No creo en la razón de las víctimas. Tampoco en la razón de los héroes. No les confiero, a ambas, ninguna clase de superioridad ética o moral inapelable. Por supuesto, la persona o colectivo que trata de dotarse de la misma, resucitanto tanto a la razón de las víctimas como a la razón de los […]
No creo en la razón de las víctimas. Tampoco en la razón de los héroes. No les confiero, a ambas, ninguna clase de superioridad ética o moral inapelable. Por supuesto, la persona o colectivo que trata de dotarse de la misma, resucitanto tanto a la razón de las víctimas como a la razón de los heroes, no tiene en absoluto mi consentimiento.
Cabría preguntarse si a las víctimas o a los heroes les gustaría ser recordados como tales, o incluso si se concebían a sí mismos de ese modo. No hace falta ningún ritual laico para creer o no creer -sic- en la razón de las víctimas o de los heroes, y tampoco hace falta creer en algún sentido subyacente en la misma. Lo que sí creo que habría que averiguar la pa pasión/motivación que los movía, en qué sistema de valores personales anclaban esa pasión, qué grado de veracidad o solidez epistemológica, tienen, a día de hoy, sus ideas, y que es lo que podemos reactualizar de todo ese conjunto para proyectarnos colectivamente hacia el futuro. Más adelante, quien sabe, podríamos atrevernos a reflexionar sobre el grado de compromiso que estaríamos dispuestos a asumir en la defensa de esos valores, y también, só, contrastar la distancia que existe entre el mito y la realidad. Entre la absurda santificación laica de la persona y la persona en sí misma.
Víctimas y héroes; a veces el relato histórico se asemeja mucho a una representación teatral en la que cada personaje tiene su lugar perfectamente definido y no hubiese ni un gramo de incerteza o duda reflexiva al final del cuento. A un lado, nuestras víctimas – y por supuesto, también, nuestros heroes, que muchas veces coinciden con las víctimas, como en un juego de matrioskas rusas-. Al otro lado, sus víctimas – y por supuesto, también sus heroes, que muchas veces coinciden con sus víctimas-; bajo esta lógica de representación parece oscilar el debate -por llamarlo de algún modo y evitar palabras malsonantes – sobre la susodicha memoria histórica en los medios de comunicación en España, plagados de de charlatanes que convierten en verdad revelada sus prejuicios ideológicos, y de productores de odio que creen más en su intelectualizada ignorancia que en el honesto rigor metodológico de los historiadores que merecen la denominación de tales
La clase política, todo hai que decirlo, ya hace mucho tiempo que ha aparcado el debate, pues afrontarlo llevaría, necesariamente, a un indudable robustecimiento de la conciencia moral de la sociedad civil; no interesa un pueblo con memoria colectiva, desde luego. No interesa que se discuta sobre la verdad del antes, el ahora y el posible qué-hacer en el futuro. Lo que sucede en España es un síntoma local de lo que sucede ya hace mucho tiempo a escala planetaria con la hegemonía del capitalismo ultra-liberal : la paralización y la destrucción sistemática de cualquier sentido de comunidad, y por ende, de cualquier memoria colectiva que no reproduzca los esquemas antropológicos e históricos de los grandes estados-nación :
1 – La falsa universalidad de sus identidades culturales oficiales
2- La falsa igualdad y libertad que prometen, de palabra, sus constituciones, y administran, supuestamente, sus colosales, laberínticas e inútiles burocracias.
3- La falsa equidad y el falso interés general de su política fiscal-económica.
4 – La falsa universalidad de su modelo de desarrollo y progreso : el sistema de libre mercado como camino único y la ciencia empírico positiva como único paradigma.
El 10 de Septiembre de 2012, el diario El País publicaba un artículo conjunto firmado por Valery Giscard, ex – presidente de Francia, Michaelangelo Baracchi, presidente de Atomium Culture : Platform for European excellence, y Felipe González, ex – presidente de España. Este artículo, titulado Por una conciencia Europea, más que a un artículo, se asemeja a un recetario laico de milagros científicos para que Lady Europa levante cabeza frente a la dramática situación que le espera, con la favelización constante de sus ciudades, su racista política migratoria, el desempleo masivo creciente y las tensiones etno-raciales borboteando aquí y allá constantemente.
Antes de la receta, por supuesto, hai que hacer un poco de marketing emocional y afirmar, sin interrogante previo, que :
A – «Europa es la cuna de la democracia»
Se omiten, así, siglos de dominación colonial y barbarie, quiérase moderna o pre-moderna, en Europa. Se omite, también, el culo de la reluciente cara de la demogracia Griega – esclavismo, odio étnico, miseria, racismo – que le sirve de inspiración. Se omiten, también, como no, las relaciones coloniales materializadas bajo estructuras formalmente democráticas.
B- «Europa presenció el nacimiento y la instauración del imperio de la ley, basado en el derecho Romano».
O sea, el imperio de la ley… de la Roma Imperial. El estado de derecho imperial.
C- «A Europa le debemos el nacimiento y el desarrollo de las ideas de la ilustración que sentaron las bases para las dos grandes revoluciones de este siglo : el nacimiento del liberalismo y el nacimiento de la ciencia empírica que, con sus descubrimientos (sic), preparó el terreno para la Rev.industrial
Al parecer, los ideales de la ilustración sólo entroncan con el liberalismo político, y la reflexión científica sólo existe desde que apareció la madre que Dio a luz al liberalismo político : la ilustración. La misma ilustración que convivió con la dominación patriarcal, de clase y racial-colonial en el mismo proceso de cristalización y consolidación institucional de los estados-nación europeos. La misma ciencia empírica que, con sus descubrimientos – como si fuesen los descubrimientos científicos en sí mismos, y no los procesos socio-económicos, el factor más determinante en la cristalización de la rev industrial – , puso las bases, dice el artículo, para la posterior evolución de la organización del trabajo más inhumana de la historia de la humanidad.
Por supuesto, para ponderle la guinda al pastel, por revolución haremos referencia a todo lo que pasó por la cabeza de los filósofos ilustrados y del liberalismo político, omitiendo toda la historiografía del socialismo moderno y del pensamiento contra-hegemónico – fermentado dentro o fuera de Europa- que ponga en duda, teórica, práctica y epistemológicamente la absoluta parcialidad de estos prepotentes loros de la imparcialidad absoluta. La tan ciega y testaruda imparcialidad colonial implícita en la siguiente fórmula, a saber : Ilustración + liberalismo + positivismo científico = Revolución industrial = progreso infinito = futuro necesario e/o único horizonte humano posible.
Pero, dejando de lado todo este cúmulo de absurdos exabruptos lógicos, típicos del pensamiento único y el oportunismo más sonrojante, cabría aclarar que la intención de Giscard y González no era, ni mucho menos, tomarse en serio el fundamento de sus profecías laicas. No hai mejor muestra de ello que el siguiente párrafo :
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«Cada uno de estos factores, enumerados sin orden cronológico (…), merecería una relfexión más profunda (acabáramos!). Pero lo que más útil (¡con el santo utilitarismo hemos topado, amigo Sancho!) resulta hoy es mencionarlos todos juntos (¡cuanto rigor histórico – sic – tienen nuestros auto-denominados socialistas!) para recordar que no pertenecen sólo al pasado (colonial, cabría añadir), sino que están presentes como rasgos fundamentales (…) de la Europa de hoy».
Así pues, no se hable más. Isidoro calzas largas, apostol y patriarca del socialismo español, admite abrir la boca y escribir sin rigor historiográfico y sin reflexión previa. Y todo esto, off course, por un motivo fundamental de peso : porque es útil para la perpetuación de lo que él llama los rasgos fundamentales -escogidos al azar y sin criterio cronológico- de la Europa de hoy. Recordémoslos : Ilustración + liberalismo + positivismo científico = Revolución industrial = progreso infinito = futuro necesario e/o único horizonte humano posible.
Hai muchas víctimas humanas en el proceso histórico que materializó la supuesta lógica irrefutable de esta fórmula, pero no se trata de convertirlas en heroes, pues construyendo monumentos conmemorativos y museos no conseguiremos nada. Quizás, lo más honesto y constructivo que podamos hacer es cambiar los puntos y finales en interrogantes para empezar a pensar mientras caminamos, ahora que ya somos conscientes de la trampa histórica que se esconde bajo el lenguaje y la ciencia colonial : ¿Qué -nueva- ilustración?. ¿Qué -nuevo- liberalismo?. ¿Qué -nueva- ciencia social?. ¿Qué -clase- de progreso?, en resumen, ¿qué semilla moral, política y estética queremos para una «nueva humanidad» o, como mínimo, para una nueva concepción del humanismo?.
Son preguntas con respuesta abierta : ¿Caminamos?. Si la respuesta es afirmativa, necesitamos, urgentemente, un nuevo lenguaje para un nuevo sujeto.
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