«Nadie puede beber agua de un espejismo» (Han Shan) Recordando lo que el correísmo nos dejó Durante casi diez años el Ecuador vivió un espejismo, del cual recién empezó a salir cuando los golpes de la realidad rebasaron los discursos del poder. En efecto, el mensaje correísta fue estridente sobre su gestión de diez años. […]
«Nadie puede beber agua de un espejismo» (Han Shan)
Recordando lo que el correísmo nos dejó
Durante casi diez años el Ecuador vivió un espejismo, del cual recién empezó a salir cuando los golpes de la realidad rebasaron los discursos del poder. En efecto, el mensaje correísta fue estridente sobre su gestión de diez años. Se afirmó que el «Ecuador ya cambió«. Un «milagro económico» fue otro calificativo empleado. Inclusive se prefiguró a la economía ecuatoriana como un «jaguar«, para emular el éxito de los llamados «tigres asiáticos». Rafael Correa, caudillo del siglo XXI, y su séquito –hoy en desgracia– inventaron un imaginario de logros únicos y una «mesa servida»… inexistente (que ahora defienden desesperados, hasta con declaraciones del sombrío Fondo Monetario Internacional, institución a la que tanto desdeñaron). Pero ya sabemos que, mientras los discursos grandilocuentes sonaban, en los hechos la corrupción correísta robaba hasta la esperanza…
Dejando de lado los discursos surgidos luego de la explícita división en facciones al interior de Alianza País (otrora movimiento correísta hegemónico), los hechos muestran que la situación económica es crítica y no se puede tapar con someras promesas de diálogo.
Algunas evidencias contundentes:
– Entre 2014-2017 (previsión a noviembre) el PIB per cápita cayó de 6.382 a 5.988 dólares, mientras que el peso de la inversión en el PIB bajó de 27% a 22%. Incluso para 2018 las previsiones son que el PIB per cápita apenas llegue a 6.110 dólares, mientras que el peso de la inversión en la economía sería de apenas 23%.
– Entre 2014-2017 (septiembre) el empleo adecuado cayó de 49,3% a 40,3% (casi 60% de la población económicamente activa -PEA- está desempleada o tiene empleo inadecuado); incluso los ingresos laborales se han estancado en 480 dólares (promedio-mensual).
– Entre 2011-2016 el déficit fiscal pasó de -1,1% a -7,6% del PIB, sin haber contribuido al crecimiento, pues la economía en 2016 cayó en -1,5%.
– Las reservas internacionales están estancadas en un promedio mensual de 4 mil millones de dólares, y cada vez pierden más la capacidad de cubrir el encaje que mantiene la banca privada en el Banco Central.
– Entre 2009-2017 (noviembre) la deuda pública se disparó de 10.235 a 46.554 millones de dólares (incorporando deudas «no oficiales» -p.ej. preventas petroleras- llegaría a más de 60 mil millones).
– Una balanza de pagos deficitaria, registrando una salida de casi 2 mil millones de dólares entre el primero y el tercer trimestre de 2017 (causados principalmente por el incremento en el pago del servicio de la deuda externa).
– Se ha registrado una caída de precios (deflación) en los meses de junio, julio, septiembre, octubre y noviembre de 2017, reflejo de menor actividad productiva y del empleo deteriorado.
Además de estos problemas, cabe indicar que hasta las declaraciones de una posible recuperación hechas por el gobierno de Lenín Moreno a fines de 2017 no parecen convincentes. Si bien la información oficial indica que el PIB en el tercer trimestre de 2017 creció 3,8% con respecto al tercer trimestre de 2016, esto se logró porque el consumo de los hogares aumentó 5,3% en el mencionado período, compensando una caída de -2,3% registrada en la formación bruta de capital fijo (inversión); paradójicamente, también en el período mencionado, las importaciones crecieron 8,8% y -reiteremos- el empleo adecuado se ha mantenido estancado en un 40% de la PEA.
¿Cómo pueden crecer consumo e importaciones a la vez que cae la inversión y el empleo adecuado no crece? Una respuesta podría ser precisamente el agresivo endeudamiento incurrido por el gobierno de Moreno -que ya empezó con Correa- a más del uso riesgoso de las reservas internacionales. Es posible pensar que con dicho endeudamiento y uso de reservas ingresan miles de millones de dólares a la economía, los cuales -cual respirador artificial- sostienen la demanda interna (sobre todo el gasto público corriente reflejado en sueldos). A eso se podría combinar un mayor crédito privado que podría estar inflando el consumo de los hogares. Tal mayor demanda parecería ir sobre todo a las importaciones, explicando la no recuperación ni de la inversión ni del empleo.
Esta dinámica, combinada con crecientes pagos por servicio de la deuda, parece coincidir tanto con el saldo negativo de balanza de pagos como con la declaración del gobierno de Moreno de que si no se adquiere más deuda externa, «el Estado [y la economía] colapsaría en semanas«. Por lo tanto, ya a inicios de 2018 han vuelto a sonar los anuncios de posibles nuevos endeudamientos…
Es más, si revisamos el crecimiento de 3,8% del PIB entre los terceros trimestres de 2016 y 2017 a nivel sectorial vemos que, mientras la agricultura y la manufactura crecieron moderadamente (1,9% y 3% respectivamente), en cambio la construcción cayó -8,5%. Resulta ser que el mayor crecimiento se concentró en refinación de petróleo (47,2%), «otros elementos del PIB» (principalmente impuestos indirectos, 18,8%) y actividades financieras (13,8%). El crecimiento excepcional, sobre todo de las actividades financieras, deja muchas dudas de hasta qué punto se puede hablar de recuperación.
Toda esta situación debe recordarnos que siempre es necesario relativizar al crecimiento económico. El crecimiento no es ni bueno ni malo per sé: no solo importa crecer sino, sobre todo, importa entender cómo se crece. Bien dice Manfred Max-Neef: «Si me dedico, por ejemplo, a depredar totalmente un recurso natural, mi economía crece mientras lo hago, pero a costa de terminar más pobres. En realidad, la gente no se percata de la aberración de la macroeconomía convencional que contabiliza la pérdida de patrimonio como aumento de ingreso. Detrás de toda cifra de crecimiento hay una historia humana y una historia natural. Si esas historias son positivas, bienvenido sea el crecimiento, porque es preferible crecer poco, pero crecer bien, que crecer mucho pero mal»
(Max-Neef, carta abierta al ministro de Economía de Chile, 4 de diciembre de 2001) [1]
A partir de estas reflexiones de Max-Neef, y viendo cómo se están presentando las cosas en el país, podríamos pensar que la balanza del crecimiento parecería inclinarse una vez más, hacia el lado del «mal»; más aún si, hasta para pagar las deudas, se sigue ampliando cada vez más los extractivismos -petrolero, minero, agrario- y ni con eso parece alcanzar…
La pregunta que nos interesa aclarar es ¿por qué terminamos así?, más aún si en la década correísta el sector público no financiero -sin seguridad social- obtuvo 256 mil millones de dólares en ingresos. Pues porque en la década correísta no se hizo ningún cambio estructural, solo se disfrutó de una bonanza petrolera. La tan promocionada transformación de la matriz productiva fue un fiasco.
El país sufrió una reprimarización y desindustrialización relativa, entre otros problemas estructurales intactos que se develan a partir de información oficial (Banco Central del Ecuador, INEC, etc.):
– Entre 2007-2016 el peso de la manufactura en el PIB no petrolero cayó de 14,6% a 13,3%; mientras que el 46% de las importaciones correspondieron a bienes de capital o materias primas industriales.
– Entre 2007-2014 el componente primario de las exportaciones aumentó de 74,3% a 83,5%; en 2016 llegó a 76,7% por la caída del precio del petróleo.
– Los niveles de tecnificación se encuentran estancados, pues mientras en 2007 se destinó un 6,4% del PIB para inversión en maquinaria, para 2013 el porcentaje apenas subió a 7,3% y luego, en 2015, cayó a 5.7%.
– La composición del PIB y del empleo por ramas de actividad se mantiene intacta, además que prácticamente en toda la década más de un tercio del PIB se concentró en actividades no productivas (p.ej. intermediación-comercio, actividades financieras, administración pública).
– El desempleo-subempleo (o empleo no adecuado) sigue absorbiendo a más de la mitad de la población económicamente activa, problema estructural persistente por décadas (ya en los años 50 se veía que el Ecuador tenía una tasa de subempleo de 50% de la PEA) y vinculado a la falta de cambios en los sectores productivos.
– De 13 metas de transformación productiva correístas (contenidas en el objetivo 10 del llamado «Plan Nacional del Buen Vivir 2013-2017»), 10 fracasaron.
– Los elevados niveles de concentración de la propiedad de los medios de producción (tierra, agua, activos, etc.) se han mantenido intactos.
Para colmo, el correísmo inauguró un neo-neoliberalismo al retornar al Banco Mundial y al FMI -así como a las finanzas internacionales- en 2014, cuando los precios del petróleo eran de casi 100 dólares por barril. Y ya desde ahí surge la tendencia que rige hasta ahora y que ya mencionamos: el «endeudamiento agresivo» (y el uso de reservas internacionales) devino en el mencionado «respirador artificial» del gasto público, sin impulsar reformas estructurales.
El gobierno de Correa pudo transformar el Ecuador. Tuvo los mayores ingresos de toda la historia republicana (reiteremos, 256 mil millones de dólares, de los cuales se «feriaron» unos 35,6 mil millones). Fue el régimen que más tiempo estuvo en funciones: diez años. Gozó de un amplio respaldo popular. A nivel de la región la mayoría de países estaban sintonizados por tesis progresistas (que no fueron ni son de izquierda). Disponía de una Constitución con la que pudo hacer una revolución, mas no la hizo, al contrario, violó sistemáticamente dicha carta magna. No solo eso, apenas se empeñó en modernizar el capitalismo… de manera tecnocrática y autoritaria. Correa -prohibido olvidar- fue en extremo conservador: persiguió a la juventud que protestaba, criminalizó y encarceló a quienes defendían los Derechos Humanos y los Derechos de la Naturaleza, atropelló a las organizaciones sociales y la libertad de expresión , dispuso la expulsión temporal de la Asamblea Nacional de un par de asambleístas de su partido que pretendieron discutir el tema del aborto por violación, inclusive restringió la venta de cerveza los domingos… todo en un permanente afán por disciplinar la sociedad.
El correísmo resultó un fracaso histórico, que no debemos olvidar para no dejar que se repita. Disfrazado de «socialista» y «revolucionario», confundió a amplios segmentos de la sociedad. Y a la postre dejó al presidente Lenín Moreno en una encrucijada: enfrentar la inercia correísta sin caer en las tentaciones neoliberales que ésta sembró. Moreno, además, debe sortear los escollos de la consulta popular, que representa apenas un primer paso para descorreizar el Estado y radicalizar la democracia.
Como resultado de este desastre, el país ha terminado inmerso -una vez más- en pleno «ciclo político de la economía» (Jürgen Schuldt, 1994), es decir, una situación en donde las decisiones de política económica -tanto en la época de Correa como en la de Moreno- se han tomado -y se siguen tomando- en función de cálculos políticos de corto plazo. Hasta los llamados efectos «monumento» y «funeraria», como los definió Jürgen Schuldt para el caso de León Febres-Cordero (1984-1988), parecerían estar vigentes: la obra y corrupción «monumentales» del gobierno de Correa se hicieron a costa de los recursos disponibles para su sucesor, el cual debe seguir por la senda del endeudamiento agresivo para no terminar enterrado en términos políticos. Es ahí donde surge la necesidad urgente de que el gobierno de Moreno -sobre todo después de la consulta popular del 4 de febrero- cambie de rumbo y defina una política económica integral, con objetivos y metas claras y de largo plazo, recogiendo la mayor cantidad de propuestas posibles. Este golpe de timón, que deberá esquivar también los peligrosos remolinos neoliberales (a menos que deseemos una suerte similar al «Titanic ecuatoriano» de 1999), solo será posible si logramos entender que, de un espejismo, nadie puede beber.
Nota:
[1] Una situación similar podrá acontecer si, en vez de «depredación» de los recursos naturales, hablamos de adquisición salvaje de deuda externa.
Alberto Acosta: Economista ecuatoriano. Exministro de Energía y Minas, expresidente de la Asamblea Constituyente, excandidato a la Presidencia de la República del Ecuador.
John Cajas Guijarro: Economista ecuatoriano. Profesor de la Universidad Central del Ecuador y de la Escuela Politécnica Nacional.
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