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Una porfiada memoria y una difícil verdad

Fuentes: http://elclarin.cl

 Desde muy diversos acontecimientos las violaciones a los DDHH en dictadura están marcando la última fase de esta campaña electoral. A la multitudinaria despedida a los restos de Víctor Jara, ahora hay que añadir los resultados de la investigación judicial del ministro Madrid que vuelven a ratificar el carácter terrorista del régimen encabezado por Pinochet. […]

 Desde muy diversos acontecimientos las violaciones a los DDHH en dictadura están marcando la última fase de esta campaña electoral. A la multitudinaria despedida a los restos de Víctor Jara, ahora hay que añadir los resultados de la investigación judicial del ministro Madrid que vuelven a ratificar el carácter terrorista del régimen encabezado por Pinochet.

Ese extraño funeral con 36 años de retraso y sin responsables de esa atroz muerte, junto a los detalles del complot en torno al ex presidente Frei Montalva vuelven a reponer a Chile en la agenda internacional de noticias, improbabilidad que ni la infalible CEP podía prever.

Durante la semana pasada, la jueza María Elena Quezada de Valparaíso, resistiendo múltiples presiones ordenaba la detención de once integrantes de la Armada en retiro, incluido dos vicealmirantes. Mientras, familiares de ex prisioneros de la Esmeralda y del ejecutado sacerdote Miguel Woodward relacionaban la suspensión de un acto oficial por parte del Alto Mando, como expresión de malestar por dichos encauzamientos.

A lo anterior, hay que añadir las gestiones del juez Garzón en relación a la familia Pinochet-Hiriart; el juicio al ex fiscal militar Podlech en Italia; la identificación de tres N.N. del patio 29 y los anuncios de la presidenta Bachelet sobre el Museo de la Memoria.

Transcurridos 36 años la derecha y sus personeros, los de ayer activos protagonistas de violaciones a los DDHH, y los más jóvenes, en su gran mayoría, aún no consiguen configurar un relato coherente, que deje de justificar en los contextos la violación de leyes de la guerra sobre el trato humanitario de prisioneros. Hoy, resulta inexplicable, majadero y torpe el seguir reiterando las tesis del «empate», «el tiempo transcurrido» o «el fantasma de la Unidad Popular» para justificar secuestros, desapariciones, ley de fuga, falsos enfrentamientos, violaciones a mujeres, envenenamientos con toxinas asesinas, asesinatos en Buenos Aires y Washington, y la desaparición de cuatros militantes del FPMR y la emboscada a Jecar Neghme a cinco meses de expirar la dictadura. O sea, comenzaron y finalizaron matando.

En este contexto estamos muy lejos que alguien pueda cerrar por «decreto» la deuda histórica con los DDHH. A días de esta elección importa lo que afirme y haga el candidato que encabeza las encuestas Sebastián Piñera. Importa que se reúna con ex generales y almirantes, importa que pretenda relativizar la importancia y sentido del Museo de la Memoria, pretendiendo igualar a víctimas y victimarios. Importa que bajo la denominación de «odiosidades» o uso político pretenda desconocer que su sector político por mucho tiempo tendrá que continuar viviendo los efectos no sólo de los crímenes, sino el hallazgo de nuevas pruebas y por añadidura de nuevos encubrimientos.

¿Qué equivalencia puede existir entre mi hermano Gastón, perseguido semi desnudo y desarmado a las cuatro de la mañana con el comando de la CNI que dirigido por el Teniente Coronel de Ejército Franz Bauer Donoso tenía ordenes precisas de secuestrarlo y matarlo, tarea que cumplió con creces? ¿Qué equivalencia puede existir entre esa y otras tres muertes en venganza del intento de tiranicidio y un comando que cumplió ordenes de un mando regular que venía actuando con el concurso y complicidad activa de ministros civiles como Sergio Fernández, Sergio Onofre Jarpa, Ricardo García y Francisco Javier Cuadra, todos connotados integrantes de los partidos que hoy dan sustento a Piñera?

Hay quienes quisieran hacer del tiempo transcurrido una suerte de pasaporte al olvido, entonces los años transcurridos serían la razón para claudicar en la búsqueda de toda la verdad, toda la justicia y consecuentemente toda la Memoria. España a más de 70 años todavía busca en Granada los restos del poeta Federico García Lorca y llama a descendientes y amigos a colaborar con datos. En el caso del Holocausto, no sólo hay un esfuerzo museográfico y editorial importante, sino también esfuerzos de investigación destinados a identificar y presentar a la justicia a connotados criminales, que pese a su avanzada edad, no han dejado de ser blancos de esa búsqueda internacional. En Argentina comparecen por estas semanas centenares de testigos e incluso ex integrantes de la Junta Militar como inculpados ante los tribunales.

El ritmo en que aparecen y surgen novedades en materia de investigación de violaciones a los DDHH está en directa relación con como los jueces y sus equipos investigadores han ido reconstruyendo los dispositivos destinados a romper o al menos reblandecer los «pactos de silencio» de jefes, ejecutores, torturadores e informantes de los escuadrones operativos de la época. En el establecimiento de la verdad se avanza con dificultad, incluso a contracorriente y es eso lo que explica la demora en la investigación y la justicia. Los ministros Dolmech, Guzmán, Juica y ahora Madrid, entre otros, han debido bucear contra mentiras, destrucción de pruebas, extraños suicidios, e instituciones militares y policiales con «amnesias parciales». En el caso Frei está comprometida además la credibilidad de instituciones clínicas a las que les preocupa la «honra» de sus médicos por encima de la decencia de sus actuaciones.

¿Qué distinto sería sido todo, si los uniformados y civiles involucrados hubiesen colaborado activamente con los jueces, resolviendo la verdad procesal en forma expedita?

La Memoria es una construcción social y ciertamente habría que hablar de las Memorias, porque son tan fragmentarias como quienes participaron en los sucesos que les dan origen. Frente a la memoria colectiva el silencio y el olvido termina siendo la única alternativa que ofertan sus detractores. Aquí o hay más memoria o hay más silencio, esa es la disyuntiva. Con memoria asumimos lo sucedido, con silencio lo ocultamos, dejando abierta la posibilidad de su repetición futura.

El Museo de la Memoria pronto a inaugurarse recogerá las violaciones a los DDHH ocurridas entre septiembre de 1973 y Marzo de 1990. No es otro periodo, no es cualquier periodo en nuestra historia, es ese y sin ninguna duda esta planteado para denunciar los métodos de secuestro, tortura y muerte junto con reivindicar a quienes fueron las víctimas. Esencialmente ciudadanos que tuviesen la idea que tuviesen sobre el ritmo y las formas de los cambio sociales para su país, no merecían esas atrocidades como respuesta.

Todo esto es lo que no quieren entender los pinochetistas encubiertos o desembozados. Pero lo más sorprendente es que la «derecha» liberal representada ahora por Piñera tampoco consigue reunir virtuosamente la paz de los espíritus con la inteligencia, para tener la radicalidad necesaria que en otros ámbitos ensaya. Ni siquiera «la conversión» del senador Fernando Flores los ha podido iluminar en la materia.

Transcurridos 36 años, hay demasiado silencio entre los civiles colaboradores de la dictadura hasta hoy activos en la política, la educación, la salud y los negocios entre otros ámbitos. Siguen intentando mimetizar su actuación o complicidad tras los uniformados inculpados, mientras impúdicamente viven estas segundas vidas a sabiendas conocen de crímenes que jamás podrán reivindicar ante sus hijos y nietos.

Porque cualquiera sea el próximo resultado electoral de diciembre y enero, no debiera ser una sorpresa lo que ocurrirá en torno al nuevo Museo. Miles de personas iniciaran un peregrinaje a ese sitio que reunirá por primera vez la suma de testimonios de organismos de DDHH junto a modestas donaciones de personas anónimas que habrán hecho confianza que ese es el espacio público de la memoria. Lejos de cerrar iniciativas, el nuevo sitio incentivara el conocimiento de más verdad, más justicia y todo ello conducente a más memoria.

Todo indica que las nuevas generaciones seguirán escuchando a Víctor Jara, verán con interés la película Dawson Isla 10 y recordarán la gesta del presidente Allende en La Moneda y no les resultará suficiente el silencio como respuesta.

La semana pasada el cantautor catalán Jean Manuel Serrat escribió con respecto al nuevo entierro de Víctor Jaral: «a quien dice: dejad en paz a los muertos, les respondo: ¿están los muertos en paz? ¿Estamos en paz con ellos?»

Ignacio Vidaurrázaga Manríquez, periodista.

*Dedicado a María Isabel Jöui Petersen, estudiante de economía de la U. de Chile, detenida desaparecida desde diciembre de 1974.

http://elclarin.cl/index.php?option=com_content&task=view&id=19403&Itemid=1