1. Toda revolución genera inevitablemente tres hechos: a) la destrucción parcial o completa de la clase política del antiguo régimen, b) la constitución de una nueva clase política y, c) el ataque de la contrarrevolución. Si el proceso sobrevive a los embates de la contrarrevolución, su principal peligro emana de la nueva clase política: sectores […]
1. Toda revolución genera inevitablemente tres hechos: a) la destrucción parcial o completa de la clase política del antiguo régimen, b) la constitución de una nueva clase política y, c) el ataque de la contrarrevolución. Si el proceso sobrevive a los embates de la contrarrevolución, su principal peligro emana de la nueva clase política: sectores dominantes de esa nueva clase pueden desvirtuar el proyecto revolucionario original. De hecho, esta ha sido la norma, desde las Guerras de Independencia latinoamericana, vía la Revolución soviética bajo Stalin y hasta los procesos de descolonización de África después de la Segunda Guerra Mundial.
2. La Revolución Bolivariana no es algo «inédito» como sostiene todo un ejército de teólogos políticos, romanticistas y mal intencionados, sino que es parte orgánica del proceso de las revoluciones históricas burguesas y socialistas de la época moderna que se inició con la Revolución Inglesa de Oliver Cromwell. Su evolución comparte, por lo tanto, la problemática arriba mencionada.
3. En Venezuela, la pulverización de la vieja clase política y la constitución de una nueva clase política son más que evidentes. El colapso de los dos partidos políticos de la oligarquía, los socialdemócratas de Acción Democrática (AD) y los socialcristianos de COPEI, refleja el primer aspecto y como tal ha sido ampliamente comentado.
El segundo aspecto, sin embargo, la nueva clase política que conduce al Estado y a la Revolución bolivariana, no ha sido objeto de un debate público serio. Es como si no existiera como fenómeno político. La gente común en Venezuela que percibe la realidad mucho mejor que las clases medias, se ha dado cuenta del problema, pero lo conceptualiza como «burocracia», es decir, no como una estructura de poder de clase, sino de ineficiencia del Estado.
4. La falta de discusión y análisis sobre la nueva clase política es perjudicial para la salud de la Revolución, las intenciones revolucionarias de su máximo conductor, Hugo Chávez y para los intereses del pueblo. La implementación de las medidas revolucionarias se da históricamente bajo los acicates de la contrarrevolución o de la radicalización de las fuerzas populares revolucionarias y la Revolución Bolivariana no ha sido la excepción a esta regla.
Con la ausencia de la antítesis de la Revolución —la contrarrevolución escuálida— el proceso bolivariano ha entrado en una fase de normalización de las relaciones sociales con todos los sectores de la sociedad, dejando como única fuente de su radicalización a las fuerzas populares. Estas, sin embargo, no están organizadas y tampoco tienen órganos autónomos de incidencia sobre el Estado. En tales condiciones, el peso de los sectores burgueses dentro de las filas del oficialismo se incrementa y la ocupación de posiciones del Estado y de los aparatos partidistas avanza.
5. La derrota de los Adecos y Copeyanos es casi terminal. Mientras esté Chávez, ellos tardarán mucho tiempo en volver a ser opciones de poder, si es que alguna vez lo logren. Esto se debe a un doble efecto. No tienen un Proyecto Histórico, porque Chávez ha copado la única vía de desarrollo posible en el Tercer Mundo, el keynesianismo. Solo les queda el neoliberalismo y ese no es atractivo para nadie.
El segundo efecto que tiene noqueado a los antiguos dueños políticos del país es que Venezuela vive su segunda bonanza petrolera en treinta años; pero, a diferencia de la primera, el precio del petróleo no volverá a caer por debajo de los 60 dólares. Y esto significa que Chávez tendrá suficiente dinero para financiar el Estado de bienestar para las mayorías excluidas por el tiempo que quiera, convirtiéndolas en una sólida base de apoyo social.
6. El principal peligro para el Bolivarianismo no radica, por lo tanto, en la oposición interna, sino en repetir la trayectoria de los dos partidos oligárquicos. El primer boom petrolero generó las condiciones que corrompieron y, finalmente, destruyeron el modelo de dominación del puntofijismo. El peligro existe que a mediano plazo el segundo boom petrolero produzca un efecto erosionador semejante sobre las fuerzas del oficialismo actual, llevándolas finalmente hacia un desenlace como el del Partido de la Revolución Institucionalizada (PRI) en México.
7. Las clases dominantes de la sociedad moderna están compuestas por cuatro segmentos principales de poder: a) la elite económica; b) la elite militar; c) la clase política y, d) la elite cultural. Esos estamentos se ven afectados de muy diferente manera en cada proceso revolucionario.
En Venezuela, el efecto transformador de la Revolución Bolivariana se ha hecho notar esencialmente en la clase política de la Cuarta República, que prácticamente desapareció en sus formas organizadas. La elite cultural, en cambio, sigue básicamente intacta, por ejemplo, la alta jerarquía católica y el claustro de las universidades, que en un 70 al 80 por ciento no está identificado con el proceso. De la misma manera, la elite económica no ha visto afectada sus relaciones de producción y en las Fuerzas Armadas falta alrededor de un lustro para que los altos oficiales adoctrinados en los esquemas del anticomunismo y antichavismo —particularmente fuertes entre 1992 y 1999— salgan de la institución. El currículum de la nueva doctrina militar y del bolivarianismo moderno apenas se empezará a enseñar a partir de enero del 2006.
De este escenario se deriva una pregunta obvia: ¿Qué evolución puede tener el sistema cuando tres de los cuatro segmentos de la clase dominante actúan bajo la inercia del pasado y la configuración del cuarto no muestra precisamente una hegemonía revolucionaria?
8. La razón de ser de cada segmento de una clase dominante es diferente. La de los militares consiste en garantizar las relaciones de producción y el orden público erigido sobre ellas, mediante la amenaza de la destrucción física, tanto hacia el exterior como hacia el interior. La razón de ser de la elite cultural consiste en el control de las cabezas de las mayorías, la de la elite económica en la acumulación de capital y la de la clase política en la operación del Estado y sus ramificaciones secundarias, como son los partidos políticos. A corto plazo, la clase política dirige el rumbo del Estado; a mediano y largo plazo es la elite económica.
9. La clase política se reproduce de dos modos. La primera fuente de extracción son los funcionarios nombrados o cooptados por los centros de poder del sistema, es decir, el poder ejecutivo, las altas esferas judiciales, las altas esferas parlamentarias y las cúpulas partidistas, entre otros. La segunda fuente son los funcionarios que ocupan cargos por elección, como diputados, gobernadores, alcaldes y concejales.
10. En Venezuela, la nueva clase política está compuesta esencialmente por cuadros militares, cuadros de la exizquierda y sectores «neochavistas» provenientes del viejo establishment. Esa nueva clase ejerce, junto con el Presidente Chávez, el poder político institucional del país.
Dentro de la nueva clase se observan dos agrupaciones dominantes, llamémoslas el «Segmento S» y el «Segmento T». Si hubiera, por algún motivo, elecciones prontas sin el Presidente Chávez, el «Segmento S» pondría probablemente el nuevo gobierno. Este sería el fin del proyecto original del Bolivarianismo.