Recomiendo:
0

Intervención en la presentación del libro Rojo atardecer. El comunismo chileno entre dictadura y democracia, de Alfredo Riquelme

«Vamos a seguir luchando por un nuevo Estado democrático en Chile»

Fuentes: Rebelión

Presentamos la intervención de Juan Andrés Lagos, miembro de la comisión política del Partido Comunista de Chile, en la mesa redonda: «La Historia del Partido Comunista de Chile: cuestiones de táctica y estrategia política» en el contexto del lanzamiento del libro Rojo atardecer. El comunismo chileno entre dictadura y democracia, del historiador Alfredo Riquelme Sepúlveda. […]

Presentamos la intervención de Juan Andrés Lagos, miembro de la comisión política del Partido Comunista de Chile, en la mesa redonda: «La Historia del Partido Comunista de Chile: cuestiones de táctica y estrategia política» en el contexto del lanzamiento del libro Rojo atardecer. El comunismo chileno entre dictadura y democracia, del historiador Alfredo Riquelme Sepúlveda.

Esta actividad se realizó el día miércoles 13 de enero en el Instituto de Ciencias Alejandro Lipschutz (ICAL) a las 18.00 h, y contó con la participación, a parte del autor del libro y Juan Andrés Lagos, del historiador Rolando Álvarez Vallejos.

————————————————–

Quisiera saludar a Alfredo, a quien hace muchos años no lo veía, y lo digo porque compartimos amistad y militancia en la lucha contra la dictadura, particularmente, en la Universidad Católica. Él cita a Cassirer en el libro para señalar lo que yo también quiero recoger. El que uno se mete en la historia también para explicarse a uno mismo y su significación, su existencia, su sentido.

Yo conocí a Alfredo siendo él militante de las Juventudes Comunistas de Chile, ese tipo de militante que a mí me hace recordar al militante de la Jota pre-golpe, con esa forma que tenían los jóvenes comunistas, muy característica, pensando que en ese tiempo, particularmente en el periodo de los tres años, en nuestro país vivíamos una situación prerrevolucionaria, una situación existencial muy fuerte; entonces las juventudes políticas, especialmente las de la Unidad Popular y, por cierto, el MIR, estaban muy cargadas de una fuerza de voluntad de asalto al cielo y al poder, empujando la máquina con mucho ímpetu. Ímpetu que a veces no es necesariamente el sentido de los procesos revolucionarios.

A mí me llamaba mucho la atención ese modo de ser de los jóvenes comunistas caracterizados como una Juventud que tenía, en fuerte grado, un componente intelectual de accionar político, de masas, y Alfredo era eso. Estamos hablando de fines de los setenta, en donde no se podía ver mucho a jóvenes comunistas, porque andaban perseguidos, porque estaban fuera del país o siendo desaparecidos. Entonces se encontraban pocos comunistas con los que se pudieran conversar, pasaba también con otras juventudes políticas. Curiosamente, y no es una anécdota, por eso tomo la cita que él señala de Cassirer, primero yo era militante del MAPU, antes del 73 del MAPU-Garretón, y después del MAPU Obrero Campesino, y me tocó conocer bastante el periodo post-golpe, desde donde se despliega el mito, que es un mito francamente, pero que algo tiene de realidad, desde donde arrancan muchas de las reflexiones que tienen que ver con una especie de relectura de la izquierda chilena, una revisión de la historia del movimiento popular y una perspectiva que yo diría, por lo menos en el caso del período que hablo, hace reflexionar de forma regresiva sobre el aporte y la fundamental injerencia del movimiento popular chileno y en particular de los comunistas en la construcción del estado democrático hasta 1973.

Esta es para mí una clave extraordinariamente importante para poder entender lo que viene después en los ochenta, noventa y dos mil. Digo esto porque creo que en el libro de Alfredo hay mucho de esta mirada; en segundo lugar, creo que es un libro que efectivamente tiene elementos de un rigor, es un libro que provoca una reflexión; a mí me las ha provocado a propósito del tiempo vivido, pero creo que en las tesis principales que el libro plantea hay equívocos, desde mi punto de vista, contundentes».

Desde la perspectiva de la historia, todavía necesitamos hacer un gran esfuerzo por intentar construir mediante interpretaciones, porque obviamente la historia no es una serie de antecedentes que se nos vienen encima. Necesitamos un gran esfuerzo para hacer la reconstrucción del proceso que lleva a la unidad Popular. En general, las miradas históricas en nuestro país han sido mezquinas respecto de este enfoque. Es lógico que así sea, pero si uno clava la mirada en el proceso de décadas de construcción de una correlación política, social, cultural, que tiene las características efectivas de ser crecientemente un Estado democrático, una cultura que todavía persiste con una fuerte hegemonía popular y de izquierda, porque no es ninguna casualidad que en este país el sistema de educación superior, en términos crecientes, como sistema se fue aproximando a lo que era abrirle paso a la perspectiva de un estado nacional de nuevo tipo.

La Universidad de Chile, con sus rasgos de Universidad nacional, y con sus características de las últimas décadas antes del golpe, no sólo en los últimos tres años, en donde se produce efectivamente una de las disputas de poder más agudas en torno a la dirección de la Universidad de Chile en sí misma, entendida como poder dentro de la sociedad democrática; o las disputas que no son un tema menor respecto de la conducción de la Federación de Estudiantes de la Universidad de Chile, en donde no era una anécdota que a partir de las conducciones de esa federación emergía una buena cantidad de jóvenes dirigentes que luego se convertían en parlamentarios o dirigentes nacionales de sus respectivas fuerzas políticas. Y algunos todavía andan por aquí dando vueltas.

No es menor el hecho de que en los últimos tres años de la Unidad Popular, la actual Universidad de Santiago, en ese tiempo Universidad Técnica del Estado, se transforma en un sistema emergente de educación superior, también estrechamente vinculado a un proyecto de nación con un rasgo popular, desde el punto de vista del desarrollo, con una concepción de la economía, del arte y la cultura. Y por tanto tampoco es casual, no porque Víctor Jara era militante de las Juventudes Comunistas o porque los Inti-Illimani eran comunistas, que allí en la UTE se desplegaron una cantidad de proyectos artísticos y culturales, pero también tecnológicos, vinculados entre otros a la gran minería. Y eso está parcialmente escrito, pero todavía es invisible.

No es casual que el proceso que empuja a la reforma agraria parcial, y las primeras señales explícitas, desde el punto de vista de lo que puede ser un componente fundamental para generar esos cambios, las da el Cardenal Silva Henríquez. Pero previo a eso hay una historia donde, por un lado la construcción de un sujeto campesino y por otro un sujeto nuevo desde el punto de vista teórico, lo que hoy vamos reconociendo como pueblos originarios, con status distinto, incluso a lo que es el Estado- nación. Pero nadie podría desconocer que a partir de estas décadas se empieza a producir una preemergencia de esta construcción de un sujeto que presiona desde el mundo de la lucha social y la lucha de clases, a un momento en el cual la necesidad de una reforma agraria se transforma en un punto crucial de las transformaciones políticas, sociales, éticas de este país.

Por ejemplo, en relación a la construcción de sujetos sociales, en nuestro país no se puede separar la historia de los trabajadores del desarrollo del país. Desde su origen, se ve una fuerza política que emerge con ese signo, tal vez en algunos momentos limitado, pero que incide en momentos determinados. La clase obrera adquiere un status político, de fundamento, eje de lo que es una correlación que concluye con la Unidad Polular. Una cantidad importante de reformas del Estado dan cuenta también de un proceso de democratización creciente en cuya centralidad se ubica entre otros, no digo totalmente, y con mucha fuerza el Partido Comunista de Chile. Y digo esto porque reconocerlo no es un dato de orgullo partidario, sino un dato de la historia de Chile.

Yo lamento la visión, por ejemplo, extraordinariamente limitada, para mí hasta extraña, que sigue sosteniendo Gabriel Salazar, con un gran espacio mediático para sus propias teorías, porque de un plumazo oculta una buena parte de lo que es la historia real de este país. No queremos que sea de una determinada manera, no tengo ningún problema en reconocerle su derecho a cualquiera, a Alfredo, a Jocelyn-Holt, a quien sea, a decir lo que a él le parezca desde el punto de vista de la interpretación de la historia. Y decir que veía que lo que ha hecho el Partido Comunista y otras fuerzas, luego del golpe militar, lo que viene después es un constante equívoco, según él. Tal vez, con un cierto remordimiento que lo hace notar en su discurso político, a propósito de cómo visualiza el papel político de los trabajadores de este país.

Pero yo creo que ahí hay un componente que es necesario rescatar, es tarea principalmente de los historiadores, y también de las fuerzas populares, la academia, en fin, de todos lo que realmente necesitamos mirar la historia de este país con una visión que nos permite el reconocimiento de ciertas cuestiones. Eso hace entre otras cosas que el Partido Comunista de Chile no se desplome como de desplomaron otros partidos comunistas en el mundo. A algunos les gustará y a otros no, pero fíjense ustedes que desde la izquierda, en Chile, el PC sin cambiarse de nombre, mantiene una identidad política y nacional que en el peor momento del asilamiento, y eso lo comparto con Alfredo, no se desploma. Si hubiera sido por la cantidad de militantes, si hubiera sido por el centralismo democrático que Alfredo lo toma como una de las causales, si hubiera sido por esa ideología comunista ortodoxa que él también toma como una de las causales, el Partido Comunista se desploma y no hubiera habido dirigente que lo pudiera retener.

Como es por otras razones, el por qué el Partido Comunista no se desploma cuando viene el intento de genocidio, y esto está en libro de Gladys y en el de Francisco Herreros y en otros libros que se han desarrollado donde el Partido Comunista se quedo sin dirección, porque las direcciones estaban aniquiladas, destruidas y sin embargo había una resistencia increíble, no contada del todo. Entonces, por qué un partido como este logra sobrevivir en los períodos más duros desde el punto de vista de la represión o de la ausencia de paradigmas (yo comparto eso, el paradigma del modelo global). Y es porque las raíces de este tronco histórico en la historia popular y la historia nacional son muy fuertes. La genialidad de Neruda no se puede entender sin el contexto del desarrollo político y social de un sujeto popular y de un partido en el cual Neruda entra. Y paradójicamente se le trata de desdoblar. Es cuestión que uno vaya a la casita que hay allá en un balneario en el centro de nuestro país, para entender cómo se oculta, extraordinariamente, lo más rico de Neruda, lo que probablemente le dio sentido a muchas de sus creaciones estéticas, a muchas.

Eso es un problema de los comunistas y también de la sociedad en que vivimos, es un problema del entorno, de una concepción, de una práctica cultural. Aquí estamos frente a una situación necesaria de trabajar más. Yo me quedo más con la tesis de Moulian en el sentido de que la historia del PC hay que ubicarla en una práctica política de construcción y desarrollo de brechas. El PC llegó a ser un partido no solamente que alcanzó el gobierno, sino que ha sido absolutamente incidente en la lógica política nacional de este país. Esta parte me parece fundamental porque el PC Chileno alcanza su mayor protagonismo, y voy a decir algo contradictorio en cuanto a la mirada histórica, en el período previo los tres años de Unidad Popular. Yo creo que el principal protagonismo del PC es en la construcción del período en el cual deriva la UP y esas son décadas.

Moulian la ubica en el año 1933, el último ciclo de construcción de esa correlación y lo describe en dos o tres libros y ahora volvió sobre lo mismo porque tiene una obsesión a propósito de esa tesis. Lo tiene en lo que es su bibliografía respecto de los partidos políticos, respecto a los sistemas electorales y tiene algunas referidas específicamente al PC. Lo tiene también en la «Quinta Vía», donde sí hace una reflexión crítica del PC, no del PC pre-73 sino que post, en esta etapa, no tanto en los ochentas, sino en ésta. Pero respecto de la aproximación, lo que Moulian hace es ubicar efectivamente el periodo clave a partir del cual se explican los fundamentos y los desarrollos que derivan en la Unidad Popular. Todo lo que corre antes es extraordinariamente importante para entender lo que ocurrió y por qué ocurrió.

Una segunda cuestión que, me parece, importa señalar respecto a la tesis de Alfredo. Creo que Alfredo es de los militantes comunistas, y él lo dice si no me equivoco, que nunca compartió la política de rebelión popular desde un comienzo. Y eso tiene un mérito dicho así. Porque ustedes recuerden que la construcción de la política de rebelión popular tiene varias dificultades, algunas que parecen poco relevantes pero que lo son. El PC llega al 73 como un partido que, tal como lo dice el XV Congreso, sobredimensionó una vía en donde la defensa del Estado democrático, incluido el componente de la fuerza, y la fuerza militar quedaba a lo menos a la deriva, a lo menos.

A mí, una de las cosas que me llevó a militar al PC fue esa autocrítica que me pareció, y lo digo con mucha humildad, desde el punto de vista de un militante de izquierda, la más franca de todas las autocríticas que se hacían en ese tiempo entre las fuerzas de izquierda. Porque efectivamente si uno quiere explicarse la derrota del gobierno de la UP, en primer lugar, hay que ubicar la penetración norteamericana en este país; tal vez lo que faltó fue habernos percatado más de la incidencia que tenía esa intervención al interior de las fuerzas que terminaron por instalar el golpe como una salida brutal a un sistema institucional democrático que se venía consolidando en décadas y que obviamente era contrario a los intereses oligárquicos, absolutamente contrario, en un contexto internacional, además, a lo menos regional, favorable.

Se recuerdan ustedes que en ese período, en el cono sur los movimientos populares y emancipadores también habían alcanzado estatura de gobierno, y la intervención norteamericana sobre la base de construcción de dictaduras hegemóncias y totalizantes, en el caso particular de Chile, se amparaban en fuerzas internas que terminaron desplegando una gran ofensiva contra un gobierno consitucional al cual no podían cuestionar como tal.

Sugiero la lectura de Eduardo Novoa Monreal, ese gran jurista que además fue asesor del Presidente Allende y, junto con otros fue redactor de la constitución política que Salvador Allende pensaba anunciar y que denominaba a Chile una nación de trabajadores, con una sola cámara, una asamblea, con la instalación, cuestión inédita en ese momento a lo menos en el Cono Sur, de la Declaración Universal de los Derechos humanos, incluidos los derechos sociales, económicos y políticos con rango constitucional, es un salto cualitativo tremendo. En relación a esta fase a mí me parece que tampoco es tan simple llegar a una conclusión. El PC llegó a una síntesis correcta cuando sostiene que el gobierno de la UP y el proceso que encabezaba ese gobierno, necesariamente se tenía que defender y la defensa debía incluir también el componente de la fuerza. Pero no la fuerza desde una posición marginal, que implicaba simplemente decir «vamos a hacer unos dos o tres Viet Nam», como lo decía el MIR de esa época, como lo decíamos los MAPU de esa época, sino que efectivamente trasladar en un proceso creciente el poder popular a las masas incluido el componente armado.

Creo que nosotros, como izquierda, estuvimos apunto de dar un paso que podría hacer sido extraordinariamente importante hacia el futuro. El golpe militar, de acuerdo a lo que se ha podido investigar, y ha sido una investigación difícil y dura, no se dio en la fecha que estaba programado. Y una de las razones por las que no se dio es porque al interior del mando, más o menos fascista que ya se había construido, fuerza aérea, marina, ejército y carabineros, había serias discrepancias de la efectividad del golpe, producto de la duda en relación a la reacción que podría tener un golpe en Chile a propósito de una construcción democrático-popular que todavía no había dimensionado toda su potencialidad y toda su expresión.

Hay mitos que es bueno de una vez por todas dejarlos abajo. La última elección de la CUT en Chile en donde participa la DC y el MIR, que es una elección importantísima dejó con casi un 50% de la votación a la alianza PS-PC. Y en las últimas elecciones parlamentarias la izquierda ganó y lo que hizo adelantar el golpe fue que los golpistas se percataron que si le daban un poquito más de respiro a este proceso la posibilidad efectiva de imponer el golpe como tal empezaba a ser dudosa. No se pude mirar entre la dicotomía vía armada y vía pacífica, porque el componente de la fuerza es un componente que en un momento determinado se despliega y puede tener una importancia extraordinariamente significativa para un proceso tan peculiar como el chileno, en donde la construcción del estado democrático, desde el punto de vista de una institucionalidad democrática, incluido el pluralismo, era propiedad de esta izquierda y también del PC.

Por eso en el caso del PC es muy difícil plantearse algún tipo de cuestión referida a la ruptura con la historia democrática, estamos hablando de la historia democrática, no de formalismos, y también es muy difícil acuñarlo a lo que podría haber sido una concepción, por ejemplo, del arte, siempre vinculada a lo que es libertad de expresión porque en Chile la práctica del arte, de la estética y la cultura, desde los comunistas siempre estuvo marcada por una amplio margen de pluralidad en la expresión. Y ahí no calza mucho esta vinculación, para mi gusto, mecánica que Alfredo hace, entre la relación dependiente de modelo teórico-político dogmático, y práctica comunista chilena en ámbitos tan distintos como los que he tratado de caracterizar. A mí me da la impresión de que es al revés: producto del intento de genocidio, y también producto de un debate interno que duró años, el PC demoró la decisión política, estratégica, de haber incorporado la lucha armada, de resistencia y de defensa, en contra de la dictadura fascista.

Y esto de la demora también tiene que ver con lo anterior. Hay una relación. La demora afectó una recomposición que en un momento determinado permite que una vez más, y ahí sí estoy de acuerdo con Alfredo y es una reflexión que estamos obligados a hacer, permite al imperialismo intervenir y romper una correlación de fuerzas que implicaba la derrota de la dictadura. La intervención del imperialismo norteamericano en Chile en la década del ochenta es para impedir una salida plebeya, no para abrirle paso a una democracia, para impedir esa salida, y esa salida se estaba generando a partir de de un arco amplio de alianzas sociales y políticas que incluso incluían a una parte significativa de la democracia cristiana, cuyo sector más conservador se estaba recién empezando a recomponer. Porque había pueblo llano demócrata-cristiano, (recuerden ustedes el papel de la Iglesia Católica, la Iglesia Católica progresista), involucrado en la lucha popular. La salida a la dictadura no tiene tanto que ver con el PC desde el punto de vista de su incidencia, que efectivamente baja, sino con una conjunción de cuestiones que permiten que la salida sea lo que es hasta hoy, es decir, un consenso, entre fuerzas que respaldaron la dictadura de Pinochet y otro sector que luchó contra ella, en torno a una constitución política que hasta hoy sigue vigente en lo esencial.

Fíjense que el paradigma del PC en los ochenta, al final, es: «Gobierno democrático provisional, asamblea constituyente, nueva constitución». Esos son los planteamientos del PC ya en el 86. Y que no los ha cambiado, si los que han cambiado en la década de los noventa son otros y en parte del dos mil son otros. Pero fíjense que estamos a días de una elección presidencial donde la historia de este país puede cambiar radicalmente y ocurre que tres de los cuatro candidatos en primera vuelta plantean la necesidad de una nueva constitución política, o sea, un nuevo Estado. Y por lo tanto el concepto de salida en esta dirección tiene más que ver con la realidad que el PC plantea a propósito de la no existencia de un Estado democrático en este país.

Si se le compara incluso con muchos de los aspectos formales que el Estado democrático chileno hasta 1973, el actual es un retroceso. Y cuando Alfredo dice, por ejemplo, que el Partido se amarra a esta idea de la vía del «otro mundo es posible», ocurre que es posible: el que está con Evo Morales en Bolivia, el que está con Hugo Chávez en Venezuela, en Uruguay, en El Salvador, en Nicaragua, y en la década de los noventa el PC, efectivamente muy aislado en el contexto político, levanta esa bandera. En ese sentido, Alfredo tiene razón, hay componentes contradictorios en la política del PC en los noventa y también el dos mil. Pero yo no creo que las cuestiones contradictorias sean necesariamente cuestiones equivocadas, por lo menos siento que la dialéctica en la política es súper necesaria. Digo esto porque tiene que ver con el tema de las alianzas.

Nosotros votamos por Aylwin. Nosotros nos inscribimos para votar por el No. Nosotros empezamos a hacer propuestas a la Concertación en el 96. Pero lo que no podíamos hacer era reconocer que estábamos bajo un Estado democrático, porque si hubiéramos reconocido eso inmediatamente la perspectiva que hoy recién se esta empezando a abrir se nos desdibuja por lo menos en veinte años más. Por eso, desde el punto de vista de los tiempos políticos, las conducciones comunistas y el PC, con bastante debate interno, ha colocado algunas centralidades particularmente en este periodo que son las que se están abriendo camino. Decimos: pierda o gane Frei, pierda o gane Piñera, esta izquierda y este PC va a empujar en la dirección de amplias convergencias a partir de las cuáles vamos a seguir bregando por la necesidad de un nuevo estado democrático en este país. Por eso es que la de la nueva constitución es fundamental.

Ahora, en ese proceso, nos parece necesario el entendimiento en todos los planos, pero para que haya entendimiento, y créanme que esfuerzos hemos hecho, la otra parte tiene que querer entender. El dogmatismo y el pensamiento único, y la claudicación desde posiciones de izquierda, no a posiciones socialdemócratas, sino que a posiciones neoliberales de frentón ha estado en una parte de esa izquierda que durante la década del noventa y parte del dos mil ha administrado el modelo neoliberal en conjunto con la derecha y que creyó y creyó el cuento que se estaba construyendo democracia. Pero eso es también un tema que también deberíamos plantearlo como punto de debate y que no sólo involucra a los comunistas. Termino reconociendo mucho el valor del libro, y digo que me quedo con el titular: «Hasta vencer». Gracias.