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Un país reconvertido en mal chiste

Fuentes: Rebelión

No distingue una corchea de un corcho. -Groucho Marx

La frase parece una broma, pero es del tamaño de la seriedad: “este país es un chiste”. El dicho es del periodista Fabricio Vela. Esa expresión viene asociada a una que corresponde a velorio de pobre: “este país de mi alma”. Lúgubre y en tono de pasillo hipocondriaco con la cual muchos ecuatorianos, más hombres que mujeres, se consuelan: “este país de mi alma”. Entonces, le damos la vuelta al grafiti anímico y queda el sabor agridulce: este país nuestro de cada día es un chiste malo. ¿Siempre lo fue? Se responde rápido con cara de seriedad, ¡ni en bromas! Ya en mayo de 1830, en los días de la creación de la República no sabían qué nombre cargarle al proyecto naciente ni cuánto territorio tendría. La vaina fue cosa seria, porque la desconfianza era la lluvia que a todos mojaba o mejor dicho a nadie satisfacía con su mandanga. La República del Ecuador quedó así y las siguientes bromas políticas sangrientas se acostumbraron a apodarlas ‘revolución’. Revoluciones a la carta y con Cartas Constitucionales a la medida de los grupos sociales adueñados (o desalojados) del poder, señoras y señores.

Cada gobernante llegaba o llega con sus chistes referidos como discursos de ocasión y templados de pasión, con cara de seriedad espectacular. El hosco semblante del gobernante de ese momento no siempre es resultado de la gravedad del cargo, porque a veces son carcajadas contenidas pensando el resultado final de la gestión. Hay nombres, nombretes y nombrecillos entre los 55 serios, seriotes, chistosos, chistositos o sin chiste que por razones políticas, circunstanciales, astrológicas o accidentales están en la lista de los cruzados con la banda tricolor. Se les suele llamar presidentes de la República. A estas alturas cabe el análisis de Carlo Ancelotti1: “La historia de los países resulta muy útil para conocer el carácter de sus ciudadanos”. Y también la calidad y necesidad del humor de las clases políticas nacionales, habría que añadir. Tiremos los dados de las dudas: ¿la política es cosa seria? ¿O de humor fino, delicado o grosero? Cabría decir que el humor nos ayudará a ser libres o por lo menos para no “hacerse mala sangre”, como decían los Ancestros. O el certero tuntuneo: makilá mabe2.

El vacile de esta jam session le hace unos riffs3 a los últimos cuatro años del presidente ecuatoriano que nunca acertó un buen chiste, en serio. El hombre a falta de un buen discurso sobre los cuantos o (quantums) de la materia, contaba un cacho (historieta, por favor). Por supuesto, que algunos de la jorga presidencial se reían. Risitas nerviosas, sin convicción, para escamotear la vergüenza ajena. Y eso que el man traía fama de animador de trabajadores desanimados. Motivador de almas laborantes en pena ni más ni menos y cobraba lo suyo. Y muy bien. Quizás entendió que la Republica del Ecuador necesitaba más que una buena gestión gubernamental algunas cuchufletas en su estilacho, aunque tenían más déficit de humor que el presupuesto anual del Ecuador. Y no culpen del vinagre humorístico a quien se llama ‘Boltaire’ e hizo sus esfuerzos para soportar el cambio de ‘B’ por ‘V’, por Dios, el tema no es la ortografía, es el peso específico de la mutación nominativa. El francés (François-Marie Arouet) , según las crónicas sociales, dicen que creó el sobrenombre Voltaire de la palabra revoltair, el revoltoso. Una humorada, sin dudas, alguien que hace bromas bien destiladas. O sea revolvía los humores políticos franceses. Ahí está, algo parecido debía suceder con el chistoso presidente de la República del Ecuador. Ahora estos beats4 no es sobre un individuo que paseaba por los alrededores del caserón (Carondelet, creo así lo llaman) de la Plaza Grande, en Quito, y de repente ¡plaf!, le cayó la Presidencia. Así es la caprichosa suerte. Debió ser diferente la mágica jarana electoral, pero por el management de la presidencia cualquiera se confunde.

Y ya que nos metimos en la física, no la del humor, sino la clásica. El Presidente Boltaire antes que de la física clásica se ocupó de la cuántica. Mecánica de los quantums. Él supo por qué su decisión. El peso específico de sus decisiones, su deserción pesada y específica del plan electoral ganador, la pesadez específica de sus cambiantes gabinetes (uno peor que otro), en fin, una pesadumbre específica para la gente de barrio adentro, que lo ve larguísimo y complicado, el día a día. El peso específico es la relación entre el peso y el volumen. Es decir, el peso de aquello que se dice y el volumen que ocupan los dichos (sea para la risa, sea para la amargura). Él prefirió el quantum, es decir, un chininín de materia risible o un planeta irascible, según el destinatario. El tipo de materia no podría importar, siempre y cuando ocurra el ‘salto cuántico’ que cambia la calidad material del chiste o sea el punto originario de risas buenas o agrias. El chiste que vale la carcajada purificadora. No aquel vinagrillo que siembra tempestades populares. El salto cuántico de una ‘V’ a una ‘B’ es crucial, para las benditas ocurrencias y no con otro adjetivo antónimo.

La República del Ecuador un día amaneció con una broma cuántica de dudoso gusto constitucional: una consulta para borrar 10 años de correísmo. Un chiste probalístico que quedó hasta ahora como irritación política: “siete veces sí”. Una malhumorada consulta para la que risa involucionara a mueca y ganaron, pero no fue mueca sino un rictus de mala fe facial. El anti correísmo feroz y avinagrado como no podía maquillar el inaceptable rostro nacional le cortó la cabeza, ni siquiera una máscara para disimular la instalación del infortunio popular. Genialidades venidas de las vísceras contaminadas por bilis descompuestas de diferentes grupos hegemónicos: nuevo Consejo de Participación Ciudadana y Control Social (CPCCS), como los resultados electorales (se lo eligió por voto popular) fueron al revés de lo esperado se lo cambió rápido y al apuro, por otro más obsecuente. Se estructuró todo lo que se quiso y que resultara funcional al malhumor a los grupos escupidores de ceniza durante la década correísta. Si ya el chiste era malo, se puso peor: el Contralor General del Estado cayó de las nubes (con presagios meteorológicos de tormentas que cumplieron). Ya se les ocurrió: desinstitucionalización absoluta y para la mala risa.

Por estas semanas la República es (un) guinguiringongo pata mondongo. De ahí el fraseo destemplado de las nuevas (y viejas) autoridades porque la Constitución produce disonancias con sus intereses económicos (o políticos); el perreo sucio del mundillo partidista con la ciudadanía en la marginalidad esperando una caridad de nada. El malhumor institucional es periodicazo descifrable en los medios corporativos, porque ya dejaron de informar para reformar las angustias populares en una deformación religiosa con cien pastores repitiendo una jerga apocalíptica para gobernar bolsillos ajenos aquí y prometiendo el paraíso más allá. Es serio, aunque tenga mucho de guaguancó chistoso. Y está el humor ramplón con fibras fascistoides, burlándose de las desgracias más sentidas e inventando chistes tragicómicos y agrios por algunos gobernantes de Latinoamérica, por ejemplo, Bolsonaro o Duque.

Parafraseando a los hermanos que caminan por el desfiladero del reggaetón: “oye, man, debería haber una fuck uot ley para sancionar los chistes malos”. Nada que ver, eso es como querer mudarse de la calle Melancolía pero no hay tranvía, querer descubrir por dónde se le mete el agua al coco (¡je!) o convertir en héroes a aquellos que tienen acidez reaccionaria desde los talones hasta la puntita de los cabellos. O cambia la estrategia: “por donde se sale entramos”. Copiamos a Residente. Establecer un ranking americano de gobernantes con mala (o buena) vena chistosa, sin importar sus rostros avinagrados, sus peroratas de martes 13 o sus zurdas o conservadoras conductas. No haría falta, o quizás sí, por sus delitos lingüísticos o sus criminales redundancias. Eso sí es muy serio: ¿los asesinatos de manifestantes ecuatorianos de octubre del 2020 fueron por miedo o malhumor? ¿Es cierto que se aceitan las bisagras lumbares cuando llegan los encorbatados del FMI? ¿Se ríe de los chistes sin chiste de aquel metiche embajador del país de las barras y estrellas? ¿Sus risas son venales, aquellas de los gobernantes? ¿Hay algún Joker en sus gabinetes ministeriales como requisito obligatorio?

Habrá que cuidar la subjetividad del populus de los chistes malvados de los Gobiernos, de sus chistes tóxicos por los quantums radiactivos. También de esos chistes pendejones que si causan risa no será por la picardía y más por la discordancia. Una cosa sofocante o post vinagreta (como la post verdad). Ya en serio: el Ecuador transcurre por el relajo institucional y no da para la risa, ni la sonrisa. Grrrr.

Notas:

1 Entrenador de fútbol italiano (1957). Actualmente tiene la dirección técnica del Real Madrid.

2 Persona de la mala sangre, en lingala.

3 Jelly RollMorton (Ferdinand Joseph LaMenthe, 1885-1941) definía los riffs como “figuras” y decía que “ningún pianista puede tocar buen jazz si no trata de imitar a una banda, creando una base de riffs”.

4 Golpe o pulsación que marca el ritmo de todo el grupo.