El autor, quien murió el 31 de agosto en Londres, fue un protagonista de la historia que dedicó su vida a meditar sobre la seguridad del mundo y a promoverla. Lo hizo principalmente, a través de la organización antibelicista Puwash, y por esa labor lo reconocieron con el Premio Nobel de la Paz en 1995. Rotblat, científico inglés de origen judío polaco, nunca creyó que la población del mundo aceptaría una política de inmoralidad inherente y susceptible de terminar en catástrofe. Aquí presentamos una apretada síntesis del discurso que pronunció en la Convención sobre Política Nuclear y Proliferación, en Londres, en enero de 2003
No fue sino mucho más tarde que me di cuenta de la falacia del concepto de disuasión nuclear, pero en ese momento pensé que sólo la posesión de la bomba podía evitar una victoria nazi.
Nunca esperé y nunca condoné la utilización real de la bomba. Esta fue la base de mi trabajo en el Reino Unido y más tarde en el Proyecto Manhattan [el grupo de investigación que construyó la bomba nuclear durante la Segunda Guerra Mundial] en Estados Unidos. Para los científicos del Reino Unido que empezaron a trabajar en la bomba atómica, la racionalidad era disuadir a Hitler de usarla contra nosotros, y así ganar la guerra.
Con este pasado, ustedes pueden imaginar mi pasmo cuando el general Leslie Groves, jefe superior del Proyecto Manhattan, dijo en una conversación privada: «Ustedes comprenden, desde luego, que el objetivo principal de este proyecto es subyugar a los rusos».
La fecha es importante: 4 de marzo de 1944, mucho antes de que se hiciera la bomba, y un tiempo en que el peso principal de combatir a los alemanes lo llevaban nuestros aliados, el ejército soviético.
Años más tarde, cuando conté esa historia en una convención en Ginebra, en la cual George Bush padre entonces candidato a la presidencia era uno de los ponentes, Richard Perle*, sentado en el estrado, lo negó furioso. Por fortuna yo podía probar su veracidad.
En 1954, durante las audiencias Oppenheimer, el general Groves afirmó lo siguiente, y así se publicó: «No hubo nunca, desde cerca de unas dos semanas del momento en que encabecé este proyecto, ninguna ilusión de mi parte, sino que Rusia era nuestro enemigo y el proyecto se condujo sobre esa base.»
James Byrnes, entonces secretario de Estado, dijo: «Que poseyéramos y mostráramos la bomba haría que Rusia fuera más manejable.»
Desde el principio, la intención de los halcones fue que Estados Unidos tuviera el monopolio, o al menos el predominio, de las armas nucleares y, acorde a eso, evitar que naciones enemigas las adquirieran.
El antes mencionado general Groves perfiló esa política en octubre de 1945, al decir: «Si en verdad fuéramos realistas en vez de idealistas, como parece ser que somos, no permitiríamos que ninguna potencia extranjera, con la que no estuviéramos firmemente aliados y en la que no tuviéramos absoluta confianza, hiciera o poseyera armas nucleares. Si tal país empezara a hacer armas nucleares, destruiríamos su capacidad de hacerlas antes de que hubiera progresado lo suficiente para amenazarnos.»
Tomó casi 60 años para que esos desvaríos de un general belicoso se convirtieran en política oficial de Estados Unidos. Entretanto, los esfuerzos combinados de los halcones y el complejo militar-industrial mantuvieron a Estados Unidos a la vanguardia en la carrera de las armas nucleares.
La euforia que surgió en Occidente al colapso de la Unión Soviética tuvo un efecto asombroso. El público general llegó a creer que el fin de la guerra fría también significaba el fin del peligro nuclear, y que el tema nuclear podía ser sacado de la agenda de problemas importantes.
Esto se puede ver en una encuesta de opinión en el Reino Unido sobre los temas más importantes para Gran Bretaña. Durante la guerra fría, más de un 40% puso las armas nucleares como uno de ellos. Desde que terminó, el porcentaje cayó rápidamente, en la actualidad es prácticamente cero.
Joseph Rotblat Fotografía: Ap |
La situación en Estados Unidos es probablemente la misma, y en mi opinión eso permitió que los halcones se hicieran mas atrevidos en sus planes, no sólo para asegurar, sino también para demostrar al resto del mundo la aplastante superioridad de Estados Unidos.
La política de Estados Unidos hacia Irak es un ejemplo de esto. La supuesta ayuda que Saddam Hussein habría dado a Al Qaeda se cita como la razón de la hostilidad, pero la campaña para cambiar el régimen en Irak precede con mucho a los eventos del 11 de septiembre.
Permítanme citar un ejemplo, el proyecto llamado «A Clean Break», de 1986, fuertemente dirigido para la remoción de Saddam Hussein. Se originó en un estudio israelí-estadunidense encabezado por Richard Perle. Y lo continuó con una carta abierta al presidente Clinton, pidiendo un golpe en gran escala para lograr un cambio de régimen en Bagdad. La lista de firmantes casi coincide con la lista de políticos que hoy ocupan posiciones prominentes en la administración Bush.
Eso me regresa a la actual política de Estados Unidos. El año 2002 fue notable por la formulación de nuevas políticas, empezando con la Reseña de la Situación Nuclear, en enero, y culminando con la Estrategia Nacional para Combatir las Armas de Destrucción Masiva, publicado en diciembre.
Este último documento empieza con: «Las armas de destrucción masiva nucleares, biológicas y químicas representan uno de los más grandes desafíos que enfrenta Estados Unidos.»
Si añadiéramos al final «y para el resto del mundo», estaría de total acuerdo con esa afirmación. Pero lamento decir que los he desviado; esta es una cita que no está completa: omití unas cuantas palabras.
La cita completa dice: «Las armas de destrucción masiva nucleares, biológicas y químicas, en posesión de Estados hostiles y terroristas, representan uno de los mas grandes desafíos que enfrenta Estados Unidos.»
Y este es el meollo del asunto. Según la actual política de no proliferación, las armas nucleares son malas, pero solo en posesión de ciertos Estados o grupos.
En posesión de Estados Unidos son buenas, y deben mantenerse por el bien de la seguridad del mundo. El hecho de que, como firmante del Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP), Estados Unidos se encuentra comprometido legalmente en su eliminación, se ignora por completo.
Sí, continúa el argumento, el número de cabezas nucleares guardadas actualmente, con alerta de gatillo de pelo, se puede reducir de algún modo según atestigua el Tratado de Reducción de Ofensiva Estratégica firmado en Moscú, en mayo del año pasado [2002], pero si bajáramos a menos de unas mil cabezas nucleares, el mundo se tornaría inseguro.
De hecho, los arsenales nucleares deberán conservarse indefinidamente, no como último recurso o sólo como arma disuasiva contra un ataque nuclear; sino como una herramienta ordinaria del armamento militar, para ser usada en la solución de conflictos, como se ha hecho en el pasado, e incluso en ataques preventivos, si las contingencias políticas lo demandan.
Esta es, en esencia, la actual política nuclear de Estados Unidos, y yo la veo como una política muy peligrosa.
Para implementarla, el presidente Bush ya autorizó el desarrollo de una nueva cabeza nuclear de baja potencia, pero con una forma que le daría un alto poder de penetración en el concreto; una «cabeza nuclear miniaturizada rompe-bunkers», se la ha llamado.
Con ella se propone destruir bunkers con gruesas paredes de concreto en donde los enemigos públicos, como Saddam Hussein, pueden buscar abrigo.
Para dar confianza a las autoridades en el comportamiento de la nueva arma, ésta tendrá que probarse. Si Estados Unidos reanuda las pruebas, será una señal para que los otros Estados con armas nucleares hagan lo mismo.
En mi opinión, se ha puesto demasiada poca atención a las consecuencias de que Israel posea capacidad nuclear militar. La asombrosa posición formal de Israel en este asunto: «Israel no será la primera nación en introducir armas nucleares en Medio Oriente.» Esta mentira flagrante se repite frente al hecho que, por muchos años, Israel con la ayuda de Francia y, sin duda alguna de Estados Unidos posee un arsenal nuclear considerable y los medios para emplearlo.
Mi fuerte critica a la política de Israel de ningún modo implica que yo condone los bombardeos suicidas de Hezbolah y otros grupos palestinos. La violencia es inaceptable, sin importar la causa.
Creo firmemente que establecer ahí una zona libre de armas de destrucción masiva aliviaría la tensión enormemente, y debe tener prioridad.
La evidente asimetría de Estados Unidos en su relación con Israel y Palestina es explotada por grupos radicales del mundo árabe para poner la religión como un elemento antiestadunidense.
Me parece que Al-Qaeda es una consecuencia de las políticas estadunidenses de largo plazo, en vez de la forma en que se le presenta; que la política actual estadunidense es la consecuencia de los ataques de Al Qaeda.
La única forma es regresar a los principios; poner otra vez en la agenda el objetivo del desarme nuclear total. La única forma de hacer que cambien su manera de pensar los que toman las decisiones en la actualidad es por medio de la presión de la opinión pública.
Para este propósito, se debe alertar al público sobre el peligro. El público general no está suficientemente informado sobre los cambios recientes en la doctrina militar y los peligros que se ciernen sobre ellos.
Debemos convencer al público de que la continuación de las políticas actuales, donde la seguridad del mundo se mantiene con la retención indefinida de las armas nucleares, no es realista en el largo plazo, porque eventualmente se dirige a desembocar en un holocausto nuclear en el que el futuro de la humanidad estaría en riesgo.
Debemos convencer a la opinión pública de que la única alternativa es la eliminación total de las armas nucleares. En mi opinión, tal campaña debe basarse en principios fundamentales de moral y equidad.
Debido a su naturaleza indiscriminada y poder destructivo sin precedentes, el uso de las armas nucleares siempre se ha considerado inmoral. Sin embargo, este aspecto se menciona pocas veces cuando se llama al desarme nuclear. Se nos dice que una campaña basada en principios morales no prende, y nos causa temor parecer ingenuos, divorciados de la realidad.
Pero el uso de este argumento es en sí mismo un indicativo de cuánto hemos permitido que se ignoren las consideraciones éticas; se nos acusa de no ser realistas cuando lo que tratamos de hacer es prevenir los peligros reales.
Al utilizar los tremendos avances tecnológicos para fines militares, Estados Unidos ha desarrollado una superioridad militar aplastante, que excede el poderío militar combinado de las demás naciones.
Se proclama que ello es necesario para la seguridad del mundo, pero esa política equivale en realidad a hacer descansar la seguridad del mundo en un balance de terror.
A la larga, esto se enfila a erosionar las bases éticas de la civilización. No me sorprendería si se hallaran pruebas de que el incremento de la violencia en el mundo del robo callejero individual, al crimen organizado, a grupos como Al Qaeda tuviera una conexión con la cultura de la violencia en que vivimos durante la guerra fría, y que aún permanece.
En mi opinión, nos encontramos en una pendiente resbaladiza y enfilada hacia el desastre, a menos que se haga un gran esfuerzo para evitarlo.
Y creo que si se explica en forma correcta el argumento moral ganaría el apoyo general, incluyendo el del público estadunidense, y llevaría a una nueva campaña para la eliminación de las armas nucleares.
Todos somos, en principio, seres humanos, ansiosos de proveer seguridad para nuestros más cercanos y queridos seres, y paz para los prójimos ciudadanos de nuestra nación y de todo el mundo. Queremos ver un mundo en que las relaciones entre la gente y entre las naciones se basen en la compasión, no en la avaricia, en la generosidad, no en los celos, en la persuasión, no en la fuerza, en la equidad, no en la opresión.
Esos son sentimientos sencillos, algunos dirán que románticos, pero también son necesidades realistas. En un mundo pertrechado con armas de destrucción masiva, cuyo uso podría conducir al fin de la civilización completa, no podemos permitirnos una comunidad polarizada, con sus inherentes amenazas de confrontaciones militares.
En esta era tecnológica, una comunidad, global, equitativa, a la que pertenecemos como los ciudadanos del mundo que somos, se ha vuelto una necesidad vital.
(Traducción de Rubén Moheno)
*Richard Perle es reconocido ampliamente como uno de los principales arquitectos de la guerra contra Irak.