vieja y ciertamente adictiva dama aristotélica. Nada de ello fue obstáculo insalvable para una labor con cuyos fructíferos hilos se han tejido muchas otras aportaciones, algunas de ellas decisivas [28], a la historia de la lógica y su filosofía en nuestro país y en el mundo latinoamericano.

Un aviso de edición, un reconocimiento, un apunte final y un agradecimiento para finalizar.

La advertencia: las notas más extensas -«NCn», NC1 por ejemplo- están situadas al final de los capítulos para no dificultar la lectura del texto principal y evitar incómodas aproximaciones bidimensionales, en el justo decir crítico de Quine. Hay ejemplos de estas notas complementarias en esta misma presentación.

El reconocimiento: mientras je ido escribiendo y trabajando en este libro, el profesor, filósofo, activista y diputado en las cortes de Castilla y León, José Sarrión, presentaba su tesis doctoral en la UNED, en el verano de 2014, sobre «La noción de ciencia en Manuel Sacristán». Algunas, muchas más bien, de las consideraciones, reflexiones y tesis-hipótesis aquí mantenidas o sugeridas tienen una evidente deuda con su excelente trabajo de investigación.

El apunte: una de las anécdotas que Sacristán solía contar con mayor alegría en sus clases de «Metodología de las ciencias sociales» en los años setenta y ochenta está directamente relacionada con uno de sus filósofos más leídos, estudiados y traducidos, y con uno de sus artistas más admirados, Harry Belafonte. Del prólogo de Desde un punto de vista lógico y con traducción del feliz y conmovido narrador de la anécdota:

En 1950, con Los métodos de la lógica y una versión corregida de Lógica matemática en mis manos, puse mi vista en un libro de carácter filosófico más general. Al cumplirse los tiempos, ese libro resultó ser Palabra y objeto [29], y los tiempos se cumplieron al cabo de nueve años. Ya en 1952 preví que la cosa iba para largo y empecé a impacientarme por hacer, entretanto, fácilmente accesibles algunos de mis puntos de vista filosóficos. Estábamos Henry Aiken y yo con nuestras respectivas esposas en un local nocturno del Greenwich Village [MSL: «Popular barrio del suroeste del distrito de Manhattan»], cuando le hablé de mi proyecto, en el preciso momento en que Harry Belafonte acababa de cantar el calipso «From a logical point of view».

Henry, señala Quine, observó que esa frase iría de maravilla como título del volumen. Y así fue.

El agradecimiento: es en verdad un gran honor para mí, y un excelente regalo para los lectores y lectoras del libro, que Luis Vega Reñón, al que considero no sólo un maestro sino un gran amigo y un más que excelente lógico, filósofo, teórico de la argumentación e historiador de la ciencia del que siempre se aprende (y en toda circunstancia, académica o no), haya escrito el generoso prólogo que abre este libro. Muchísimas gracias, querido y admirado Luis. Una prueba más, innecesaria a todas luces, de que la fraternidad Madrid-Barcelona no es sólo posible y más que natural dada nuestra común historia antifascista y democrática, nuestros esfuerzos en el cultivo consistente del pensamiento crítico y los centenares de miles de lazos de amistad que nos unen, sino que, además, da frutos que son comunes, que son para todos, como nos recordaba el poeta asesinado -andaluz y universal- en «Grito hacia Roma (desde la torre del Chrysler Building)», de su Poeta en Nueva York:

(…) Mientras tanto, mientras tanto, ¡ay!, mientras tanto,

los negros que sacan las escupideras,

los muchachos que tiemblan bajo el terror pálido de los directores,

las mujeres ahogadas en aceites minerales,

la muchedumbre de martillo, de violín o de nube,

ha de gritar aunque le estrellen los sesos en el muro,

ha de gritar frente a las cúpulas,

ha de gritar loca de fuego,

ha de gritar loca de nieve,

ha de gritar con la cabeza llena de excremento,

ha de gritar como todas las noches juntas,

ha de gritar con voz tan desgarrada

hasta que las ciudades tiemblen como niñas

y rompan las prisiones de aceite y la música,

porque queremos el pan nuestro de cada día,

flor de aliso y perenne ternura desgranada,

porque queremos que se cumpla la voluntad de la Tierra

que da sus frutos para todos.

Que la revista que dirigieron Sacristán, Giulia Adinolfi y Francisco Fernández Buey, entre otros amigos y compañeras, se llamara mientras tanto [30], tiene mucho que ver con este gran poema lorquiano, y con el sentido y más que razonable deseo de que se cumpla, justa y republicanamente, la voluntad de la Tierra que da, que debe dar, «sus frutos para todos».

 

 

Notas.

1) De una de las carpetas depositadas en la Biblioteca de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona (BFEEUB a partir de ahora). La numeración de las notas es mía.

2) «Gestiones» refiere a las diversas prácticas políticas y organizativas de la la lucha clandestina. 

3) «Heine, la consciencia vencida», su prólogo de 1963 a la obra en prosa del poeta alemán. Nos referiremos posteriormente a este trabajo. Puede verse ahora en Lecturas, Barcelona, Icaria, 1985, pp. 133-216. 

4) Subrayado en rojo en el manuscrito. 

5) No fue la única vez. En un informe de Josep Salas a la dirección del PSUC de 31 de enero de 1966, éste pone en boca de Sacristán la siguiente reflexión: «Si los camaradas del CE [Comité ejecutivo del PSUC] piensan que este reconocimiento de incapacidad e insuficiencia implica también que hay que quitarme del Comité Central que lo hagan, su decisión será la válida y la justa. Esto no quiere decir que piense dejar de luchar, acabo de rechazar hace apenas una semana, una oferta para ir a Ginebra a trabajar profesionalmente, porque pienso que mi deber es seguir luchando aquí, pero físicamente no me siento fuerte y tampoco políticamente para hacer frente de una manera digna, como yo la concibo, a la responsabilidad que entraña el puesto que ocupo en los órganos de dirección del Partido» (Tomado de Giaime Pala, Cultura clandestina, Granada, Comares, 2016, p. 120). 

6) Una de sus consideraciones metalógicas centrales, de su memoria para la oposición de 1962: «Las consideraciones críticas (…) están animadas por una concepción del objeto de la lógica que puede resumirse así: lo lógico en general es onticidad de razón (con fundamento real, precisión que en adelante se dará por sobreentendida). Y lo lógico-formal en sentido estricto, el objeto propiamente dicho de la lógica, es la onticidad de razón máximamente abstracta, obtenida por abstracción total del nivel más elevado». 

7) Véase la conversación de Santiago Carrillo, el que fuera secretario general del PCE durante varias décadas, con Xavier Juncosa para los documentales, por él mismo dirigidos, «Integral Sacristán», Barcelona, El Viejo Topo, 2006. 

8) M. Sacristán, «Heidelberg, agosto de 1950. Notas de un cursillista de verano». Laye 8 y 9, octubre-noviembre de 1950, páginas 9 y 11, un texto no recogido en los cuatro volúmenes de «Panfletos y Materiales». 

9) Josep Mª Castellet, Seductors, il.lustrats i visionaries, Ediciones 62, Barcelona, 2009, p. 49. Existe traducción castellana en Anagrama. 

10) En 1952, para el nº 17 de Laye, Sacristán escribió una reseña de Einführung in die Philosophie de K. Jaspers. Puede verse ahora en Papeles de filosofía, Barcelona, Icaria, 1984, pp. 486-491. 

11) A ello se referirá también en su «Homenaje a Ortega» de 1953 para Laye. Ahora en Ibidem, pp. 13-14.

12) Josep MªCastellet, Seductors, il.lustrats i visionaries, ob. cit, pp. 56-57. 

13) Donde estaba ubicado el sanatorio en el que estaba recuperándose de su enfermedad Josep Mª Castellet. 

14) Véanse las declaraciones de Albert Domingo Curto y Juan-Ramón Capella para los documentales de X. Juncosa, ed cit. 

15) En el «Manifiesto por una universidad democrática» de 9 de marzo de 1966 (Intervenciones políticas, Icaria, Barcelona, 1985, p. 51) señalaba el propio Sacristán: «Las oposiciones a a cátedras universitarias se han convertido durante este período en un instrumento de censura intelectual ejercida por la administración misma o a través de la estrategia del domonio de los tribunales de oposición por grupos dominantes políticamente en el Estado». 

16) Carmina Virgili i Rodón obtuvo en 1963 la cátedra de Estratigrafía de la Universidad de Oviedo. Fue la primera mujer catedrática de esa universidad y la tercera en España. Años más tarde, sería Secretaria de Estado de Universidades e Investigación en el primer gobierno de Felipe González. En 1987 fue nombrada Directora del Colegio de España en París. 

17) Entre los miembros del tribunal, sólo Leopoldo Eulogio Palacios Rodríguez era, propiamente, catedrático de Lógica. La cátedra de Madrid era la única dotada en aquellos años en España. Julián Besteiro la había ocupado en los años de II República española. 

18) Además de la exposición de la memoria «Concepto, método, fuentes y programa» presentada por los opositores -parcialmente recogida en «Apuntes de filosofía de la lógica», Papeles de filosofía, ed cit, pp. 220-283-, uno de los temas expuestos por el opositor fue la lección 21 del programa por él defendido: «Motivación y estructura del cálculo de inferencia natural».  

19) Ibidem, pp. 90-219. 

20) A los 19 o 20 años Sacristán escribió una Historia sinóptica de la filosofía, que regaló a algunos amigos suyos. Entre ellos, el que fuera diplomático y amigo suyo de juventud, Jesús Núñez, quien me ha facilitado una copia del libro. 

21) Puede verse ahora en M. Sacristán, Lecturas de filosofía moderna y contemporánea. Trotta, Madrid, 2007 (edición, presentación y anotaciones de A.Domingo Curto). [NC7]. 

22) Ibidem, pp. 193-202. 

23) Manuel Sacristán, Lógica elemental, Editorial Vicens Vices, Barcelona, 1995 (edición de Vera Sacristán; presentación de Jesús Mosterín). 

24) Sobre «Karl Marx como sociólogo de la ciencia» y sobre «Inducción y dialéctica». El primer curso fue editado como libro en México, posteriormente publicado en mientras tanto nº 17-18, 1983 (e incorporado finalmente a Lecturas de filosofía moderna y contemporánea, ed cit, pp. 217-265). Se conservan grabaciones de algunas clases de ese seminario, parcialmente recogidas en Manuel Sacristán, Sobre dialéctica, Barcelona, El Viejo Topo, 2009 (edición de S. López Arnal). Materiales del segundo curso, esquemas desarrollados, apuntes, fichas comentadas, pueden consultarse en BFEEUB. 

25) Desde 1949, vivió Sacristán con un solo riñón. A principios de 1985, el deterioro del segundo le obligó a dializarse. El 27 de agosto de ese año falleció de un ataque al corazón cuando regresaba a su casa después de una sesión de diálisis que había recibido en un dispensario público próximo al domicilio familiar de la calle Diagonal de Barcelona. Iba a cumplir 60 años nueve días después. 

26) Desde 1949, vivió Sacristán con un solo riñón. A principios de 1985, el deterioro del segundo le obligó a dializarse. El 27 de agosto de ese año falleció de un ataque al corazón cuando regresaba a su casa después de una sesión de diálisis que había recibido en un dispensario público próximo al domicilio familiar de la calle Diagonal de Barcelona. Iba a cumplir 60 años nueve días después. 

27) Véanse sus declaraciones -tal vez las más importantes sobre este punto, junto a las de su también malogrado Vicente Romano- en torno a la estancia de ambos en el Instituto de Münster y sobre algunos avatares lógicos y políticos compartidos, en los documentales dirigidos por X. Juncosa, ed cit., así como en las grabaciones complementarias. 

28) Hispanista italiana, Giulia Adinolfi (1930-1980) conoció a Sacristán en Barcelona, después de su regreso de Alemania. Martí de Riquer dejó un simpático testimonio del encuentro en una entrevista con X. Juncosa para los documentales «Integral Sacristán». Se casaron el 27 de agosto de 1957 en Nápoles, en la iglesia de San Gennaro al Vomero.  

29) La de Alfredo Deaño por ejemplo. Albert Domingo ha señalado que ambos solían recomendar a sus estudiantes el manual del otro.  

30) También traducido por Sacristán al castellano. 

31) Sigue editándose, mensualmente, en formato electrónico.

*** 

Notas complementarias 

1) Dos puntos más de esa sucinta autobiografía merecen destacarse. El primero: «Durante un cierto tiempo, la vida de mis rentas científicas fue soportable porque, gracias a la ausencia de perplejidad histórica, o sea, gracias a la convicción de estar reflejando realidad, me era al menos posible conseguir formulaciones generales que implicaban un programa o un objetivo político-cultural y de política filosófica. Una pieza típica de esa situación es el prólogo al Anti-Dühring. Años antes lo había sido el prólogo a Revolución en España. El mismo prólogo al Heine tiene ese elemento (M.S., profesión traductor, prologuista)». 

También el siguiente: «El estudio de Gramsci empezó todavía dentro de esa constelación. Pero es posible que durante ese estudio empezara a desarrollárseme la perplejidad deprimente sobre el destino del movimiento socialista. No creo estarme engañando al pensar que la crisis política, que culminó el 68 para empezar enseguida a arrojar manifestaciones de descomposición, sea el factor externo desencadenante del paso del estadio larvado al agudo. Otro hecho externo muy importante, mi eliminación de la Universidad, puede haber tenido también una influencia considerable. Pero, aparte de que este mismo hecho estaba enlazado del modo más directo con la experiencia política, en la crisis del 68 salió también definitivamente a relucir la inveterada deficiencia de mi actuación también en la gestión [intervención política]. Desde el 56 he ido siempre haciendo gestión [lucha política clandestina]. Pero siempre con oscuridad acerca de mi situación. Al principio fue sólo oscuridad. Luego error. Por último, vacilación. Y el resultado, una situación de derrota que sólo lo confuso de la situación misma ha evitado que fuera catastrófica. No hay ninguna duda de que este desenlace tiene gran influencia en mi actual situación, sobre todo por estar enmarcado en la crisis nacional e internacional.» 

2) En una entrevista con Jordi Guiu y A. Munné, inédita hasta mediados de los noventa (publicada inicialmente en mientras tanto nº 63, 1995 y en Acerca de Manuel Sacristán, Barcelona, Destino, 1996), confesaba el propio Sacristán: «Una de las motivaciones era ésta: entender cosa alemana, cosa que les pasa a los alemanes. Entender cosa que les pasa a ellos es entender cosa que me pasa a mí, porque tengo un buen elemento de cultura alemana asimilada. No sé… si aquí ganara [Enrique] Líster y hubiera que perder la nacionalidad por disidente, supongo yo que la nacionalidad primera que se me ocurriría pedir sería la austriaca. Muy probablemente lo primero que se me ocurriría sería ser austriaco. Para poder tener que ver con Mozart.»  

3) En su carta, Carmina Virgili señalaba también que desde su posición institucional estaba apoyando todas las propuestas que estimaba correctas y «entre ellas se encuentra la tuya y por ello me pongo a tu disposición para cualquier acción en que pueda ser útil para conseguir tu incorporación a la Universidad española en las condiciones debidas».

Salvo error por mi parte, Carmina Virgili y Manuel Sacristán no se llegaron a conocer personalmente.

4) Alfonso Candau Parias era entonces catedrático de «Fundamentos de Filosofía e Historia de los sistemas filosóficos» de la Universidad de Valladolid. Figuraba en la terna propuesta por el Consejo Nacional de Educación y había seguido, como Sacristán (y posteriormente Jesús Mosterín), cursos de posgrado en la Universidad de Münster. Fue asiduo colaborador de Arbor, Ateneo y El Alcázar.  

Una información complementaria. Se llegó a hablar del viaje de Sacristán a Münster en la prensa de la época (La Vanguardia, 21 de diciembre de 1954) en los siguientes términos: «El profesor Manuel Sacristán Luzón, en viaje de estudios. Ha salido para Münster el distinguido profesor de Filosofía Moderna y Cosmología de nuestra Facultad, don Manuel Sacristán Luzón. Becado por el Gobierno de Alemania Occidental va a realizar estudios para su tesis doctoral en los centros filosóficos y universitarios más acreditados de Alemania. Deseamos al profesor Sacristán Luzón, querido maestro nuestro, una feliz estancia en tierras alemanas».  

La inclusión «cosmológica» es aportación de La Vanguardia, el diario de los condes de Godó, grandes de España por supuesto. 

5) En algunos momentos, Sacristán creyó observar que su nombramiento era, en esencia, base de luchas políticas entre sectores enfrentados sin directa y excesiva consideración hacia el tema en litigio. Eran otros los temas que importaban.

Durante el coloquio de una mesa redonda celebrada en la Facultad de Derecho de la UB en abril de 1980, con ocasión del fallecimiento de J. P. Sartre, una mesa que contó con su presencia y la de Ricard Salvat (también entrevistado por Xavier Juncosa para los documentales «Integral Sacristán»), el lector de Simone Weil apuntó: «Aun agradeciendo mucho la buena voluntad, no tengo más remedio que hacer una intervención puntualizadora. Estas historias universitarias son mucho menos inocentes de lo que podéis creer, lo cual dice mucho en honor vuestro como es natural. Pero, en sí, estas historias académicas son tan poco limpias que lo mejor que podéis hacer gente limpia es no tomar posición. Yo ya ni la tomo. No estoy ni a favor de los que quieren hacerme catedrático ni a favor de los que están en contra, porque uno acaba siendo una especie de pelota de ping-pong entre núcleos de poder académico. Siento tener que decirlo, no lo habría dicho nunca, porque no he dicho ni una palabra sobre este asunto, sino fuera que veo que una intervención tan bienintencionada es síntoma de que se puede ser muy manipulado. A estas horas, tú con esa opinión, y yo como objeto, como objeto cada vez más esférico, como una pelota, somos juguete de quien quiere ser rector, quien no es rector, quien sí es rector. Déjalos, que no nombren catedrático a nadie, y que dejen en paz a la gente que queremos estudiar tranquilos y hacemos nuestras cosas aparte». 

6) Estas fueron sus palabras de recuerdo a Heinrich Scholz en una conferencia sobre política socialista de la ciencia de finales de los años setenta (la transcripción es mía): «Y estas cuestiones, que sólo se pueden resolver en la vida cotidiana, dejan ver muy claramente que, contra la ilusión de una respetable tradición filosófica, entre la que cuento a uno de los pocos que considero que han sido maestros míos, que me han enseñado algo, Scholz, el metafísico y lógico protestante de Westfalia, de la primera mitad de siglo [XX], contra lo que ellos han esperado, no existe la posibilidad de una metafísica como ciencia rigurosa» (Ahora en M. Sacristán, Seis conferencias, Mataró (Barcelona), El Viejo Topo, 2005, p. 56, presentación de Francisco Fernández Buey, epílogo de Manuel Monereo, edición de S. López Arnal). 

7) Con la siguiente nota a pie de página del editor y prologuista Albert Domingo Curto: «El presente texto es, como puede fácilmente observarse por su estructura, no un artículo escrito para la publicación sino un esquema ordenado de notas y referencias, redactado como base para una ponencia universitaria o, mejor dicho, para un ejercicio práctico de oposición ante un tribunal. Sacristán lo redactó en pocas semanas durante el otoño de 1978, como un favor personal a quien hoy es un conocido catedrático de filosofía de la universidad española. Fue publicado en AA.VV, El valor de la ciencia, Barcelona, El Viejo Topo, 2001, pp. 237-248. No podemos dejar de señalar, por otro lado, la sorprendente y extrordinaria semejanza, formal y argumentativa, entre las notas de Sacristán de 1978 que aquí reproducimos y las del artículo «El reloj de Dios», publicado por Jacobo Muñoz en Revista de Filosofía, 3ª época, vol. III (1990), nº 3, pp. 113-122. (Nota del ed)». 

8) En una nota de la intervención de mediados de 1955, puede leerse: «Kolloquim über neueve Forschungen im SS. 55. Datum: 8.VII.55. Referent: Herr Luzon. Thema: Über die Ars Magna bei Raimundus Lullus. Literatur: Obras de Ramon Llull (Mallorca, 1906-1935); Opera parva (Mallorca 1744-46); Historia de la filosofía española Vol. I (Drs. D. Joaquin y D. Tomas); Pletzck, E.W. OFM: La combinatoria Lulliana (Madrid 1954). Ausarbeitung: Ja.» Traducida al castellano por Marisol Sacristán Luzón y Luis Vega Reñón, fue Xavier Juncosa quien consiguió copia durante la preparación de «Integral Sacristán», se abría con estas palabras: «Ramon Llull, o Raimundo Lulio, o Raymundus Lullus (1233-1316) provenía de una familia aristocrática. Desempeñó también cargos políticos. A la edad de 30 años experimenta Llull una conversión mística. Escribe poemas místicos durante unos años. En 1272, como consecuencia de una «revelación», se consagra a una nueva tarea, cuya realización es el ‘Ars Magna». 

9) En «Algunos atisbos político-ecológico de Marx» (Pacifismo, ecologismo y política alterativa, Barcelona, Editorial Icaria, 1987, p. 145), Sacristán recordaba que «La ley de entropía dice que en un sistema cerrado la cantidad de energía utilizable, las diferencias de potencial, por así decirlo, van disminuyendo. La ley se refiere a un sistema cerrado, y es claro que la Tierra no lo es, pues está recibiendo constantemente energía del Sol e irradiándola; por eso siempre se ha discutido si la ley de entropía es o no pertinente para entender procesos humanos en la Tierra, particularmente los productivos». 

La cuestión no era sencilla. A la objeción de que la Tierra era un sistema abierto se podía contestar que el conjunto de las fuentes de vida para la especie humana tal vez no lo fuera. «La discusión tiene su parecido con la recientemente abierta por lo que podríamos llamar «el prigoginismo vulgar», la idea de que no hay que preocuparse por la desestabilización de un medio ambiente dado, porque en la naturaleza hay muchos otros equilibrios dinámicos posibles». Pero, insistía oportunamente Sacristán, la cuestión pragmática para nuestra especie «consiste en saber en cuáles de esos estados puede sobrevivir y en cuáles no: para los grandes reptiles del secundario no debe de ser gran consuelo saber que ellos perecieron, pero nació la especie humana». 

Por otra parte, en sus clases de «Metodolgía de las ciencias sociales» de su último curso impartido de 1984-85, Sacristán aclaraba el sentido de la segunda ley y su aparente contradicción con la primera, con la ley de la conservación de la energía, en los siguientes términos: «La segunda ley de la termodinámica es una ley que, dicha no obstante por lo que afecta a un economista, significa que en todo sistema cerrado (entendiendo por sistema cerrado un sistema que no recibe inputs de fuera) la energía disponible está en constante disminución. Lo cual quiere decir que la entropía aumenta. Entropía quiere decir precisamente falta de energía aprovechable».  

Esta segunda ley se conocía también como ley de la entropía y no significaba una contradicción con la primera «que dice que la energía ni sea crea ni se destruye sino que sólo se conserva, porque la segunda ley no dice que en un sistema cerrado la energía disminuya». Lo que sostenía era que disminuía la energía aprovechable, la posibilidad de usar la energía potencial. En un sistema «puede haber una determinada cantidad de energía pero para que se pueda aprovechar esta energía ha de tener una diferencia de potenciales». Su ejemplo: «uno no puede aprovechar la energía potencial que hay en una masa de agua si esa masa no puede circular entre alturas diferentes». 

Así, pues, lo que decía esta segunda ley era que «los potenciales o la diferencia de potenciales desaparece en un sistema cerrado hasta el punto de que todo el sistema se homogeneíza. Y entonces por mucho que sea la energía potencial que contenga mientras esté cerrado el sistema, no va a ser aprovechada. Llega un momento de muerte energética». La gran aportación de Georgescu-Roegen al análisis económico a principios de los años setenta, señalaba finalmente Sacristán, «fue precisamente la aplicación de esta idea a la dilucidación de funciones económicas clásicas, como la de desarrollo o del equilibrio». 

Sobre la obra y vida del economista rumano es imprescindible un ensayo de un gran discípulo del traductor de Schumpeter :Óscar Carpintero, La bioeconomía de Nicholas Georgescu-Roegen, Barcelona, Montesinos, 2006, presentación de Joan Martínez Alier.

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