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Un Proyecto Socialista para nuestra Patria

Fuentes: Punto Final

Aunque se trata de una exageración, y también de una maniobra política manipulada especialmente por la derecha y algunos grupos de la propia Concertación, se ha impuesto la imagen de que la corrupción ha invadido al gobierno y que domina el aparato del Estado. Es verdad que hay corrupción en una escala significativa y es […]

Aunque se trata de una exageración, y también de una maniobra política manipulada especialmente por la derecha y algunos grupos de la propia Concertación, se ha impuesto la imagen de que la corrupción ha invadido al gobierno y que domina el aparato del Estado. Es verdad que hay corrupción en una escala significativa y es necesario combatirla a fondo, porque corrompe a la sociedad y se trata de recursos obtenidos de impuestos que pagan mayoritariamente los trabajadores. Pero también es cierto que hay cosas que no se dicen. Si hay corrupción en el gobierno, existe también corrupción en el sector privado en mucho mayor proporción. Las mayores defraudaciones al Estado se han producido por acción de particulares, como en el caso de Inverlink con participación de instituciones bancarias y bursátiles. Sin hablar de la evasión tributaria convertida en práctica regular de las grandes empresas. Y nunca se aclaró el misterio de quiénes estuvieron detrás de las operaciones de Juan Pablo Dávila, en la defraudación a Codelco a fines del gobierno de Aylwin. Es inevitable recordar que durante la dictadura la mayoría de las empresas públicas fueron entregadas a particulares en condiciones vergonzosas. Y no hablemos del papel que han jugado las transnacionales del cobre. Sin embargo, hay que reconocer que existe una sensación extraña, de inmovilidad agobiante, que desafía el optimismo de los mensajes de las autoridades y los resultados del trabajo de las comisiones y los «paquetes» de medidas que terminan empantanados en el Congreso. Es un clima que favorece a la derecha, que se mantiene a la expectativa confiando en que tarde o temprano el desánimo democrático, la indiferencia, el consumismo y la despolitización jugarán a su favor. Desde luego, un 25 por ciento de la población declara en las encuestas que las palabras «Izquierda» y «derecha» no tienen para ellos mayor sentido, actualmente.

OCASO DE LA CONCERTACION

La Concertación está manchada por la corrupción y debilitada por las ambiciones de sus posibles candidatos presidenciales. La Democracia Cristiana considera la posibilidad de abandonar la Concertación, a menos que se le asegure una situación preeminente. El PS y PPD mantienen una pugna sorda. Las ideas socialistas no aparecen por ninguna parte. El partido que lleva ese nombre hace tiempo que abrazó el liberalismo. La presidenta de la República, Michelle Bachelet, no puede suplir con su carisma y sus buenas intenciones la falta de un proyecto movilizador que cambie el eje que han mantenido los gobiernos concertacionistas, cargado hacia el lado de los empresarios, y lo ponga en el lado del pueblo. Después de dieciséis años de gobiernos de la Concertación, siguen existiendo cuatro millones de pobres y se profundiza la brecha que los aleja de los ricos. El gobierno insiste en los consensos con la derecha, a pesar de que ésta le hace una oposición implacable. Esa insistencia le impide aprovechar la mayoría que la Concertación tiene en ambas Cámaras y el poder de las urgencias para aprobar proyectos que no requieren quórum calificado, que significarían avances importantes y la expresión de una voluntad que haría vacilar a la derecha. Detrás de la crisis -que amenaza repetirse con más fuerza aprovechando las debilidades de la Concertación- hay problemas de tipo más general. Tienen que ver con la aparente falta de alternativas al neoliberalismo liderado por Estados Unidos que impera en el mundo. Esa situación constituye por sí misma una derrota brutal que ha afectado a las dos vertientes tradicionales de la Izquierda, la marxista revolucionaria y la socialdemócrata. Las ideas marxistas han sufrido un impacto enorme, pero mayor ha sido el daño sufrido por la socialdemocracia en su bastión europeo. Los partidos socialistas han rechazado el marxismo y se han comprometido con el neoliberalismo, ya sea a través de la «tercera vía» o simplemente -como ocurre en Chile- mediante la administración y defensa del modelo establecido en beneficio de las transnacionales y los sectores más ricos de la población.

RESURGE LA IZQUIERDA EN AMERICA LATINA

Ha ocurrido, sin embargo, algo inesperado. Lo que parecía una derrota que duraría decenios, comienza a revertirse a parejas con las fallas que evidencia el modelo neoliberal. Por todas partes surgen movimientos de resistencia en busca de alternativa, como está ocurriendo en América Latina. Algunos de ellos incluso conquistan el gobierno, como en Bolivia. Lo confirma el reciente resultado electoral en Ecuador y la previsible reelección del presidente Hugo Chávez en Venezuela. Todavía -hay que decirlo- la Izquierda en Chile y en muchos otros países carece de un proyecto claro y creíble que potencie una lucha que surge de todas maneras, pero en forma poco organizada, débilmente y de modo discontinuo. En nuestro país sigue siendo enorme la influencia de las ideas de derecha, apoyadas por los medios de comunicación que generan el «pensamiento único» dominante. El mensaje explícito -y también el mensaje oculto- es que no existe alternativa al neoliberalismo y que, por lo tanto, hay que acomodarse a una realidad inamovible. Esa idea cala profundamente y logra imponer un «posibilismo» intolerable: sólo puede plantearse (y hacerse) lo que parece posible. «En la medida de lo posible» es la frase más socorrida que impone el conformismo. Lo que podría tener sentido en la diplomacia, que funciona sobre la base de la mantención de determinadas correlaciones de fuerza, no tiene aplicación cuando se trata de política. Antonio Gramsci lo vio con claridad. Exigió al sujeto social y político una actuación audaz y valerosa, precisamente porque se trata de cambiar la correlación de fuerzas negativa. Se trata de abrir paso a lo que parece imposible y que se convierta en algo posible gracias a la lucha y la organización del pueblo. Obviamente es necesaria la lucha política para cambiar las cosas. Pero no habrá lucha política si no hay un movimiento social en la base con la fuerza suficiente para plasmarse en proyecto político. La política no debe ser entendida como el arte de lo posible, sino como el arte de descubrir el potencial que existe en la situación concreta para lograr lo que parece imposible: derrotar al neoliberalismo y sustituirlo por una sociedad alternativa que será socialista, porque la humanidad requiere soluciones de ese tipo para los problemas globales que ponen en peligro su existencia.

UN CAMINO PARA CHILE

¿Qué hacer, entretanto, en una situación que previsiblemente se irá deteriorando en Chile, aumentando el peligro de una salida reaccionaria? La experiencia nos indica que no hay respuestas fáciles. En todo caso, hay elementos muy positivos. Existe un potencial de fuerzas sociales y políticas que necesitan articularse para visualizar en conjunto una salida capaz de transformarse en proyecto de gobierno que sea a la vez un proyecto de sociedad. A partir de esa constatación, hay que profundizar los esfuerzos que ayuden a la coordinación y a los entendimientos, que derroten a la desconfianza y al sectarismo de unos y otros. Habrá, sin duda, muchos fracasos, que pueden superarse con flexibilidad y constancia. Y, además, ¿por qué no hablar más de socialismo? El socialismo se ha convertido para muchos en una palabra maldita, que debe esconderse, cuando en realidad debe aparecer explícitamente como meta de un camino que será -posiblemente- largo pero que también puede ser breve, porque hay muchas variables que no controlamos. El socialismo debe ser asumido plenamente como meta, pero también como instrumento cotidiano, capaz de mostrar una práctica exitosa, acogedora, verdaderamente humana.

HACIA UN PROYECTO SOCIALISTA

La indiferencia es el mayor problema que enfrentamos; es, como se ha dicho, el partido más grande y más activo que actúa en contra del pueblo. Desde ya, es necesario hablar (y actuar) «en socialismo». Hay que llevarlo a todas partes, a la discusión en las organizaciones sociales, como desafío a la inteligencia y a la imaginación y como preparación cotidiana para un futuro que está en el horizonte. Nos referimos a una tarea de elaboración colectiva que es, al mismo tiempo, internalización de prácticas no autoritarias, democráticas, autónomas, pluralistas, que hagan de la honradez (no solamente en relación al dinero, sino también al trabajo y al cumplimiento de los compromisos), del sentido solidario y la lealtad a los principios, virtudes de creciente arraigo social. Poco a poco la práctica dará mayores frutos y así se fortalecerá la fuerza de lucha y se mostrará la factibilidad de una idea que corresponde a la teoría y práctica de un pensamiento emancipador, hoy a la defensiva frente al neoliberalismo. Proponemos, en definitiva, comenzar a construir un Proyecto Socialista para Chile que recoja efectivamente la voluntad del pueblo en un proceso de debate que incorpore los aspectos locales y generales con vistas a una sociedad basada en la equidad y en la soberanía, indispensables para garantizar una convivencia solidaria. La necesidad de una Asamblea Constituyente en que se funde un nuevo pacto social que contemple la recuperación de las riquezas fundamentales -que son el patrimonio de la nación- y el respeto al medioambiente; la plena vigencia de los derechos humanos y la autonomía para los pueblos originarios; el reemplazo del actual modelo económico por uno basado en el trabajo, el derecho a la seguridad social y la posibilidad del pleno desarrollo de los habitantes del país, deben ser las premisas de este esfuerzo convocante e integrador.

(Publicado en «Punto Final» Nº 629, 1º de diciembre, 2006)