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Centenario de Ernest Mandel

Una cierta idea marxiana para hoy

Fuentes: Rebelión [Imagen: Ernest Mandel en su despacho. Créditos: ernestmandel.org]

En este artículo el autor sostiene que la lectura de la obra de Mandel nos ofrece una mirada objetivamente científica de la historia, alejada de concepciones deterministas y dogmáticas; un legado fundamental en los tiempos que corren.


El año 2023 marca el centenario de Ernest Mandel. Nació en 1923 en el seno de una familia de judíos polacos en Alemania. Falleció en 1995 en Bélgica.  Descubrió el socialismo leyendo Los Miserables, de Víctor Hugo. En 1938, a la edad de 15 años, se unió al Partido Socialista Revolucionario, la sección belga de la Cuarta Internacional trotskista.

Mendel no se dejó intimidar por la ocupación nazi de Bélgica y formó parte de la resistencia; detenido por primera vez en enero de 1943, aprovechó un momento de despiste de sus carceleros para escapar. Colaborador habitual del periódico clandestino en lengua alemana Das Freie Wort (La palabra libre), que se dirigía a los soldados alemanes, escribió en septiembre de 1943: «Los criminales asesinos nazis están exterminando a cientos de miles de hombres, mujeres y niños inocentes y abandonados, considerando a estos polacos, rusos y judíos desnudos como infrahumanos (…) ¡La humanidad civilizada no puede tolerar esto! Cada uno de ustedes, soldados alemanes, es cómplice si no protesta contra estos crímenes y prefiere guardar silencio. Ninguno de ustedes puede esconderse tras argumentos como obedecemos órdenes o es el deber del soldado (…) Vuestro deber es detener la bestialidad nazi: ¡los perros rabiosos deben ser encadenados!”[1].

Encarcelado por segunda vez en marzo de 1944, deportado a Alemania, transportado de un campo a otro, volvió a escaparse en julio de 1944, pero fue capturado poco después y no fue liberado hasta marzo de 1945 por el ejército estadounidense. Por mi parte, dos características, entre otras, llaman la atención en Mandel, es decir, el optimismo inveterado -que a veces limitaba su percepción de la coyuntura- y una increíble capacidad de producción teórica aliada al proyecto de transformación de la realidad. Mandel desarrolló una perspectiva marxiana abierta y no dogmática, además de ser, durante muchos años, el dirigente público más conocido de la IV Internacional.

Sus obras tienen un importante valor analítico y, en este sentido, destaco trabajos como Tratado de economía marxistaLa formación del pensamiento económico de Marx y El capitalismo tardío. Asimismo, hay un texto de Mandel que apareció en alemán, en una colección de contribuciones de marxistas de diversas procedencias a los que se pidió que dieran una respuesta personal al título del libro: Warum ich Marxist bin (Por qué soy marxista). La contribución de Mandel se titulaba, en el original alemán, con una cita del joven Marx: «Der Mensch ist das höchste Wesen fur den Menschen» (Para el ser humano, el ser supremo es el ser humano). Pienso que este es un trabajo de Mandel que conviene recordar en el centenario de su nacimiento[2]. A continuación, subrayaré algunas de sus perspectivas.

Para él, el gran atractivo intelectual del marxismo reside en que permite una integración racional, completa y coherente de todas las ciencias humanas. Rompe con el absurdo supuesto de que lo humano como estructura anatómica no tiene prácticamente ninguna relación con lo humano como «zoon politikon»; lo humano como productor de bienes materiales sería algo completamente distinto de lo humano como artista, poeta, pensador o fundador de una religión. Sin embargo, éste sigue siendo el supuesto subyacente de todas las ciencias académicas que estudian lo humano.

Mientras que en la antropología física, afirma Mandel, es natural subrayar la estrecha correlación entre la evolución de la constitución física humana y el desarrollo de las capacidades psíquicas (entre otras, la capacidad de comunicación elaborada y de conceptualización), y mientras que en el estudio de la prehistoria y la etnología, las culturas primitivas de la humanidad se catalogan rigurosamente (¡a veces de forma demasiado estrictamente mecánica!) según los instrumentos de trabajo utilizados y la actividad económica predominante, la historiografía académica se niega a reconocer en los sucesivos modos de producción la clave para comprender el desarrollo de las civilizaciones y la historia política; y la economía política dominante sostiene la leyenda de un «deseo de propiedad» supuestamente arraigado «en la naturaleza humana», que -independientemente del estado de desarrollo de las fuerzas productivas y de una forma de organización económica fechada históricamente- elevaría la propiedad privada, la producción de mercancías y la competencia a la categoría de instituciones eternas de la vida económica.

El líder histórico de la IV Internacional es categórico: el legado marxiano permite superar estas contradicciones evidentes. Partiendo del hecho establecido por la antropología de que el ser humano, al ser incompleto, sólo puede sobrevivir como ser social, el marxismo ve en esta limitación anatómica de nuestra especie la base de sus infinitas posibilidades de adaptación, es decir, el hecho de que la sociedad se haya convertido en la «segunda naturaleza» del ser humano y de que la adaptación a diferentes formas de organización social pueda dar lugar a infinitas variaciones de comportamiento.

Seamos claros, según Mandel: el marxismo permite explicar el carácter histórico de las formas sociales -y esto, por supuesto, no por las cualidades físicas y psicológicas permanentes de la especie, que han podido cambiar muy poco en los últimos diez mil años-, sino a partir de los cambios dictados por la forma que adopta el trabajo como condición absolutamente necesaria para la supervivencia de la humanidad. Los seres humanos producen su vida material con la ayuda de medios de producción y, en el marco de esta producción, establecen ciertas relaciones entre sí, que se denominan relaciones de producción. Estas relaciones de producción condicionan, en última instancia, la estructura de cualquier orden social como un modo de producción específico. La dialéctica del desarrollo de las fuerzas de producción (que comprenden los medios de producción y el trabajo humano, a los que hay que añadir las capacidades técnicas, científicas e intelectuales de las y los productores), así como el desarrollo de las relaciones de producción (en el que su rigidez relativa, es decir, su carácter estructural, desempeña un papel importante), condicionan, en última instancia, el devenir de la historia humana, sus avances y retrocesos, sus catástrofes y revoluciones.

Pero hay que hacer una advertencia, sobre todo a la vista de los malentendidos de las interpretaciones vulgares y dogmáticas del marxismo. Es decir, para el legado marxiano, las actividades sociales no económicas de los seres humanos no tienen en absoluto un carácter secundario, y mucho menos accesorio. Precisamente porque los seres humanos no pueden sobrevivir sin la producción social, la comunicación social es antropológicamente constitutiva en el mismo grado que el trabajo social. Ambas están vinculadas y son inseparables. El marxismo intenta explicar cómo la producción inmaterial (incluida la producción de sistemas conceptuales, es decir, la ideología, la religión, la filosofía y la ciencia) se entrelaza con la producción de la vida material, se separa de ella y reacciona sobre ella.

En resumen, para Ernest Mandel, un gran atractivo intelectual del marxismo es su condición metodológica. Es decir, condición que permite enfocar la realidad, comprenderla y así tener bases que sustenten la búsqueda del cambio social. Se trata de tener en cuenta la relación entre la teoría científica y la práctica política. Pero Mandel se pregunta: ¿Este vínculo necesario entre la teoría y la política implica para la o el teórico marxista una tendencia a perder el distanciamiento científico y la objetividad, una limitación de esa capacidad de explicar los fenómenos sociales en su globalidad, que es precisamente el atractivo intelectual del marxismo? Él mismo responde: En absoluto. La negación de la objetividad científica es el subjetivismo (el prejuicio y la arbitrariedad en el uso de los datos empíricos). El subjetivismo conduce o bien a ignorar las cuestiones planteadas o bien a negar los datos que no se ajustan a algún concepto dogmático. Nada es más ajeno al marxismo -cuyo fundador eligió como lema: de omnibus dubitandum est [dudar de todo]- que un enfoque tan poco científico del análisis de los fenómenos sociales.

Desarrollando aún más su perspectiva, Mandel señala: la verificación estricta de las fuentes y los hechos; la disposición a volver a comprobar cada hipótesis de trabajo, en cuanto empiecen a aparecer o aparezcan realmente tendencias contradictorias; un despliegue ilimitado de la más amplia libertad de crítica, y, por lo tanto, la necesidad del pluralismo científico: éstos no son sólo componentes del método marxista, son, por así decirlo, las condiciones previas necesarias para que el propio marxismo alcance todo su potencial. Sin estas condiciones, se marchita hasta convertirse en un talmudismo incruento o -peor aún- en una estéril religión. La objetividad científica no puede violarse por razones partidistas, porque sería como mojar la pólvora antes de disparar. Y aún no se ha ganado ninguna batalla con pólvora mojada.

Mandel no era partidario de concepciones deterministas y dogmáticas. Hablaba de “variables parcialmente autónomas” determinantes de la evolución del modo de producción capitalista. Explicó por qué este modo de producción apareció primero en países de Europa occidental, no a causa de leyes generales de desarrollo histórico, sino porque en un determinado momento de la historia se habían reunido algunas precondiciones. Por ejemplo, el oro saqueado en América Latina que reforzó las posibilidades del capital-dinero y la separación total de una parte importante de la población de sus medios de producción, permitió invertir masivamente en la explotación de la fuerza de trabajo. Estas precondiciones no estaban reunidas en China y, así, aunque algunas tecnologías estuvieran más desarrolladas que en Europa, en este país no pudo desarrollarse el modo de producción capitalista.

Por lo tanto, el centenario de Ernest Mandel es también el centenario de una cierta idea del legado marxiano. Una idea abierta a buenos debates para pensar el cambio social en el siglo XXI en un momento en que la crisis climática se profundiza y el mundo vive una feroz disputa geopolítica con presagios de la hecatombe de una guerra nuclear.

Notas del autor

[1] Véase Michael Löwy, Ernest-Mandel, un révolutionnaire dans le siècle – Une biographie systématique d’Ernest Mandel, disponible en: http://europe-solidaire.org/spip.php?article61783.

[2] Utilizaré la versión francesa traducida del alemán por Cristina Gay, Gérard Torquet y Pierre Vandevoorde como fuente de mis planteamientos en este artículo. Véase Ernest Mandel, Porquoi je suis marxiste, disponible en: http://www.ernestmandel.org/new/ecrits/article/pourquoi-je-suis-marxiste. [N. ed.- Una versión en castellano se puede leer en este enlace: https://vientosur.info/por-que-soy-marxista/]

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.