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Sobre el candidato de la derecha en la segunda vuelta

Un regalón de la fortuna : Sebastián Piñera

Fuentes: Red Voltaire

Si hay segunda vuelta presidencial, es muy probable que Sebastián Piñera sea el representante de la derecha que enfrente a Michelle Bachelet.Piñera irrumpió como candidato-sorpresa el 14 de mayo en la junta nacional de RN. En siete meses, aceleró el deterioro de la candidatura de Joaquín Lavín. De candidato único de la derecha, Lavín pasó […]

Si hay segunda vuelta presidencial, es muy probable que Sebastián Piñera sea el representante de la derecha que enfrente a Michelle Bachelet.

Piñera irrumpió como candidato-sorpresa el 14 de mayo en la junta nacional de RN. En siete meses, aceleró el deterioro de la candidatura de Joaquín Lavín. De candidato único de la derecha, Lavín pasó a ser simplemente el candidato de la UDI.

Piñera irrumpió como candidato-sorpresa el 14 de mayo en la junta nacional de RN. En siete meses, aceleró el deterioro de la candidatura de Joaquín Lavín. De candidato único de la derecha, Lavín pasó a ser simplemente el candidato de la UDI.

Piñera fortaleció las posiciones de RN en la elección parlamentaria y se lanzó en un ambicioso proyecto político. Apunta a la votación democratacristiana y también a la de los llamados sectores aspiracionales de clase media-baja. Los empresarios ven a Piñera con mejores ojos que a Lavín, pero no parecen excesivamente entusiasmados. Michelle Bachelet les da plenas garantías de continuidad del gobierno de Ricardo Lagos y piensan que no hay que correr riesgos con una derecha fracturada.

Economista, doctorado en la Universidad de Harvard, académico de diversas universidades, Sebastián Piñera se ha dedicado a los negocios desde hace cerca de veinte años, hasta convertirse en uno de los magnates del país. Desde el término de la dictadura tiene ambiciones presidenciales que no oculta, y que van más allá de esta elección. Si es derrotado, insistirá en los próximos años porque puede esperar.

En su actuación política ha demostrado perseverancia y dureza. Ocho años senador, entre 1990 y 1998, quiso ser candidato presidencial en 1994, pero dos años antes fue frenado brutalmente por una maniobra de inteligencia manipulada por los militares. Se dedicó a los negocios con un ojo puesto en la política, y siguió siendo dirigente en RN. Decidió postularse como senador por Valparaíso en las elecciones de 2001, pero sufrió una nueva derrota.

La UDI sacó de la manga la candidatura del ex comandante en jefe de la Armada, almirante Jorge Arancibia, y Piñera tuvo que retirarse presionado por Lavín y Pablo Longueira, presidente de la UDI. Fue una nueva humillación que buscó curar como presidente de RN entre 2001 y 2004, sosteniendo una guerrilla permanente con la UDI. Las cosas llegaron a tal extremo que en un golpe de autoridad, Joaquín Lavín exigió que tanto el presidente de la UDI como el de RN renunciaran. Tragándose la rabia, Piñera obedeció y comenzó a preparar la revancha, que llegó cuando fue proclamado candidato presidencial de RN.

Derechista sin complejos Zigzagueante es el calificativo que cuadra a la trayectoria política de Sebastián Piñera. Trayectoria que, por haberla cumplido siempre en la derecha, es una de las principales dificultades que tiene para convencer que es un candidato de centro.

Piñera recuerda incansablemente que votó por el No en el plebiscito de 1988, pero calla que fue uno de los principales dirigentes de la campaña del candidato del pinochetismo, Hernán Büchi, para las elecciones presidenciales de 1989. Admiraba la política económica que éste aplicó como ministro de Hacienda. Pero se retiró cuando Büchi interrumpió su breve carrera presidencial aduciendo una «contradicción vital» que nunca se aclaró. Después, Piñera fue senador de Renovación Nacional por Santiago Oriente, entre 1990 y 1998.

En el Senado sus planteamientos fueron invariablemente libremercadistas y defensores del legado económico de la dictadura (incluyendo privatizaciones, trato preferente al capital extranjero, etc.), con la flexibilidad necesaria para ajustarse a los consensos buscados por el ministro de Hacienda, Alejandro Foxley. Pero criticó la existencia de senadores designados y los enclaves dictatoriales en la Constitución.

Desde el principio imaginó la posibilidad de convertirse en presidente de la República luego del gobierno de Patricio Aylwin, que duraría cuatro años. Por lo mismo, buscó un acercamiento con Pinochet que obrara como una bendición pública, y se reunió con él gracias a la intermediación de Francisco Javier Cuadra. Le sirvió de poco.

Sus aspiraciones se vieron frustradas por una operación de inteligencia en que intervinieron militares expertos en telecomunicaciones, el empresario Ricardo Claro y la diputada Evelyn Mathei. Se produjo un escándalo descomunal y se iniciaron investigaciones y un proceso judicial. En medio de la investigación, uno de sus hijos fue secuestrado por algunas horas en un episodio que hasta hoy Piñera prefiere no comentar.

Otro punto de discrepancia con la derecha más dura fue su condena a las violaciones a los derechos humanos, que calificó de «inaceptables». Sin embargo, como en otras materias, en su posición hay ambigüedades. Al punto que, en 1995, Piñera y otros dos senadores de derecha, Sergio Diez y Hernán Larraín, presentaron una propuesta encubierta de «punto final».

Pretendía «dinamizar» la aplicación de la ley de amnistía respecto de los casos anteriores a 1978, agilizar los juicios a los militares por hechos posteriores y establecer mecanismos de investigación «reservada» para ubicar los restos de detenidos desaparecidos. En la misma forma ambigua hoy sigue refiriéndose al tema: «Soy partidario de la verdad y la justicia. Pero no me gustaría que en veinte años más siguiéramos con los tribunales llenos de querellas por cosas que ocurrieron hace cincuenta años. Se requiere capacidad de perdón».

Millonario a mucha honra Después de una breve permanencia en la gerencia general del Banco de Talca, mientras se preparaba la privatización, Piñera pasó de lleno a la actividad empresarial en 1980. Pronto evidenció notables dotes para los negocios. Con la ayuda de Manuel Cruzat y del Citibank comenzó a dirigir el primer banco de inversión de Chile, el Citicorp, con resultados que le sirvieron para su propio despegue. Lo inició con Bancard y luego Fincard, dos empresas a través de las cuales se introdujeron en Chile las tarjetas de crédito con representación de Visa y Mastercard.

Cuatro o cinco años después vendió Bancard en cuarenta millones de dólares y después Fincard en sesenta millones. En el año 1994 compró a la línea aérea sueca SAS su participación en LAN. Pagó ochenta pesos por acción. Diez años después -en 2004- cada acción se transa en cuatro mil pesos.

Distribuye sus recursos en diversas empresas en las que compra pequeños paquetes de acciones. Es uno de sus secretos. Con ellas hace «pasadas» exitosas en la Bolsa, pero tiene también algunos fracasos. Así, ha ido acumulando más y más dinero. Sus especulaciones aparecen como transacciones fáciles. Sin embargo exigen intuición, conocimiento del mercado y firmeza para actuar y mantenerse en la posición hasta vender. No tiene preferencias, compra y vende acciones de casi todos los rubros.

Invierte 56 millones de dólares en el fondo de inversiones de los Luksic, Quiñenco, pero también lo hace en Clínica Las Condes y Parque Arauco. Invierte 26 millones de dólares en Colbún -del grupo Matte- y otros 167 millones en Antarchile, de Anacleto Angelini. 26 millones en Pampa Calichera, de Julio Ponce Lerou, y 8 millones en Chilectra y mucho más en empresas constructoras y en terrenos en Chicureo.

Al 18 de mayo de 2005 era miembro de los siguientes directorios: LAN Chile; Clínica Las Condes; Parque Arauco; CMB (Chilean Merchant Bank), clave en su estructura de negocios en que es socio con sus hombres de confianza: José Cox, Ignacio Guerrero y Ricardo Bachelet; Antarchile S.A.; Constructora Aconcagua y preside Bancard, Fundación Futuro, Editorial Los Andes y Chilevisión.

Como la plata llama a la plata, en 1996 se estimaba que su fortuna ascendía a 200 millones de dólares; nueve años después se había multiplicado por seis: ahora se estima sobre los 1.200 millones de dólares, lo que lo convierte en uno de los hombres más ricos de Chile.

Con el tiempo las cosas han cambiado. Sigue manteniendo porcentajes pequeños de múltiples compañías, pero se ha concentrado también en algunos grandes rubros.

En LAN Chile, asociado con la familia Cueto, controla el segundo porcentaje de acciones, cercano al 30 por ciento, con un valor estimado en 600 millones de dólares. La línea aérea se ha convertido en un notable negocio y tiene posibilidades de instalarse entre las principales del mundo. En el rubro inmobiliario participa en la construcción de grandes edificios en Santiago Centro; es accionista en Valle Escondido, calificado como una mina de oro; está en Chicureo y sectores de Chacabuco, Quilicura y Lampa.

Es dueño de Chilevisión, adquirida luego de trabajosas negociaciones. Simultáneamente ha desarrollado otros intereses: el trabajo cultural a través de Fundación Futuro, el proyecto de canalización del río Mapocho, el Parque Chiloé -con 115 mil hectáreas que representan el 15 por ciento de la superficie de la isla- y el santuario de ballenas proyectado en el mar aledaño.

Si en algunos aspectos es un empresario atípico, en lo esencial cumple rígidamente las normas capitalistas que permiten el lucro y el crecimiento de la fortuna. En los negocios no hay amigos, es algo que dice y cumple. Los sueldos que paga a sus ejecutivos y trabajadores no son buenos. A las mujeres les paga menos que a los hombres y no es un modelo de cumplimiento de la legislación laboral.

Hace poco ha habido denuncias sobre los manejos patronales en LAN Chile, que ha tenido que ser fiscalizada por los organismos del Trabajo por acusaciones de persecución sindical y abusos laborales. El sindicato de pilotos que tenía 400 miembros ahora tiene sólo 70. Varios dirigentes sindicales han sido exonerados.

También se ha visto involucrado en escándalos. El más conocido se produjo con el fallido intento de José Yurazsek y un grupo de ejecutivos de Endesa de vender la empresa a Endesa-España en condiciones privilegiadas para ellos. Piñera, como senador, impulsó una investigación parlamentaria y una iniciativa para defender a los accionistas minoritarios, perjudicados por la maniobra de Yurazsek. Simultáneamente negoció con los españoles en defensa de sus propios intereses, logrando un mejor precio para las acciones de su propiedad: ganó tres millones de dólares y los «chisperos» quedaron en la estacada.

Aparte de Juan Cox e Ignacio Guerrero, que lo acompañan desde sus comienzos y con los cuales en CMB convirtió deuda externa chilena en capital de inversión protegido por franquicias tributarias, tiene pocos amigos empresarios. Entre ellos Andrés Navarro, dueño de Sonda, Juan Eduardo Errázuriz, hermano del Cardenal, accionista de Sigdo Koppers y socio de Piñera en diversos negocios, y Carlos Alberto Délano, también muy amigo de Joaquín Lavín

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Negocios y política


El monto de la fortuna de Piñera, su tendencia a la especulación bursátil y su instalación en áreas sensibles como la televisión y las líneas aéreas, configuran una incompatibilidad entre su eventual elección como presidente de la República y sus negocios. Dispondría de información privilegiada, de instrumentos de presión, tendría el canal 11 a su servicio y sus negocios de proyección internacional -como LAN- podrían ocasionar dificultades con otros países.

Piñera lo sabe y toma medidas. No quiere ofrecer flancos a sus enemigos. Hay algo extraño, sin embargo. Lo que se reprocha a Piñera es moneda corriente en los círculos del poder. Ministros, parlamentarios, magistrados, militares, dirigentes políticos, no tienen líneas divisorias entre negocios privados y responsabilidades públicas. Las razones por las que se ataca a Piñera son justificadas, pero no lo es el silencio ante situaciones semejantes.

No llamaron la atención, por ejemplo, los negocios, casi siempre raros, del ex senador Francisco Javier Errázuriz. Tampoco los de diputados que han actuado como gestores. Es normal que senadores como los hermanos Adolfo y Andrés Zaldívar hayan votado a favor la ley pesquera que benefició a Anacleto Angelini, potentado con el que mantienen relaciones estrechas desde hace muchos años. Nadie imagina una posible incompatibilidad del senador Fernando Flores, o de los ministros Sergio Bitar y Jaime Ravinet, que tienen numerosos negocios diversificados. El ministro de Minería, Alfonso Dulanto, es al mismo tiempo un empresario minero que ha tenido negocios con Codelco y relaciones comerciales con uno de sus ex presidentes ejecutivos.

En la derecha abundan los gestores y no faltan los millonarios, como el ex senador Marco Cariola; latifundistas, como el senador Sergio Romero, o diputados como Gonzalo Ibáñez Santa María, perteneciente a una familia con un patrimonio cuantioso o Lily Pérez, casada con un multimillonario.

Incluso el ex presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle recibió críticas por actuaciones suyas relacionadas con la planta hidroeléctrica de Ralco -propiedad de Endesa- por cuanto tendría acciones de Endesa adquiridas por la sociedad que formó con el producto de la venta, en varios millones de dólares, de sus acciones en la empresa Sigdo Koppers, que se expandió como nunca durante su permanencia al frente del país.

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Millonarios al poder


Sebastián Piñera no es el único multimillonario que ha postulado a la presidencia de la República. En el siglo XX hubo varios, y casi todos perdieron. Agustín Edwards Mac Clure, a comienzos del siglo, intentó ser candidato de la derecha, lo que era igual a ser nombrado presidente porque las elecciones eran un mero trámite. Fue derrotado por las maniobras de Juan Luis Sanfuentes y Ramón Barros Luco, que aseguraron para este último el cargo presidencial y la sucesión quedó en manos de Sanfuentes, en 1915. En 1938 Gustavo Ross Santa María, que había sido ministro de Arturo Alessandri Palma, fue candidato de la derecha enfrentando a Pedro Aguirre Cerda, abanderado del Frente Popular que se impuso por cuatro mil votos. Catorce años después, la derecha hizo un nuevo intento con Arturo Matte Larraín, empresario que estaba a la cabeza del grupo Matte-Alessandri. Fue derrotado por el candidato populista Carlos Ibáñez del Campo, que casi lo dobló en votación.

La experiencia de Matte fue asimilada por la derecha. Triunfó en 1958 con Jorge Alessandri Rodríguez, quien derrotó por poco más de treinta mil votos a Salvador Allende. Alessandri gobernó al servicio de los grupos económicos. Su gobierno fue llamado «gobierno de los gerentes» y tuvo que enfrentar crecientes movilizaciones populares. Intentó imponer la congelación de sueldos y salarios e impulsó un proyecto de ahorro obligatorio mediante la toma de bonos del Estado, que popularmente fueron llamados «chiribonos» (por chirimoyo, o cheque sin fondos). El proyecto fue rechazado y algunos lo ven como antecedente de las actuales AFP, que constituyen un ahorro obligatorio. Alessandri logró que el Congreso aprobara una restrictiva ley de prensa (la «ley mordaza») que violaba las garantías constitucionales. En 1970, Jorge Alessandri fue nuevamente candidato de la derecha. En una dura campaña enfrentó a Salvador Allende que lo derrotó en las elecciones del 4 de septiembre de 1970.

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La diferencia se nota

 Es sorprendente la coincidencia que existe entre los planteamientos y programas de ambos candidatos de la derecha con los de Michelle Bachelet, candidata de la Concertación.

La coincidencia no se refleja sólo en las propuestas, que parecen repetidas, sino también en las omisiones. No hay alusión a una nueva política del cobre, del que pende la economía chilena. Ningún ataque a fondo a la pobreza mediante la redistribución de la riqueza. Ninguna defensa rigurosa del medio ambiente. Ninguna propuesta de independencia frente a las transnacionales o para una política exterior independiente del imperio. Los tres dicen y callan más o menos lo mismo.

La única voz alternativa es la de Tomás Hirsch, candidato del Juntos Podemos Más.

Los candidatos que representan a los dos conglomerados de mayoría expresan un consenso anticipado que asegura que no habrá cambios sustanciales. La diferencia está marcada por el logro de género que significa Michelle Bachelet y su raíz democrática, que nace de las fuerzas que lucharon contra la dictadura. Y eso significa -con todo- preocupación por los derechos humanos, por la libertad y la democracia. Justamente la tradición contraria de los que apoyaron la dictadura y representan a la derecha.