«Los profesores burgueses son incapaces de imaginar unas relaciones de producción entre los hombres que no sean las capitalistas» Estoy en el coche y pongo la radio. No sé que emisora he sintonizado. Están entrevistando a un profesor de habla española. Le preguntan sobre los sindicatos alemanes. Y responde en los siguientes términos: «Hay dos […]
«Los profesores burgueses son incapaces de imaginar unas relaciones de producción entre los hombres que no sean las capitalistas»
Estoy en el coche y pongo la radio. No sé que emisora he sintonizado. Están entrevistando a un profesor de habla española. Le preguntan sobre los sindicatos alemanes. Y responde en los siguientes términos: «Hay dos tendencias en el sindicalismo alemán. Una de ellas es moderna, pide subidas salariales razonables, acordes con la productividad, porque sabe que subidas salarias muy grandes llevarían a los trabajadores al paro. La otra tendencia tiene la mentalidad de los sindicatos del siglo XIX, habla de la lucha de clases, y propone subidas salariales imposibles de satisfacer. Es una tendencia radical que no sabe que el mundo ha cambiado, que estamos en la época de la globalización; y que en caso de que se propusieran subidas salariales por encima de lo razonable, los empresarios sustituirían a los trabajadores por máquinas o irían a otras partes del globo donde los costos laborales fueran más bajos. Lo peor de esta tendencia radical es que pide subidas salariales para los trabajadores de más baja cualificación, que son a la postre los más fáciles de sustituir».
Sin duda que hablar de luchas de clases y pedir grandes subidas salariales para los trabajadores más pobres es propio de los sindicatos del siglo XIX. Pero también debe ser propio de los sindicatos del siglo XXI, puesto que la lucha de clases sigue existiendo y los salarios bajos también. Para que desapareciera la mentalidad de los sindicatos del siglo XIX, circunstancia de la que habría que advertir a este profesor, tendrían que desaparecer las condiciones que generaban esa mentalidad: la lucha de clases entre pobres y ricos y los salarios bajos. Como en el mundo de hoy siguen existiendo diferencias abismales de clases y el grueso mayor de los trabajadores sigue cobrando salarios muy bajos, es lógico que siga en pie la mentalidad sindical del siglo XIX. La globalización no ha supuesto la liquidación de los rasgos esenciales del capitalismo del siglo XIX, como tampoco la de los rasgos esenciales del capitalismo en general. De manera que si bien es cierto que los sindicatos conservan planteamientos propios del siglo XIX, no es menos cierto que los capitalistas también conservan planteamientos de ese siglo, como atestiguan las propias declaraciones del susodicho profesor.
Es propio de los profesores burgueses, por una parte, hablar de los costos de trabajo y advertirnos de que no deben ser muy elevados para no provocar que los capitalistas se retraigan y no inviertan. Y por otra parte, no hablar para nada de los costos del capital: del beneficio, del interés y de la renta del suelo. El beneficio, el interés y la renta del suelo son fuentes de ingreso sobre las que los profesores burgueses no quieren que se tome ninguna medida. Para ellos deben ser fuentes de ingresos libres. Y cuanto más grandes sean, así lo mantienen estos apologistas del capitalismo, mejor para la economía. Esta mentalidad sobre los costos de trabajo y de capital ha sido la misma en todas las épocas del capitalismo. La economía va bien cuando los costos laborales son bajos y los costos de capital alto. Dicho de otra forma: la economía va bien cuando los trabajadores cobran salarios moderados y los capitalistas cobran grandes sumas de dinero en concepto de beneficio, interés y renta del suelo. De manera que la lucha que mantienen los profesores burgueses para que los salarios de los trabajadores menos cualificados no suban, no tiene otro fin que asegurar que las distintas formas de plusvalía, el beneficio, el interés y la renta del suelo, no bajen.
Resulta una hipocresía absoluta que el referido profesor afirme que hablar de lucha de clases es propio del siglo XIX, cuando ante la propuesta sindical de subidas salariales para los trabajadores más pobres, responde amenazando, ejercitando la lucha de clases del modo más cruel, diciéndole a los trabajadores: los sustituiremos por máquinas o los sustituiremos por trabajadores más baratos. No cree en la lucha de clases y él, sin embargo, la emplea de la forma más despiadada. Y pone al descubierto la verdadera faz de los capitalistas: extraerles a los trabajadores la mayor masa de plusvalía posible; y si no se dejan, ponerlos de patitas en la calle.