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Una vindicación oportuna de Mary Poppins

Fuentes: Rebelión

Hace una semanas trascendió una curiosa y sorprendente información en los medios de comunicación: la Junta Británica de Clasificación de Películas (la BBFC por sus siglas en inglés), había recomendado, debido al supuesto uso de un lenguaje discriminatorio, al mencionar la palabra “hontentotes” en algún pasaje, ver bajo supervisión parental la película Mary Poppins. La BBFC se refería a la versión que la factoría de Walt Disney produjo en 1964, la más popular y la que más éxito tuvo en términos musicales y cinematográficos.

Se trata, cuando menos, de una curiosa decisión a la que la desvergüenza anglosajona nos tiene ya acostumbrados, un esperpéntico celo antirracista justo en el momento en el que Israel, el gran portaviones occidental en Oriente Medio, masacra con claros tintes racistas a la población palestina sin que a estos organismos biempensantes se les mueva una pestaña.

Llegados a este punto de necedad, me parece pertinente hacer una defensa del personaje que Pamela Lyndon Travers creó en 1934, destacando ciertos contenidos de la obra, contenidos reconocibles tanto en la versión original literaria como en la traducción cinematográfica que de esta hizo, el guionista Don DaGradi.

Hay que decir que tenemos bastante información sobre la creadora literaria de Mary Poppins: de origen australiano, su auténtico nombre era Helen Lyndon Goff, aunque comenzó a escribir en Londres bajo el pseudónimo P.L. Travers, una forma típica y efectiva de ocultar la autoría femenina. También tenemos conocimiento, a través de un documental y de una película*, de una interpretación psicoanalítica, nada descabellada, de la obra de Mary Poppins, según la cual, Pamela Lyndon Travers, reubicaría felizmente en su psique la figura de su padre, un empleado de banca alcohólico, acarreador de no pocas desdichas en el hogar familiar y responsable de impactos traumáticos en la infancia de la escritora. Sin embargo, más allá de esta tesis freudiana, las cualidades que despliega la niñera del paraguas, poseen una importante carga disruptiva y erosionadora de algunos valores tradicionales, por lo cual creo que esta dimensión del personaje literario y cinematográfico merece la pena ser analizada y rememorada con perspectiva.

Para empezar, la figura de Mary Poppins no deja de ser un trasunto religioso. En la medida en que actúa como una deidad que vive en los cielos y baja a la tierra para recomponer problemas, enlaza con nuestra tradición cristiana, pero estamos, sobre todo, ante una deidad que se encarna en mujer, una mujer independiente y con criterios propios que no se doblega ante ninguna forma de poder: tengo por principio no dar nunca referencias, dice Mary Poppins ante los que van a ser sus patrones. En el cuento, este aspecto sobrehumano y enigmático va mucho más allá, recordando a las deidades femeninas que el arqueólogo Arthur Evans descubrió en la isla de Cnosos en 1903: estas deidades muestran su afinidad con las serpientes de las cuales se sirven para adornar sus brazos; precisamente, en el capítulo denominado Luna Llena, perteneciente a la primera entrega de Mary Poppins (Pamela L. Travers escribió 8 libros protagonizados por su personaje) , la niñera lleva a Jane y Michael , junto con los gemelos (en el cuento se trata de 4 criaturas y no de dos, como en la película), al zoológico en una noche de luna llena; en este lugar algunas personas están metidas en jaulas y los animales confraternizan libremente, además, uno de los personajes enjaulados es el viejo almirante Boom, representante de la rancia mentalidad imperial británica, el mismo que en la película dispara el cañón todos los días causando molestias al vecindario, molestias que no llegan a mayores en el hogar de los Banks porque las mujeres organizadas, (las trabajadoras del servicio y la madre sufragista) cada una en su puesto, evitan los destrozos que se derivan de dicho acto vandálico. Pues bien, en esa noche mágica en el zoológico, las serpientes homenajean a Mary Poppins en su cumpleañoscomo una de las suyas, incluso, la propia Cobra Real aparece emparentada con Mary Poppins:ambasson primas.

Otro aspecto interesante a destacar es que Mary Poppins elige como aliado en su labor reparadora de equilibrios a Bert, un representante del proletariado londinense. Un ser, que para sobrevivir, vende cerillas, pinta en las aceras, toca música en la calle o deshollina chimeneas en las casas de la gente pudiente. La relación entre ambos, tanto en el cuento como en la película, no sugiere una relación de pareja, aunque tampoco la niega; en cualquier caso, siempre se subraya el carácter independiente de Mary Poppins como la cualidad de la que emana toda su fuerza. Un elemento central en esta relación, y en realidad, el gran núcleo temático de la película, es que la niñera mágica escoge a Bert por sus valores y su seguridad en los sentimientos, que serán la herramienta que Mary Poppins utilizará frente a los valores del padre de familia, el Señor Banks, un ensimismado y pretencioso empleado de banca, nada atento a aquellas necesidades humanas que no sean medibles desde el éxito económico. En la película de 1964, se confrontan por tanto, dos modelos de masculinidad: la representada por el padre de los pequeños, el Señor Banks, y la representada por Bert; el padre de familia manifiesta con toda claridad el modelo masculino que desdeña los sentimientos, la fantasía y el humor, un modelo que rinde pleitesía a la notoriedad profesional, la fortuna pecuniaria y la jerarquía. Se trata, en el fondo, de uno de esos callejones sin salida que el binomio capital-patriarcado ha diseñado para los hombres, una enorme trampa en la que se opera el gran desastre de convertirnos en victimarios. Bert, por el contrario, concede valor a los sentimientos, asume la fantasía del mundo infantil como algo necesario, no se encuentra atraído por los valores del éxito y no practica la seriedad impostada. En uno de los últimos pasajes de la película, Bert mantiene una conversación con el Señor Banks en la que, con mucha sutileza didáctica, persuade al padre de las criaturas para que cambie su actitud; se trata del momento en que se consigue restituir un equilibrio perdido, todo, gracias a una labor de erosión y sustitución de los valores que antes regían.

Es llamativo, que en el guión, Don DaGradi, hiciera aparecer con gracia y sutileza un telón de fondo histórico y social muy certero para el Londres de 1910: una clase subalterna que se organiza mediante una coreografía en los tejados, y , que luego, al descender por la chimenea, estrecha lazos mediante la danza con las trabajadoras del servicio doméstico… una cúpula bancaria que en su discurso se vinculada al despojo colonial británico… una madre militante del sufragismo que al final de la película engalana la cola de la cometa de Jane y Michael con su banda de sufragista…; todos estos elementos, entre otros, sugieren algo que va más allá que unos simples y entrañables personajes moviéndose solo al servicio de la fantasía.

No sabemos si un hombre tan anticomunista y reaccionario como Walt Disney fue plenamente consciente de que todos estos ingredientes se conjugaban en su película, en mi opinión, con mucha intencionalidad. Lo que sí está muy claro, es que esta exitosa producción se sitúa, en relación a los valores que estimula, en otras coordenadas muy diferentes al tradicional mundo Disney. En definitiva, sabemos más cosas del pasado de la escritora que del pasado del guionista de la película, y sería interesante saber, en aquella colaboración que se dio entre ambos, quién sugirió y formuló aquel orden de cosas.

Hay que decir, que el cuento de Pamela L. Travers, guarda en la sucesión de acontecimientos que narra, notables diferencias con la película, es de alguna manera, una Mary Poppins más encriptada, más acorde con el carácter reservado de Pamela L. Travers, ese carácter que se resistió durante años a vender los derechos a Walt Disney para hacer una versión cinematográfica de su personaje. Era lógico, Mary Poppins era una creación que surgía de las entrañas de un dolor personal y, seguramente, la escritora intuía que el magnate de los dibujos animados solo buscaba un interés económico. Sin embargo, la película es fiel al espíritu herético y obcecado del personaje: la niñera que siempre se mueve en pos de los equilibrios, tanto de género como de clase; esta dimensión del personaje se puede rastrear fácilmente en capítulos como el mencionado Luna Llena, El día libre o en el delicioso Andrew y la señora Alondra. Sea como fuere, la película clarificó y redimensionó al alza aquella mentalidad rebelde e independiente de la niñera que llegaba con el viento del este.

Por todo ello, y para concluir, creo que en estos tiempos de desfachatez y cinismo extremo, en el que el occidente anglosajón inicia y mantiene una guerra por delegación en Ucrania y apoya sibilinamente la limpieza étnica en Palestina, decir, como lo hace la BBFC, que esta película merece otra clasificación porque el personaje del Almirante Boom se refiera, además, a los deshollinadores como “Hotentotes”, mientras les dispara cañonazos, no deja de ser un acto de estulticia macabra.

Lean a Pamela L. Travers y léansela a su gente menuda; descubran como adultos muchos recovecos sugerentes de Mary Poppins y, sobre todo, dejen, haciendo caso omiso de las recomendaciones de la BBFC, que sus hijos e hijas se sumerjan en aquella inteligente película de 1964.

*(“Saving Mr. Banks”, del año 2013 y “La verdadera Mary Poppins”, documental emitido el 26 de octubre en la 2 de TVE)

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