Los libros de Tariq Ali cosechan acaloradas reseñas en Amazon.com, alternándose adoración y mordacidad, según las preferencias políticas del crítico – el tipo de reacciones polarizadas que uno esperaría hacia el editor de The New Left Review. Nacido y criado en el Pakistán previo a la escisión Ali estudió en Oxford, dónde se convirtió en […]
Los libros de Tariq Ali cosechan acaloradas reseñas en Amazon.com, alternándose adoración y mordacidad, según las preferencias políticas del crítico – el tipo de reacciones polarizadas que uno esperaría hacia el editor de The New Left Review.
Nacido y criado en el Pakistán previo a la escisión Ali estudió en Oxford, dónde se convirtió en un fiero opositor a la Guerra de Vietnam; posteriormente amplió sus críticas para condenar lo que consideró como imperialismo americano en la mayor parte del mundo, especialmente en Oriente Medio y América Latina. Por el camino debatió con Henry Kissinger y forjó una amistad con Edward Said que duró hasta su muerte.
Aunque comprometido con la izquierda, Ali nunca ha estado limitado políticamente en su trabajo. Ha publicado docenas de libros a lo largo de una carrera de casi 40 años, desde la ficción histórica – el primer Islam es su tema más habitual – hasta el ensayo político. Su trabajo más reciente, Bush en Babylonia, aparece a raíz de la invasión de Irak, una guerra que él considera un nuevo capítulo del entramado histórico entre imperialismo occidental y extremismo musulmán ya narrado en su anterior trabajo Choque de Fundamentalismos.
No resultó muy sorprendente pues, dados sus antecedentes, que Ali estuviese entre los varios escritores – incluídos Noam Chomsky, Jose Saramago y Howard Zinn – que firmaron recientemente dos cartas de apoyo a los palestinos y libaneses ante lo que ellos llamaron la campaña de Israel para una «destrucción deliberada y sistemática».
«Cada provocación y contra-provocación se rebate y publicita», escriben en la primera, con fecha de 19 de julio. «Pero los posteriores argumentos, acusaciones y promesas, sirven todos como distracción para desviar la atención mundial sobre unas prácticas militares, económicas y geográficas a largo place cuyo objetivo político no es otro que liquidar la nación palestina».
Además de editor de la NLR, Ali es también editor jefe de la editorial de izquierdas Verso, y un frecuente colaborador de The Guardian, Counterpunch y The London Review of Books. Recientemente habló con Mother Jones sobre su opinión respecto a la guerra en el Líbano, la necesidad de una Reforma Islámica y el auge de la nueva izquierda en América Latina.
Mother Jones: En la carta que usted y varios otros escritores publicaron el pasado 19 de julio, decía que la «liquidación de la nación palestina» se está llevando a cabo más rápidamente estos días. ¿Cuánto hace que tiene la impresión que la posibilidad de que Palestina se constituya en estado ha desaparecido?
Tariq Ali: He tenido esa impresión desde hace ya unos años, mucho antes de estas últimas acciones de Israel. Una vez resultó obvio para los palestinos que los acuerdos de Oslo eran una farsa y que ningún gobierno israelí estaba preparado para llevar a cabo ni esas mínimas concesiones que se habían prometido en ellos, entonces era ya una cuestión de tiempo. Mi punto de vista ha sido siempre que o bien los palestinos consiguen un estado justo e imparcial o se impone la solución de un único estado – no hay una tercera vía intermedia. Ahora, cursivamente, los israelís han conseguido con sus propias acciones que la solución de un único estado sea la única posible.
MJ: Algunos de los firmantes son, como usted mismo, tanto escritores de ficción como activistas. ¿Cree usted que los escritores tienen la obligación de utilizar su fama como una plataforma para el activismo? ¿Incluso si están aventurándose fuera de su campo?
TA: Creo que depende de cómo se sientan ellos. Usted sabe que en muchas partes del mundo, incluido el mundo árabe, el latinoamericano e incluso en partes del occidental, hay tradición de escritores que toman bastante partido. En particular en el mundo árabe ha habido tradiciones muy, muy fuertes de literatura y poesía y muchos de los escritores han estado profundamente comprometidos con la causa nacionalista árabe. Y asimismo en Latinoamérica: son intelectuales públicos. Y creo que ello es bueno, especialmente en un mundo dónde los medios de comunicación convencionales ofrecen en sus páginas muy poca diversidad de opiniones.
MJ: ¿Cómo cree usted que la actual guerra en el Líbano, y al aparente éxito militar de Hezbollah, modificará los términos de la ecuación en Oriente Próximo?
TA: Ha sacudido al mundo, pero no lo ha sacudido suficiente para entender las causas originarias de todo esto – [debido a lo que] tenemos esta situación grotesca en la que Israel, Estados Unidos y los franceses colaboran para promover una resolución que es tan pro-Israel que incluso el más dócil de los líderes árabes no puede aceptarla.
Pero Hezbollah ha cambiado cosas, de eso no hay duda. Ahora incluso el primer ministro libanés, no precisamente conocido por ser un político especialmente fuerte, le ha dicho a Condoleezza Rice que no debería molestarse en visitar el país. ¡Inaudito! Y por supuesto el otro aspecto a tener en cuenta de todo esto es que ha habido manifestaciones, pequeñas pero importantes manifestaciones contra la guerra en Tel Aviv, en Haifa, en Jerusalem, y creo que van a crecer en importancia a medida que la gente vea que esta guerra absurda y criminal librada por el régimen de Israel contra el Líbano está haciendo sus vidas más inseguras.
MJ: ¿Tiene usted las mismas esperanzas de ver un movimiento que exija el fin de la ocupación de Israel sobre territorios palestinos?
TA: Sí, creo que tendremos una resistencia interna en Israel, incluyendo muchos judíos que verán que no podemos seguir con lo de siempre. Y aquí creo que la analogía surafricana no es tan descabellada: muchos surafricanos blancos finalmente se dieron cuenta que no podemos seguir con lo de siempre, que hay que hacer un pacto con la gente que hemos estado oprimiendo, y que ello es lo mejor para ambas comunidades. Tal vez esté siendo ultra-optimista, pero creo que antes de que este siglo acabe algo así ocurrirá.
MJ: ¿Cómo puede apoyar las acciones de Hezbollah – o las de Hamas – dada la adhesión de ambos grupos a una ideología fundamentalista sobre la que no esconde su disgusto?
TA: Mire, obviamente yo no estoy de acuerdo con sus posiciones religiosas. No soy creyente. Eso es difícilmente un secreto: lo digo públicamente. Sin embargo cuando un país es invadido y atacado y la gente está resistiendo es importante hablar claro y alto y decir que tienen el derecho a resistir y defender ese derecho. Toda la historia del siglo XX es una historia de grupos de resistentes que o bien son nacionalistas o, en grandes partes del mundo musulmán, grupos religiosos, incluido por ejemplo en Libia y Sudán. Allí los grupos que resistían la invasión italiana eran tales que [los europeos] no podían apoyar políticamente – pero sin embargo los defendieron del ataque. Cuando Mussolini invadió Abyssinia y Albania en nombre de la civilización europea y dijo que iba a acabar con esos atrasados despotismos feudales, mucha gente en occidente defendió a etíopes y albaneses contra el asalto italiano y dijeron que esa gente tenía derecho a resistir. Así pues es en base a ese principio – que cuando la gente, quienquiera que sean, aunque no te gusten, decide resistir uno tiene que defender su derecho a hacerlo.
MJ: Usted ha estado escribiendo sobre imperialismo durante décadas. ¿Cree que la actual administración Bush está llevando a cabo una nueva forma de imperialismo?
TA: Es diferente en el sentido de que el enemigo ha cambiado. Ya no se trata del comunismo y ya no se trata del nacionalismo sino que ahora son otros movimientos que creen que deben ser destruidos para poner al mundo totalmente bajo el dominio del hegemon. Pero como he venido defendiendo desde el 11S aquí creo que han cometido un enrome error de cálculo atacando Afganistán e Irak. Y ahora incluso comentaristas norteamericanos que realmente fueron una especie de fanáticos de la guerra, como Tom Friedman, o demócratas como Edwards, han dicho que fue un error votar a favor de la guerra y se debe hablar con los militares la mejor forma de retirarse. El hecho de que algunas de esas alimañas políticas que no tuvieron el temple necesario para oponerse a la guerra cuando debieron hacerlo estén ahora cambiando de chaqueta indica hasta que punto está yendo mal la guerra.
MJ: Usted ha escrito que la llamada guerra contra el terrorismo no requiere una solución militar sino política. ¿A parte de acabar con la ocupación americana de Irak y Afganistán, y la ocupación israelí de Palestina, que más conllevaría dicha solución política?
TA: Bien creo que precisamente por el hecho de hayan hecho una guerra ello hace mucho más difícil una solución política. Creo que actualmente los Estados Unidos y su perro de presa británico ya no son tomados en serio en ningún lugar del mundo y no pueden jugar ningún rol en fomentar una solución política.
MJ: Usted ha pedido una Reforma Islámica. ¿Dónde cree usted que hay las mejores perspectivas para un movimiento de ese tipo?
TA: Solía confiar – y aún no he renunciado a ello – que un gran movimiento de reforma podría aparecer en Irán, el cuál es en algunos aspectos el país islámico más culto, también con una tradición pre-islámica muy extensa que no ha sido completamente erradicada. Pero cuando los Estados Unidos e Israel se comportan de esta forma lo están retrasando. Así que por el momento estoy algo desanimado respecto a esa cuestión en particular. Eso es un primer problema.
El segundo problema es que en muchas partes del mundo islámico las fuerzas seculares, allí dónde existen, están tendiendo a sentirse tan inseguras de si mismas, con tanta falta de confianza, que en muchos casos – no en todos – se alinean directamente detrás del proyecto imperial y eso creo un gran vacío en el cuál los islamistas devienen el poder dominante porque luego son vistos como los únicos resistentes. Y ello creo que ha sido una evolución en el mundo islámico muy, muy peligrosa. Y cuando voy encuentro mucha, mucha buena gente – intelectuales, escritores – ahí sentados completamente desanimados, atrapados entre el martillo americano y el yunque islamista, sin saber qué camino seguir.
MJ: ¿Puede indicar algún líder que haya encontrado en los países musulmanes, árabe o no, que pueda ser un rayo de esperanza para la reforma religiosa?
TA: No hay ningún movimiento como tal, pero mire si echa un vistazo a Irán el grueso de la población – el 75% – está por debajo de los 30 años, y esa es gente que ha crecido ya totalmente bajo las normas clericales, y su primer instinto casi visceral es repeler todos aquellos códigos sociales que les son impuestos. Yo he estado defendiendo que ahí es dónde tendremos probablemente un levantamiento en unos diez años. Actualmente la situación está paralizada por todas las amenazas que pesan sobre Irán, que han unido al país. Sea lo que sea que uno piense sobre esas amenazas o porque son hechas, lo cierto es que tienen el efecto de que la mayoría de gente en Irán se irrite con occidente, y ven a los islamistas como la única oposición, ¡y el motivo por el cual los consideran la única oposición es porque sencillamente no hay nadie más!
MJ: A juzgar por sus escritos no parece que tenga demasiada confianza en el potencial de las organizaciones no gubernamentales (ONGs) para lograr un cambio.
TA: No lo hago. En primer lugar, no las llamo ONGs sino WGOs – Western Governmental Organizations (Organizaciones Gubernamentales Occidentales). Algunas de ellas hacen un trabajo decente pero en su gran mayoría lo que hacen es copar a más y más gente de esos países que luego no se involucran en ningún tipo de actividad política o movimientos sociales, los cuales básicamente se pagan un salario, llevan una pequeña oficina y van a manifestaciones coreando «Otro mundo es posible». Y no creo que eso sea especialmente útil, ya que la gente está cada vez más empezando a ver sólo a través del proceso de «ONG-ización».
MJ: Como muchos otros en la extrema izquierda, usted vincula antiimperialismo con anticapitalismo. Y parece que dé por descontado la posibilidad de que el fundamentalismo islámico u otros fundamentalismos religiosos proporcionen una base a largo plazo para la resistencia. Pero el capitalismo y el conservadurismo religiosos están en líneas generales bastante asentados y bien afianzados. ¿Qué otro marco para la resistencia prevé?
TA: En los últimos años he estado defendiendo que si bien lo que está ocurriendo en Oriente Medio es importante en el sentido de que evita que el poder imperialista haga lo que le venga en gana. Pero en lo que se refiere a ofrecer al mundo un modelo socio-político no aporta nada en absoluto, ni al mundo ni a su propia gente. Así que desde ese punto de vista la situación es nefasta.
Donde está emergiendo un modelo distinto no es en el mundo islámico sino en América Latina. Se trata de un continente dónde hemos tenido enormes movimientos sociales empujando desde abajo a todo un espectro de políticos y líderes hacia el poder mediante elecciones democráticas y luego presionándolos para que cumpliesen sus promesas – y en Venezuela y Bolivia sus líderes están empezando a hacerlo. Eso está creando un masivo polo de atracción a lo largo de todo el mundo. Cuando Hugo Chávez vuela un país árabe y se le entrevista en una televisión árabe, obtienes una fenomenal respuesta de los árabes, preguntándose ¿porqué no podemos nosotros tener un Chávez árabe? Y eso es porqué él explica lo que está haciendo en Venezuela, que están usando el dinero del petróleo para construir escuelas, hospitales, universidades, para ayudar a los pobres, a los cuales nunca se les ayudó antes, y desde mi punto de vista este modelo en particular, que describiría como un modelo de social-democracia de izquierdas, es muy importante porque es lo único que enfrenta el actual estrangulamiento neoliberal sobre la economía mundial.
MJ: Usted estuvo en Bolivia hace ya varias décadas durante la campaña de Che Guevara. ¿Ha estado allí desde la reciente elección de Evo Morales el pasado enero?
TA: No he estado pero iré allí pronto. Es muy, muy alentador lo que está pasando allí. Alguien me preguntó el otro día qué pienso sobre Bolivia y yo lo describí como «la venganza del Che». Tienes a un gobierno en el poder que ha homenajeado públicamente al Che y su lucha y yo comenté, ¡a él le hubiese hecho muy feliz si hubiera estado vivo! Son los únicos progresos en el mundo con los que uno puede identificarse plenamente y decir: ¡Magnífico!
MJ: ¿Imagina a Morales distanciándose de sus promesas de ayudar a los pobres ahora que ya ha sido elegido, como ha acusado usted a Lula de hacer en Brasil?
TA: De momento no. Uno no puede excluir ninguna posibilidad, pero no por el momento. Lo primero que hizo Morales cuando fue elegido es muy interesante: se le envió un avión, se subió y voló a la Habana y tuvo una clase de dos horas y media con el abuelo sobre qué hacer y cómo seguir adelante. Y ese es un gesto público muy claro. Muchos europeos cuando son elegidos se van a Washington y besan el culo en la Casa Blanca.
MJ: Usted visitó Cuba el año pasado y hablo con escritores e intelectuales de allí. ¿Cómo definiría su situación? Usted siempre ha aplaudido la Revolución Cubana pero es cierto que ha significado un montón de restricciones para los cubanos.
TA: Yo no he defendido esas restricciones. Creo que la gran tragedia para la Revolución Cubana fue que se convirtió en dependiente de la Unión Soviética, y lo hizo bajo un régimen burocrático muy reaccionario dirigido por Leonid Brezhnev. Yo creo que eso afectó negativamente la cultura y la política cubanas, [y] transformó a la prensa cubana en la más torpe, sombría y previsible de toda América Latina. Se persiguió a los escritores. Yo nunca defendí nada de eso.
Pero al mismo tiempo me negué a respaldar a aquéllos que querían librarse de Fidel, que enviaron asesinos para matarle, que quieren que Miami se vaya a la Habana, no estoy a favor de eso. Creo que la Revolución Cubana ha hecho increíbles progresos – y uno puede ver eso cuando se va allí, a pesar de los apuros. Es el país más formado de todo el continente, probablemente también en todo el tercer mundo. De entre una población de 12 millones tienes entre 800.000 y un millón de licenciados cada año. Tienes un capital humano en forma de médicos que están ayudando en África y América Latina. Recuerdo perfectamente que cuando hubo el terremoto en Pakistán los cubanos enviaron a 1.100 médicos, la mitad de ellos mujeres, que eran más que los médicos enviados por el conjunto de todos los países occidentales.
Pero creo que los cubanos deben cambiar algunas de sus estructuras políticas y permitir voces críticas, por su propio interés, porque como no haya exigencia de responsabilidades la revolución se atrofiará totalmente. Dije esto clara y públicamente a todo tipo de gente cuando estuve en la Habana y lo tomaron en serio creo. Tiene un ministro de cultura muy culto, Abel Prieto, que con toda certeza entiende el problema. Está reeditando todos los autores cubanos que fueron censurados durante los malos tiempos: Cabrera Infante, Reinaldo Arenas, toda esa gente se está reimprimiendo actualmente en Cuba. Y esas absurdas, absurdas y desquiciadas restricciones a la homosexualidad han desaparecido todas: no queda nada de eso, lo que es un importante salto adelante.
MJ: Muchos de los movimientos de los que usted alguna vez formó parte – desde los Marxistas hasta las acampadas de activistas contra la guerra de Vietnam no-alineados – han decaído. ¿Qué le ha mantenido ideológicamente en la misma línea?
TA: Supongo que una de las cosas que me ha mantenido en esta línea ha sido el haber trabajado muy próximo a un grupo de gente, con los que tenemos una revista llamada The New Left Review (Revista de la Nueva Izquierda), una editorial llamada Verso. Y hemos mantenido una identidad intelectual colectiva, incluso en los malos tiempos. Y no es que The New Left Review no se viese afectada por el cataclismo de cambios de los ochenta; muchos [de nuestros antiguos colaboradores] son hoy básicamente liberales belicistas o «bombarderos de sobremesa». Así que no es que no nos haya afectado, es más bien que el círculo de personas que de hecho producen la revista y la mantienen en marcha ha seguido en funcionamiento, y este tipo de solidaridad dentro de un pequeño grupo de intelectuales ha sido importante.
En mi caso en los ochenta dejé de ser políticamente activo en sentido literal e hice un montón de trabajo cinematográfico, documentales, cine, teatro, escribí obras, guiones, produje un montón de cosas, y escribí mucha ficción – y ese viraje creo que fue bastante beneficioso, en el sentido de que me aislé de las tendencias políticas dominantes en ese momento que eran triunfalistas y festivas, todo había terminado y no había que hacer nada. Sencillamente me mantuve a distancia de todo eso. De modo que cuando me reactivé tras el 11S llegué intacto, no me había afectado ninguna de esas corrientes anticomunistas, antipolíticas y pro-capitalistas que barrían el mundo.
MJ: ¿Así que diría que usted aplica los mismos principios a los conflictos de hoy en día que los que aplicaba hace algunas décadas?
TA: No, no exactamente, porque el mundo ahora es muy distinto. El mundo que había cuando yo era joven era un mundo en el que todos los imperios europeos habían colapsado; los Estados Unidos habían sufrido una derrota horrible en Vietnam; muchos, muchos países del mundo estaban afirmando sus derechos y su soberanía y resistiendo a las grandes potencias de modo que era un mundo muy distinto. Había mucho espacio en ese mundo para que políticas radicales funcionasen. Ese mundo se ha ido del todo, destruido, hecho polvo, adiós. De modo que debe construirse un nuevo tipo de política y de qué modo luchas, políticamente, resulta extremadamente importante. Y es por eso que, como decía antes, lo que está ocurriendo en América Latina creo que ofrece una gran esperanza para el siglo XXI.
Tariq Ali es miembro del Consejo Editorial de SINPERMISO. Paige Austin es el editor interino de Mother Jones.
Traducción para www.sinpermiso.info : Xavier Fontcuberta Estrada