Hasta ahora he realizado una serie de escritos sobre el tema (que es tan importante para mí) de la teoría del valor. En todos ellos expongo una serie de criterios que intentan ser una reivindicación o más bien, vindicación del concepto original a la luz de la dialéctica, para librarlo de malas interpretaciones, que sin […]
Hasta ahora he realizado una serie de escritos sobre el tema (que es tan importante para mí) de la teoría del valor. En todos ellos expongo una serie de criterios que intentan ser una reivindicación o más bien, vindicación del concepto original a la luz de la dialéctica, para librarlo de malas interpretaciones, que sin dudas, son las formas dominantes.
En todas las exposiciones hechas, el recorrido ha sido desde lo lógico, metodológico, en fin, con un enfoque mayormente teórico. Sin embargo, existen otras formas de argumentar mucho más sencillas, que hasta ahora no he empleado. Son las que usaré ahora.
En La ideología alemana, Marx planteaba la idea de que el mundo de las ideas adquiere un grado de desarrollo tal que parece que se mueve independiente del mundo (Marx, 1976, 30). Así nos han aparecido la razón «pura», el engaño de la lógica pura e incluso más reciente eso de la inteligencia «pura» (Lefebvre, 1970, 99). El uso de esas lógicas oculta los procedimientos más transparentes (y no tautológicos) para explicar.
Como parte de ese intento de aproximación al valor, no hay que ir muy lejos, la cotidianidad dice mucho. Solo voy a recordar que aquí se busca la aproximación filosófica del valor y no esa que lo trastoca con los costos, y que el mismo Marx rechaza al afirmar: «…Ricardo confunde los valores y los precios de producción». (Marx, Glosas marginales al »Tratado de economía política» de Adolph Wagner, 1970, 172)
El primer paso puede ser en el lenguaje cotidiano. Las personas (determinada sociedad en un tiempo y espacio) al aceptar un precio, reconocen un «valor» en las mercancías. Siendo un poco obvio (pero es algo olvidado) recuerdo que si algo tiene valor, ahí hay una acción implícita. Sin ser conocedor de los tecnicismos propios que la lingüística se arma y de sus propios metalenguajes, puedo afirmar con certeza que tener valor, puede resumirse en un solo verbo: valer. El hecho de que las mercancías tengan valor entonces puede decirse que valen (conjugación de valer).
Antes de continuar con una búsqueda de la etimología de valer, ¿qué sentido se le atribuye comúnmente a esa palabra? ¿Puede aportar eso algo al entendimiento de la categoría valor? Podrá haber quien no se fie mucho de la sabiduría popular, pero está en muchas ocasiones podrá aportar más que la «pulida academia».
Al igual que la educación popular apuesta por romper la dominación del conocimiento ejercida desde arriba, y comenzar a construir otra para romper con estructuras establecidas, el valor se entiende mejor construido desde abajo, desde la que está implícito en lo popular.
Valor comúnmente tiene un sentido muy simple servir (de algo). En las zonas más tradicionales del uso del español tales como España se puede encontrar expresiones que dejan ver claramente ese sentido. Ejemplo puede ser al afirmar: -Me vale- o -¿De qué me vale?-, que claramente significa lo mismo que -Me sirve- y -¿De qué me sirve?-. De ahí que cada vez que se hable de valor se está haciendo referencia, o mejor dicho, hablando de una acción específica: servir.
Tal vez desde el español este sea el sentido claro, pero se puede refutar argumentando que no es en este idioma donde nacieron loa términos en que originalmente se hicieron los primeros escritos sobre el tema. Ese argumento sin duda alguna es muy válido.
Esa misma cuestión le preocupó al propio Marx, por lo que supo dejar algo escrito sobre el tema. Claro está que él no formó parte del etiquetado «giro lingüístico» del siglo XX, como tampoco eran centro de su sistema teórico semejantes cuestiones, como tampoco lo eran dentro de la tradición dialéctica. Pero como todo gran genio entendía lo que representaba en la construcción de identidades la estructura palabra y cómo podía influir esta en la construcción de un aparato teórico conceptual. A ese se le suma se explicita preocupación por encontrar la que captara lo mayor posible un significado y además intentar no perder contenido (sentido) en los tan peligrosos tránsitos de un idioma a otro, donde el hecho de mellar la eficiencia es innegable. Se puede ver eso en el siguiente fragmento, donde Marx afirma:
La palabra alemana «Wertsein» a modo de ejemplo, expresa con menos rigor que el verbo románico «valere», «valer», «valoir», la circunstancia de que la igualación de la mercancía B con la mercancía A [65] es la propia expresión del valor de A. Paris vaut bien une messe! [¡París bien vale una misa!]64. Ahí se ve como encuentra en un idioma y no en otro la palabra precisa, y ese verbo de valer.
Más adelante, sobre el sentido de servir de la palabra valer, el propio Marx deja elementos claros para reflexionar y afirma:
»La división social del trabajo hace que el trabajo de tal poseedor sea tan unilateral como multilaterales son sus necesidades. Es por eso que su producto no le sirve más que como valor de cambio.» (Marx, El Capital I, 2002, 129)
Aquí nuevamente se debe hacer un pequeño ejercicio reflexivo. Antes de continuar hay que recordar que el valor Marx lo entiende como valor de uso y valor de cambio. Decir que algo sirve como valor de cambio, es exactamente lo mismo que decir que sirve para el cambio, tal y como decir que algo sirve como objeto de consumo (valor de uso) es lo mismo que decir que sirve para el consumo. Pudieran ponerse muchos ejemplos de esta construcción, pero queda claro que es una trampa del lenguaje que debe esquivarse.
De todos modos tanto el sentido común (lo evidente) como lo racional pude llegarse a la misma conclusión: un valor de uso es algo que sirve para usarse y un valor de cambio para cambiarse. Ese utilitarismo nada tiene que ver con Bentham ni es un absurdo, es la expresión más simplificada de lo que puede estar recogiendo la teoría del valor.
De todos modos, pudiera contrastarse con lo considerado aquí como valor, a ver si el servir es un término correcto. Recuérdese que el valor no es más que el reconocimiento social que le da a algo, que puede ser una cosa o hasta la capacidad del propio hombre. Este reconocimiento se figura, en cuánto es capar de dar la sociedad, es decir, en el valor de cambio (en el cuerpo de la mercancía en la que se figura el valor). Ese es lo que he venido defendiendo en diversos artículos. Lo que ha estado implícito en todo momento, es ¿por qué la sociedad le da un reconocimiento? Eso se responde, porque a la sociedad le es útil, es decir, le da valor, porque siendo consecuentes con lo expuesto aquí: a la sociedad le «vale», en otra palabra: le «sirve». De ponerse en duda esto, jamás se le reconocería valor a algo que no «sirva» en la sociedad, es decir algo que no valga para el uso (valor de uso).
Considero que esto facilita aún más la destrucción de la mística alrededor del valor. Donde si los resultados del trabajo, son valor de uso y de cambio, es porque sin duda alguna eso quiere decir, que sirve para el uso o sirven para un acto de cambio. Ese valor de cambio, no es más que un valor de uso social, es decir, algo que la sociedad reconoce como valor de uso, por lo que tiene valor. Como parte de esto puede entenderse que los valores de uso, son directos y los valores de cambio valores de uso indirectos, ya que son mediadores para obtener otros valores de uso. Quizá las traducciones de El Capital, nos habrían ahorrado tantos tropezamos, si hubiesen añadido estos sentido en sus traducciones. No propongo que ahora se intente cambiar el nombre de las categorías de la economía política de Marx, porque creo que ya hay bastantes categorías para referirse a lo mismo dentro del discurso de la ciencia económica, y también sería más de 150 años de marxismo cambiarle el nombre a las cosas, pero pensando en lo dicho y en aras de facilitar el entendimiento de muchos, me pregunto si no sería mejor decirle a alguien que la mercancía tiene «valor para el uso» y «valor para el cambio». En realidad es esto lo noúmeno (lo que se pretende decir) con esos conceptos. Se pudiera con esto expresar mejor la idea de cómo esos elementos de la mercancía recogen las formas en que el objeto va a ser asumido dentro de la sociedad. Debería pensarse muy serio al respecto.
Bibliografía
Lefebvre, H. (1970). Lógica formal, lógica dialéctica. México: Siglo XXI.
Marx, C. (2002). El Capital I. México: Siglo XXI.
Marx, C. (1970). Glosas marginales al »Tratado de economía política» de Adolph Wagner. En M. Dobb, G. Pietranera, N. Poulantzas, V. Rieses, & R. Banfi, Estudios sobre El Capital (págs. 169-184). México: Siglo XXI.
Marx, C. (1976). La ideología Alemana. En C. Marx, & F. Engels, Obras Escogidas I (págs. 11-81). Moscú: Progreso.
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