Recomiendo:
1

Una reflexión. Gaza

Fuentes: Rebelión

Hay, otra vez, una discusión importante en torno al problema en Gaza, lo cual en sí mismo se torna poco tolerable si pensamos que unos discutimos mientras otros mueren. Sin embargo, y a pesar de la aparente veracidad de este enunciado, no deja de haber cierta injusticia en su formulación. En primer lugar, no siempre […]

Hay, otra vez, una discusión importante en torno al problema en Gaza, lo cual en sí mismo se torna poco tolerable si pensamos que unos discutimos mientras otros mueren. Sin embargo, y a pesar de la aparente veracidad de este enunciado, no deja de haber cierta injusticia en su formulación. En primer lugar, no siempre los que discuten son quienes hacen la guerra, aun si quienes discuten sean quienes más a menudo se sientan culpables de sus consecuencias y aun de sus causas. En segundo lugar, cabría preguntarse si quienes hacen la guerra se sienten de facto culpables de su ejecución o si, por el contrario, duermen languidecientes todas sus horas sin el menor azoro. En tercer lugar admitir que la demografía y la forma del mundo como es de hecho nos hace culpables funcionales -y la mayoría de las veces involuntarios- no solo de la guerra en Gaza sino de todas las guerras de ocupación de la sociedad capitalista. Cada que compramos un producto producido en este sistema, ya sea desde la periferia o desde el centro, llevamos plusvalor a por lo menos alguna parte en el centro. Y otro tanto ocurre por el simple hecho de contratarnos como trabajadores por el aparente y legítimo fin de sobrevivir o vivir en este sistema. Es decir: sí, es verdad, empleándonos dentro de este sistema-mundo wallernsteiniano llevamos sin duda plusvalor a alguna parte en el centro desde las periferias, si es que no nos encontramos ubicados ya en dicho centro.

Ahora bien, ¿por qué sería grave esto de llevar plusvalor de las periferias al centro, o del centro al centro mismo? Porque el plusvalor, como todos sabemos, no es otra cosa que capital y el capital se traduce para todo fin práctico en poder político en nuestras sociedades modernas. Y porque son precisamente quienes detentan poder político quienes, en última instancia, pueden asimismo tomar las decisiones más importantes de nuestra de por sí complejizada sociedad, decisiones que entre otras cosas incluyen la de la guerra. De esto anterior se deduce que si hemos colectivizado la culpa por los hechos recientes en Gaza o por hechos otros -como es manifiesto en muchos casos- no responde esto exclusivamente a un mito sacrificial, a una tensión psíquica por largo tiempo acumulada -o de similar índole-, sino a un hecho objetivo concreto que señala irremisiblemente nuestra responsabilidad.

¿Qué hacer entonces? ¿Abdicar? Pienso que si abdicáramos, negaríamos así la posibilidad misma del cambio a nuestras sociedades y que si bien no terminaríamos con ello de estrangularla -pues cada vez estoy más convencida con el marxismo [1] que es nuestra técnica la que determina el período de vida útil de una sociedad y su declive- sí quizá estrecharíamos al conjunto de voces críticas que (y como una novedad de nuestras sociedades a partir de la modernidad en el siglo XVI) se alzan interrogantes contra sus propias creaciones.

Quizá y sin querer hago aquí una apología del humanismo, del humanismo -y vuelvo a citar a Sloterdijk- en los términos en que el humanismo [2] se había comportado hasta el siglo XX para mostrar finalmente toda su faceta impotente, y aun culpable, frente a las guerras de exterminio de ese mismo siglo y del siglo precedente, culpa que habría de derivar en la crítica de la primera escuela de Fráncfort al proyecto iluminista y culpa que produciría, por otra parte, la caracterización de los estados totalitarios concebida por Hannah Arendt, entre muchas otras.

Creo que ya se ve hacia dónde va mi reflexión y creo que podríamos por tanto saltarnos varios pasos del argumento y entrar de lleno al fondo del mismo. Si a la sofisticación de nuestra máquina de pensar correspondiera irremisiblemente el aumento de nuestra capacidad destructiva, ¿deberíamos por ello renunciar a pensar? ¿No hay acaso también cosas hermosas resultado de esta sofisticación? No intento introducir aquí ningún juego del lenguaje, aunque sí debo admitir que el planteamiento prueba que la valoración de nuestra destructividad/creatividad pertenece a uno de dichos juegos. Es la necesidad o la experiencia -lo digo no solo para salir de este anterior juego del lenguaje- y no la moral la que determina la percepción de destructividad/constructividad sobre las consecuencias de la sofisticación de nuestro intelecto. Y a quien quiera adelantárseme para concluir que esta misma necesidad anima a los países occidentales a sus guerras de exterminio y, luego, las justifica, habría simplemente que contestar, como me atrevo a contestar aquí, que una sola guerra de exterminio de la historia humana no ha sido construida sin la sujeción de un conjunto de hombres llamados sus esclavos, siervos, empleados, etcétera, de los hacedores de la guerra, de donde me atrevo a deducir quizá demasiado apresuradamente para cualquier debate (aunque no para esta pequeña reflexión), que los usos de la sofisticación de nuestra inteligencia están siempre limitados por los otros, es decir -otra vez-, por la necesidad. De donde ya no es tampoco posible admitir que no haya de facto un conjunto concreto y quizá minúsculo de tomadores de decisiones promotores y responsables de ésta y otras guerras, además de, nosotros, los corresponsables funcionales de las mismas.

Por lo demás, no acepto absolutamente que sea la máquina de pensar la responsable de estos crímenes del neocolonialismo israelí. Incluso sostengo que esos crímenes son producto de la idiotez [3]. Y si en todo caso asumo la premisa, sucede en el contexto de la tradición humanista europea aludida aquí a propósito del colonialismo europeo y del que ahora el colonialismo israelí es en cierto modo continuador. Habría algunas razones por aducir sobre la tesis de la idiotez, sin embargo, y para no hacer de esta reflexión un largo y estéril monólogo filosófico, me limitaré a decir que la crítica europea al humanismo europeo es previsiblemente una tarea no terminada y de la que espero pueda paulatinamente emerger, en forma de crítica, síntesis, analogía, pregunta, émulo a no solo el humanismo europeo, sino del Humanismo en general. Invoco aquí al humanismo teándrico latinoamericano de Graciela Maturo, por dar un ejemplo. [4]

Epílogo  

Quiero cerrar el escrito con el siguiente conjunto de enunciados o declaraciones sobre el tema específico del conflicto israelí-árabe.

1. El pueblo israelí merece unas tierras como cualquier otro pueblo del mundo. ¿Las merece a coste de otro pueblo?

2. No es verdad que todos los pueblos no basen su derecho a existir cancelando ese mismo derecho en otros pueblos, como no es verdad que todas las personas no abusen de los otros. Quizá nuestra civilización no ha inventado sistemas económicos capaces de satisfacer esa meta. Mi deseo es que así ocurra. Con ello quiero decir que si bien nuestros problemas son producto de la modernidad colonial, como sostienen los decoloniales y aun el marxismo, no creo que sean producto exclusivo de ello. Hay otros factores explicativos de esta dominación.

3. Hago mía la tesis de Sophie Bessis en Occidente y los Otros [5] según la cual fue Europa en su frenesí colonialista del XIX quien terminó por racializar el deplorable y frecuente antijudaísmo de la época hasta convertirlo en antisemitismo. Es decir, el antisemitismo y la Shoá, se sucedieron en el marco de todas las tesis eugenistas desarrolladas durante el período, y aun suscritas por espíritus humanistas como el de Bertrand Russell, por citar solo un ejemplo. De ahí que sea necesario:

a) Combatir el antisemitismo hasta aniquilarlo, y

b) Evitar establecer conexiones causales entre el Holocausto y la ocupación de los territorios en Palestina. O más claramente: ni el antisemitismo justifica la ocupación violenta que han hecho de los territorios palestinos los israelíes, ni la ocupación violenta de dichos territorios homologa necesariamente Israel al Tercer Reich como muy simplistamente sostienen algunos. Creo que aquí tendría que desarrollarse una línea genealógica capaz de evidenciar la conexión causal entre un hecho y otro desde una perspectiva histórica, evitando condenas moralizantes. Israel no es la Gran Alemania de Günter Grass [6]. Toca a su pueblo -el israelí- enunciar dicha crítica. ¿Qué pasa, me pregunto, si un palestino un día se pregunta por su parte si todavía es posible escribir después de Gaza? Entonces también dicha pregunta será legítima.

4. Tener presente en todo momento que los pueblos hoy en aparente conflicto han tenido largos períodos de amistad y de coexistencia pacífica y que este conflicto no es ese conflicto ancestral y/o fatal conjurado por algunos.

5. Como latinoamericana, me atrevo a mantener vigente no solo la memoria del Holocausto de 1945 que mantuvo cautivos, hacinados y muertos a judíos, eslavos y supuestos «degenerados» sino la de todos los holocaustos menores y olvidados -y escritos en minúscula-, que particularmente desde inicios de la modernidad-capitalista se han estado gestando sistemáticamente en nombre del progreso en América, Asia, África y aun en Europa. Hoy Gaza es uno de dichos holocaustos.

Notas

[1] Por ejemplo, esto es muy claro en La Ideología Alemana de Marx y Engels, en el apartado destinado a discutir a Feuerbach, y en donde se caracterizan las distintas fuerzas y medios productivos existentes, su desarrollo, y el condicionamiento a que éstas someten a las distintas formas de propiedad históricas (tribual, comunal, privada no burguesa, feudal y privada burguesa) y a las relaciones sociales dentro de dichas formas de propiedad.

[2] Al punto en que Sloterdijk afirma un poco cínicamente: «Los humanizados no son en principio más que la secta de los alfabetizados, y al igual que en muchas otras sectas, también en ésta se ponen de manifiesto proyectos expansionistas y universalistas». La crítica por cierto de Sloterdijk al humanismo gira en torno a la propia reflexión de Heidegger sobre éste terminada la segunda guerra mundial. Es una crítica inflexible que, como la de los francforteanos, señala el servicio de la razón instrumental a las guerras de exterminio, aunque por otro lado, reconoce la pregunta fundamental planteada por Heidegger para una revalorización del Humanismo y su contribución a la filosofía. La pregunta por cierto de Heidegger, ¿cómo dar un sentido a la palabra humanismo?, pregunta concretamente, como sugiere el mismo autor del texto, sobre las condiciones de posibilidad del humanismo europeo. Ver Sloterdijk, P., Normas para el Parque Humano, Ed. Siruela, 4ta. Ed. Febrero de 2006. Páginas 36-40.

[3] Como nos cuenta Castoriadis entendían los griegos la idiotez: el hombre individualista desinteresado de la política.

[4] No confiero a la crítica el más elevado rango de elaboración para la comprensión del mundo. Pero al menos incluye en sus procedimientos varios de los procedimientos de su comprensión y sin necesariamente excluir otras formas de aproximarse.

[5] Véase Bessis, Sophie, Occidente y los Otros. Historia de una supremacía. Alianza Editorial, Madrid, 2002. Todo el apartado intitulado «la prueba racial…» y particularmente las páginas 47 y 48 en donde la autora afirma: «Por más que la izquierda y la derecha europeas tengan unos orígenes doctrinales diferentes, lo que separa a Gobineau -representante de la primera- de Renan -representante de la segunda- es menos importante que lo que los une. La izquierda y la derecha comparten, en el siglo XIX y en las primeras décadas del XX, la certeza de que la especie humana se ordena en una escala en la que los europeos ocupan el lugar más alto, pero divergen en la cuestión de saber si esta jerarquía es inmutable o susceptible de evolucionar. Y más adelante acota: «La izquierda -de Blanqui a Proudhon- contribuyó, entre otras cosas, a la racialización del antijudaísmo tradicional y a su transformación en el antisemitismo moderno, y se caracterizó por los llamamientos al asesinato más abyecto».

[6] Véase la introducción de este autor a su ensayo Escribir después de Auschwitz.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.