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Una reflexión para el 2017

Fuentes: Rebelión

Es la Biblia quien debe respetar los derechos humanos, los resultados de la ciencia, las conclusiones del pensar humano, y con la Biblia los creyentes y la Iglesia católica, y no al revés. La mayor parte del Nuevo Testamento ha sido falsificada. El Jesús histórico no concuerda con la imagen de él elaborada por la […]

Es la Biblia quien debe respetar los derechos humanos, los resultados de la ciencia, las conclusiones del pensar humano, y con la Biblia los creyentes y la Iglesia católica, y no al revés.

La mayor parte del Nuevo Testamento ha sido falsificada. El Jesús histórico no concuerda con la imagen de él elaborada por la Iglesia y la tradición.

La mayor parte -un 95%- de las palabras de Jesús transmitidas en el Nuevo Testamento obedecen, se basan, en meras falsificaciones. Frases como «yo soy la verdad y la vida» o «esto es mi cuerpo, entregado por vosotros» nunca las pronunció Jesús.

A medida que uno avanza en los conocimientos bíblicos se desmorona en él la imagen de Jesús recibida de la Iglesia y su tradición: de ese señor soberano sobre el cielo y la tierra, sobre la vida y la muerte, presente en todas partes, en las iglesias, en los cementerios y en las viviendas. Fantasía de creyentes basada en arena movediza.

Se dice que fueron los judíos quienes mataron a Jesús, algo imposible en una muerte mediante crucifixión bajo dominación romana. Se dice también en los Evangelios que los judíos serían los hijos del demonio para poner en su contra a todas las gentes. Asoma la vieja enemistad contra los judíos. Los judíos cristianos acusan y denuncian a sus propios compatriotas. Y esta idea recorre todos los Evangelios neotestamentarios y todas las cartas. Se ponen en boca de Jesús palabras y frases que él no dijo y se le atribuyen cosas que no hizo. Esto es perfidia.

La enemistad contra los judíos obedece en gran parte a la misión agresiva de las primeras comunidades cristianas. Quien no quería adherirse al credo y a la declaración del nuevo mesías era tachado y proscrito como increyente, es la época en la que van surgiendo los textos bíblicos; estos portan la huella de este proceso misionero, evangelizador. Así en la parábola del sembrador supuestamente se dice que sólo a los discípulos se les ha revelado el misterio del reino de dios, pero no a los que están fuera para que viendo no entiendan. El sentido expreso de este hablar en parábolas sería el conducir a la gente al error, al no entender, a la ignorancia. ¿Pero por qué? Probablemente con este texto se trataría de aclarar a una determinada comunidad el fracaso en la evangelización de los judíos. Aquellos que no se dejaron misionar son tachados de borricos, de jumentos e idiotas, de incorregibles increyentes. Y se atribuyen a Jesús pasajes y textos que suponen que ya Jesús les habría condenado. Ciertamente, algo muy taimado pero que en modo alguno responde a la verdad histórica.

Ya al inicio de la Biblia se encuentra el error de que todos los hombres descienden de Adán y Eva. Al final, en el último capítulo del Apocalipsis de Juan, se anuncia la pronta llegada de Jesús, en el interim han transcurrido 2000 años.

En los textos sagrados hay graves errores y graves contradicciones porque han sido escritos por personas de procedencia distinta y en épocas muy diferentes. La parte más antigua del Viejo Testamento surgió unos 1200 años antes del nacimiento de Cristo, la última y más moderna unos 165.

Los textos del Nuevo Testamento no son solo, como a menudo se dice, testimonios de fe sino que además son en gran parte panfletos dirigidos no sólo contra los enemigos externos sino también contra cristianos que piensan de otro modo. De ahí que los Evangelios y las cartas se contradigan en muchos pasajes y momentos. Se denominan y escriben como «palabra de dios» corrientes de opinión y de grupos en lucha y discusión con otros, sin miedo a calumniar o cuando menos a llevar a cabo, sin reparo alguno, una falsificación grave. Hay dos cartas a los tesalonicenses. Y no sólo en la segunda se contienen ideas muy distintas a la primera, sino que el autor de la segunda afirma que la primera se ha falsificado. Y es exactamente lo contrario: Él es el falsificador. La primera proviene de Pablo, la segunda no. Su autor dice ser Pablo y atestigua haber escrito «de su propio puño». Mentira. En que la segunda no es de Pablo concuerdan casi todos los estudiosos del ramo, sin embargo los cristianos hoy, en su mayoría, no tienen ni idea de esto, creen que Pablo escribió ambas porque así está en la Biblia.

Es cosa grave que a los cristianos no se les aclare y se les mantenga en el error de que el Nuevo Testamento, los 27 documentos, fueron escritos por los apóstoles o por sus acompañantes, es decir los 4 evangelios, las 21 cartas, la Historia de los apóstoles y el Apocalipsis. La realidad es que de ellos sólo 7 provienen de un apóstol, de Pablo. Y que ningún autor de los 27 documentos conoció a Jesús, es decir no contienen información de primera mano. El mismo Pablo se convirtió al cristianismo tras la muerte de Jesús.

La Iglesia en el 200 del nacimiento de Cristo dijo ser «palabra de dios» lo que contiene la Biblia, y palabra de hombre lo que no está en ella. Lo determinante fue si procedía o no de un apóstol. Fue un error, si entonces hubieran sabido lo que hoy sabemos habría que haber elegido otro criterio, de lo contrario el Nuevo Testamento hoy sería un librito delgado con las siete cartas de Pablo. Lüge bleibt Lüge, auch wenn sie in der Bibel steht, la mentira es mentira aunque esté en la Biblia. En la Biblia hay textos que no son ni cristianos, como el Apocalipsis de Juan, su descripción del mundo es truculenta y bestial, propia de novela negra y no mensaje de esperanza.

El estudio crítico-histórico de la Biblia y sus componentes, que se viene realizando desde casi dos siglos, ha llegado a determinar cuándo, en qué época, quién o quienes, qué grupo los escribió, cuando fueron reescritos o reinterpretados si lo fueron, con qué objetivo y en qué circunstancias se escribieron etc. Por tanto seguir diciendo que son palabra de dios además de mentira es mantener en el error al creyente de calle, inducirle al error, crearle graves contradicciones y no dejarle avanzar. Le agresivizan en sus discusiones.

Así, cuando se plantea la solución a un problema de nuestro tiempo, pongamos por caso la mujer, la homosexualidad, el aborto… muchos de ellos recurren a ideas expresadas en algún documento de la Biblia y se aferran a lo dicho allí como palabra de dios, como un se acabó, en lugar de recurrir al conocimiento humano y a la búsqueda de una respuesta razonable, acorde con los conocimientos actuales y las conclusiones de la ciencia.

Es la Biblia quien debe respetar los derechos humanos, los resultados de la ciencia, el pensar racional del hombre actual. La búsqueda de la verdad sin prejuicios ni apriorismos es grandeza y deber humano, búsqueda que se afinca en el amor por la verdad y que puede venir impulsada por un humanismo sano, por la investigación, la solidaridad con el otro, el seguimiento a Jesús de los cristianos o el amor a la naturaleza.

Proceso que se ve hoy frenado en muchos católicos partiendo de presupuestos falsos, que les conducen a absurdos.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.