Aunque más adelante daré más datos biográficos de la autora, es justo comenzar esta reseña recordando que en 2008 Michèle Audin rechazó la Legión de Honor, después de la negativa de Nicolás Sarkozy a aclarar la muerte de su padre, el matemático Maurice Audin, torturado y asesinado por el Ejército francés en Argelia en 1957. Más de sesenta años después de este crimen de Estado, en 2018, el gobierno francés pidió finalmente perdón a la familia Audin.
“La señorita Haas debería añadirse a la todavía exigua lista de obras fundamentales de la mujer” (Juliette Keating, Mediapart). “Las historias de La señorita Haas conforman el notable testimonio de unas vidas anónimas atravesadas por la Historia, pero son asimismo ejercicios de estilo: listas, entrevistas, una sucesión de verbos en infinitivo, notas a pie de página, correspondencias, confesiones, reportajes, carnés de identidad, fotografías.” (Isabelle Rüf, Le Temps). Suscribo ambos comentarios.
Un apunte sobre la autora, una autora que merece ser más conocida en nuestro país por todos nosotros. Matemática, historiadora y novelista, Michèle Audin nació en Argelia en 1954. Su campo de investigación científico: la Topología Simpléctica (una parte de las matemáticas referida al estudio de las variedades simplécticas, unas variedades que se presentan en la formulación hamiltoniana de la mecánica clásica). Entre sus libros: Souvenirs sur Sofia Kovalevskaya (2008), La Formule de Stokes (2016), Comme une rivierè bleu (2017) y Una vida breve (publicada por Periférica en 2020). La edición original de La señorita Haas es de 2016. Audin forma parte del grupo de experimentación literaria OuLiPo, el Taller de Literatura Potencial, al que también pertenecieron Georges Perec y Raymond Queneau.
Audin construye en La señorita Haas una hermosa y excelente novela coral (Presentación: “Tienen veinte años”; diecinueve capítulos; epílogo-fuentes: “Algunas citas”) con la vida de trece mujeres (Catherine, Leópoldine, Péroline, Claudine, Valentine, Aline, Céline,…), mujeres anónimas, con el mismo apellido, Haas, y en el mismo espacio-tiempo: Francia entre 1934 y 1941 (ascensión del fascismo, II Guerra Mundial, resistencia antifascista, deportaciones a los campos nazis de exterminio).
En “Algunas listas” pueden las fuentes de inspiración y documentación de la autora, referencias, entre muchas otras, a Robert Linhart, a Bourbaki y a Simone Weil (La condición obrera).
Novela enrojecida, muy enrojecida: edición española en rojo (como toda la colección), cuadernos con tapa roja en las historias contadas, vidas y enamoramientos de rojas, una perspectiva roja. Elogio comunista en ocasiones. En la contraportada: “[…] cada capítulo elige una perspectiva narrativa diferente y se convierte en una lección de estilo. El resultado, La señorita Haas, es la novela verdadera de aquellas mujeres comunes, trabajadoras jóvenes que no tuvieron a quien quisiera relatar sus vidas: sus gestos mínimos y su orgullo, el acoso que padecen, sus situaciones familiares, el embrutecimiento laboral, sus sueños y expectativas. En definitiva, su tragedia silenciosa”. Su tragedia, pero también su vivir, su alegría, su resistencia.
No ‘destripo’ nada si les copio las palabras con las que Audin abre su novela. Para su apetito lector, que, con toda seguridad, será adictivo:
“Tienen veinte años, treinta o algunas más en 1934. Trabajan.
Se llaman señorita Haas.
Son bibliotecarias (adjuntas), porteras, cocineras, peluqueras (¿de qué hablaban las mujeres en la peluquería en Belleville en 1938?), costureras, fresadoras, enfermeras, escritoras (único neologismo femenino en esta lista), criadas, maestras (¡ay!, ¡casi todas habían soñado con ser maestras!), periodistas, asistentas, investigadoras (auxiliares), obreras de la metalurgia, libreras (empleadas), pianistas, físicas, urdidoras, comadronas, dependientas,…
Tenían sesenta años, setenta o alguno más en 1974. Tal vez. Yo tenía veinte. Pude coincidir con alguna de ellas en una manifestación o en cualquier otra parte.
Las vemos en 1934 y un poco después.
Trabajan. Casi todas, con las manos: manos de comadrona, manos de obrera, manos de pianista. Son auxiliares, adjuntas, temporeras, señoritas.
Sueñan. Embargadas por la alegría y el dolor, viven una historia llena de ruido y de terror. Su trabajo no aparece en los libros de historia. Son invisibles. Olvidadas. Omitidas, más bien.
Son únicas, son encantadoras.
En blanco, en negro, en gris, he reunido algunos momentos de sus vidas, como un mosaico que cuenta su presente, su historia, la mía, la nuestra.”
Una observación sin importancia: Audin habla de la gripe española en la p. 175. Podía haber usado otras expresión más ajustada a la gripe. No fue, como se sabe, una gripe española.
Lean y relean y no dejen de recomendar. La señorita Haas merece nuestro reconocimiento, nuestro entusiasmo.
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