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Lo local y lo global (y II)

Una veta más profunda

Fuentes: redpepper.co.uk

Cualquier desafío al neoliberalismo debe ir mucho más allá de hacer demandas al Estado y debemos evitar la falsa dicotomía entre organizarse localmente y a nivel más amplio. Hilary Wainwright responde a Greg Sharzer.

Traducido para Rebelión por Christine Lewis Carroll

«El poder de las conexiones globales», reza la primera imagen de un anuncio giratorio del Bank of America/Merrill Lynch. Muestra una línea fluorescente palpitante. La siguiente imagen es la silueta de un hombre solitario en bicicleta con unas montañas al fondo. Su movilidad está obviamente limitada, circunscrita al territorio. La leyenda aquí es «capital humano».

La implicación aquí es que la movilidad de las finanzas llega al rescate, a hacer efectivo el potencial de la humanidad, cercado en sus confines locales. El objetivo es que imaginemos que las finanzas globales y la humanidad forman parte del mismo flujo que avanza tan suavemente como las imágenes del anuncio. Podríamos reemplazarlas por las imágenes de la lucha de la presa Belo Monte en el río Xingu de la Amazonia donde los trabajadores e indígenas se enfrentan al gobierno brasileño y sus socios corporativos privados; o de las guerras del agua en Cochabamba, Bolivia, en las que se echó a patadas al depredador Suez S.A. y una alianza de organizaciones ciudadanas absorbió a la compañía; o de las protestas locales llevadas a cabo en todo el Reino Unido por Boycott Workfare, una campaña cuyo objetivo es acabar con el trabajo forzoso sin remuneración, destinado a la gente que recibe una prestación social y que ha obligado a docenas de compañías y organizaciones benéficas a retirarse de los programas de trabajo sin remunerar.

Una constelación de relaciones de poder

Estas imágenes alternativas transmitirían bien el argumento de la geógrafa social Doreen Massey de que las localidades se entienden mejor como «una constelación distintiva de relaciones sociales y por tanto de relaciones de poder que por sí mismas se difunden por todo el mundo». Defiende el concepto de las geometrías del poder en las que las localidades no son meras víctimas de la globalización sino también productivas y reproductivas.

Un corolario de esto, argumenta, es «que los lugares dentro de esas geometrías tienen un peso distinto. La República de Chad no está en la misma situación que el Reino Unido igual que Oldham [ciudad del Gran Manchester] está en una posición muy distinta a Londres». Esto señala la importancia de investigar el significado para el capital de diferentes localidades, diferentes «constelaciones» de relaciones sociales y económicas, en vez de considerar «lo local» como un concepto que cubre todo. Pero no nos anticipemos.

El enfoque de Massey sobre las relaciones de poder del lugar nos da una herramienta conceptual para avanzar desde la noción delimitada convencional de lo local hacia una que considera lo local como un emplazamiento de poder y contrapoder en el contexto del capitalismo global. Su comprensión de la manera en que las relaciones de lugar producen y reproducen el capital nos permite evitar la falsedad de enfrentar lo local a lo global y el optimismo imperfecto con respecto a lo local como un medio de huida del capital corporativo y sistémico.

El trabajo de Massey describe lo local como un contexto de relaciones de poder cambiantes, conflictivas e inestables y que lo local no es por naturaleza «mejor» como no es «peor» lo global. Utilizaré este marco para aclarar algunos de los temas que Greg Sharzer plantea útilmente pero que no desarrolla consistentemente. Tiende a abstraer la importancia de las «demandas al Estado» de la dinámica, a veces impredecible, de las luchas de poder dentro y más allá de lo local.

Emplazamientos locales de contrapoder

Consideremos e ilustremos los distintos aspectos de la localidad como un emplazamiento de contrapoder potencial. El elemento característico del capital es su movilidad, pero depende también de manera importante de las relaciones sociales del lugar. Tiene que invertir y vender en algún lugar en algún momento. Aunque la nueva tecnología ha realzado cualitativamente la flexibilidad del capital, todavía tiene que localizarse físicamente, al menos algunas de sus operaciones.

Los bancos, por ejemplo, son los centros movilidad del capital por excelencia. Muchos se encuentran en la City londinense, donde dependen de los trabajadores que viven en la zona para las tareas de limpieza. En 2007 estos trabajadores de la limpieza se organizaron a través de los sindicatos de Unite, Unison y GMB, con el apoyo de London Citizens [ciudadanos de Londres] y la campaña por un salario digno. Mediante una mezcla de protestas laborales no convencionales y la identificación y el oprobio públicos consiguieron una subida salarial. Fueron fundamentales para el contrapoder con respecto a la City las alianzas que habían construido, con raíces en las fuentes locales de poder: asociaciones religiosas y culturales, académicos simpatizantes, sindicatos locales. Estas alianzas fueron importantes para construir la confianza, capacidad y cohesión de los trabajadores y la fortaleza de la solidaridad de su lucha.

La dependencia de los comerciantes corporativos de los mercados locales y la reputación local de sus marcas proporciona otro ejemplo en el que la localidad como emplazamiento de la reproducción del capital ha creado una fuente eficaz de contrapoder. Las campañas concertadas para atascar Tesco [una cadena de supermercados] y las cadenas corporativas de tiendas de café Starbucks y Costa demuestran cómo se utiliza este apalancamiento. Se asocian a menudo con redes de comerciantes independientes, sociales o cooperativistas. Y aunque los orígenes de estas campañas fueron a menudo modestos, con sentimientos aparentemente estrechos y «localistas», se asocian cada vez más con las redes nacionales.

La misma movilidad del capital y su habilidad para cerrar fábricas sin que pase nada y apropiarse de activos públicos a la busca de beneficios cada vez mayores depende en gran medida de la falta de información, organización y confianza de los trabajadores y ciudadanos locales. De esta manera las luchas que han impedido con éxito el cierre y desmantelamiento de alguna fábrica solían implicar tanto a la militancia en el lugar de trabajo como la colaboración con investigadores simpatizantes y las alianzas de comunidades colindantes.

«Cuando la dirección quiso apropiarse de la fábrica, fue la presencia de la comunidad local la que lo impidió», comenta Leano Morais, abogado activista que describía cómo la gestión por parte de los trabajadores de la planta química Flasco, cerca de Sao Paulo, conseguía ahuyentar a los ladrones de activos. De la misma manera el intento concertado por parte de corporaciones depredadoras de privatizar el agua a lo largo de América Latina fue abortado por la acción conjunta de sindicatos, ciudadanos y municipios. En el transcurso del proceso crearon una red global y se difundieron las lecciones de cada lucha local.

Un ejercicio similar de contrapoder organizado localmente se hace evidente cuando el capital intenta privatizar el espacio público. En 2009 el municipio de Durban intentó reemplazar el popular mercado de Warwick por un centro comercial. Esta acción se contrarrestó con una resistencia sostenida, y con el tiempo eficaz, por parte de los tenderos, organizados mediante Streetnet, la organización de trabajadores no convencionales y vendedores ambulantes apoyados por el sindicato de trabajadores municipales. Streetnet es una organización híbrida interesante cuyas actividades incluyen el desarrollo de una economía solidaria alternativa.

El Estado en un contexto más amplio<

Una condición de la naturaleza y el impacto del contrapoder mantenido en estas luchas no es sólo, ni siquiera principalmente, el hecho de que hagan demandas a las instituciones del Estado. Greg Sharzer tiene razón al insistir en la importancia de hacer demandas al Estado. Pero lo fundamental, en todos estos casos, fue la incapacidad de crear bases organizadas para sostener en la vida diaria los valores alternativos y los objetivos sociales.

Aquí es importante reconocer las repercusiones de las estrategias de tierra quemada de los gobiernos neoliberales. Las bases tradicionales, principalmente sindicales, de la izquierda y sus estrategias de cara al poder del Estado se han debilitado drásticamente. En todas partes hay que rehacer o crear de nuevo las bases de solidaridad. Construyen y conectan las vías diversas y a veces nuevas en las que las personas se juntan para luchar por la justicia: la compra colectiva de alimentos y las huertas comunitarias, junto con las delegaciones sindicales, los centros sociales y las redes económicas informales. La combinación de estas vías ha creado fuentes resistentes de poder capaces de cambiar el equilibrio en la constelación de relaciones de poder que representan una localidad y su relación con el capitalismo global. Estas últimas, a su vez, han proporcionado bases autónomas para contactar con el Estado, sean éstas locales, nacionales o -de alguna manera- globales.

El tema de las demandas al Estado, por tanto, requiere entenderse dentro de un contexto mucho más complejo de fuentes plurales de poder que lo que es habitual en la izquierda. El enfoque de Greg Sharzer, aunque perspicaz, tiende a fijarse en el tema del Estado que -aunque importante- desvía la atención de cómo la gente busca superar su subordinación. Le conduce hacia falsas contraposiciones de capacidades de construcción y autoorganización con las «demandas al Estado».

Por ejemplo, el sitio web de la Detroit Black Community Food Security Network (DBCFSN) [red de seguridad alimentaria para la comunidad negra] no describe una «organización que supone que la resistencia es inútil» y que depender de uno mismo sea suficiente, sino una organización comprometida con la lucha más amplia de cambio social. La red jugaba un papel fundamental en el Foro Social de Detroit junto con el Presidente del Foro, Malik Yakini; insistían en lo «importante que es para todas aquellas personas que creen en el cambio social sólido crear alianzas y trabajar juntas para dicho cambio».

Esto no es sólo retórica. La DBCFSN formó parte de los comités logísticos y culturales del Foro y organizó visitas a Detroit para los que participaron en él. Sus políticas implican un gran compromiso con el Estado para proteger el espacio destinado a los jardines urbanos del desarrollo corporativo, conseguir que las escuelas y los hospitales compren alimentos locales, etc.

Mi experiencia en el movimiento feminista me ha permitido observar esta combinación de organización autónoma para el cambio en torno a necesidades sin cumplir o exacerbadas por las instituciones dominantes con la lucha simultánea por el control de los recursos públicos. Este tipo de híbrido resulta cada vez más importante a medida que las instituciones se vacían de contenido y las personas descubren que mediante el trabajo en red pueden crear soluciones transitorias que alimentan también la lucha política más amplia.

Para apreciar la importancia de combinar los esfuerzos dirigidos a las soluciones de colaboración y directas de problemas urgentes con un movimiento político más amplio, necesitamos más herramientas. Éstas se extraen de la práctica de los movimientos sociales desde los años 60 y desde una epistemología realista crítica que va más allá tanto del positivismo asociado al sistema cerrado del Estado-nación como del postmodernismo que floreció en las primeras fases de la globalización y la descomposición de estas certezas.

Significados distintivos del poder

Una de estas herramientas es distinguir entre dos significados radicalmente distintos del poder, como son el poder en su capacidad transformadora por un lado y el poder de dominación por otro. Históricamente los partidos socialdemócratas de masas se han construido en torno a una versión benévola del segundo entendimiento. Sus estrategias se han basado en conseguir el poder para gobernar y utilizarlo de forma paternalista.

El entendimiento del poder como transformador se asocia a un entendimiento distinto del cambio social, implícito en muchas prácticas de movimientos recientes. Lo fundamental aquí es que exista primero la negativa a reproducir las relaciones de opresión y explotación. Esto tiene que ver con la lucha por crear espacios de cambio que ilustren y desarrollen en la práctica valores alternativos, no como fin en sí mismo sino como base de una transformación de toda la sociedad que incline la balanza del poder y la hegemonía cultural hacia este fin.

De esta manera la lucha con el Estado no es objetivo primordial sino una estrategia distintiva y muy necesaria de control sobre los medios de dominación que se pueden usar contra el capital y como un recurso transformador. Esto significa que es posible construir fuentes de poder autónomo del Estado a la vez que se hacen demandas al mismo.

La experiencia de Syriza ilustra esta combinación, también las tensiones no resueltas dentro de ella. Debido a que muchos activistas de Syriza, a todos los niveles, se formaron en los movimientos sociales del siglo XXI, reconocen la importancia impulsora de la capacidad transformadora.

Al mismo tiempo que Syriza se organiza para el poder gubernamental -el poder de dominación- reconoce, en palabras de Andreas Karitzis -uno de los organizadores clave de Syriza- que «es decisivo lo que se hace en los movimientos y la sociedad antes de llegar al poder. El 80% del cambio social no llega a través del gobierno».

Todo esto apunta a la importancia de desarrollar el poder como capacidad transformadora -con frecuencia local en sus orígenes- y objetivo clave y complejo de cualquier activista u organización de izquierdas. Esto a su vez señala un giro en las prioridades que exige la lucha exclusiva por el poder estatal, sea éste electoral o revolucionario. Es necesario desviarse del modelo tradicional de los partidos políticos hacia formas de organización política capaces de aprender de las luchas que se dan en las relaciones de poder mediante la construcción de alianzas y formas de organización democrática que se basan en este tipo de aprendizaje y retroalimentación, mediante el desarrollo de formas de educación popular al estilo de Paulo Freire que hacen efectivas las capacidades latentes y mediante la creación de contextos de debate y nuevos niveles de politización entre los actores locales. El conflicto y el debate son parte importante del desarrollo de la capacidad transformadora.

Este concepto de organización para el cambio en el presente como parte de una lucha a largo plazo por el cambio futuro sistémico tiene especial relevancia hoy, cuando el capitalismo atraviesa lo que David Harvey analiza como un ciclo continuo de descentralización y centralización. Como apunta el anuncio de Merrill Lynch, el capital depredador está muy interesado en lo que a menudo empieza como iniciativa local, desde la producción orgánica de alimentos, pasando por la gente joven que crea nuevas formas musicales o artísticas, a los centros de productores de software de código abierto. Todo es capital humano del que apropiarse para crear valor financiero para alimentar la acumulación. Si tenemos que resistir e invertir esto, de forma que todas estas iniciativas difusas lleguen a formar parte de un proceso de creación de valor social, necesitamos reconocerlas también como parte de la constelación de relaciones de poder a las que se refiere Doreen Massey.

Después de 30 años en los que la derecha ha despolitizado lo local -del que el «localismo» es la última variante- el tema clave es entender y abrir el debate político y las opciones sobre el futuro de esta creatividad difusa y productiva. Y debemos llegar a una veta mucho más profunda que la de las demandas al Estado.

Hilary Wainwright es editora fundadora de Red Pepper y miembro del Transnational Institute

Fuente:http://www.redpepper.org.uk/

rCR